La tecnolog¨ªa y la transformaci¨®n de la escuela
El objetivo es un modelo pedag¨®gico en el que los alumnos aprendan m¨¢s y mejor
El sector de la tecnolog¨ªa educativa no ha parado de crecer en los ¨²ltimos a?os, las patentes se han disparado y las expectativas econ¨®micas son muy halag¨¹e?as, como lo demuestra el hecho de que muchos fondos de inversi¨®n est¨¢n apostando por las startups de este sector. De hecho, las cifras de negocio no cesan de crecer e incluso en lugares donde se han recortado los presupuestos p¨²blicos en educaci¨®n, como en Estados Unidos o en Reino Unido, el gasto p¨²blico en tecnolog¨ªa educativa ha seguido creciendo. Esto se podr¨ªa tomar como un claro indicio de una progresiva transformaci¨®n de la educaci¨®n gracias a la combinaci¨®n de costes m¨¢s bajos de los equipamientos, la multiplicidad de contenidos digitales y la incesante creaci¨®n de aplicaciones que, junto a una poblaci¨®n ya versada en su uso, se comportan como los ingredientes para una tormenta perfecta. Algunas iniciativas recientes como los MOOC (acr¨®nimo de Massive Online Open Courses, la nueva generaci¨®n de cursos abiertos y a distancia ofrecidos por grandes universidades) testimonian que la tecnolog¨ªa disponible, en el sentido m¨¢s amplio del t¨¦rmino, permite hacer las cosas de otra forma: ense?ar y aprender de modo mucho m¨¢s eficiente a la par que consonante con las expectativas y demandas de la sociedad y la econom¨ªa del conocimiento.
En el caso espec¨ªfico de la escuela, tanto en Europa como en buena parte de Am¨¦rica Latina existen innovaciones educativas que solo han sido posibles gracias a los ¨²ltimos desarrollos de las industrias tecnol¨®gicas, pero, por regla general, se trata de casos particulares. Sin embargo, la inevitable pregunta de en qu¨¦ pa¨ªses los sistemas escolares han conseguido maximizar las oportunidades que ofrece la tecnolog¨ªa, es decir, a d¨®nde habr¨ªa que ir para apreciar en toda su riqueza y complejidad una innovaci¨®n educativa sist¨¦mica gracias a la tecnolog¨ªa, no tiene una respuesta f¨¢cil. Una ojeada a los resultados del ¨²ltimo estudio PISA muestra que los primeros lugares est¨¢n ocupados indistintamente por pa¨ªses con un uso comparativamente bajo de la tecnolog¨ªa en la escuela (Finlandia, Corea del Sur o Jap¨®n) junto con otros donde las cifras acreditan un uso muy elevado (Singapur, Pa¨ªses Bajos o Estonia). La conclusi¨®n que cabe extraer de esta ambivalencia es, sencillamente, que la calidad de los resultados en educaci¨®n no tiene que ver tanto con la presencia o ausencia de tecnolog¨ªa como con la pedagog¨ªa adoptada y las condiciones en que se aplica en el aula. En este sentido, las competencias profesionales de los profesores, y las facilidades e incentivos para su desarrollo continuo, son la clave. As¨ª, cuando esas competencias son ¨®ptimas, el recurso a la tecnolog¨ªa permite mejorar la calidad de los procesos de aprendizaje y, al mismo tiempo, expandir el horizonte de lo que se puede aprender; algo muy evidente, por ejemplo, en el caso de las ciencias experimentales y sociales. Cuando estas condiciones no se dan, la irrupci¨®n de m¨¢s tecnolog¨ªa en las escuelas se traduce, generalmente, en nuevos problemas.
Las competencias profesionales de los profesores, y las facilidades e incentivos para su desarrollo continuo, son la clave
Cuando se desciende al nivel del centro escolar o del aula los claroscuros de la contribuci¨®n de la tecnolog¨ªa a la transformaci¨®n de la educaci¨®n se difuminan. Existe una verdadera transformaci¨®n de la escuela, pero se est¨¢ dando, para empezar, entre bambalinas. Es silenciosa, casi imperceptible, pero real. En efecto, los datos acreditan que en los pa¨ªses europeos una abrumadora mayor¨ªa de profesores son usuarios habituales de la tecnolog¨ªa en su vida privada, pero lo m¨¢s sorprendente es que tambi¨¦n son ahora mayor¨ªa quienes emplean soluciones tecnol¨®gicas para la preparaci¨®n de sus clases. Los usos administrativos escolares se prodigan igualmente, incluyendo el creciente uso de plataformas que facilitan la comunicaci¨®n con alumnos y familias fuera del horario escolar. Los alumnos, por su parte, no necesitan que nadie les explique c¨®mo aprovechar la tecnolog¨ªa para dar salida a las tareas escolares, aunque no lo hagan siempre de la manera deseable faltos, como acostumbran a estar, de apoyo educativo en este ¨¢mbito. En el trabajo docente en el aula la tecnolog¨ªa ha hecho fortuna como herramienta de presentaci¨®n, pero todav¨ªa no para la personalizaci¨®n del aprendizaje y a¨²n menos para la tan deseable transformaci¨®n de los procesos. Sin embargo, poco a poco, el c¨ªrculo se va estrechando, lenta y calladamente.
Hay que aprovechar esta ventana de oportunidad. Dar un impulso a esta transformaci¨®n pedag¨®gica significa, una vez m¨¢s, empezar por acercarse m¨¢s a los profesionales de la educaci¨®n y analizar, con ellos, sus necesidades y partir de ellas para sugerir soluciones pedag¨®gicas que, en muchos casos aunque no siempre, incorporar¨¢n componentes tecnol¨®gicos. Esto explica por qu¨¦ las iniciativas tecnol¨®gicas que triunfan en educaci¨®n son, fundamentalmente, las que ofrecen servicios relevantes y eficientes a los profesores o a los alumnos que les resuelven problemas o necesidades reales. En definitiva, el objetivo no es tener m¨¢s tecnolog¨ªa sino algo mucho m¨¢s importante: que los alumnos aprendan m¨¢s y mejor.
Francesc Pedr¨® es jefe de la divisi¨®n de Pol¨ªticas Sectoriales, TIC y Educaci¨®n de la Unesco.
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