Juliette Binoche, odisea en el ?rtico

Cuesta acostumbrar la vista a la oscuridad del estudio. En el interior hay un silencio intrauterino. Acolchado por el zumbido constante de los conductos de ventilaci¨®n. Los t¨¦cnicos hablan en susurros. Casi caminan de puntillas sobre virutas blancas. Nieve falsa. De goma. Diseminada por el suelo del plat¨®. Se supone que estamos en el Polo Norte. La cineasta Isabel Coixet se confunde en la negrura con una sombra o un espectro. Va vestida completamente de negro. Se la reconoce por lo que posee de caricatura: una melena rojiza y desmadejada, de la que sobresalen unas gafas (sol¨ªan ser de pasta; hoy simplemente son muy visibles) y una barbilla prominente. Dice, en un susurro, que el tono de iglesia responde a que han tenido unos beb¨¦s en el rodaje, reci¨¦n nacidos, de apenas dos semanas. Hablaban bajito para no despertarlos. Y se han quedado atrapados en ese volumen suave y embriagador. Al fondo de la estancia fosforece una luz tibia, procedente de un cascar¨®n blanco de poliesp¨¢n. Un igl¨². Cortado a la mitad, en secci¨®n, quedando las tripas al aire, de tal modo que los focos, el micr¨®fono de p¨¦rtiga y la c¨¢mara de cine puedan acceder a lo que sucede ah¨ª dentro. De ese lugar, te¨®ricamente g¨¦lido, brota una carcajada, que rompe el silencio como un fogonazo. ¡°?Ja, ja, ja!¡±, r¨ªe una voz rotunda y poderosa. ¡°?Cambi¨® mi vida!¡±.

Esa es Juliette Binoche, charlando de forma estent¨®rea en un descanso entre escenas. Como si intentara liberar un demonio. La observamos indirectamente, a trav¨¦s del combo, un par de pantallas ubicadas en otro extremo de la sala, desde donde el equipo puede ver en todo momento lo que registra la c¨¢mara. ¡°Uy, est¨¢n desatadas las chicas¡±, dice Coixet. Y acto seguido se desvanece en la oscuridad, para empu?ar ella misma la c¨¢mara y dirigir la siguiente toma. Dentro de la casa de hielo falso, Binoche aparece seria. Demacrada. Moribunda. Envuelta en una melena fosca y sucia. Las mejillas chupadas. Los ojos hundidos en dos cuevas. Ausentes. La espalda apoyada sobre el poliesp¨¢n. Cubierta toscamente con pieles. La actriz japonesa Rinko Kikuchi, que interpreta a una inuit, y tiene un aspecto tambi¨¦n deplorable, se encuentra a su lado. Remueve un puchero alimentado al calor de tres llamas escu¨¢lidas. Llena la cuchara. Y acerca el contenido cartilaginoso a los labios de Binoche. Le dice en un ingl¨¦s rudimentario: ¡°Come, Josephine, come, por favor¡±. La actriz francesa, inm¨®vil, abre la boca. Sorbe con dificultad. Pero no traga. Se lo guarda. Coixet dice un ¡°corten¡± tan susurrado que parece una declaraci¨®n de amor. Binoche, en cambio, reclama con aspavientos un recipiente para poder escupir.

Tr¨¢iler de 'Nadie quiere la noche', de Isabel Coixet, con subt¨ªtulos en espa?ol. / Youtube

Mientras se prepara la siguiente escena, se abre una puerta de emergencia del estudio. La usan los fumadores, y quienes quieren tomar el aire. Fuera la luz es cegadora. Se ve un solar vac¨ªo con matorrales chamuscados por el sol, una nave en la que se lee ¡°Pescados Ram¨®n e Hijos¡±, una hilera de palmeras delgaduchas. El mar oscuro ah¨ª al fondo. Es verano de 2014 en el exterior del plat¨® Atl¨¢ntico de Tenerife, en Canarias. Quedan tres d¨ªas para acabar el rodaje de Nadie quiere la noche, la und¨¦cima pel¨ªcula de la directora catalana, que se estrena el 5 de febrero en el Festival Internacional de Cine de Berl¨ªn (Berlinale). El largometraje transcurre en 1908, y casi todo el tiempo en el ?rtico. Quiz¨¢ por eso, Coixet, de 54 a?os, dice echando una mirada el entorno industrial: ¡°Esto es raro de cojones¡±. Las ¨²ltimas semanas han estado rodando en orden cronol¨®gico una historia inspirada en hechos reales en la que su protagonista, Josephine Peary (Juliette Binoche), sigue los pasos de su marido, el explorador estadounidense Robert Peary, en su expedici¨®n al Polo Norte geogr¨¢fico. En estos momentos, Josephine se encuentra atrapada, helada y bastante maltrecha; con la ¨²nica compa?¨ªa de una inuit llamada Allaka (Rinko Kikuchi). Ha sufrido, en palabras de Coixet, ¡°calamidades sin fin [¡­] vamos, le caen hostias por todos lados¡±.

La acci¨®n, cuenta la realizadora, empieza de forma ¨¦pica, al estilo de las grandes aventuras, con barcos de ¨¦poca surcando los mares y trineos atravesando la nieve; pero a medida que avanza el metraje comienza a hacerse cada vez m¨¢s peque?a e ¨ªntima; se va desprendiendo de todo ornamento. Hasta que solo quedan la inuit y la se?ora de la alta sociedad de Boston frente a frente. ¡°Viene una tormenta brutal y se lleva por delante el refugio en el que estaban; ellas huyen y se guarecen en un igl¨²¡±. Dos mundos opuestos. Dos civilizaciones. Dos mujeres. Y el invierno polar ah¨ª fuera. Cinco meses de oscuridad total. ¡°La nocheeeee¡±, carraspea Coixet con voz de brujo. Sin alimento, sin combustible, sin agua. En el lugar m¨¢s inh¨®spito de la tierra. Tal y como lo contar¨ªa Binoche m¨¢s adelante: ¡°Parece un viaje geogr¨¢fico, pero cuando queda atrapada lo que hay es un descenso a su interior¡±.

La tiniebla reina en el plat¨®. Se distingue a duras penas a la actriz francesa en las inmediaciones de la mesa de catering. Muerde una manzana. Con gesto serio y duro. Parece cabreada. Quiz¨¢ agotada. En el ¨²ltimo mes ha perdido ¡°ocho o nueve kilos¡±, apunta Coixet. ¡°Se lo ha tomado muy en serio. Empieza la pel¨ªcula llena de energ¨ªa, fuerza y vitalidad. Luego la comida va escaseando, el fr¨ªo, las vicisitudes, la espera van pudiendo con ella. Desde el principio hablamos que ten¨ªa que haber una transformaci¨®n f¨ªsica, aparte del maquillaje y la peluca¡±. Binoche, con la cara p¨¢lida y heridas en los labios, deja asomar una mirada que muerde. Dice lac¨®nica: ¡°Como. De otra forma no estar¨ªa viva¡±. Su siguiente escena es sencilla: un primer¨ªsimo primer plano del anillo de casada con Peary entre sus dedos mugrientos y sus u?as machacadas. De nuevo en el interior del igl¨². Cuando terminan, ella levanta la mano con el aro y grita con todas sus fuerzas: ¡°?Qu¨¦ hijo de puta!¡±. Un exabrupto de rabia, probablemente dirigido al causante, en la ficci¨®n, de todos los males que se prolongan en su vida real. ¡°Fin de la jornada¡±, anuncia un ayudante de direcci¨®n. Ya solo quedan dos d¨ªas de rodaje. Alguien grita: ¡°?Yuju!¡±. Esa noche, Coixet organiza un karaoke en su habitaci¨®n del hotel y mostrar¨¢ al equipo algunas de las escenas ya montadas pertenecientes a los exteriores rodados en Noruega. Trineos, perros y ventisca. Binoche, al parecer, agradece este tipo de reuniones. ¡°Le hubiera gustado salir m¨¢s¡±, cuenta la directora, pero, debido a la dieta, ¡°no puede beber, no puede comer¡­¡±.

¡°Experimento esta pel¨ªcula a un nivel muy personal¡±, dice Binoche

Al d¨ªa siguiente, cuando ya todo parece en marcha para comenzar a rodar en el plat¨®, la maquilladora Sylvie Imbert, con un Premio Goya por su trabajo en Blancanieves, describe, a partir de su trabajo, el instante que atraviesan el personaje de la actriz francesa y su compa?era de reparto japonesa: ¡°Vamos por la tercera peluca. Se les ha ca¨ªdo mucho pelo; ya es la demacraci¨®n total. ?Te da pena ponerlas tan feas!¡±. Y enseguida desaparece rumiando para s¨ª misma: ¡°Voy a ver si se ha colocado los dientes¡­¡±. Por la tarde, sin embargo, Binoche recibe en su camerino radiante. La puerta se encuentra entornada. La luz es tenue, como de estudio de escritor noct¨¢mbulo. Ella se encuentra sentada en el borde de un sof¨¢, con las manos en el regazo y la espalda muy recta. Tiesa e inm¨®vil como una tabla. Cubierta por un vestido de franela beis, de principios de siglo XX, acabado en cuello de cisne, y con un apretado cors¨¦. De nuevo, en la piel de una bostoniana de buena familia, caracterizada para las fotograf¨ªas que recorren estas p¨¢ginas. Y cubierta con la primera peluca, exhibiendo una cabellera poblada (aunque, debajo, Binoche tiene un pelo muy corto). El vestido han tenido que cog¨¦rselo con alfileres. Meses despu¨¦s del inicio del rodaje le queda grande. El guion descansa sobre la mesa. Extiende una mano huesuda. Apenas sonr¨ªe. Como actriz, suele mostrar una intensidad inusitada. En alguna ocasi¨®n ha dicho que cuando se lanza a interpretar otras vidas ha de tomar ¡°un riesgo en contarlo¡±. Si no, no merece la pena. En la salita, describe Binoche apenas sin introducci¨®n: ¡°Estoy experimentando esta pel¨ªcula a un nivel muy personal. Nos encontramos al final del rodaje y siento que ya es hora de largarse de aqu¨ª. Es una historia extrema. Casi como pasar por la muerte. He dado todo lo que he podido. Emocionalmente, no puedo m¨¢s. Hemos atravesado tantas capas de ir desnud¨¢ndonos¡­¡±. En un momento dado, parece incluso que se le quiebre la voz. Se explica en un ingl¨¦s exquisito de la Costa Este de Estados Unidos.

Dice Coixet que cuando conoci¨® a Binoche, hace una d¨¦cada, ¡°ten¨ªa ese acento franc¨¦s como de Peter Sellers en el Inspector Clouseau¡±. Lo ha trabajado durante tres meses con un especialista en dicci¨®n, el que han empleado de Kate Winslet a Pen¨¦lope Cruz. ¡°Se lo ha currado de la hostia¡±, en palabras de la realizadora. Si hay algo que resulta notable en la filmograf¨ªa de la catalana es el renombre internacional y la talla de los actores con los que ha rodado: Mark Ruffalo, Sarah Polley, Tim Robbins, Pen¨¦lope Cruz, Ben Kingsley. ¡°Yo siempre les convenzo¡±, dice Coixet. Pero no sabe c¨®mo. Explica el caso de Binoche. ¡°La conoc¨ª hace unos 10 a?os. Un productor italiano que hab¨ªa visto Mi vida sin m¨ª (2003) me llam¨® por si me interesaba hacer una pel¨ªcula basada en la II Guerra Mundial; muy bonita, aunque el guion no estaba a la altura de la historia. Pero adem¨¢s era con Juliette Binoche. Y me pareci¨® que me hab¨ªa tocado la loter¨ªa. Me fui a Par¨ªs, la conoc¨ª, nos entendimos muy bien, estuvimos de acuerdo en muchas cosas que hab¨ªa que cambiar del guion¡­ Pero nunca m¨¢s volvimos a saber del productor. Esas cosas pasan¡±. En cualquier caso, se mantuvieron en contacto de forma espor¨¢dica. ¡°Yo siempre he esperado el proyecto para poder decirle: ¡®Esto es para ti¡±, asegura Coixet. Le ocurri¨® con el libreto de Nadie quiere la noche, escrito por Miguel Barros (Blackthorn), que le hab¨ªan ofrecido dirigir. ¡°Pens¨¦: es que es ella [Binoche]. La conozco un poco, s¨¦ c¨®mo trabaja. Y este personaje, o tenemos un pedazo de actriz como ella, o es que no sale¡±.

Binoche es una de las actrices m¨¢s ?reputadas del planeta. Una estrella libre. Independiente. De culto. Y con medio siglo de vida. En los noventa, cuando su belleza tumbaba al espectador de un pu?etazo, y comenzaba a brillar con luz propia, rechaz¨® trabajar con Steven Spielberg en Parque Jur¨¢sico para colocarse a las ¨®rdenes de Krzysztof Kieslowski en la obra maestra Tres colores: azul. No hab¨ªa cumplido los 30 y ya hab¨ªa rodado con leyendas como Louis Malle o Jean-Luc Godard. A los 23, su rostro dio la vuelta al mundo con La insoportable levedad del ser (1988), una adaptaci¨®n de la novela de Milan Kundera que protagoniz¨® junto a Daniel Day-Lewis.

Hija de polaca y franc¨¦s, ambos progenitores eran artistas, profesores, bohemios vinculados a la escena teatral. Ella, que estudi¨® baile desde ni?a, dice que se sinti¨® actriz desde muy pronto. En 1996 gan¨® el Oscar a mejor actriz de reparto por la producci¨®n brit¨¢nica El paciente ingl¨¦s. Y volvi¨® a ser nominada por Chocolat (2000). En la ¨²ltima d¨¦cada ha sido la musa atormentada de Michael Haneke en Cach¨¦ (2005) y tambi¨¦n una cient¨ªfica nuclear en la superproducci¨®n de Hollywood Godzilla (2014). Entre medias, se convirti¨® en la primera actriz en lograr el mismo a?o los tres grandes premios de la interpretaci¨®n europea ¨CCannes, Venecia, Berl¨ªn¨C por su papel en Copia certificada (2010), de Abbas Kiarostami. Ha hecho de todo. En todas partes. Cuando ha querido. Como ha querido. Con quien ha querido. Tiene dos hijos. Nunca ha estado casada. ¡°No puedo soportar repetir algo¡±, asegura, con la espalda r¨ªgida como un muro en su camerino. Practica todas las artes. Baila. Escribe. Pinta. Y le gusta darle vueltas a la creaci¨®n. ¡°Todo es una posibilidad de expresarnos. Me interesa el movimiento. Moverme. Trasladar de un lugar secreto a un lugar externo¡­ Arriesgar. Ir muy dentro de uno para revelar algo, con ese movimiento de dentro hacia fuera. Es la magia de la vida. En la pintura hay movimiento, igual que en el baile y en la interpretaci¨®n. Para m¨ª son lo mismo, solo es cuesti¨®n de expresarlo de forma diferente¡±.

En 2008, por ejemplo, se embarc¨® en una tourn¨¦e mundial de danza junto al reputado bailar¨ªn y core¨®grafo brit¨¢nico Akram Khan. Le faltaban los m¨²sculos, cuenta. Pero busc¨® en otro sitio, seg¨²n intenta explicar: ¡°Mi energ¨ªa, la capacidad de transformar las emociones¡­ Eso me hizo moverme¡±. A la pintura, en cambio, le empuj¨® mucho antes el cineasta L¨¦os Carax, con quien rod¨® dos pel¨ªculas y convivi¨® cinco a?os. ¡°?l escrib¨ªa y yo no me pod¨ªa quedar all¨ª simplemente mirando. Empec¨¦ a pintar, y a dibujarle, y ¨¦l fue incluyendo esos dibujos en el guion de Los amantes de Pont Neuf (1991) [en la que ella interpreta a una pintora vagabunda]. Se convirti¨® as¨ª en un juego que se retroalimentaba¡­¡±. En ese momento, alguien abre la puerta del camerino e interrumpe el hilo de su pensamiento. ¡°Espera¡±, dice hacia la persona de la entrada con la palma abierta y un aire severo. Su rostro es de una belleza c¨¢lida y fr¨ªa a la vez. ¡°No he terminado todav¨ªa¡±. Cuando se cierra y vuelve a centrar la mirada, se ha quedado en blanco: ¡°Oh, Dios¡±, dice. Y lanza la mand¨ªbula hacia adelante, molesta, pronunciando una leve ¡°k¡±.

¡°O la tenemos a ella, o este personaje no sale¡±, afirma Coixet

Con el guion de Nadie quiere la noche bajo el brazo, Isabel Coixet fue a buscarla esta vez a Avignon. Era julio de 2012. Y Binoche participaba all¨ª en un recital de la obra De A para X junto a su autor, el escritor John Berger. Fue Berger, amigo de Coixet, quien le avis¨®. ¡°As¨ª que cog¨ª el coche¡±, recuerda la realizadora, ¡°vi la obra, me gust¨® much¨ªsimo lo que hac¨ªa¡­ Y le di el guion¡±. Pas¨® un a?o sin respuesta. ¡°De cuando en cuando ella me dec¨ªa: ¡®No lo he le¨ªdo, estoy muy liada¡±. Y el productor de la pel¨ªcula, exasperado ante la espera, suger¨ªa moverlo entre otras actrices de Hollywood. ¡°Pero yo estaba convencida de que si lo le¨ªa, le gustar¨ªa y ver¨ªa que era un gran personaje para una actriz¡±, recuerda la directora. Al cabo de un tiempo, un d¨ªa le llam¨® y le dijo: ¡°Adelante¡±. Tal y como lo rememora Binoche, se oy¨® un sollozo al otro lado del tel¨¦fono. Era Coixet emocionada. En palabras de la int¨¦rprete, ¡°porque sab¨ªa cu¨¢nto costaba contar esta historia. Es una de las primeras directoras que he visto realmente pasando por la historia con nosotros [los actores]. Me da la sensaci¨®n de que los hombres ponen un poco m¨¢s de distancia. Es como si controlaran m¨¢s. No digo que ella no controle la pel¨ªcula, es que hay una implicaci¨®n diferente. Esta es una historia de mujeres. Hay algo de la feminidad que le est¨¢ tocando espec¨ªficamente¡±.

Dentro del igl¨², Binoche aparece algo m¨¢s calva, algo m¨¢s p¨¢lida que el d¨ªa anterior. Nos ha explicado la directora sobre su m¨¦todo de trabajo: ¡°Juliette necesita¡­ tiempo. Estar ah¨ª mientras iluminamos, metida en el personaje, metida en el momento¡±. Sin embargo, hoy el ambiente parece distendido. ¡°?Es como el Kamasutra!¡±, se oye bromear a la directora y las actrices. Ambas de nuevo envueltas en pieles. Cuando la c¨¢mara comienza al fin a rodar, se desplaza delicadamente del rostro de Rinko Kikuchi al de Binoche. La luz de la escena, seg¨²n ha contado poco antes el director de fotograf¨ªa, busca reproducir la penumbra y los claroscuros de los lienzos de Georges de La Tour. No hay di¨¢logo. No hay movimiento. Dos mujeres con la mirada en el infinito. Coixet susurra en ingl¨¦s: ¡°Ahora cierra los ojos¡±. Y la francesa deja caer los p¨¢rpados, ex¨¢nime.Transmite cierta paz el instante. El silencio queda suspendido en el plat¨®. Kikuchi sigue con los ojos abiertos. Mira muy dentro de s¨ª misma. La int¨¦rprete japonesa, de 33 a?os, que ha rodado, entre otros, con Guillermo del Toro y Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu, exterioriza poco despu¨¦s el privilegio de compartir cartel con Juliette Binoche: ¡°Soy una gran admiradora de su trabajo. Desde que era adolescente. He visto muchas de sus pel¨ªculas. Es como un sue?o hecho realidad¡±. Y tras pensarlo unos segundos, define a su compa?era: ¡°Ella es como un camale¨®n, tiene un mont¨®n de colores dentro¡±.

El arte. De eso hablaba Binoche antes de que la interrumpieran en el camerino. Prosigue: ¡°Para m¨ª es el v¨ªnculo entre lo visible y lo invisible. Pero lo que me interesa en realidad es c¨®mo se crea algo nuevo. Sin copiar. Es el camino m¨¢s fascinante. Lo nuevo siempre es arriesgado. Porque la gente no siempre lo entiende. Tenemos tendencia a quedarnos en cosas que sabemos, porque uno se siente m¨¢s c¨®modo. Pero para m¨ª es al contrario. Es como hacer otra toma. Cuando alguien dice en el plat¨®: ¡®Vamos a duplicarlo¡¯. Es la frase m¨¢s matadora que he escuchado jam¨¢s. No quieres duplicar, no eres una m¨¢quina, solo quieres recrear algo, y recrear significa que no sabes lo que va a pasar. Ha de ser impredecible. Realmente creo que la interpretaci¨®n es el arte de la transformaci¨®n. Quiero decir¡­ Es una encarnaci¨®n, as¨ª que las c¨¦lulas se tienen que transformar. Por ejemplo: experimentamos calor vestidas con estas pieles, pero, aun as¨ª, tenemos que simular que estamos heladas. ?C¨®mo haces esto posible? Cuando estoy afinada, en la frecuencia de onda, me siento helada y me sacuden escalofr¨ªos. Estoy creando una memoria emocional que me hace sentir el fr¨ªo. Tenemos este poder, el poder de las c¨¦lulas¡±.

Da la sensaci¨®n de que acaba de confesar los secretos del camale¨®n. Es la ¨²ltima toma del d¨ªa. Y ahora las dos mujeres se encuentran tumbadas. Un cuerpo junto al otro. En el interior del cascar¨®n de hielo. Ajenas a lo que sucede a su alrededor. Permanecen inm¨®viles mientras los foquistas y los ayudantes de fotograf¨ªa revolotean a su alrededor y terminan de ubicarse. Cuando Coixet empu?a al fin la c¨¢mara, pronuncia un ¡°?acci¨®n!¡± serio y agresivo. Seg¨²n Binoche, con esa inflexi¨®n de voz con la que la directora catalana introduce y acompa?a cada escena, le confiere ¡°un esp¨ªritu, un soplo, una exhalaci¨®n¡± ¨²nica a cada instante. ¡°Porque la interpretaci¨®n pertenece a un lugar sagrado¡±, a?ade. ¡°Y ella es consciente de esto¡±. La c¨¢mara graba. Las dos mujeres, acaloradas en la realidad, pero muertas de fr¨ªo en la ficci¨®n, se abrazan poco a poco hasta fundirse en un solo cuerpo. En una sola piel. Apenas queda una llama en el hogar. Las sombras titilan en la b¨®veda blanca. Coixet pronuncia un ¡°corten¡± suave y sigiloso como un arrullo.