Salman, vecino de Marbella y ahora rey
El nuevo monarca de Arabia Saud¨ª es el m¨¢s marbell¨ª de la familia real, que lleva una vida discreta, privada y m¨¢s bien nocturna


El rey Salman bin Abdulaziz de Arabia Saud¨ª es el amigo Salman. Marbella tiene una peculiar facultad para conceder su aprecio a todo aquel ciudadano que, llegado del exterior, se asiente dentro de sus lindes. M¨¢xime si es rico. Siendo una ciudad de acogida, con un 40% de poblaci¨®n extranjera, a nadie diferencia por el color de su dinero, tenga mucho o much¨ªsimo. Desde que en los a?os setenta agasajara improvisadamente al entonces pr¨ªncipe Fahd (Rey entre 1982 y 2005), se ha ganado a pulso su condici¨®n de lugar de vacaciones de la familia real saud¨ª y, m¨¢s recientemente, de la realeza de los Emiratos ?rabes. Tanto es as¨ª que la ciudad celebra como un asunto propio que el pr¨ªncipe Salman, el amigo Salman, vecino durante tantos a?os, se haya convertido en rey de Arabia Saud¨ª.
Los usos y costumbres en Marbella de la numerosa familia real saud¨ª han dado lugar a una manoseada cr¨®nica sobre sus excesos, convertidos en cierto modo en leyenda urbana. Se da por hecho que disponen de El Corte Ingl¨¦s a su antojo, que dejan sin existencias cualquier tienda de lujo, que no hay l¨ªmites a su capricho y que su visita va acompa?ada de la contrataci¨®n de un n¨²mero indeterminado de trabajadores para todo tipo de funciones dom¨¦sticas. Las cifras vuelan sin rigor y sin rubor, desde las cuantiosas propinas que reparten, desde los cientos o miles de familiares y funcionarios que componen el s¨¦quito, hasta la riqueza que ello supone para el pueblo de Marbella. Ning¨²n estudio ha reparado en el impacto que generan en la econom¨ªa local. ¡°No lo hay, es cierto¡±, reconoce Chela Figueira, concejala de Comunicaci¨®n, ¡°pero es evidente que generan riqueza¡±.
¡ª ?Y pagan el IBI de todas sus propiedades o est¨¢n exentos?
¡ª Lo pagan religiosamente.

Dada la leyenda, parecer¨ªa que el rey de Arabia Saud¨ª visita con frecuencia Marbella. Y eso no ha sido as¨ª, por mucho que all¨ª disponga de un palacio y varias dependencias en un recinto que ocupa 48.000 hect¨¢reas de Las Lomas, un monte en clavado en plena Milla de Oro. La ¨²ltima vez que el rey Fahd estuvo en Marbella fue en 2002. Y, antes de ese verano, estuvo en 1999. Y su sucesor, el rey Abdal¨¢, nunca apareci¨® por la ciudad. Cierto es que Fahd mand¨® construir una mezquita en 1981, y una segunda de car¨¢cter privado poco despu¨¦s, que subvencion¨® unas viviendas sociales y una planta de hemodin¨¢mica en el hospital local, y que convirti¨® Marbella en lugar de peregrinaci¨®n estival de su extensa familia, donde otros pr¨ªncipes construyeron otros palacios. Pero quien s¨ª visitaba Marbella con asiduidad era su hermano Salman, cuando era pr¨ªncipe y ministro y cuando se convirti¨® en el heredero. El verano pasado, sin ir m¨¢s lejos.
A pesar de la leyenda de excesos que les precede, la vida de los saud¨ªes en Marbella ha sido muy discreta y, curiosamente, han establecido lazos de confianza con vecinos del lugar. No se han mezclado con la gente, sus actividades son privadas, pero sus proveedores han sido los mismos desde el principio de los tiempos. Los primeros jardineros se han encargado de contratar a otros jardineros, as¨ª como el carnicero de confianza, o el florista, o los conductores de sus veh¨ªculos. Casi no contratan empresas de servicios. Han tejido una red personal. El c¨®nsul de Arabia Saud¨ª en M¨¢laga se encarga de otros pormenores, con la discreci¨®n habitual.
Los h¨¢bitos de la realeza son peculiares. Viven de noche, en fiestas privadas o en los yates. Duermen toda la ma?ana. Hacen compras. Los ni?os van en grupo, escoltados, entre otros por agentes de la Guardia Civil contratados al efecto, muchas veces sin el conocimiento de sus mandos. De vez en cuando, alguna gran fiesta, para la que se alquila una flota de Mercedes tra¨ªda ex profeso de Alemania. O una boda, como la celebrada en 2011 entre Sarah bin Fahd Salman, nieta del rey, y Talal bin Abdulaziz bin Bander. Mil invitados. 15 orquestas contratadas de todos los lugares del mundo. Luces moradas de ne¨®n decoraban la finca La Concepci¨®n, que en su d¨ªa perteneci¨® a Juan Antonio Roca, el gerente de urbanismo, hoy en prisi¨®n. Se supo de la fiesta, pero no de la identidad de los cantantes contratados. Todo se hizo a lo grande, pero con la discreci¨®n habitual. De la misma manera, un medallista ol¨ªmpico de las Bahamas fue contratado para entrenar en Marbella a la hija de un familiar de la realeza. Para medir sus progresos se trajo a la campeona andaluza. Fue una carrera privada. Nadie lo supo.

Los saud¨ªes son parte del paisaje de la Milla de Oro. Lo dominan desde el monte. Y todo empez¨® en 1973, cuando Adnan Kashogui, un hombre de negocios m¨¢s conocido por su relaci¨®n con el tr¨¢fico de armas, telefone¨® una tarde a su amigo Alfonso de Hohenlohe porque hab¨ªa convencido al pr¨ªncipe Fahd, a la saz¨®n ministro del Interior por entonces, de que no aterrizara su avi¨®n en Niza para ir a Montecarlo y conociera Marbella. ¡°Montecarlo es muy aburrido, alteza¡±, le dijo. Pero Alfonso no dispon¨ªa de 32 habitaciones para su s¨¦quito en su Marbella Club. El conde Rudolf Sch?nburg, mejor conocido como el conde Rudi, lo cuenta en una terraza bajo el c¨¢lido sol de enero marbell¨ª. ¡°Alfonso sab¨ªa que en la cl¨ªnica Incosol acababan de terminar las obras de la segunda planta y pregunt¨® a Ignacio Coca si pod¨ªa disponer de 32 habitaciones. Y dijo que s¨ª¡±. Fahd aterriz¨® en Marbella y residi¨® en la casa de unos arist¨®cratas, que se la cedieron a Alfonso para la ocasi¨®n, y que convirti¨® en una especie de suite del Marbella Club. As¨ª Fahd descubri¨® un lugar cercano al para¨ªso, eso al menos dicen que dijo. Al d¨ªa siguiente, el hijo de Alfonso acudi¨® llorando a la mesa donde almorzaban con el pr¨ªncipe porque hab¨ªa perdido su halc¨®n. El pr¨ªncipe Fahd orden¨® que su avi¨®n privado volara hasta Arabia para traerle al muchacho no uno sino dos halcones. Fue el primer exceso documentado.
Tiempo despu¨¦s, el c¨®nsul solicit¨® la reserva de un monte para edificar una futura residencia del pr¨ªncipe. Compraron cuantas casas, por nobles que fueran, lo habitaban. Actuaron con la m¨¢xima discreci¨®n. Y all¨ª naci¨® la primera mezquita, pagada por el amigo Salman. Y la segunda. Y residencias para toda la familia, con sus tejados verdes, lo que distingue a los miembros de la realeza. Y, al lado de la mezquita, la casa Al Riyad, la del pr¨ªncipe Salman, sobre 200.000 metros cuadrados de terreno.

All¨ª, Salman daba sus recepciones. A una de ellas acudi¨® Diego Mart¨ªn Reyes, alcalde accidental de Marbella durante 17 meses, cuando el Consistorio fue intervenido a causa de la Operaci¨®n Malaya. A?o 2007. Recepci¨®n un viernes despu¨¦s de la oraci¨®n en la mezquita. ¡°Todo era muy protocolario. Nos dieron un zumo de cardamomo en el jard¨ªn cubierto, donde hab¨ªa unos bancos de cada uno de los cuales pend¨ªa un televisor. En el sal¨®n, para comer, entr¨® ¨¦l primero y despu¨¦s yo. Era una especie de autoservicio. Beb¨ªamos leche de cabra y hab¨ªa todo lo que uno se pueda imaginar para comer. La gente iba entrando pero todo era muy lento porque, antes de sentarse, deb¨ªan servirse. En un momento dado, Salman dio por terminada su comida. Se levant¨® y la comida se dej¨® de servir, as¨ª que hubo mucha gente que se qued¨® sin comer¡±.
Salman financia la mezquita de Marbella, donde su imam es un marroqu¨ª, Allal Bachar El Hosri, un hombre afable y sereno, que vive en Espa?a desde hace 37 a?os, ya nacionalizado espa?ol. Bachar explica como Salman le ha defendido de aquellos que ped¨ªan un cl¨¦rigo m¨¢s integrista. ¡°Yo soy malaquita [una doctrina muy moderada] y sigo aqu¨ª gracias a Salman¡±. Salman tiene su yate Shaf London atracado permanentemente en Puerto Ban¨²s. Se hizo construir un palacio en T¨¢nger, donde el verano pasado estuvo m¨¢s tiempo que en Marbella. Aquejado de varias dolencias, entre ellas un principio de alzh¨¦imer, su salud no es buena.
El mercado del lujo inmobiliario ha repuntado en Marbella hace meses. As¨ª que si el amigo Salman, rey Salman bin Abdulaziz de Arabia Saud¨ª desde hace tres semanas, visita la ciudad como lo ha venido haciendo durante los ¨²ltimos 30 veranos, ser¨ªa como proclamar que la crisis ha terminado. Al menos, en Marbella.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.