Europa, experta en miedo
El dilema de seguridad ¡®versus¡¯ libertad renace en cuanto una amenaza se vuelve cr¨®nica
La guerra de Ucrania, la insolencia de Grecia y los destellos ag¨®nicos de las econom¨ªas nacionales pueden eclipsar de la actualidad un asunto tan esencial como el de las medidas tomadas (o por tomar) a nivel comunitario contra el terrorismo. A ra¨ªz de los atentados de enero en Francia, a los que hay que a?adir el de Copenhague, toda Europa se ha visto m¨¢s amenazada a¨²n, lo que ha conducido a un febril incremento del apetito de seguridad. Las pol¨ªticas se van a ¡°coordinar¡± en materia de informaci¨®n, especialmente en la aceleraci¨®n de los procesos judiciales, con la consiguiente suspensi¨®n de garant¨ªas, la creaci¨®n de ficheros de pasajeros en tr¨¢nsito (el PNR) y la materializaci¨®n de alg¨²n tipo de modificaci¨®n subrepticia de las fronteras. Se dice, adem¨¢s, y ser¨¢ cierto, que se cuenta con un elevado porcentaje de europeos a favor de esas medidas.
Una vez m¨¢s, ahora con una sutileza cansina que hace pasar desapercibida toda histeria, vuelve el miedo, algo en lo que Europa es experta. El dilema de seguridad versus libertad, viejo como el instinto de supervivencia de toda civilizaci¨®n, renace en cuanto una amenaza se vuelve cr¨®nica. Siempre ha sido m¨¢s o menos as¨ª, o peor incluso, pero en este momento presente, con el yihadismo como argumento y s¨ªntoma, el dilema renace. Y lo hace con la caracter¨ªstica de afectar a toda la capilaridad social europea, sin distinci¨®n. Es decir, el miedo recorre nuestros pa¨ªses casa por casa y llama a la puerta de cada ciudadano.
En realidad, m¨¢s que un dilema, es un falso dilema, como esas luces negras que arrojan m¨¢s sombras que claridades. Cu¨¢nto hay que ceder de libertad y cu¨¢nto de seguridad, como si fuesen proporciones de una receta de cocina. Hace pocas semanas estuve en Bruselas y se respiraba el miedo en cada calle, en cada edificio, oficial o p¨²blico. Y eso confirma que es un falso dilema, porque antepone la equ¨ªvoca dicotom¨ªa de que si no nos reprimen, controlan y castigan a todos, algunos podremos morir en un atentado. Este es el precio a pagar si somos responsables, nos dicen: la incertidumbre de esperar a los b¨¢rbaros, como en el poema de Cavafis.
El miedo trae abusos e? ignorancia. Justifica los peores impulsos. Aboca a la autocensura
Sin embargo, un esp¨ªritu de resistencia se enciende como una luz de advertencia para indicarnos que siempre hay que elegir la libertad. Desde la libertad, cada individuo toma sus precauciones ante los muchos peligros, de todo tipo, que amenazan las sociedades abiertas. En el fondo, el verdadero dilema consiste en elegir entre pensar por nosotros mismos o dejar que otros piensen por nosotros.
La opci¨®n de m¨¢s seguridad y menos libertad, cuando se plantea en t¨¦rminos de sustracci¨®n rec¨ªproca, alienta a considerar la sospecha como la coartada permanente de un control severo. Hace policial a la sociedad entera, crea un modelo que sustituye el autocontrol por la vigilancia, lo que nos convierte a todos en enemigos mutuos.
El problema se agudiza cuando estas medidas represoras-controladoras afectan a las capas m¨¢s fr¨¢giles, personas sin empleo, emigrantes sin trabajo, personas empobrecidas, refugiados, poblaciones n¨®madas transnacionales, gente sin techo o sencillamente personas indignadas, rebeldes, airadas y reivindicativas, por lo general j¨®venes que se manifiestan p¨²blica y en¨¦rgicamente. La elecci¨®n de m¨¢s seguridad y menos libertad supone inmediatamente convertir a todos estos colectivos, y a otros similares, en potenciales delincuentes, cuando no en terroristas capaces de alguna acci¨®n criminal, ¡°si no se les domina previamente¡±.
A nadie se le escapa que Europa es ya un mapa de la diversidad. Pero, desde una perspectiva cr¨ªtica y nada complaciente, es obvio que Europa todav¨ªa no ha sabido qu¨¦ hacer con esa diversidad que la define cada vez m¨¢s. Es un desaf¨ªo, porque nadie nos garantiza que nuestros pasos siempre sean hacia delante. Pueden ir hacia atr¨¢s, si nos atenaza el miedo.
No puede coartar la libertad, un bien y un derecho tan escaso fuera de Europa
El miedo no puede coartar la libertad, un bien y un derecho tan escaso fuera de Europa y tan reclamado por cientos de millones de personas en todo el mundo. Por eso, ante preguntas como: ?seguridad o libertad?, la respuesta ha de ser que nunca jam¨¢s la primera sea a costa de la segunda. Pero lo asombroso es que, siendo la seguridad un asunto complejo y proclive a los matices, no haya propuestas de los pol¨ªticos para desarrollar esos matices, ni siquiera una alternativa que contemple excepciones o l¨ªneas rojas. Lo que dimana del poder solo son medidas punitivas y represivas, presentadas como inevitables o necesarias, que estigmatizan la m¨¢s peque?a subversi¨®n, impulso natural para llevar a cabo cualquier cambio.
Bien sabemos que en Europa no hay un miedo ¨²nico: hay varios miedos. Existe el miedo que tienen los ciudadanos a los dem¨¢s, a los que son diferentes por pa¨ªs, raza, religi¨®n o ideas. El que deber¨ªamos tenernos a nosotros mismos, por vengativos. El que tratan de imponernos por la fuerza los terroristas y el que, como reacci¨®n, nos impone el poder pol¨ªtico. Hay un miedo a la confrontaci¨®n, un miedo a la duda. Hay un miedo xen¨®fobo, un miedo fascista, un miedo islam¨®fobo y un miedo antisemita. Y un miedo a los xen¨®fobos y fascistas, totalitarios y racistas. Tanto miedo dan la pol¨ªtica ultracapitalista y desalmada de los bancos como la de los terroristas. Tambi¨¦n est¨¢ el miedo a la desigualdad, tan nocivo como el miedo a cambiar. Contra todos estos miedos, solo hay dos caminos paralelos, por lo general eludidos las m¨¢s de las veces: la educaci¨®n y la verdad.
La lecci¨®n de la Historia es que el miedo trae abusos. Trae ignorancia. Justifica los peores impulsos. Aboca a la autocensura. El miedo tiene su amparo en lo colectivo; se parapeta en los dem¨¢s, en la horda, en la masa rugiente, en el grupo sin rostro, como ha explicado El¨ªas Canetti en Masa y poder. El miedo es patrimonio de la cobard¨ªa, del anonimato. El individuo es d¨¦bil, pero no es cobarde. Y, si echamos mano de la memoria, comprobaremos que los valores que nos han conducido a la libertad se sostienen colectivamente gracias a que lo colectivo es la suma de individuos uno a uno, con caras, nombres y apellidos. La masa puede ser cobarde, pero el individuo siempre es valiente, porque solo a nivel del individuo se experimenta la libertad.
Adolfo Garc¨ªa Ortega es escritor.
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