Oxford, donde vive la tradici¨®n
Hay d¨ªas en que los pin¨¢culos g¨®ticosde Oxford emiten destellos tan dorados como si el sol se acostara sobre una corona de oro. Otras veces, la bruma pegajosa se desploma sobre sus piedras bru?idas y la envuelve con un manto gris, intimista y melanc¨®lico durante d¨ªas, semanas quiz¨¢, aunque el calendario se empe?e en recordar que en el resto del hemisferio es verano.
Entonces, la lluvia repiquetea en Carfax y en Cornmarket como agujas de vidrio y los estudiantes corren dando saltitos de una acera a otra evitando los charcos mientras los jardines del Magdalen College o de Christ Church se empapan con otra p¨¢tina de tradici¨®n. As¨ª es Oxford, el lugar donde se invent¨® la palabra tradici¨®n.
El rito es el cemento con el que se edific¨® Oxford. Su tarjeta de visita, la se?a de identidad. No existir¨ªa Oxford si no existiera ese apego a un pasado que es a la vez presente y futuro. La raz¨®n de ser de una ciudad de estudiantes que vive desde hace 700 a?os de los estudiantes. La tradici¨®n es en Oxford una constituci¨®n no escrita donde se estipula a qu¨¦ hora cierran los jardines p¨²blicos, c¨®mo se poda un seto, cu¨¢ndo se corta el c¨¦sped, en qu¨¦ ojal del subfusc (traje acad¨¦mico) se coloca el clavel para ir a un examen de Prelims o c¨®mo se alinean las embarcaciones para una regata de remo en el T¨¢mesis. Que todo siga igual para seguir avanzando.
Sin ese respeto sacrosanto a la costumbre no se entender¨ªa que el alcalde y la corporaci¨®n hubieran aceptado durante 500 a?os caminar en procesi¨®n hasta Saint Mary para un servicio religioso anual por el d¨ªa de Santa Escol¨¢stica como penitencia por una altercado ocurrido en...?1355! entre estudiantes y guardias municipales que se sald¨® con 63 universitarios muertos y muchos m¨¢s heridos.
As¨ª es Oxford, la ciudad universitaria m¨¢s antigua de Gran Breta?a ¨Cempatada con Cambridge, para que no haya malentendidos¨C donde tanto peso espec¨ªfico tienen las Spanish party de los mi¨¦rcoles en las discotecas de George Street como un suceso acaecido en el siglo XIV. Una babel de j¨®venes de todo el mundo, que se agiganta en verano con los cursos de idiomas, donde las fiestas, la diversi¨®n y la algarab¨ªa de una urbe donde todo el mundo parece tener menos de 25 a?os no desentonan con el solemne envoltorio de unos collegefundados en el siglo XIII y que desde entonces vienen impartiendo ininterrumpidamente su magisterio.
Una ma?ana de domingo, cuando el escaso tr¨¢fico rodado desaparece casi por completo, High Street ¨CThe High para los locales¨C podr¨ªa ser la calle m¨¢s bonita del mundo, con las agujas g¨®ticas del All Souls College cerrando uno de sus frentes y una l¨ªnea de casitas victorianas con comercios en la planta baja, en el otro. Hay un continuo ir y venir de bicicletas hacia St Aldates o hacia el Covered Market. Algunos turistas ociosos se detienen en los escaparates de Oxford Bookshop, la librer¨ªa oficial de las publicaciones de la Universidad.
Si la tradici¨®n es el pilar donde se sustenta la vida diaria de Oxford, el cemento que lo liga son los libros. Miles, millones de libros, manuscritos e incunables que se alinean en los anaqueles de las bibliotecas de los college o de la Bodleyan Library, a la que por un acuerdo de 1610 el gremio de libreros de Londres dona un ejemplar de cada libro publicado en Gran Breta?a. La Bodleyan los conserva todos por el expeditivo sistema de prohibir tajantemente que ni uno solo de los ejemplares salga de sus salas. El olor a libros y pergaminos inunda los claustros y los patios de los college; sube por la torre del Trinity College, abierto desde 1555; se desliza por la fachada del Magdalen College, cuyos jardines son tan grandes como para albergar manadas de ciervos, y viaja luego hasta el paraninfo del Christ Church, colegio y soberbia catedral normanda a la vez, uno de los m¨¢s visitados de Oxford desde que prestara sus solemnes estancias para simular el colegio Hogwartsen las aventuras cinematogr¨¢ficas de Harry Potter.
Sin embargo, la vinculaci¨®n literaria del Christ Church tiene ra¨ªces mucho m¨¢s tempranas. En ¨¦l estudi¨® y despu¨¦s trabaj¨® como catedr¨¢tico de Matem¨¢ticas Charles Dodgson, m¨¢s conocido como Lewis Carrol. Aficionado a los cuentos, Charles entabl¨® una intensa amistad con Alice Lidell, la hija peque?a del decano, con la que daba largos paseos en barca por los canales. En ella, y en un mont¨®n de elementos de su vida en el Christ Church que se encargan de identificar ahora con precisi¨®n los gu¨ªas que acompa?an a los grupos de visitantes, se inspir¨® m¨¢s tarde para escribir Alicia en el pa¨ªs de las maravillas, el ¡°cuento¡± con may¨²sculas. Carrol es uno m¨¢s de los integrantes de la clase pol¨ªtica, cultural e intelectual brit¨¢nica de los ¨²ltimos siete siglos que han salido de las aulas de Oxford. Los 46 premios nobel, 26 primeros ministros o presidentes (incluyendo a Bill Clinton y Tony Blair) am¨¦n de reyes, santos, novelistas y poetas han estudiado en Oxford, y sus vidas, sus obras y los lugares donde se sentaban a tomar una pinta est¨¢n recogidos en las gu¨ªas tur¨ªsticas con el mismo cuerpo de letra que el horario del museo de Oxford o la fecha de fundaci¨®n del Balliol College (1263), el m¨¢s antiguo de los 39 que funcionan en la actualidad.
Al caer la tarde, la vida estudiantil se desplaza a los pubs. En la terraza de The Head of the River los estertores del atardecer arrancan destellos bermellones a las cintas de agua del T¨¢mesis. Sentados en el pretil del r¨ªo, con los pies colgando sobre los botes de madera, varios estudiantes apuran la ¨²ltima pinta de Carling mientras el aire c¨¢lido de la tarde estival pliega las velas de otra jornada de aprendizaje. De ah¨ª se ir¨¢n por New Road hacia Jericho, un barrio de casas bajas y calles estrechas a las que se asoman docenas de restaurantes y bares intimistas. A la luz tenue de las velas podr¨ªan confundirse con otros restaurantes y bares del Quartier Latin de Par¨ªs o del Barrio de las Letras de Madrid.
Quiz¨¢ porque en Oxford, la fuerza de la costumbre y la solemnidad de los college se mestiza sin problemas con cualquier otra influencia, producto de siglos como receptor de estudiantes de medio mundo. Como quien se sabe seguro de sus convicciones y vive tranquilo en la confianza de que el conocimiento acumulado en sus bibliotecas resistir¨¢ cualquier vanguardia, asumi¨¦ndola y fagocit¨¢ndola hasta hacerla suya. Adapt¨¢ndose sin dejar de ser lo que es.
As¨ª es Oxford. Una joven colegiala con 700 a?os de historia.
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