Deyan Sudjic: ¡°Todav¨ªa estoy haciendo las paces con mi pasado¡±
El director del Museo del Dise?o de Londres reflexiona sobre la configuraci¨®n de los espacios que habitamos. ¡°Siempre me he preguntado si los urbanistas pod¨ªan hacer cambiar realmente las ciudades o si solo estaba en sus manos predecir lo que iba a pasar¡±. Nacido en Reino Unido, de padres que emigraron desde Yugoslavia, sostiene que su autobiograf¨ªa le ha servido para relatar sus m¨²ltiples reinvenciones.
El director del Museo del Dise?o de Londres es uno de los m¨¢s sagaces analistas de los cambios que transforman el mundo. Fue cr¨ªtico de arquitectura del diario brit¨¢nico The Observer, director de la revista Domus y comisario de la Bienal de Arquitectura de Venecia en 2002. Deyan Sudjic (Londres, 1952) es hijo de inmigrantes yugoslavos. Autor de ensayos como La arquitectura del poder (Ariel) o la biograf¨ªa de Norman Foster, acaba de publicar un diccionario de la modernidad, B de Bauhaus (Turner). Una autobiograf¨ªa que ha presentado en Madrid. En este libro subraya la diferencia entre las suertes de dos empresas m¨ªticas, Kodak ¨Cque apost¨® todo el beneficio al revelado y en 2012 anunci¨® en Wall Street su reorganizaci¨®n¨C y Xerox, que supo reinventarse a tiempo para sobrevivir.
Arquitecto, cr¨ªtico y director de museo. ?Tambi¨¦n usted se ha reinventado para sobrevivir? Cuando estudiaba pensaba que el resto de mi vida trabajar¨ªa como arquitecto, pero cambiar de profesi¨®n te permite ver el mundo de otra manera.
?Qu¨¦ le ha hecho cambiar? Descubrir el placer de mirar. Tratar de comprender.
Bajo la apariencia de un diccionario, su libro B de Bauhaus es autobiogr¨¢fico. ?Por qu¨¦? Me llev¨® un tiempo conseguir la confianza para usar la palabra ¡°yo¡± en un peri¨®dico. Pero escrib¨ª un art¨ªculo sobre mi regreso a Belgrado, de donde hab¨ªan emigrado mis padres, que conect¨® con mucha gente.
Sus padres llegaron a tener seis nacionalidades y eso le ha hecho ver la identidad como algo provisional. ?Qu¨¦ hace que nos sintamos de un lugar? Las ciudades tienen identidades m¨¢s acogedoras que las naciones. Uno tiene el plano de la ciudad en la que ha crecido en la cabeza y luego lo utiliza para comparar el mundo. En cualquier sitio trato de averiguar cu¨¢l es el equivalente al este, al norte o al sur de Londres.
Londres ha cambiado radicalmente desde que usted era un ni?o. Una ciudad no es una obra de arte, solo prospera si permite el cambio. El peligro surge cuando deja de ser capaz de reinventarse, como le sucedi¨® a Detroit. Desde las ventanas del Museo del Dise?o veo aparecer, a?o tras a?o, una erupci¨®n de rascacielos poco distinguidos. Hace 15 a?os, la idea de construir uno en medio de Londres hubiera sido rid¨ªcula.
Los catar¨ªes est¨¢n comprando su ciudad edificio a edificio. No tengo nada contra los catar¨ªes, me preocupan m¨¢s algunos rusos. Pero en Londres, y en otras ciudades, se est¨¢n vendiendo los activos. Hay edificios en los que no vive nadie porque los han comprado como si fueran un lingote de oro en la caja fuerte del banco. Eso crea calles y barrios muertos, aumenta el precio de los pisos cercanos y, al final, termina por destrozar las cualidades que atrajeron la inversi¨®n inicial. Desde un punto de vista pr¨¢ctico no tiene sentido. Pero siempre me he preguntado si los urbanistas pod¨ªan hacer cambiar realmente las ciudades o si solo estaba en sus manos predecir lo que iba a pasar. Es como adivinar que va a llover o hacer que llueva.
?C¨®mo se mide el ¨¦xito de una ciudad? La m¨¢s exitosa es la que tiene el mayor n¨²mero de habitantes con la mayor opci¨®n de elecci¨®n. En Inglaterra inventamos la revoluci¨®n industrial, creamos ciudades industriales, y la ¨¦lite decidi¨® que quer¨ªa vivir en el campo, en el paisaje m¨¢s bien. Hay un mito sobre la autenticidad de la vida rural, pero yo siempre he visto el otro lado. Mis abuelos ven¨ªan de un peque?o pueblo en la antigua Yugoslavia donde, si eras distinto a tu vecino, ten¨ªas problemas. No era el lugar para ser gay, por ejemplo. Una ciudad modelo te permite ser sincero cuando quieres serlo.
Sudjic se crio en Acton, un barrio perif¨¦rico de clase media al oeste de Londres. De adolescente le incomodaba la visita de sus abuelas, que viajaban en tren desde Montenegro con un cerdo asado envuelto en papel de estraza. El peque?o de tres hermanos fue un ni?o introvertido. Le llevaban 11 a?os; hab¨ªan nacido en Londres durante la II Guerra Mundial. Luego sus padres regresaron a Belgrado. ¡°Y solo cuando mi padre perdi¨® la fe en el comunismo volvieron a Londres, donde yo nac¨ª. Me crie solo. Al ir creciendo caes en que tus padres no hablan como los dem¨¢s. En aquella ¨¦poca Londres no era una ciudad tan cosmopolita como hoy. Tener un nombre impronunciable me incomodaba¡±.
?Cu¨¢nto le cost¨® hacer las paces con su pasado? Todav¨ªa estoy en ello. Pero voy a Belgrado una vez al a?o.
Tard¨® 25 a?os en regresar a la ciudad de la que hab¨ªan llegado sus padres. Y lo hizo cuando su peri¨®dico lo envi¨®. La costa de Montenegro est¨¢ destrozada, pero Belgrado fue un lugar interesante con arquitectura tradicional y un club de escritores. Tambi¨¦n est¨¢ el restaurante al que sol¨ªa ir Tito. Supongo que al viajar all¨ª me fui dando cuenta de que, aunque suene perfectamente ingl¨¦s y durante a?os rechac¨¦ la idea de ser de all¨ª, debo mucho a mis padres por tomar la decisi¨®n de regresar a Reino Unido¡ Con el tiempo uno se interesa por saber de d¨®nde llega. El ¨²nico Nobel yugoslavo, Ivo Andri?, escribi¨® El puente sobre el Drina, la biograf¨ªa de un puente levantado en el siglo XVI por los turcos y destrozado en la ¨²ltima guerra mientras los psic¨®patas serbios mataban a los bosnios. Explica tanto del pa¨ªs de mis padres como de la historia de Europa. El imperio austro-h¨²ngaro y el otomano pueden parecer historia antigua, pero son pasado reciente que redibuj¨® el mapa de Europa.
El Tribunal Internacional de Justicia de la ONU ha decidido que Serbia y Croacia no cometieron genocidio. Me consuela que muy pocas de esas personas ostenten ahora el poder, en ambos lados. Pero, por supuesto, deb¨ªan haber sido juzgados.
El padre de Sudjic, Mishia, fue un periodista radiof¨®nico, simpatizante del r¨¦gimen de Tito, que cubri¨® los juicios de N¨²remberg. Y del que el arquitecto termin¨® heredando la profesi¨®n, adem¨¢s de una ¡°discreta pero irritante tos para llamar la atenci¨®n¡±. ¡°Mi padre y mi madre eran miembros del partido de Tito, lo que no deja de ser extra?o porque mi abuelo era coronel y ella decidi¨® casarse con un comunista. Supongo que en Espa?a hubo casos similares. En 1938 hubo una revuelta en la Universidad de Belgrado. Destrozaban los laboratorios de qu¨ªmica porque los hab¨ªan pagado los alemanes. Mi madre particip¨® en ese saqueo. Pero solo me lo cont¨® un par de a?os antes de morir, cuando ya era una anciana de 80 a?os muy respetable y respetuosa¡±.
Usted forma parte del establishment no solo brit¨¢nico, sino tambi¨¦n internacional. ?Se ha sentido alguna vez inmigrante? No, nunca. En una ocasi¨®n, en Glasgow, me acusaron de ser un colono ingl¨¦s [risas]. Pero nada m¨¢s.
?El siglo XX ha sido el de las grandes migraciones? Todos lo son. La diferencia es que ahora son reversibles. Cuando mis abuelos emigraron a Am¨¦rica puede que regresaran cada 10 a?os. Eso ha cambiado. La transici¨®n ahora es menor. No permea tanto a las personas, no las transforma completamente.
Para ilustrar la importancia del dise?o en la transformaci¨®n de la vida recuerda que el tetrabrik hizo que los japoneses comenzaran a beber leche hace poco, en los a?os setenta. El paso de lo anal¨®gico a lo digital est¨¢ transformando nuestros rituales cotidianos. ?Qu¨¦ vamos a ver cambiar? Si fuera estudiante de Medicina, estar¨ªa nervioso. La digitalizaci¨®n y la rob¨®tica van a llegar all¨ª. Tras la m¨²sica, la edici¨®n, el dise?o¡ les ha llegado el turno. Mi cardi¨®logo cambi¨® de profesi¨®n. Se convirti¨® en dermat¨®logo. Cuando le pregunt¨¦ por qu¨¦, me contest¨® que la medicina en su antiguo campo se hab¨ªa convertido en algo tan mec¨¢nico que el contacto con el paciente estaba desapareciendo.
Los libros son de los pocos objetos con los que mantenemos una relaci¨®n afectiva. ?C¨®mo ve su futuro? Las ventas de estanter¨ªas se est¨¢n hundiendo, no es una buena se?al. Mi hija de 25 a?os se queja de haber nacido demasiado tarde o demasiado pronto. No es nativa digital y considera que nosotros somos unos privilegiados porque, por lo menos, conocimos bien el mundo anal¨®gico.
?Tiene libro electr¨®nico? Compr¨¦ un Kindle. Pero solo lo he usado dos veces. No dejan de aparecer y desaparecer objetos en esta era. Nuestra cultura es perecedera, pero si no necesitamos escribir, llegar¨¢ un momento en que no necesitemos leer. As¨ª es que la tecnolog¨ªa nos podr¨ªa devolver a una cultura prealfabetizada. No s¨¦ si pasar¨¢, pero es interesante considerar que podr¨ªa suceder.
?Le da miedo el mundo digital? Me parece extremadamente narcisista contar lo que uno anda haciendo. Ciento cuarenta caracteres es la extensi¨®n de los mensajes que la gente escribe en los ba?os p¨²blicos. Twitter puede ser adem¨¢s un pared¨®n de linchamiento. No lo considero necesario. Igual me ha pillado mayor.
En otro de sus libros, El lenguaje de las cosas, describe c¨®mo la industria de la moda ha exportado su acelerado modo de producci¨®n a otros campos, como la edici¨®n o el dise?o, creando temporadas y colecciones de r¨¢pido consumo. El mundo es insaciable. La digitalizaci¨®n nos lleva a cambiar de m¨®vil porque aparecen otros m¨¢s peque?os y m¨¢s inteligentes. Esos aparatos han acabado con la pel¨ªcula fotogr¨¢fica, con las c¨¢maras, con las tiendas donde comprabas las c¨¢maras, con las f¨¢bricas donde se produc¨ªan, con el sistema de distribuci¨®n, y no solo eso, tambi¨¦n est¨¢n terminando con las librer¨ªas, las imprentas¡ Sin embargo, en esa progresiva desmaterializaci¨®n tal vez exista un consumo libre de culpa.
?Envejecer le ha hecho m¨¢s o menos libre? Lo pregunto porque parece decir lo que piensa y, sin embargo, seguro que tuvo cuidado cuando acept¨® escribir la biograf¨ªa de Norman Foster. Cuando solo era periodista pod¨ªa ser m¨¢s maleducado por escrito de lo que puedo ser dirigiendo un museo. Pero eso no tiene que ver con la libertad. Tiene que ver con la manera de comunicarse.
S¨ª se atreve a criticar por escrito al Comit¨¦ Ol¨ªmpico ¨C¡°un grupo de ancianos con ¨¦tica cuestionable que viaja por el mundo en lujo de seis estrellas¡±¨C, al que acusa de privatizar la palabra ¡°olimpiada¡±. Son un Estado paralelo. Supongo que queda m¨¢s lejos de mi casa y eso facilita hablar de ellos. Los periodistas se sienten presionados a ejercer un tipo de cr¨ªtica con licencia para ser cruel. A m¨ª me incomoda que alguien pueda disfrutar por el hecho de haber hundido a otra persona.
Deyan Sudjic
Londres, 1952. Hijo de padres yugoslavos, pas¨® su infancia en Acton, en el West London, y no fue hasta los tres a?os de edad cuando empez¨® a hablar con fluidez en ingl¨¦s, con un acento aprendido, seg¨²n ¨¦l mismo asegura, de la BBC, adem¨¢s del serbocroata que hablaban sus padres en casa. Desde 2006 es el director del Museo del Dise?o de Londres, pero antes fue cr¨ªtico de arquitectura del diario brit¨¢nico The Observer, y tambi¨¦n fundador de la revista Blueprint, decano de la Facultad de Arte, Dise?o y Arquitectura de la Universidad de Kingston, exdirector de la revista Domus y uno de los jurados de dise?o del Centro Acu¨¢tico de Londres 2012, proyectado y construido por la arquitecta Zaha Hadid.
No hace falta hundirlos ni ser mal educado. Pero se supone que las biograf¨ªas y los peri¨®dicos est¨¢n para contar la realidad. ?Se siente usted tan libre cuando le encarga una biograf¨ªa Norman Foster como cuando describe a Rem Koolhaas como ¡°Savonarola en un traje de Prada¡±? Al ir viviendo desarrollas relaciones personales que, sin duda, transforman la din¨¢mica de la cr¨ªtica. Puedes intentar no tener amigos, claro.
O puedes elegir no escribir sobre tus amigos. Rem Koolhaas le resulta un personaje inc¨®modo. En su nuevo libro asegura que ¡°acepta encargos del poder que critica asegurando que hace subversi¨®n desde dentro. As¨ª, se ha convertido en parte de lo que denuncia con tanta pasi¨®n¡±. Y sin embargo sigue siendo el gran referente arquitect¨®nico. ?Por qu¨¦? Porque tiene un cerebro impresionante. Y carisma. Cuando se atraviesa un periodo hist¨®rico de incertidumbres, el que parece tener certezas es el escuchado. Una oficina como la suya florece porque atrae a una nueva generaci¨®n convencida de que ellos saben c¨®mo ser¨¢ el futuro. Esa juventud lleva nueva energ¨ªa al estudio. As¨ª, el sistema se retroalimenta como un c¨ªrculo vicioso.
?D¨®nde arrancaron los arquitectos ?estrella? En los setenta, la fe en la arquitectura se desmoron¨®. La utop¨ªa prometida por la modernidad hab¨ªa producido tugurios. Eso hundi¨® la confianza de y en los arquitectos. De figuras heroicas pasaron a ser cabezas de turco. Esa situaci¨®n no pod¨ªa durar eternamente y la generaci¨®n siguiente levant¨® la autoestima. Convertirse en personaje para darse a conocer es un recurso cl¨¢sico. Lord Byron se hizo grabar un rid¨ªculo retrato de s¨ª mismo con un disfraz turco en la primera edici¨®n de sus poemas. Cre¨® un mito alrededor suyo. Piense en Napole¨®n¡ Es una t¨¦cnica. La autoridad llega de poner un rostro. Supongo que los arquitectos descubrieron esa t¨¦cnica.
?Cu¨¢l es su gusto arquitect¨®nico? Soy muy conservador.
Pero le pidi¨® a Jan Kaplick? de Future Systems que dise?ara su piso con hinchables y acero inoxidable. Entonces (en 1988) pensaba que ten¨ªa cierta responsabilidad con lo que defend¨ªa.
?Por qu¨¦ la arquitectura fascista estaba tan cerca de la comunista? Los reg¨ªmenes autoritarios intimidan con el mismo repertorio de trucos: cosas grandiosas que parecen reflejar autoridad. Lo que ocurri¨® fue que los rusos construyeron mucho m¨¢s porque Stalin permaneci¨® en el poder m¨¢s que Hitler, y al final la gente hace suya esa arquitectura. Incluso en Varsovia, los polacos defienden su Palacio de Justicia, un regalo de Stalin.
?Qu¨¦ supo ver venir cuando ejerc¨ªa de cr¨ªtico en The Observer? Analic¨¦ temprano y con escepticismo el fen¨®meno Bilbao, los edificios espect¨¢culo. Lo que hizo triunfar a los arquitectos estrella es que su fama ayudaba a elegir a gente sin conocimiento ni criterio.
?Qu¨¦ no supo ver? Recuerdo que escrib¨ª que Canary Wharf (un barrio de negocios al Este de Londres) nunca se construir¨ªa.
El director del Pompidou, Alfred Pacquement, declar¨® que un museo no es una f¨¢brica de Coca-Cola. Pero poco despu¨¦s su propio centro comenz¨® a tener sucursales. ?Es la franquicia el futuro de los grandes museos? No funcionan muy bien. El futuro est¨¢ en la cooperaci¨®n. La vieja idea de construir la colecci¨®n mayor y mejor ya no tiene sentido. S¨ª lo tiene compartir. Es m¨¢s civilizado.
?Cu¨¢l es el papel de los museos como autentificadores, decidiendo qu¨¦ es importante y qu¨¦ no? Usted cuenta lo que le cost¨® a Giorgio Armani exponer en el Guggenheim de Nueva York: 15 millones de d¨®lares. ?Qui¨¦n entra en los museos? ?El que m¨¢s paga? Es un asunto pertinente. Nuestro museo funciona con muy poca financiaci¨®n p¨²blica. Vivimos de vender entradas, objetos y caf¨¦s. O de permitir que la gente alquile el local para casarse, si eso es lo que quieren hacer. Preparamos una exposici¨®n sobre Camper que se inaugurar¨¢ en verano. Han sabido apostar por dise?adores j¨®venes. Y los zapatos son una manera directa de hablar al p¨²blico sobre dise?o. ?Es publicidad para Camper? Si solo fuera eso, estar¨ªamos despreciando el futuro de nuestro museo.
?Qu¨¦ le llev¨® a prestar atenci¨®n a las ciudades? En los noventa, mi editor me pidi¨® que escribiera un libro sobre la gentrificaci¨®n: la expulsi¨®n de los habitantes del centro urbano para encarecer sus pisos y revenderlos. Me interes¨¦ sobre lo que suced¨ªa. La forma tradicional de la ciudad con un mercado, una universidad y un peri¨®dico que acababa en el campo estaba cambiando. Los contenedores estaban matando a los muelles porque los barcos tan grandes no pueden llegar hasta los puertos, que se han quedado peque?os. Por aquel entonces, en Londres, las redacciones de los peri¨®dicos estaban abandonando Fleet Street para trasladarse al extrarradio. Quise entender qu¨¦ quer¨ªa decir todo aquello.
La ciudad m¨¢s exitosa tiene m¨¢s habitantes con mayor opci¨®n de elecci¨®n¡±
?Qu¨¦ ayuda a entender las ciudades? Es necesario ser curioso y caminar. Aunque [el cr¨ªtico] Reyner Banham dijo una vez que hab¨ªa aprendido a conducir para poder leer Los ?ngeles en versi¨®n original.
?Es el momento del urbanismo de base, de aprender de lo espont¨¢neo, lo informal y no planificado? Los dos son necesarios. Los tugurios de Bombay son m¨¢s sostenibles que muchas de nuestras ciudades. ?C¨®mo se adecentan para hacerlos m¨¢s humanos? Una de las intervenciones consiste en aumentar los ba?os p¨²blicos para conseguir un nivel de dignidad que no existe. Puede que con intervenciones peque?as puedan hacerse m¨¢s civilizados. El plano de las calles de Tokio es tan denso que si estuviera en India se convertir¨ªa en tugurio. No es solo el urbanismo lo que decide una ciudad.
?Los tugurios son hoy m¨¢s reales que las ciudades globalizadas? No comparto el pesimismo de Mike Davis. ¡°Tugurio¡± era una palabra que nos asustaba, pero esconden muchas realidades. Algunos son amenazas para la vida, otros tienen el brillo de la gente que est¨¢ tomando el mando de su vida y mejor¨¢ndola. De eso podr¨ªamos aprender.
Mucha de la investigaci¨®n y la tecnolog¨ªa necesaria para idear el jet, Internet o frenar la malaria ha dependido de la inversi¨®n en desarrollo militar durante las guerras. Sin embargo, salvo en el que usted dirige, las colecciones de los museos de antropolog¨ªa o de dise?o no tienen armas de fuego. ?Hasta qu¨¦ punto la hipocres¨ªa decide lo que se expone como buen dise?o? Los museos de artes decorativas suelen tener espadas, que incomodan menos. El buen dise?o se ha asociado siempre a un dise?o moral, y eso no tiene sentido. Lo que hace buenos o malos los objetos es el uso que les dan las personas. La moralidad de los objetos est¨¢ en otro lado: en si son f¨¢ciles de reparar, en si aguantar¨¢n muchos usos¡
?Por qu¨¦ los dise?adores m¨¢s cruciales, los que idean coches, aviones u ordenadores, no son conocidos? No todo el mundo necesita escribir un manifiesto. Hay quien prefiere concentrarse en solucionar problemas que en brillar socialmente.
?Qu¨¦ necesita un objeto para permanecer? Desarrollamos relaciones con nuestros objetos. Nos sugieren y recuerdan cosas. Nos cuentan historias sobre qui¨¦n los hizo.
El mundo digital est¨¢ cambiando eso. ?Qu¨¦ nos hablar¨¢ en el futuro de las personas que hicieron las cosas? El mundo digital convierte a la gente en inmortal. Cada cosa que dices en p¨²blico queda registrada y podr¨ªa durar para siempre.
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