La clase pol¨ªtica y sus estandartes
Las denominaciones de los partidos tradicionales est¨¢n en crisis y la significaci¨®n de los emergentes, en el aire. Podemos: ?qu¨¦ es lo que podemos? Ganemos: ?para hacer qu¨¦? Frente Nacional: ?contra qui¨¦n en particular?
El concepto de clase pol¨ªtica abarca a todo individuo convertido en profesional de la actividad pol¨ªtica, al margen de su ideolog¨ªa y de su pertenencia a tal o cual clase social, as¨ª sean pr¨®ximos al mundo de las finanzas o al de las organizaciones sindicales, a lo que entendemos por derechas o por izquierdas. De ah¨ª el error de Podemos al hablar de la casta, ya que si la clase pol¨ªtica es horizontal, toda casta es por definici¨®n vertical,la pertenencia a cualquiera de ellas se transmite de generaci¨®n en generaci¨®n, de forma que sus miembros lo son, como quien dice, desde el momento en que fueron engendrados. Vamos, como las castas que estructuran la sociedad en India o cualquiera de esos linajes aristocr¨¢ticos que se remontan a varios siglos de antig¨¹edad. Un concepto mucho m¨¢s estricto que el de clase social, algo siempre abierto a nuevas incorporaciones.
En lo que se refiere a Podemos hay que destacar otro equ¨ªvoco, ¨¦ste de car¨¢cter sem¨¢ntico, que reside en su propia denominaci¨®n, ya que la expresi¨®n podemos puede ser entendida como una voluntad o deseo, pero no como planteamiento program¨¢tico o ideol¨®gico equiparable a esas otras palabras que procuran precisar los rasgos definitorios del partido pol¨ªtico que los ha hecho suyos: liberal, socialista, conservador¡ Pues, ?qu¨¦ es lo que podemos? ?De qu¨¦ estamos hablando? Porque el we can de Obama se refer¨ªa a su programa electoral, al programa del Partido Dem¨®crata, a su cumplimiento en caso de ganar los comicios. Sin esa referencia previa, podemos es algo que cada cual puede interpretar a su gusto, un equ¨ªvoco en el que tal vez resida su ¨¦xito.
Lo cierto, sin embargo, es que tambi¨¦n las denominaciones de los partidos tradicionales est¨¢n hoy en crisis, algo que viene sucediendo peri¨®dicamente desde el nacimiento de ¨¦stos en el curso del siglo XIX. Y las causas de tales crisis ¡ªpor lo general, convulsiones pol¨ªtico-sociales¡ª dan pie a que el significado de tales denominaciones se vaya viendo modificado. As¨ª, mientras que en la sociedad decimon¨®nica ser liberal era sin¨®nimo de progresista frente al concepto de conservador, m¨¢s apegado a las tradiciones, el que hoy se proclama liberal suele ser en la pr¨¢ctica un ultraconservador. Y los conservadores han ido cambiando aqu¨ª y all¨¢ su antigua denominaci¨®n por la de popular, en el sentido de m¨¢s pr¨®ximo a las convicciones del pueblo, por lo com¨²n, m¨¢s apegado a lo tradicional que a lo nuevo, a lo malo conocido que a lo bueno por conocer. La excepci¨®n es Inglaterra, donde el liberal, conservador y laborista siguen manteniendo su significado original, sin que eso sea obst¨¢culo para que tambi¨¦n all¨ª hayan irrumpido las siglas de nuevos movimientos pol¨ªtico-sociales.
Tambi¨¦n es frecuente que el significado de una denominaci¨®n determinada cambie de un pa¨ªs a otro. Este ser¨ªa el caso, por ejemplo, de republicano, cuyo significado en Espa?a nada tiene que ver con el que tiene en Estados Unidos. All¨ª, su r¨ªgido encasillamiento en los principios constitucionales le enfrenta al dem¨®crata, m¨¢s proclive a los cambios que demanda la realidad social de sus votantes. Claro que, a su vez, esas demandas poco tienen que ver en los Estados del Sur de pasado esclavista con las de los Estados m¨¢s desarrollados del Norte, m¨¢s inclinados al progreso y al bienestar social.
Se puede ser socialdem¨®crata o radical socialista, pero nunca nacionalsocialista
Similares cambios en el sentido de las denominaciones se han producido y producen en todas partes. La pr¨¢ctica extinci¨®n del Partido Radical en Francia, por ejemplo, dado lo poco que ten¨ªa de radical, o al declive de la Democracia Cristiana en Italia, minada en su prestigio por los intrincados casos de corrupci¨®n tan ajenos a sus creencias religiosas como a sus pretensiones democr¨¢ticas.
Caso cualitativamente distinto es el de las denominaciones malditas, como la que vincula al partido socialista de un pa¨ªs con la palabra nacional, especialmente, claro est¨¢, en el caso de Alemania. Se puede ser socialdem¨®crata o radical socialista, pero nunca nacionalsocialista. Tampoco la palabra comunista ¡ªsalvo para peque?as agrupaciones nost¨¢lgicas¡ª est¨¢ especialmente de moda. La raz¨®n, claro, reside en el conocimiento de lo que fueron realmente los reg¨ªmenes de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y dem¨¢s pa¨ªses de la Europa del Este. La excepci¨®n es China, que ha hecho compatible tal denominaci¨®n con la existencia de millones de millonarios. Algo parecido, y por las mismas razones, podr¨ªa decirse de la expresi¨®n democracia popular.
Todo ello explica la proliferaci¨®n de las nuevas denominaciones que caracterizan a una serie de partidos pol¨ªticos emergentes cuya significaci¨®n queda m¨¢s o menos en el aire. Podemos: ?qu¨¦ es lo que podemos? Ganemos: ?para hacer qu¨¦? Frente Nacional: ?contra qui¨¦n en particular? Detr¨¢s de la marca registrada y de sus siglas bien puede haber una sola persona que se ha montado un partido a fin de resolver sus problemas personales, caso de Berlusconi, por ejemplo, y de su Forza Italia, que es al mismo tiempo un eslogan deportivo. O un colectivo, poco m¨¢s que un club, organizado en torno a un s¨®lo objetivo como por ejemplo la xenofobia. O que se remite a valores m¨¢s amplios que los propios de un partido pol¨ªtico.
Caso distinto es el de Ciudadanos, que al remitirnos directamente al concepto de citoyen sugiere su aspiraci¨®n a representar los intereses del ciudadano, del ciudadano a secas, al margen de los trapicheos de los diversos estratos de la clase pol¨ªtica. Un concepto curiosamente poco utilizado, tal vez por ser anterior al de lucha de clases, proletariado y dem¨¢s t¨¦rminos popularizados por el marxismo. Claro que si bien la Revoluci¨®n Francesa aup¨® al ciudadano y pese al aparente liderazgo de una Marianne que a pecho descubierto enarbola la bandera tricolor, el concepto de ciudadano no inclu¨ªa el de ciudadana y las mujeres tardaron lo suyo en igualar sus derechos a los de los antiguos compa?eros masculinos de revoluci¨®n.
Hoy la realidad social parece haberse licuado, dejando las palabras
La crisis de las denominaciones tradicionales de los partidos es ya un hecho irreversible por mucho que se intente reconducirlo desde dentro a partir de diversos lobbies, como el Tea Party norteamericano. Y es que los tiempos de esa especie de escala de colores que se ofrec¨ªa al votante ¡ªconservadores, liberales, radicales, socialistas, comunistas, anarquistas¡ª pertenecen al pasado, su contenido no es aplicable a la sociedad actual. Y si subsisten algunas de ellas en tal o cual pa¨ªs ¡ªconservadores, populares y socialistas¡ª es m¨¢s bien a modo de referencia, de referencia respecto a un pasado que, por su car¨¢cter relativamente reciente, contenga alg¨²n valor orientativo para el eventual votante, siempre liberadas, por supuesto, de su adherencia a determinados hechos que hoy supondr¨ªan un verdadero suicidio pol¨ªtico.
Ahora bien: el que las denominaciones tradicionales de los partidos pol¨ªticos est¨¦n en crisis no se debe a que su palabra insignia est¨¦ gastada o a que el partido al que designa no haga ya honor a esa palabra, sino a que la realidad circundante es otra. El cambio est¨¢ en la realidad social, no en las palabras. El fen¨®meno no es nuevo, pero s¨ª distinto al de las diferentes ocasiones en que se ha producido. Hasta ahora, desde el paulatino aflorar de los diversos partidos pol¨ªticos a lo largo del siglo XIX, los cambios experimentados en sus respectivas denominaciones eran m¨¢s bien fruto de convulsiones sociales, de movimientos revolucionarios con frecuencia de signo contrapuesto. Ahora, en cambio, la situaci¨®n recuerda m¨¢s bien a la que describe Tocqueville respecto a la sociedad inmediatamente anterior a dichas convulsiones sociales.
¡°Al no estar los hombres ligados entre s¨ª por ning¨²n lazo de casta, de clase, de corporaci¨®n ni de familia, se sienten demasiado inclinados a no preocuparse m¨¢s que de sus intereses particulares, demasiado propensos a no mirar m¨¢s que por s¨ª mismos y replegarse en un individualismo estrecho en el que toda virtud p¨²blica est¨¢ sofocada¡±.
Hoy, similarmente, la realidad social parece haberse licuado, dejando las palabras flotar a la deriva. ?Qu¨¦ se ha hecho de las masas? ?Y del pueblo? ?Y de la clase obrera o proletariado? Hoy, lo propio, es hablar de empleados o trabajadores, por un lado, y de inversores, financieros y grandes fortunas, por otro. Hasta las guerras actuales entre misteriosas milicias no son sino un elemento m¨¢s de ese panorama de conceptos a la deriva. Un panorama licuado en el que las redes sociales juegan un papel fundamental. M¨¢s que el significado de las cosas lo que cuenta es su imagen, su representaci¨®n visual. Lo que importa, por ejemplo, no es la capacidad de convocar masas sino la imagen de esas masas convocadas con mayor o menor ¨¦xito. La foto.
Luis Goytisolo es escritor.
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