Tropicana, ¡®mon amour¡¯
La m¨ªtica sala de fiestas de La habana ha vivido 20 a?os de capitalismo y 55 de socialismo sin perder el paso Ya no existe su casino, pero su espect¨¢culo sigue siendo una referencia internacional cuando se celebra su 75? aniversario
Acababa de triunfar la revoluci¨®n, el dictador Fulgencio Batista hab¨ªa huido y el trovador Carlos Puebla le daba vueltas al estribillo de una guaracha que arrasar¨ªa en Cuba en los a?os sesenta, ¡°se acab¨® la diversi¨®n/ lleg¨® el Comandante y mando a parar¡±. En aquel ambiente de j¨²bilo miliciano y pistolones, los casinos de juego fueron los primeros en caer en enero de 1959, y el de Tropicana tambi¨¦n. El interventor del cabar¨¦ se llamaba Rodobaldo, y el d¨ªa que tom¨® posesi¨®n iba vestido de uniforme verdeoliva, una indumentaria que chocaba con el esp¨ªritu del lugar, donde ya por entonces hab¨ªan actuado Nat King Cole, Josephine Baker, Carmen Miranda o la bailarina Tongolele.
Acodados en la barra del bar, algunos habituales de Tropicana hablaban entre murmullos a distancia prudencial de Rodobaldo, que sentado en un taburete lo observaba todo con cara de pocos amigos. En eso una puerta se abri¨® y entr¨® dando saltitos el pianista Felo Berganza.
Nat King Cole, Pedro Vargas y artistas cubanos como Celia Cruz y Benny Mor¨¦ subieron a su escenario
¡ª?Siiiiiiii! ?Lleg¨® La Fela!
Conocido por su pluma y sus bromas, Berganza era un mulato colorao, simp¨¢tico y bemb¨®n, que aparec¨ªa a mitad del show entre las palmas tocando un piano blanco de cola. ¡°Tatach¨¢n¡±, continu¨® con su coreograf¨ªa, brincando de mesa en mesa hasta caer al lado de Rodobaldo. ¡°?Compa?ero!¡±, exclam¨® el comisario insultado. Felito Berganza arque¨® las cejas y exager¨® todav¨ªa m¨¢s el adem¨¢n en medio de la carcajada general.
¡ª?Co?o! No me diga que usted tambi¨¦n es maric¨®n.
Con esta an¨¦cdota ¡ªcontada por el m¨²sico Paquito D'Rivera en Mi vida saxual¡ª terminaron 20 a?os de Tropicana capitalista, y empez¨® la larga traves¨ªa socialista de uno de los cabar¨¦s m¨¢s famosos del mundo, de prestigio equiparable al del Moulin Rouge o el Lido de Par¨ªs, que este a?o celebra su 75 aniversario.
En realidad, su primer nombre fue Beau Site y su promotor fue el empresario brasile?o-italiano V¨ªctor Correa, que inaugur¨® el cabar¨¦ la noche del 31 de diciembre de 1939 en los terrenos arrendados de Villa Mina, una imponente propiedad suburbana en la zona de Marianao, que pose¨ªa unos palmerales fabulosos y grandes ¨¢rboles tropicales. Correa estaba casado con la cupletista Teresa de Espa?a, y fue ella la que protagoniz¨® el primer espect¨¢culo con el acompa?amiento de la orquesta de Alfredo Brito, autor de las estrofas que un a?o despu¨¦s dar¨ªan nombre al cabar¨¦ ¡ª¡°Tropicana/ diosa de amor/ eres t¨², mi bien/ la que inspir¨® mi canci¨®n¡±¡ª con las que desde entonces comenzar¨ªa siempre el espect¨¢culo.
Desde el principio Tropicana fue un ¨¦xito. A la incre¨ªble vegetaci¨®n tropical insertada en el contexto arquitect¨®nico del sal¨®n, abierto a las estrellas, hab¨ªa que sumar la belleza de sus bailarinas (¡°lo mejor de las mulatas cubanas¡±, seg¨²n la prensa de la ¨¦poca) junto a la calidad de su orquesta y de sus shows. En abril de 1941 se estren¨® Congo Pantera, y a partir de ese momento su consagraci¨®n fue absoluta. La revista evocaba la caza de una pantera en las selvas africanas y su coreograf¨ªa era de David Lichine, de los famosos Ballets Rusos de Montecarlo. Durante el espect¨¢culo los bailarines surg¨ªan dentro del follaje iluminado, y la pantera ¡ªla bailarina rusa Tatiana Leskova¡ª acababa descendiendo al escenario desde un ¨¢rbol perseguida por el cazador-percusionista Chano Pozo, que despu¨¦s dar¨ªa forma con a Dizzy Gillespie al jazz afrocubano . Para horror del cercano Colegio de Bel¨¦n, que presion¨® para cerrar el cabar¨¦, Tropicana se convirti¨® durante tres meses en una selva con Chano y Mongo Santamar¨ªa haciendo sonar sus tambores subidos a los ¨¢rboles.
La visita que realiz¨® de Felipe Gonz¨¢lez a la sala de fiestas con Fidel Castro , en 1986, dio mucho que hablar
En los a?os siguientes el aporte art¨ªstico de figuras como Xavier Xugat o los Chavales de Espa?a no se hizo esperar, mientras entre el p¨²blico se hallaba lo m¨¢s granado de la burgues¨ªa criolla y tambi¨¦n del turismo norteamericano, incluido el mafioso Lucky Luciano, quien vivi¨® en La Habana entre 1946 y 1947, hasta que fue descubierto y deportado.
Desde el inicio Tropicana estuvo vinculado al negocio del juego, primero t¨ªmidamente y despu¨¦s a lo grande, cuando casino y cabar¨¦ pasaron a manos del guajiro Martin Fox a finales de los a?os cuarenta. Fox contrat¨® al arquitecto Max Borges para remodelar las instalaciones, instal¨® la famosa ara?a del escenario y mand¨® colocar en la entrada la Fuente de las Ninfas, hasta hoy imagen de Tropicana junto a la escultura de una bailarina de ballet cl¨¢sico, obra de Rita Longa. Tambi¨¦n introdujo una segunda orquesta, la de Armando Roemu, quien en 1948 trajo a Bebo Vald¨¦s como pianista a aquella big band de lujo que lleg¨® a tener cinco saxos, cuatro trompetas y tres trombones.?
En 1952, a?o del golpe de Estado de Batista, hizo su aparici¨®n el core¨®grafo Roderico Neyra, Rodney, que revolucion¨® el show con rompedoras revistas como Omelen Ko, La viuda Alegre, Primavera en Roma o Casa de t¨¦. Fue la ¨¦poca dorada de Tropicana, cuando Nat King Cole, Pedro Vargas, Sarah Vaughan y artistas cubanos como Celia Cruz, Omara Portuondo, Benny Mor¨¦ y Bola de Nieve pasaron por su escenario. Spencer Tracy, Ava Gardner y Errol Flyn fueron algunos de los que disfrutaron de sus shows por aquel entonces, cuando las ruletas giraban sin cesar hasta que lleg¨® el Comandante y mand¨® a parar.
En 1959 el casino fue cerrado y el cabar¨¦ pas¨® a manos del gobierno revolucionario, que lo mantuvo funcionando. Tropicana sigui¨® creando revistas de calidad, pero el turismo norteamericano fue sustituido por viajeros rusos que llegaban calzados con toscas sandalias y calcetines blancos. En los ochenta, el saludo inicial de Tropicana se hac¨ªa en ruso, en ingl¨¦s y en espa?ol:
¡ªEl colectivo Tropicana les saluda y les da la bienvenida...
Por aquella ¨¦poca ya las mallas de muchas bailarinas estaban rotas, algo de lo que se dio cuenta Felipe Gonz¨¢lez cuando visit¨® Cuba en 1986 y asisti¨® con Fidel al espect¨¢culo. El propio Castro recordar¨ªa despu¨¦s que cada vez que la derecha quer¨ªa criticar a Gonz¨¢lez publicaba la foto del expresidente rodeado de mulatas bajo el t¨ªtulo de ¡°En francachela con el dictador¡±.
Tropicana vivi¨® milicianamente todos los avatares de la revoluci¨®n, la invasi¨®n de Bah¨ªa de Cochinos, la Crisis de los Misiles, el ¨¦xodo del Mariel y la ca¨ªda del campo socialista, y cuando las cosas se pusieron cr¨ªticas el cabar¨¦ tambi¨¦n dio un paso al frente. En los noventa el Gobierno pidi¨® crear en todos los centros de trabajo Destacamentos de Respuesta R¨¢pida (sic), para salir al paso a las manifestaciones ¡°contrarrevolucionarias¡±. ¡°En Tropicana tambi¨¦n se crearon, pero la verdad, a uno le daban ganas de hacer chistes gusanos para que aquellas mulatas te cayeran arriba¡±, brome¨® un m¨²sico de entonces.
Por suerte el cabar¨¦ sobrevivi¨® tanto a la crisis como a la ideolog¨ªa, y hoy los espect¨¢culos que ofrece, con sus 50 bailarines, 40 modelos, 11 cantantes y 25 m¨²sicos, siguen siendo una referencia mundial. Unos 150.000 turistas visitan Tropicana cada a?o, pero ahora sus gerentes esperan que vuelvan los norteamericanos si las tensiones con Estados Unidos disminuyen y las relaciones se restablecen. El esp¨ªritu de Nat King Cole regresa y el del ¡°colectivo Tropicana¡± hace rato se ha esfumado. Vaya, que hacia m¨¢s socialismo no vamos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.