El ¨²nico realismo democr¨¢tico
Para construir un futuro con menos conflictos, Europa debe reducir las desigualdades
Alemania va viento en popa. Pero su ¨¦xito, su opulencia, su hegemon¨ªa pueden acarrear la desventura de Europa. Los primeros en preocuparse por ello deber¨ªan ser los propios alemanes. ?Son acaso conscientes de lo que podr¨ªa significar la propagaci¨®n de emociones como el resentimiento, la envidia o el miedo respecto a Alemania? Sentimientos populares, sencill¨ªsimos de instigar, dados los fantasmas de una no lejana supuesta superioridad hegem¨®nica con la que otra Alemania desencaden¨® la ¨²ltima guerra mundial.
Europa, para existir, debe tender a la unidad y a la homogeneidad, por lo menos en determinados aspectos irrenunciables. Si se convierte en una camisa de fuerza entre realidades cada vez m¨¢s divergentes en t¨¦rminos de bienestar, la cohabitaci¨®n (aunque solo sea econ¨®mico-financiera) se volver¨¢ imposible. Hoy la opulencia de Alemania, cada vez m¨¢s ¨¹ber alles en t¨¦rminos de bienestar y de hegemon¨ªa pol¨ªtica, no evoca una Europa como futuro hogar com¨²n, sino las instituciones de Bruselas y Estrasburgo como sucursales de Fr¨¢ncfort y Berl¨ªn.
Es pura propaganda chovinista la que proclama la pereza del Sur frente a la laboriosidad del Norte. La brecha de productividad nace del peso que en Grecia, Italia y la pen¨ªnsula Ib¨¦rica tienen la corrupci¨®n, la evasi¨®n fiscal, la negligencia burocr¨¢tica (y en Italia ¡ª?solo en Italia?¡ª las mafias), todos ellos problemas exquisitamente pol¨ªticos que tienen tanto que ver con la supuesta naturaleza de los pueblos como la velocidad con el tocino.
En esencia, el mecanismo es sencillo: anta?o, un pa¨ªs en crisis recuperaba competitividad en los mercados mediante la devaluaci¨®n de su moneda. Con el euro, este recurso se ha vuelto imposible, de modo que un pa¨ªs estancado y en peligro de deflaci¨®n solo puede aspirar al relanzamiento econ¨®mico a trav¨¦s de una dr¨¢stica reducci¨®n de los salarios o mediante una pol¨ªtica keynesiana de revitalizaci¨®n del gasto p¨²blico. Pero la primera soluci¨®n ¡ªadem¨¢s de ser injusta en s¨ª misma¡ª provoca tensiones sociales insoportables y reduce la demanda interna, mientras que la deflaci¨®n conlleva autom¨¢ticamente un aumento de la deuda p¨²blica real: efectos que agravan la crisis.
En consecuencia, ser virtuoso hoy, desde un punto de vista europeo, no puede significar el recurso al hacha del ¡°rigor¡± liberal, que enriquece a Alemania y empobrece a los pa¨ªses en crisis. Solo puede significar la construcci¨®n de un futuro de menores conflictos a trav¨¦s de la constante y asint¨®tica reducci¨®n de las desigualdades, tanto entre los pa¨ªses del continente como dentro de cada uno de ellos.
Solo se saldr¨¢ de la crisis con
pol¨ªticas que sean expansivas
e igualitarias a la vez
Por tanto, para que los pa¨ªses que Merkel, Sch?uble y Weidmann consideran ¡°viciosos¡± puedan volver a ser virtuosos se requiere ante todo una recuperaci¨®n de la producci¨®n a trav¨¦s de pol¨ªticas keynesianas, es decir, un aumento del gasto p¨²blico. Que no acabe disip¨¢ndose, naturalmente, en la corrupci¨®n y en el entramado pol¨ªtico-econ¨®mico (con componentes frecuentemente mafiosos) o despilfarrado en los sofocantes meandros de burocratismos kafkianos. Lo que significa que una pol¨ªtica europea virtuosa no puede limitarse a la moneda y a la agricultura (puntos de conflicto), sino que ha de extenderse a una legislaci¨®n com¨²n en muchos campos: la lucha contra la criminalidad, la corrupci¨®n y la evasi¨®n fiscal, mayores derechos para los trabajadores, compromiso medioambiental, defensa del Estado de bienestar, m¨¢s garant¨ªas para una informaci¨®n libre e imparcial...
No habr¨¢ futuro europeo, sin embargo, mientras algunos pa¨ªses funcionen como ¡°ej¨¦rcito industrial proletario de reserva¡± para permitir a las empresas reducir los salarios. As¨ª que dig¨¢moslo sin rodeos: solo se saldr¨¢ de la crisis econ¨®mica y de la crisis del proyecto europeo con una pol¨ªtica que sea expansiva e igualitaria a la vez. No solo keynesiana, sino de redistribuci¨®n de la riqueza, que en las ¨²ltimas d¨¦cadas se ha polarizado m¨¢s all¨¢ de todo umbral de decencia.
Quede claro que la alternativa a la hegemon¨ªa de Alemania no es desde luego el imperio latino, rid¨ªcula chiquillada metaf¨ªsica puesta en circulaci¨®n por Giorgio Agamben hace un a?o y medio. De un infantilismo peligroso, por otra parte. El imperio latino fue una hip¨®tesis que Alexandre Koj¨¨ve, fil¨®sofo reaccionario en realidad ¡ªpor tanto, muy de moda entre la ¡°extrema izquierda¡± teol¨®gico-esot¨¦rica que imagina poder cambiar el mundo cambiando el l¨¦xico¡ª plante¨® al Gobierno de Charles de Gaulle en 1945, que trataba a los pueblos como entidades personales homog¨¦neas (hip¨®stasis, como buen hegeliano), en vez de sometidas a conflictos internos de clase, de cultura, de valores (Garc¨ªa Lorca era tan espa?ol como el general¨ªsimo Franco, Camus era tan franc¨¦s como Petain, pero ?qu¨¦ m¨¢s ten¨ªan en com¨²n? Y, si parva licet, quien esto escribe no tiene nada en com¨²n con Berlusconi, aunque ambos seamos italianos).
La divisi¨®n no es entre imperio latino y Norte anglosaj¨®n o prusiano (?por qu¨¦ no nibelungo?). El conflicto es pol¨ªtico, entre establishment europeo y compromiso con la democracia tomada en serio. Europa ya naci¨® mal, como negociaci¨®n permanente entre Gobiernos, tendente a evitar toda soberan¨ªa efectiva de los ciudadanos. Y tampoco con el nacimiento del euro obtuvo el Banco Central Europeo los poderes de ¡°prestamista de ¨²ltima instancia¡±, como el Banco de Inglaterra o la Reserva Federal estadounidense.
Pero incluso si el Parlamento Europeo tuviera todos los poderes de las Cortes Generales, el futuro de Europa no mejorar¨ªa en absoluto (esa es hoy la ilusi¨®n de la aceleraci¨®n institucional, de europe¨ªstas como Habermas y Cohn-Bendit) e incluso podr¨ªa empeorar. Si las elecciones del a?o pasado hubieran sido ¡°soberanas¡±, tendr¨ªamos hoy a Europa entera dominada por una gran coalici¨®n liberal y reaccionaria. Sin otra esperanza excepto que formas de resistencia como las de Syriza y Podemos (las ¨²nicas fuerzas europeas hoy razonables y reformistas) puedan hacer de Espa?a y Grecia dos puestos de avanzadilla para derrocar la actual deriva reaccionaria de Europa.
Los partidos-m¨¢quina han dejado de ser los instrumentos de los ciudadanos para ejercer su soberan¨ªa
Echemos cuentas: dado que Europa solo puede tener un futuro bajo la bandera de pol¨ªticas igualitarias en el ¨¢mbito econ¨®mico-social y libertarias en lo relativo a los derechos civiles (aborto, matrimonio homosexual, eutanasia, laicismo radical de la ense?anza, etc¨¦tera), el problema de Europa es la falta de fuerzas pol¨ªticas adecuadas para este proyecto, no la falta de un Parlamento y Gobierno de verdad. Los partidos-m¨¢quina hace tiempo que han dejado de ser los instrumentos con los que los ciudadanos ejercen de forma delegada su soberan¨ªa. Se han convertido en poderes autorreferenciales, cada vez m¨¢s parecidos entre s¨ª.
La partidocracia, tras haberse fusionado con la oligarqu¨ªa de los medios de comunicaci¨®n en la pol¨ªtica-espect¨¢culo, ha dado un ulterior paso hacia la privatizaci¨®n de la pol¨ªtica: el establishment (conjunto, no carente de conflictos, de distintas clases dirigentes) se ha convertido en kombinat, un entramado cada vez m¨¢s integrado y homog¨¦neo de poder econ¨®mico y pol¨ªtico (y donde resulta necesario, tambi¨¦n criminal). El proyecto institucional europeo, por tanto, solo puede significar hoy la lucha por una Constituci¨®n europea, que ponga en tela de juicio la partidocracia, la pol¨ªtica como profesi¨®n y como carrera. Sin fuerzas pol¨ªticas radicalmente nuevas, capaces de hacer pol¨ªtica como servicio p¨²blico y no como casta, Europa no pasar¨¢ de amenaza o enga?o. Que abre adem¨¢s las puertas a viejos conocidos al l¨ªmite del fascismo (?solo al l¨ªmite?): en Hungr¨ªa ya es as¨ª. Y Marine Le Pen puede llegar a presidente, ??es que no nos damos cuenta?!
Por lo dem¨¢s, una pol¨ªtica radicalmente igualitaria y libertaria se hace necesaria para honrar la promesa m¨ªnima de la democracia: una cabeza, un voto. Donde impera la corrupci¨®n, la Constituci¨®n material se convierte en: un soborno, un voto. Si domina la mafia: una bala, un voto. Cuando cualquier religi¨®n se pronuncia en la escena p¨²blica: una oraci¨®n, un voto. Si los partidos cuentan con recursos desiguales: una moneda, un voto. Cuando la informaci¨®n y el periodismo manipulan: una mentira, un voto. Y si se carece de las herramientas de una educaci¨®n cr¨ªtica permanente, ni siquiera una informaci¨®n transparente e imparcial puede defendernos del enga?o. Y si su vida cotidiana est¨¢ dominada por la necesidad, en vez de desarrollarse con las ventajas de un s¨®lido Estado de bienestar, el ciudadano carece incluso de tiempo para un voto ¡°con conocimiento de causa¡±.
B¨¢sicamente, la diferencia entre populismo y democracia radica en esto: la democracia es la soberan¨ªa de ciudadanos aut¨®nomos, presupuesto que solo subsiste si, como hemos visto, se les asegura un s¨®lido Estado de bienestar, un laicismo radical, la ilustraci¨®n de las masas, una televisi¨®n rigurosamente imparcial, pol¨ªticas intransigentes con la corrupci¨®n y la delincuencia de cuello blanco... Lo que significa que cualquier pol¨ªtica carente de tales ingredientes, por muchos apoyos que obtenga, aunque sean un¨¢nimes, no ser¨¢ una pol¨ªtica democr¨¢tica. Aspirar a Europa significa pues el compromiso de dar vida en cada pa¨ªs a una fuerza pol¨ªtica de ¡°justicia y libertad¡±. Es este el ¨²nico realismo democr¨¢tico.
Paolo Flores d¡¯Arcais es fil¨®sofo y director de la revista MicroMega.
Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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