La verdad sobre el cigarrillo electr¨®nico
La OMS promueve la prohibici¨®n preventiva de los dispositivos que queman nicotina, pero la comunidad cient¨ªfica est¨¢ dividida
En octubre se celebr¨® en Mosc¨² un congreso internacional esencial sobre control del tabaquismo (Framework Convention on Tobacco Control, FCTC), pero ni siquiera hab¨ªa empezado cuando dos facciones cient¨ªficas muy diferentes empezaron a lanzar fuego graneado acerca de los flamantes cigarrillos electr¨®nicos que esa reuni¨®n hab¨ªa prometido regular. Los obuses de ambas partes cayeron sobre la directora general de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan, cuyos alfiles se estaban preparando, ya en la primavera de 2014, para recomendar a los pa¨ªses miembros una proscripci¨®n preventiva y dr¨¢stica de esas pipas de nicotina en las que fumadores y empresas tabaqueras hab¨ªan puesto tantas esperanzas. Esperanzas de seguir fumando o vendiendo cosas t¨®xicas, pero esperanzas al cabo.
La intenci¨®n de la OMS se filtr¨®, y eso indujo a 53 cient¨ªficos de 18 pa¨ªses ¡ªsobre todo de Reino Unido, Estados Unidos y Australia¡ª a enviar una demanda urgente a Chan (el 26 de mayo de 2014) para conminarla a permanecer abierta a las posibles evidencias sobre ¡°productos de tabaco o nicotina de bajo riesgo que pueden convertirse en el futuro en alternativas viables al h¨¢bito de fumar¡±. Estos expertos pueden denominarse los ¡°reductores de da?os¡±. Su principal apoyo es que, a d¨ªa de hoy, no hay ninguna evidencia cient¨ªfica de que el vapor emitido por estos productos constituya un riesgo para la salud.
Una alternativa al tabaco aceptable
La nicotina es el producto ¡ªdroga¡ª que hace que los fumadores contin¨²en fumando por lo tanto inhalando un ¡°humo¡± que contiene m¨²ltiples sustancias que son las responsables de los da?os del tabaco convencional sobre la salud. Las estrategias de reducci¨®n de da?os, que se han aplicado a otras adicciones, aboga por posturas pragm¨¢ticas en las cuales se acepta que existan individuos adictos a determinadas drogas, en este caso la nicotina, mediante la utilizaci¨®n de productos con menor riesgo para la salud de aquellos que no quieren ¡ªo no pueden¡ª abandonar su adicci¨®n.
La mayor parte de estudios efectuados hasta la actualidad son concluyentes: la cantidad de productos t¨®xicos y perjudiciales presentes en los cigarrillos electr¨®nicos representan una fracci¨®n m¨ªnima con respecto a los cigarrillos tradicionales. Si el vapeador est¨¢ menos expuesto a productos que afectan a su salud el riesgo de sufrir enfermedades relacionadas con el tabaco tambi¨¦n ser¨¢ menor. En mi opini¨®n el objetivo a perseguir en el tabaquismo siempre ser¨¢ que los fumadores dejen de fumar ¡ªe incluyo ¡°vapear¡±¡ª. Ahora bien, en determinadas situaciones, la reducci¨®n del riesgo de enfermedades mediante el uso de cigarrillos electr¨®nicos puede ser una alternativa aceptable y m¨¢s si tenemos en cuenta que los efectos relacionados con su uso son m¨ªnimos a medio y corto plazo. Pero con limitaciones. Su uso en lugares p¨²blicos cerrados y transportes colectivos debe seguir la misma regulaci¨®n que el tabaco convencional, hay que limitar o incluso prohibir su publicidad y, por ¨²ltimo, prohibir su venta a menores de 18 a?os de edad.
Dr. Josep M? Ramon, Unidad de Tratamiento del Tabaquismo. Hospital Universitario de Bellvitge, Barcelona
La carta de los reductores de da?os tambi¨¦n se filtr¨®, desde luego, y solo tres semanas despu¨¦s, el 16 de junio, el investigador estadounidense Stanton Glantz promovi¨® una segunda carta a Chan respaldada por 129 expertos de 24 pa¨ªses ¡ªlos ¡°prohibicionistas preventivos¡±, llam¨¦moslos¡ª que sosten¨ªan que los cigarrillos electr¨®nicos no eran m¨¢s que un ¡°caballo de Troya¡± de la industria tabaquera, y apoyaban una recomendaci¨®n de la OMS a los pa¨ªses miembros para que legislaran contra ellos, como de hecho acab¨® ocurriendo.
En Espa?a, por ejemplo, las restricciones se incluyeron ya en marzo del a?o pasado ¡ªen lo que constituy¨® una avanzadilla entre los pa¨ªses europeos¡ª aprovechando la aprobaci¨®n por el Senado de la Ley General para la Defensa de los Consumidores, que introdujo la limitaci¨®n del consumo y la publicidad de los cigarrillos electr¨®nicos de los ¡°que no se conozcan los efectos para la salud¡±. Se prohibi¨® su consumo en centros educativos y zonas infantiles, centros sanitarios, edificios p¨²blicos y medios de transporte. Tambi¨¦n qued¨® prohibida su publicidad en las franjas horarias aptas para menores de 18 a?os. En el ¨²ltimo Consejo Interterritorial de Salud ¡ªel ¨®rgano que re¨²na a los consejeros de sanidad de las comunidades aut¨®nomas con el ministerio¡ª se acord¨® que los carteles de ¡°prohibido fumar¡± incluyan tambi¨¦n la prohibici¨®n de vapear, como se conoce informalmente el uso del cigarrillo electr¨®nico.
Espa?a, como muchos otros pa¨ªses, hac¨ªa as¨ª suyo el prohibicionismo preventivo, o la segunda carta que recibi¨® Chan. Curiosamente, esta segunda carta ¡ªla de los prohibicionistas preventivos, que acab¨® imponi¨¦ndose en la OMS¡ª se apoyaba en el mismo argumento que la de los reductores de da?os: la falta de evidencias cient¨ªficas.
Amy Fairchild, profesora de ciencias sociom¨¦dicas de la Universidad de Columbia en Nueva York, reabre ahora la pol¨¦mica con la publicaci¨®n en Science de un an¨¢lisis equilibrado del conflicto entre esas dos posturas cient¨ªficas. ¡°?C¨®mo pueden dos grupos¡±, se pregunta Fairchild, ¡°ambos buscando reducir la terrible carga de mortalidad atribuible al tabaco, y ambos aceptando las pol¨ªticas basadas en la evidencia, llegar a unas conclusiones tan diferentes?¡±. Fairchild subraya que la reducci¨®n de da?os es una actitud pragm¨¢tica que acepta que la gente seguir¨¢ consumiendo drogas con independencia de lo que diga la legislaci¨®n; que la cuesti¨®n no es si los cigarrillos electr¨®nicos suponen alg¨²n riesgo en absoluto, sino si esos riesgos son o no menores de los que supone el tabaco convencional; y que fumar provocar¨¢ este siglo nada menos que mil millones de muertes si las cosas siguen como est¨¢n ahora. ¡°Pesar los riesgos y los beneficios es inevitable¡±, dice Fairchild. A?ade que el prohibicionismo preventivo ¡°no ayuda ni a la ciencia ni a la pol¨ªtica¡±. He aqu¨ª el dilema.?
Aunque la mona se vista de seda...
La idea de utilizar nicotina para dejar de fumar no es nueva. En los a?os 70 los marinos de la flota noruega de submarinos empezaron a usarla en forma de chicles para evitar el mono. El e-cig se presenta a menudo como soluci¨®n para dejar el pitillo. Se insiste en que ayuda a dejar de fumar y sus vapores son inocuos. Ambas cosas son medias verdades, lo que puede ser peor que las mentiras. Los estudios sobre su eficacia para dejar de fumar son d¨¦biles e inconsistentes. La mitad de los usuarios resulta que sigue fumando cigarrillos y del resto, la mayor¨ªa recae al suspender el e-cig.
No se puede negar que para usuarios individuales puede ser una ayuda eficaz, siempre que despu¨¦s de un tiempo prudencial (al segundo o tercer mes) se abandone tambi¨¦n el consumo de nicotina. La clave es romper la adicci¨®n a la nicotina, no cambiar la forma de consumo. Es cierto que el e-cig es mucho menos t¨®xico que el cigarrillo pero eso no le eleva a la categor¨ªa de producto bondadoso.
La inhalaci¨®n es la clave del poder adictivo de una sustancia. La forma m¨¢s adictiva de nicotina es la inhalada. Los chicles y los parches son m¨¢s limpios y menos adictivos. Por otra parte, los vapores del e-cig contienen vapor de agua pero tambi¨¦n part¨ªculas de nicotina, glicerol, propilenglicol, cromo, n¨ªquel... que a corto plazo son t¨®xicos para el sistema respiratorio de ni?os y enfermos y a la larga son carcin¨®genos. En un local cerrado, la contaminaci¨®n por part¨ªculas finas liberadas por e-cigs es similar a los d¨ªas m¨¢s contaminados en Madrid. Los m¨¦dicos no hacemos juicio moral sobre su uso recreativo y privado en adultos pero no recomendamos su uso terap¨¦utico ni en espacios p¨²blicos.
Rodrigo C¨®rdoba Garc¨ªa, profesor de la Facultad de Medicina. Zaragoza
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