Cabu, o sea Sat¨¢n
Para los que cometieron los atentados en Par¨ªs, el demonio somos todos los infieles
Para los verdugos, la redacci¨®n de una revista que practicaba un humor sacr¨ªlego y un supermercado jud¨ªo eran dos embajadas de Sat¨¢n en Par¨ªs. Aunque en el fondo estos signos son innecesarios ¡ªcomo vimos hace 10 a?os en Espa?a donde, a falta de humoristas blasfemos y de tiendas kosher, sencillamente se colocaron bombas en los trenes de Atocha¡ª, Charlie Hebdo y el s¨²per ten¨ªan la ventaja de ofrecer una r¨¢pida y f¨¢cil lectura.
La manifestaci¨®n del pasado domingo en Par¨ªs comprende esto, y que el demonio somos todos los infieles. Pero m¨¢s all¨¢ de comunicar que se ha recibido el mensaje tiene una operatividad igual a cero, como los art¨ªculos compasivos y los ingeniosos dibujos solidarios: frente a un acto de una contundencia clamorosa son gestos formales para sentirnos virtuosos que desde luego no detendr¨¢n al pr¨®ximo matarife. Y es la primera lecci¨®n que arrojar¨¢n las matanzas de Par¨ªs: que la prosa l¨ªrica no afecta al realismo lapidario de ciertos fen¨®menos, no explica este conflicto.
No obstante, mirar de cerca esos emblemas de Sat¨¢n que han sido v¨ªctimas de los atentados puede arrojar alguna luz sobre los verdugos, sobre las v¨ªctimas o sobre la distancia que separa a unos de otros. Vale la pena resumir la trayectoria de las mejores y m¨¢s veteranas firmas de Charlie Hebdo: Cabu y Wolinski.
El joven Cabu se dio a conocer gracias a Le grand Duduche, que en Espa?a se public¨® como El extraordinario Pepe: historietas de un lirismo y capacidad de sugesti¨®n sensual que describ¨ªan con mucha gracia lo que era crecer en una ciudad de provincias francesa en los a?os cincuenta y a principios de los sesenta. El mismo autor defini¨® as¨ª su tema y su tono: ¡°La vida cotidiana en el instituto en el ¨²ltimo tercio del siglo XX. El mundo en mutaci¨®n. A todo color o parece tan triste. Las relaciones profes-alumnos. Los domingos¡±. O sea, esas contradicciones entre ser ya adolescente y tener que llevar delantal como los ni?os; la penosa promiscuidad de las aulas regidas por profesores pasablemente ineptos, rid¨ªculos como modelo de virilidad, cada uno con sus caracter¨ªsticas y su apodo; la inquietud de estar sometidos a un orden y autoridad de posguerra que se estaba desmoronando mientras por la ventana entran los primeros efluvios de la primavera; las enso?aciones a que se entrega el estudiante cuando ve pasar a la hija (tipo Fran?oise Hardy) del severo director del instituto; y¡ ¡°los domingos¡±. En fin, la atm¨®sfera encogida, so?adora, reprimida, rutinaria, donde flotan anhelos de plenitud, de la que habla Machado en el poema de las moscas y Brel en Rosa Rosae. Francia era a¨²n la douce France. Cabu retrataba eso desde las revistas de c¨®mics convencionales, desde Pilote, que era la mejor.
La impertinencia de ¡®Charlie Hebdo¡¯ era un lujo cultural que la sociedad francesa cre¨ªa que pod¨ªa
permitirse. Y no pod¨ªa
Entonces lleg¨® Mayo 68, tambi¨¦n a los tebeos ¡ªa diferencia de Espa?a u otros pa¨ªses, en Francia son toda una industria que forma parte de su ¡°excepci¨®n cultural¡±¡ª. Los mejores profesionales se rebelaron contra la autoridad apol¨ªnea de los editores tradicionales y montaron sus revistas alternativas y autogestionarias: L¡¯?cho des Savanes, Fluide Glacial, Charlie, etc¨¦tera. Despu¨¦s, desde la nueva etapa de Charlie Hebdo, Cabu, ya profesional senior, se convirti¨® en comentarista hipercr¨ªtico de la actualidad pol¨ªtica. As¨ª se perdi¨® al poeta gr¨¢fico y a cambio se obtuvo un comentarista de urgencia de la pol¨ªtica. No salimos ganando con el cambio.
En cuanto a Wolinski, no era como su colega un virtuoso del dibujo ni mucho menos, pero cuatro trazos simp¨¢ticos le sobraban para expresar lo que quer¨ªa. Era un alegre erot¨®mano, un sexista obsesivo sin complejos ni remordimientos. Guionista de Pichard en la serie Paulette ¡ªhero¨ªna sexy sadomasoquista, de ub¨¦rrimos vol¨²menes, que como todos sus personajes femeninos se las apa?aba para estar todo el tiempo desnuda¡ª, su frivolidad pol¨ªtica, de un revolucionarismo festivo, irresponsable, para epatar al burgu¨¦s, fue asimilada hasta el punto de publicar tambi¨¦n en la filistea Paris Match y ser condecorado con la Legi¨®n de Honor.
Wolinski ten¨ªa 80 a?os y Cabu 77 cuando fueron asesinados. Charlie Hebdo ya era la pervivencia mortecina de un esp¨ªritu petardista, y poca cosa m¨¢s. En cada n¨²mero ped¨ªa al lector donativos para poder seguir tirando. A m¨ª me parec¨ªa muy ordinaria y desagradable, pero cuando un ejemplar ca¨ªa en mis manos a¨²n buscaba los chistes de Cabu, en busca del aire que despein¨® al Grand Duduche.
Es la misma historia reciente de la mentalidad libertaria francesa la que ha sido fulminada por un fanatismo islamista suburbial convencido de que al quitar y perder la vida poco es lo que pierde. Esta historia, desde los a?os sesenta hasta ahora, de una mentalidad colectiva librando pulsos con la censura hasta la victoria final, en evoluci¨®n compleja, llena de matices, de obras, de imaginaci¨®n y de experiencia, de humor y provocaci¨®n, ha sido tronchada en un solo, inveros¨ªmil, momento por una nueva y m¨¢s exigente autoridad con la que en las pr¨®ximas d¨¦cadas habr¨¢ que contar, que volver¨¢ a manifestarse. La impertinencia de Charlie Hebdo era un lujo cultural y una variante hedonista que la sociedad francesa cre¨ªa que pod¨ªa permitirse. Y no pod¨ªa.
Ignacio Vidal-Folch es escritor. Acaba de publicar Pronto seremos felices (Destino).
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