Atocha
En su d¨ªa ol¨ªa a trabajador del metal y de la construcci¨®n. Y ol¨ªa a comunista
Hace ya 38 a?os que una banda de pistoleros fascistas asesin¨® en un despacho laboralista de la calle Atocha de Madrid a cinco de sus trabajadores e hiri¨® gravemente a otros cuatro. Atocha fue para Espa?a lo que Charlie Hebdo ha sido para Francia, aunque las connotaciones son muy distintas.
Atocha en 1977 era una calle que ol¨ªa a calamares. Desde la estaci¨®n, pasando por debajo del escalextric, hasta despu¨¦s de Ant¨®n Mart¨ªn, los bares, m¨¢s que en toda Escandinavia junta, le daban ese aroma que comenzaba y todav¨ªa comienza en El Brillante y se cerraba cerca del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Atocha ol¨ªa entonces a trabajador del metal y de la construcci¨®n. Y ol¨ªa a comunista. En aquel piso del n¨²mero 55, los fascistas dieron sin quererlo la gran oportunidad para que la hoy denostada Transici¨®n se pudiera acometer con ¨¦xito.
?C¨®mo se puede decir, si uno es un bien nacido, que aquello fue un pacto de ¨¦lites? ?C¨®mo se puede decir eso de un proceso que se ciment¨® en la sangre de toda aquella gente?
Porque Atocha sigue oliendo a calamares y todav¨ªa huele algo a una cosa que parece del pasado: a clase obrera, a trabajadores organizados, a gente que les defienda de una reforma laboral que tiene solo una cara: el abaratamiento de la mano de obra.
Dentro de dos d¨ªas se conmemora el aniversario de aquella matanza. El edificio est¨¢ vac¨ªo a la espera de una declaraci¨®n de ruina, y el monumento basado en un cuadro de Genov¨¦s aparece cada d¨ªa cubierto de pintadas que ignoran qu¨¦ significa.
Pong¨¢monos en lo peor, en que nada de todo aquello haga falta. Nos ponemos en eso, pero tambi¨¦n en que en ese sitio habitaban la solidaridad y el ansia de libertad de todo un pueblo.
Hoy je suis CC?OO.
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