?Reformas? S¨ª, pero con prudencia
Promover cambios del marco institucional sin tener claros los objetivos es peligroso
En los ¨²ltimos tiempos se han multiplicado las voces que piden reformas en nuestro marco institucional. Los motivos que lo explican son b¨¢sicamente tres: la frustraci¨®n causada por la gesti¨®n deficiente de la crisis econ¨®mica, la indignaci¨®n ciudadana por los casos de corrupci¨®n y el auge del independentismo en Catalu?a.
Las reformas deber¨ªan servir, supuestamente, para mejorar la calidad de nuestra democracia, acabar con la corrupci¨®n y con el dominio omn¨ªmodo de los partidos pol¨ªticos, promover una mayor participaci¨®n y control de la ciudadan¨ªa. Por otro lado, actualizar¨ªan y mejorar¨ªan el dise?o territorial espa?ol, ofreciendo a muchos catalanes que pueden caer en la tentaci¨®n independentista un ¡°proyecto com¨²n¡± m¨¢s atractivo.
Muchos de los defensores de las reformas hablan directamente de reforma ¡°constitucional¡±. En su opini¨®n, no bastar¨ªa con nuevas leyes y medidas administrativas, sino que deber¨ªan revisarse algunos preceptos de nuestra Carta Magna que habr¨ªan quedado desactualizados. Como demostraci¨®n de las virtudes de la reforma constitucional, se utiliza el ejemplo de otras democracias avanzadas que han reformado sus constituciones con mayor frecuencia que la nuestra.
El discurso de las reformas ofrece una confortable posici¨®n en el debate ideol¨®gico: un moderado t¨¦rmino medio entre el ¡°inmovilismo¡± y la ¡°ruptura¡±. Tambi¨¦n tiene una innegable utilidad en t¨¦rminos electorales: permite ofrecer a la ciudadan¨ªa un camino intermedio entre un statu quo insatisfactorio y un cambio radical que genera inquietud. No es de extra?ar, por tanto, que tenga tanto ¨¦xito entre nuestros pol¨ªticos, intelectuales y comentaristas en general. Ahora bien, m¨¢s dif¨ªcil que defender la necesidad de reformas ¡°en abstracto¡± es concretar cu¨¢les son las que deben realizarse, y demostrar l¨®gicamente c¨®mo acabar¨ªan con los problemas que hemos se?alado. ?Qu¨¦ leyes o exactamente qu¨¦ art¨ªculos de nuestra Constituci¨®n se deben cambiar y en qu¨¦ sentido? ?Qu¨¦ ejemplos encontramos en otras geograf¨ªas o ¨¦pocas de la eficacia de lo que se propone? ?Cu¨¢l ser¨¢ la coalici¨®n pol¨ªtica comprometida con la reforma? ?Cu¨¢l ser¨¢ el proceso a seguir, y c¨®mo se sortear¨¢n sus previsibles dificultades y obst¨¢culos?
Una parte de nuestra clase pol¨ªtica est¨¢ desconectada de la realidad e instalada en una especie de pensamiento m¨¢gico
Promover reformas del marco institucional sin tener claros los objetivos que se pretenden y sin reunir los consensos necesarios en torno a los mismos es muy peligroso. Sin esas condiciones b¨¢sicas, el proceso de reformas corre el riesgo de convertirse en una competici¨®n partidista, prolongarse en el tiempo de forma extenuante y producir resultados insatisfactorios que empeoran el equilibrio anterior. La reforma del Estatuto de Autonom¨ªa de Catalu?a nos ofrece un ejemplo sangrante, pero parece que no hemos escarmentado.
Algunos procesos de reforma o de cambio no son m¨¢s que una cortina de humo o una huida hacia delante de pol¨ªticos que no saben gestionar el complejo, tedioso y escasamente gratificante d¨ªa a d¨ªa de la Administraci¨®n p¨²blica, o que hallan en esa gesti¨®n poca cosa para sus ambiciones, y prefieren embarcarse en misiones ¡°hist¨®ricas¡±. La ciudadan¨ªa, sin embargo, suele tener necesidades m¨¢s prosaicas y no por ello menos dignas de atenci¨®n.
Una parte de nuestra clase pol¨ªtica est¨¢ desconectada de la realidad e instalada en una especie de pensamiento m¨¢gico. Cree que la soluci¨®n a los complejos retos econ¨®micos y sociales es una fren¨¦tica actividad legislativa y de ¡°redise?o institucional¡±. Es cierto que las instituciones ejercen influencia en el comportamiento y un mal o buen dise?o de las mismas acaba por trasladarse a la sociedad. Pero tambi¨¦n es verdad que nuestros pol¨ªticos y nuestras instituciones son reflejo de esa sociedad. Defender que con una reforma legal o constitucional nuestros problemas econ¨®micos y sociales van a desaparecer es absurdo. Conviene recordar aqu¨ª la afirmaci¨®n de T¨¢cito: ¡°Muchas son las leyes en un Estado corrompido¡±.
Volviendo a Catalu?a, parece probable que un conjunto de reformas que consolidaran y ampliaran el autogobierno alejar¨ªa a una parte de la sociedad de la tentaci¨®n independentista. Pero si el nacionalismo sigue conservando su poder y su dominio de la educaci¨®n y de la comunicaci¨®n social, ?en qu¨¦ medida disminuir¨ªa realmente el problema, y cu¨¢nto tardar¨ªa en reaparecer con toda su fuerza? Si algunas fuerzas pol¨ªticas catalanas siguen defendiendo el equ¨ªvoco derecho a decidir, ?qu¨¦ compromiso y qu¨¦ responsabilidad cabe esperar de las mismas? En definitiva, ?servir¨ªan para algo las reformas en el medio y largo plazo?
Por otro lado, para una reforma de nuestro modelo territorial es imprescindible llevar a cabo un proceso de negociaci¨®n delicado, teniendo en cuenta a m¨²ltiples actores e intereses, y asumiendo riesgos pol¨ªticos. ?Se dan actualmente las circunstancias para un proceso de ese tipo? ?Cuenta el Gobierno con interlocutores fiables, predecibles y leales para iniciarlo? Est¨¢ bien que se abra un debate social sobre la necesidad de reformas, que se lancen propuestas e ideas, y que estas se vayan madurando. Pero ning¨²n gobernante sensato iniciar¨ªa un proceso de reformas de ese calado sin contar con una elevada probabilidad de ¨¦xito.
Juan Arza es consultor de empresas.
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