?Juegan o se pelean?
El pasatiempo favorito de mi perra Matilda es correr como si su vida dependiese de ello. Dibujando requiebros y atajos para que su mejor amiga, Agua, no la capture. O viceversa. Su segunda ocupaci¨®n predilecta es esperar, el vientre en el suelo, a que la bulldog francesa se le aproxime con paso lento de pantera hasta que, muy cerca, dispare de nuevo la carrera. Finalmente, llega el cuerpo a cuerpo: revolcones, mordiscos en las orejas, el morro o las patas y sonidos de diversa agudeza e intensidad. De vez en cuando, el contacto se vuelve m¨¢s ¨¢spero y los arrumacos sonoros se convierten en algo muy parecido a un ladrido. ?Se han enfadado? ?Lo suyo es amor o est¨¢n cant¨¢ndose las cuarenta? ?C¨®mo distinguir si juegan o se pelean? He aqu¨ª algunas pistas:
1. Todo empieza con una reverencia. El irresistible gesto de mantener los cuartos traseros en alto y las patas delanteras por delante, el pecho en el suelo, es la se?al. Viene a decir: "Quiero jugar, te lo digo para que no te pille por sorpresa y no te tomes nada de lo que viene a continuaci¨®n en serio". Es un c¨®digo compartido con sus ancestros, los lobos, y que todos los perros entienden. "Se comunican de forma clara, a trav¨¦s de un lenguaje muy amplio de gestos, sonidos con la boca y tambi¨¦n posturas corporales. En la bibliograf¨ªa aparecen agrupadas como: "se?ales de calma", "se?ales de juego", "se?ales de amenaza" entre otras...", dice la educadora Sandra Real, veterinaria y especialista en problemas de conducta. Durante la interacci¨®n tambi¨¦n se practica la "reverencia del juego" como pista para continuar.
?Vamos a jugar!. Un perro ejercitando la reverencia. /GETTY
2. Luchan, pero en vez de una pelea, parece una coreograf¨ªa. Cuando Agua y Matilda juegan cuerpo a cuerpo, gru?en, se revuelcan y se lanzan una encima de la otra. Pero el cuadro desata una sonrisa. Los movimientos son fluidos y continuos, como si el creador de un ballet los hubiera pautado, como se?alan los expertos. Esa es una de las se?ales de que estamos asistiendo a cualquiera de sus sesiones de juego, que las deja a las dos con la lengua fuera y la respiraci¨®n agitada... pero de agotamiento. Ambas atacan, turn¨¢ndose. Otra cosa distinta ser¨ªa si una de las dos fuese la que acorralara a la otra.
3.Se muerden pero nunca se quejan. Cuando Leo, un golden retriever muy guapo, juega con Matilda, pone cara de que se la va a merendar con patatas: retira los belfos y ense?a unos dientes inmensos y blanqu¨ªsimos. Ella, casi 20 kilos m¨¢s ligera, tampoco le va a la zaga. Cualquiera que haya visto fotograf¨ªas de perros jugando, se sorprender¨¢ de los gestos de aparente fiereza en su expresi¨®n. Muestran toda la envergadura de sus fauces y atacan orejas, patas o el morro por diferentes ¨¢ngulos. Pero raramente protestan y cuando lo hacen, son m¨¢s bien se?ales para indicar al compa?ero de juegos hasta donde puede llegar.
4. Uno u otro se tumba boca arriba. A veces es Agua la que ense?a el vientre, las patas por alto, otras es Matilda la que se desliza sobre el lomo y llama al juego a su compa?era descubriendo los dientes. Es lo que los estudiosos del comportamiento canino llaman selfhandicapping, es decir, mostrarse deliberadamente d¨¦bil.
5. Si son amigos, es raro que lleguen a pelearse. Matilda tiene una especie de familia extendida: Trufo, Agua, Leo, Sosita, Bruja, Moncho, Yera, Caete y Maddie. Ha crecido con ellos y les ve muy a menudo. Y ocurre como con todas las familias, que se genera todo tipo de relaciones. Los tres primeros son como los primos gamberros en aquellas pandillas de la infancia: se le pasan las horas persigui¨¦ndose, revolc¨¢ndose y quit¨¢ndose el juguete. Con Sosita, una teckel guapa pero re?idora y algo trastornada, discute por la comida y la contesta si ella le abronca. Bruja, la madre de Sosita, es una se?ora mayor que no est¨¢ para aguantar cachorros plastas. A Moncho, un labrador irresistible y muy fuertote, le ri?e ella, no entiendo muy bien por qu¨¦, ya que lo que se dice cu?ados, no son. Y con el resto, a quienes no les gusta mucho jugar, mantiene una relaci¨®n de cercan¨ªa. "Los perros que conviven fuera de los hogares crean v¨ªnculos emocionales entre ellos, se relacionan como un grupo o familia, no hay l¨ªderes alfa, generan un n¨²cleo familiar", dice la veterinaria y especialista en trastornos del comportamiento Sandra Real, "cuando hay un grupo que pasa tiempo en compa?¨ªa gestionan todo muy bien. Por ejemplo, cuando hay un juguete nuevo no suele haber problemas. El que lo tiene en un momento determinado es el due?o". Los perros que han crecido juntos y juegan no suelen acabar discutiendo. "Puede ocurrir como con los ni?os, que la excitaci¨®n de la interacci¨®n les lleve a subir el tono y entonces hay que interrumpir el juego", dice la veterinaria Alicia Gonz¨¢lez, de la Cl¨ªnica Los Molinos de Madrid. Es distinto en caso de que no se conozcan y se vean por primera vez. Los expertos se?alan que los perros que juegan "bien" tambi¨¦n van calm¨¢ndose despu¨¦s de un subid¨®n de adrenalina.
6. Si se le eriza el pelo, cuidado. Matilda, en general amigable, odia a Lola, una perrita negra que vive en el piso de al lado. Es verla y trasformarse en una fiera: ladra, tira del arn¨¦s... y le crece una fila de pelo en el lomo. Las se?ales de una posible pelea las resume Sandra Real: "R¨ªgido, con el pelo erizado, mira fijamente al otro perro, jadea, echa los belfos hacia atr¨¢s, se acerca al due?o....".
7. Ya no tiene ganas de jugar si... "Se tumban o empiezan a olisquear el suelo", especifica Real. Suelen usar esa se?al para generar calma despu¨¦s de mucho juego o excitaci¨®n en grupo y as¨ª bajar los niveles de activaci¨®n.
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