Lecciones griegas
La quiebra del euro se ha evitado y Syriza gobernar¨¢ a contrapelo de algunos de sus compromisos electorales. Pero Europa tiene que coordinar sus pol¨ªticas econ¨®micas, crear un estabilizador fiscal y mutualizar la deuda
Antes de la crisis, y durante a?os, sucesivos Gobiernos griegos, del Pasok y de Nueva Democracia, intentaron ignorar las reglas b¨¢sicas por las que se rige una econom¨ªa de mercado as¨ª como sus responsabilidades como miembros de la UE y del euro. Escondieron bajo unas estad¨ªsticas indignas de tal nombre el agujero creciente de las finanzas p¨²blicas y de la balanza por cuenta corriente. La deuda p¨²blica superaba ya el 100% del PIB antes de que llegasen las turbulencias de la crisis. A diferencia de Italia, que era el otro pa¨ªs de la zona euro con tales niveles de endeudamiento, Grecia depend¨ªa en buena medida del exterior para obtener financiaci¨®n.
Durante el a?o 2009, a?o electoral, al caos estad¨ªstico se uni¨® una gesti¨®n manirrota de los ingresos y gastos p¨²blicos. De un d¨¦ficit estimado a comienzos del ejercicio por debajo del 4%, se lleg¨® en diciembre a una cifra que casi cuadruplicaba el punto de partida. Los ciudadanos griegos, a los que se quiso enga?ar para atraer su voto, han acabado siendo las v¨ªctimas del desgobierno. No fueron los alemanes, ni los funcionarios de Bruselas; fueron los sucesivos Gobiernos griegos los responsables del desastre. El rescate financiero fue la ¨²nica tabla de salvaci¨®n disponible. Una tabla improvisada y llena de defectos que hoy es f¨¢cil percibir y obligado criticar, pero que a la luz de la situaci¨®n existente a comienzos de 2010 debe ser juzgada con alguna circunstancia atenuante.
Ahora, se ha evitado el descarrilamiento una vez m¨¢s. En el pen¨²ltimo minuto, Grecia ha acabado aceptando las reglas establecidas y las condiciones fijadas por el Eurogrupo.
Los responsables del desastre no fueron los alemanes, ni Bruselas, sino los gobiernos del pa¨ªs
Aunque en los tiempos que vivimos la moda del populismo apunta m¨¢s bien hacia el nacionalismo econ¨®mico, el proteccionismo y el repliegue detr¨¢s de cada una de las fronteras de cada Estado, las verdaderas soluciones se sit¨²an exactamente en la direcci¨®n opuesta. Y enfrentado a la responsabilidad de gobierno, el nuevo ejecutivo de Syriza ha tomado nota de cu¨¢les son los l¨ªmites que ning¨²n pol¨ªtico responsable debe traspasar. Menos mal.
Los cinco a?os transcurridos desde el primer rescate han sido dur¨ªsimos para la sociedad griega. Y tambi¨¦n, en otro plano, para otros muchos millones de ciudadanos europeos que de manera indirecta han sufrido en sus propias carnes las consecuencias de la crisis griega. En Irlanda, Portugal, Espa?a o Italia, el endurecimiento de las condiciones financieras para atender sus demandas no hubiese alcanzado las proporciones que conocimos si Atenas hubiese evitado a tiempo acercarse tanto al borde del precipicio.
Desde 2010 hasta hoy se han hecho muchas cosas. Se han corregido errores en el tratamiento de la crisis ¡ªno todos, por desgracia¡ª, se han reducido desequilibrios y se han aprobado reformas. De hecho, antes de las ¨²ltimas elecciones el Gobierno griego saliente pudo exhibir un super¨¢vit primario en sus cuentas p¨²blicas y las previsiones de la Comisi¨®n Europea para 2015 y 2016 hablaban recientemente de un crecimiento superior al promedio de la eurozona, incluso por encima del correspondiente a Espa?a.
La victoria de Syriza supuso la llegada al Gobierno de un partido que no ten¨ªa ninguna responsabilidad con los errores del pasado pero con un programa electoral que inclu¨ªa una quita de la deuda, la promesa de acabar con los rescates financieros y la marcha atr¨¢s de las privatizaciones comprometidas. Y por supuesto, se anunciaba el fin de la troika. De haberse llevado a cabo unilateralmente, todo ello habr¨ªa conducido a una confrontaci¨®n de consecuencias muy negativas para todos los europeos, y a m¨¢s sufrimientos para los propios griegos.
Ahora se han calmado las aguas, pero no pueden descartarse nuevos sobresaltos. Por desgracia, los compromisos adquiridos por anteriores Gobiernos griegos no siempre se han cumplido. Mejor dicho, se han incumplido muchas veces. Si eso volviese a suceder en los pr¨®ximos meses, los m¨¢rgenes de confianza ya de por s¨ª exiguos podr¨ªan descender a unos niveles que har¨ªan casi imposible cualquier nuevo esfuerzo de di¨¢logo. Syriza tiene sin duda que superar la dificultad de gobernar a contrapelo de algunos de sus compromisos electorales m¨¢s populares, y asumir plenamente las responsabilidades inherentes al ejercicio del poder. Su pa¨ªs no tiene otra alternativa.
Tambi¨¦n hay cosas muy importantes que hacer al otro lado de la mesa de negociaciones. Las tensiones vividas en estas ¨²ltimas semanas vuelven a poner de manifiesto la necesidad de corregir algunas de las reglas de funcionamiento de la eurozona, as¨ª como de completar los instrumentos disponibles para el gobierno de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria y recuperar la confianza entre los socios, muy deteriorada a lo largo de la crisis. Los riesgos de no hacerlo son evidentes. En cuanto al fondo, hay que avanzar hacia una mayor coordinaci¨®n de las pol¨ªticas econ¨®micas ¡ªincluidas las reformas que son competencia de los Estados miembros¡ª, crear un instrumento capaz de jugar el papel de estabilizador fiscal y acordar un cierto grado de mutualizaci¨®n de la deuda p¨²blica. Esos tres pilares son condici¨®n necesaria para volver a crecer de manera sostenible.
Hay que superar la ejecuci¨®n de las decisiones y acuerdos a trav¨¦s de la "troika"
Se requieren, por supuesto, amplias dosis de coraje pol¨ªtico. Adem¨¢s, los ministros de Finanzas del Eurogrupo, y los jefes de Estado y de Gobierno de los 19 pa¨ªses del euro debieran explicitar que su estrategia de consolidaci¨®n fiscal pasa por actuar con el gradualismo necesario para no ahogar las posibilidades de alcanzar tasas de crecimiento razonables. Las reformas estructurales exigibles a los pa¨ªses m¨¢s d¨¦biles deben ser escalonadas en funci¨®n de su mayor o menor car¨¢cter expansivo en el corto plazo, de su impacto sobre los sectores m¨¢s d¨¦biles de la sociedad, y de la viabilidad pol¨ªtica de su implementaci¨®n efectiva.
Adem¨¢s, as¨ª como Syriza va a tener dificultades para desarrollar los compromisos adquiridos con sus socios, la eurozona tiene que reconsiderar la manera en la que toma sus decisiones y la forma en la que pretende ponerlas en pr¨¢ctica. Y esto no es solamente aplicable al caso griego. Durante estos a?os, las decisiones en el marco de los rescates y programas de ajuste se han adoptado b¨¢sicamente a trav¨¦s del m¨¦todo intergubernamental y su aplicaci¨®n ha estado encomendada a la troika. En uno y otro caso, hay que introducir cambios de naturaleza pol¨ªtica. El m¨¦todo intergubernamental favorece el que los pa¨ªses m¨¢s fuertes se impongan a los m¨¢s d¨¦biles frente al m¨¦todo comunitario que dispone de suficientes contrapesos. Y hay que superar la ejecuci¨®n de las decisiones y acuerdos a trav¨¦s de la troika. No se trata solamente de abandonar esa palabra para sustituirla por un eufemismo. Se trata de que los Gobiernos de la eurozona no se aten las manos para encomendar su suerte al FMI o al Banco Central Europeo. Los pa¨ªses del euro y la propia Comisi¨®n deben ser capaces de ejercer su poder con autonom¨ªa pol¨ªtica, respondiendo de ello ante el Parlamento Europeo y sus Parlamentos nacionales respectivos. De lo contrario, aumentar¨¢ el riesgo de que las fracturas entre pa¨ªses ¡ªacreedores frente a deudores, centro frente a periferia, norte frente a sur¡¡ª se ahonden y se enquisten. Y esa fractura pol¨ªtica puede llegar a disolver la argamasa que ha permitido a la zona euro superar una y otra vez las dificultades generadas o exacerbadas por la crisis.
No hay que olvidar que la decisi¨®n de crear la moneda ¨²nica y de construir en torno a ella una Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria, fue una decisi¨®n eminentemente pol¨ªtica. Ese proyecto no estuvo inspirado por la teor¨ªa econ¨®mica sino por la visi¨®n de c¨®mo avanzar hacia una mayor integraci¨®n europea. Y sabemos por experiencia que cada vez que la uni¨®n monetaria tiembla, el conjunto del proyecto europeo se tambalea. As¨ª que, a pesar de las dificultades y de los sufrimientos, bienvenida sea la crisis griega si, de una vez por todas, aprovechamos sus ense?anzas para construir un terreno m¨¢s firme sobre el que avanzar.
Joaqu¨ªn Almunia ha sido vicepresidente de la Comisi¨®n Europea entre 2010 y 2014
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