Mujeres latinoamericanas: un paso adelante, dos pasos atr¨¢s
La persistencia de las desigualdades en Am¨¦rica Latina, 1
En su bolet¨ªn del mes de febrero, el Departamento de Empleo de Estados Unidos inform¨® un nuevo aumento en las tasas de ocupaci¨®n del pa¨ªs, con un crecimiento de 257 mil puestos de trabajo con relaci¨®n al mes anterior. El empleo privado experimentaba as¨ª su 59? mes de crecimiento continuo durante el gobierno Obama. Dan Diamond, en su columna de Forbes, sostendr¨¢ que ¡°nunca tantos americanos han estado empleados¡± como ahora. La econom¨ªa norteamericana consolida su momento de vitalidad y, aunque los motivos no dejan de generar controversias, los m¨¢s ricos parecen carecer de motivos para sentirse defraudados: en diez a?os, sus fortunas se duplicaron, pasando de un bill¨®n de d¨®lares en el 2010 (USD 1.000.000.000.000), a m¨¢s de 2 billones 200 mil millones de d¨®lares en el 2014 (USD 2.200.000.000.000).
No dejar de ser curioso que, en este contexto, haya sido la entrega de los Oscar el momento en que los festejos por la bonanza laboral norteamericana encontraran una inc¨®moda aguafiestas: Patricia Arquette. La gran actriz, cuyo papel en Boyhood le vali¨® la estatuilla, no perdi¨® tiempo con tartamudeos impostados y en pocos segundos denunci¨® que a las mujeres norteamericanas ¡°les ha llegado el momento de tener el mismo salario que los hombres y los mismos derechos¡±. Las c¨¢maras mostraron a Merryl Streep apuntando al escenario y dando un grito de aprobaci¨®n.
En Estados Unidos, la econom¨ªa va bien, pero la igualdad de g¨¦nero va mal. Entre tanto, la emotiva y justa denuncia de Patricia Arquette podr¨ªa haber sido realizada en cualquier pa¨ªs del planeta. M¨¢s all¨¢ del desempe?o de las econom¨ªas, de su progreso o retroceso, y a pesar del paso del tiempo, la igualdad de g¨¦nero en el mercado de trabajo parece ir casi siempre mal.
La desigualdad salarial entre hombres y mujeres en algunos de los pa¨ªses de la OCDE, por ejemplo, llega a casi el 30% y, cuanto m¨¢s se sube en la escala de remuneraciones, las desigualdades aumentan en vez de disminuir. En Corea, la diferencia salarial entre los hombres y las mujeres que ocupan las posiciones mejor remuneradas del mercado de trabajo, llega a 41%. En Jap¨®n, a 36%; en Alemania, a 22%; y en Finlandia, a 25%. Los cuatro pa¨ªses, adem¨¢s de tener elocuentes ¨ªndices de desarrollo humano, ocupan las mejores posiciones en las pruebas PISA que aplica la misma OCDE, estableciendo su conocido ranking de pa¨ªses que aparentemente poseen mejores perspectivas de futuro en virtud de los aprendizajes escolares.
El excelente desempe?o educativo de los j¨®venes coreanos de ambos sexos, no parece ser lo suficientemente efectivo como para reducir las desigualdades con que el mercado de trabajo los recibir¨¢ y los discriminar¨¢, una vez que concluyan su vida escolar. Las mujeres ganar¨¢n menos, los hombres m¨¢s. Peor a¨²n: cuanto m¨¢s tiempo permanezcan en el sistema educativo, mayor ser¨¢ la desigualdad salarial de las mujeres con relaci¨®n a sus ex colegas de clase de sexo masculino.
Las desigualdades de g¨¦nero en el sistema de relaciones laborales no s¨®lo es inmune a los grandes avances educativos en las naciones m¨¢s desarrolladas, sino, particularmente, en las econom¨ªas emergentes y en los pa¨ªses con altos ¨ªndices de pobreza.
Am¨¦rica Latina parece ser un lamentable ejemplo en esta materia. Los pa¨ªses latinoamericanos tuvieron un significativo crecimiento y expansi¨®n de sus sistemas educativos durante la segunda mitad del siglo XX, el cual se consolid¨® y ampli¨® sistem¨¢ticamente en los ¨²ltimos 70 a?os. Una de las expresiones m¨¢s elocuentes de esta democratizaci¨®n ha sido el acceso masivo de las mujeres a los sistemas escolares, llegando en algunos pa¨ªses a superar la matr¨ªcula masculina, por ejemplo, en el sistema universitario. Las mujeres, uno de los sectores m¨¢s discriminado desde la fundaci¨®n de los sistemas nacionales de educaci¨®n latinoamericanos y caribe?os, recuperaron posiciones y avanzaron expresivamente, haciendo que la discriminaci¨®n de g¨¦nero en el sistema educativo se redujera hoy, b¨¢sicamente, a cuestiones de tratamiento diferenciado (dentro y fuera del aula) o a la persistencia de un curr¨ªculo sexista. Sin minimizar la importancia de estos procesos de discriminaci¨®n en los ¨¢mbitos escolares, no cabe duda que los sistemas educativos latinoamericanos han experimentado un inmenso crecimiento democr¨¢tico en materia de g¨¦nero, a diferencia de otros ¨¢mbitos de la sociedad, como por ejemplo, el mercado de trabajo y el sistema pol¨ªtico. All¨ª, la discriminaci¨®n sexual parece ser inmune al paso del tiempo e indiferente a los important¨ªsimos avances educativos de las naciones de la regi¨®n.
No cabe duda que la educaci¨®n es un gran factor de progreso y democratizaci¨®n de nuestras sociedades. Sin embargo, no todos pueden aprovechar de la misma manera los beneficios que la escuela aporta. Esto no se debe a ninguna cuesti¨®n de talento, inteligencia o capacidad ni, mucho menos, es el resultado de una justa e inevitable distribuci¨®n diferenciada de m¨¦ritos. Se trata de la persistencia y de la reproducci¨®n generacional de las desigualdades de g¨¦nero en aquellas estructuras que, como el mercado de trabajo y el sistema pol¨ªtico, m¨¢s resisten y se inmunizan a los avances democr¨¢ticos de las sociedades. Una caracter¨ªstica que se expresa de manera descarnada en los pa¨ªses m¨¢s pobres y que tampoco puede ocultarse bajo eufemismos civilizatorios en las naciones m¨¢s ricas.
Nuestros sistemas escolares pueden tener muchos problemas, es verdad. Pero si el mercado de trabajo y el sistema pol¨ªtico fueran espacios socialmente tan democr¨¢ticos como lo son las escuelas, vivir¨ªamos mucho mejor y en sociedades mucho m¨¢s justas.
La discriminaci¨®n salarial de g¨¦nero en Latinoam¨¦rica
El Informe Salarial Mundial 2014-2015, elaborado por la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT), se?ala una desaceleraci¨®n del crecimiento de los salarios a nivel global, particularmente en los pa¨ªses m¨¢s desarrollados, algunos de los cuales han visto derrumbarse sus remuneraciones reales a niveles inferiores a las del 2007 (como Espa?a, Grecia, Irlanda, Italia, Jap¨®n y Reino Unido). Muestra tambi¨¦n el importante papel que ha tenido China como responsable de casi la mitad del crecimiento salarial mundial. La tasa de crecimiento del salario medio real en el mundo ha sido de 2,0% en el 2013 y, sin China, se reducir¨ªa a 1,1%. El crecimiento del salario real en China fue de 9% en el 2012 y 7,3% en el 2013. As¨ª mismo se?ala que las econom¨ªas emergentes y en desarrollo han impulsado el crecimiento salarial en t¨¦rminos globales durante los ¨²ltimos a?os, aunque Am¨¦rica Latina y ?frica han sido regiones donde los salarios reales crecieron a ritmo lento o de forma oscilante desde el 2006 en adelante.
Crecimiento salarial real promedio en diversas regiones del mundo (2006-2013)
2006
0,9
7,3
4,0
3,1
2007
1,0
7,7
2,9
2,8
2008
-0,3
5,1
0,2
3,1
2009
0,8
6,5
0,8
1,3
2010
0,6
6,3
0,9
5,8
2011
-0,5
5,4
1,1
-5,5
2012
0,1
5,9
2,3
1,2
2013
0,2
6,0
0,8
0,9
Fuente: Elaboraci¨®n propia sobre datos del Informe Salarial Mundial 2014-2015, OIT.
El Informe de la OIT constituye un muy valioso aporte para la comprensi¨®n de las din¨¢micas que operan en el mercado de trabajo, particularmente el rol de los salarios en la producci¨®n y multiplicaci¨®n de las desigualdades. El documento realiza una singular contribuci¨®n al explicar que las desigualdades salariales, adem¨¢s de ser producto de diversos factores generales que definen el funcionamiento de la econom¨ªa y, en un sentido m¨¢s amplio, del propio modelo de desarrollo vigente, deben analizarse y reconocerse en ciertos procesos de discriminaci¨®n que operan al interior del mercado de trabajo y que ¡°penalizan¡± a determinados grupos vulnerables, como las mujeres, los migrantes y las personas que act¨²an en la econom¨ªa informal.
De esta forma, las desigualdades salariales entre hombres y mujeres, como entre trabajadores nacionales y trabajadores migrantes, entre trabajadores de la econom¨ªa formal o informal, no pueden reconocerse s¨®lo como producto de factores ¡°explicables¡± (la experiencia; el nivel educativo y el nivel de calificaci¨®n, la actividad econ¨®mica; la ubicaci¨®n regional, sea urbana o rural; ni la intensidad laboral, medida en la cantidad de horas trabajadas), sino que, fundamentalmente, son resultado de factores ¡°inexplicables¡±, o sea, din¨¢micas de penalizaci¨®n que castigan a estos trabajadores por el hecho de ser ¡°mujeres¡±, ¡°migrantes¡±, ¡°trabajadores informales¡± o todo esto al mismo tiempo. (Es importante destacar que la denominaci¨®n ¡°factores inexplicables¡± no hace referencia a la incapacidad de comprenderlos y dotarlos de sentido, sino al hecho de que no se explican por las razones que, en el mercado de trabajo, revelan las causas de las desigualdades salariales existentes).
Los datos aportados por la OIT permiten observar que, en diversos pa¨ªses del mundo, las diferencias salariales entre hombres y mujeres se deben a factores que no tienen directamente que ver con sus capacidades laborales, con su nivel de calificaci¨®n, ni con el tipo de trabajo que realizan, sino con factores ¡°no econ¨®micos¡±, como el prejuicio, el machismo, el sexismo, la fragilidad de los sistemas de control y fiscalizaci¨®n para la aplicaci¨®n de la ley. En suma, por la existencia de mercados de trabajo y de estados que tienen en el patriarcado una de sus columnas de sustentaci¨®n m¨¢s s¨®lidas y eficaces. Los ¡°factores inexplicables¡± (laboralmente) tambi¨¦n aumentan en vez de disminuir cuanto m¨¢s de asciende en la escala salarial (mujeres con empleos mejor remunerados son m¨¢s discriminadas con relaci¨®n a los hombres que desempe?an actividades iguales). En algunos pa¨ªses, desarrollados o no, si se eliminaran los factores de discriminaci¨®n basados en causas no atribuibles al mercado del trabajo, las diferencias salariales entre hombres y mujeres disminuir¨ªan e, inclusive, las mujeres ganar¨ªan m¨¢s que los hombres. Es el caso de Suecia y, en Am¨¦rica Latina, aunque en menor medida, de Brasil y Chile.
La brecha salarial entre hombres y mujeres es, en Argentina, del 27,2%, siendo la que puede ser atribuida a causas ¡°explicables¡± del mercado de trabajo, 12,6%. En Per¨², del 22,6%, siendo las ¡°explicables¡±, 14,8%. En M¨¦xico, 21,5%, siendo las ¡°explicables¡±, 6,2%. En Uruguay, 27,2%, siendo las ¡°explicables¡±, 1,3%. En Chile, la disparidad salarial entre hombres y mujeres es del 23,2% y las correspondientes a razones end¨®genas del mercado de trabajo, 1%. En Brasil, 24,4% y las ¡°explicables¡±, -10,4%. De tal forma, si se eliminaran los factores que producen desigualdades salariales y que no corresponden a la experiencia, la educaci¨®n, la calificaci¨®n o las horas trabajadas, la brecha de ingresos que separa a hombres de mujeres se reducir¨ªa dr¨¢sticamente. En el caso de Chile, desaparecer¨ªa. En el de Brasil, las mujeres ganar¨ªan m¨¢s que los hombres.
Por otro lado, la desigualdad salarial de g¨¦nero no se limita a la disparidad de remuneraciones entre hombres y mujeres. Entre las mismas mujeres, la brecha se ampl¨ªa en virtud de criterios raciales, ¨¦tnicos o regionales (las mujeres negras, ind¨ªgenas y campesinas tienen rendimientos significativamente m¨¢s bajos que las que no lo son). Tambi¨¦n, la maternidad opera como una mecanismo de discriminaci¨®n salarial que no s¨®lo diferencia a hombres de mujeres, sino tambi¨¦n a las mujeres entre s¨ª. La disparidad salarial femenina basada en la maternidad es en Argentina, 16,8%; en Brasil, 21,7%; en Chile, 17,5%; en M¨¦xico, 33,2%; en Per¨², 27,1%; y en Uruguay, 21,0%.
Una hombre gana m¨¢s que una mujer; una mujer blanca m¨¢s que una mujer negra; una mujer negra urbana m¨¢s que una mujer ind¨ªgena campesina; una mujer sin hijos m¨¢s que una mujer con hijos; una mujer ind¨ªgena, campesina y con hijos, menos que todos los dem¨¢s. Cuando buena parte de los economistas traten de explicar este curioso proceso que persiste sorprendentemente al paso del tiempo y se consolida inclusive en los niveles m¨¢s competitivos del mercado del trabajo, seguramente dir¨¢n que la responsabilidad es del sistema educativo.
No lo es.
Fernando Botero, pintor colombiano. Las costureras (2000)
La persistencia de la discriminaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres en Am¨¦rica Latina
Uno de los m¨¢s significativos avances de g¨¦nero en el sistema pol¨ªtico latinoamericano ha sido la llegada de las mujeres a la presidencia nacional en algunos de los pa¨ªses m¨¢s poderosos de la regi¨®n. Es el caso de Brasil, con Dilma Rousseff, Argentina, con Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner, y Chile, con Michel Bachelet. Otras dos mujeres lideran sus pa¨ªses en el Caribe: Kamla Persad-Bissessar, en Trinidad y Tobago, y Portia Simpson, en Jamaica.
Sin embargo, cualquier festejo precipitado puede ignorar las persistentes formas de segregaci¨®n que impiden m¨¢s y mejores avances en materia de g¨¦nero en el sistema pol¨ªtico de ¨¦stos y de otros pa¨ªses en el continente. En rigor, Chile es el ¨²nico pa¨ªs latinoamericano que posee niveles de representaci¨®n de g¨¦nero en su gabinete ministerial nacional, pr¨®ximos a los necesarios ¨ªndices de paridad que deber¨ªa tener cualquier democracia: de 23 ministros, 9 son mujeres, o sea, casi un 40%. Bolivia y Costa Rica lo siguen, con un 35% de composici¨®n femenina en los ministerios nacionales (20 ministros, 7 de ellas mujeres, en Bolivia; 17 ministros, 6 de ellas mujeres, en Costa Rica). Colombia y Ecuador poseen un tercio de sus ministerios ocupados por mujeres (5 de 16, en el caso colombiano; 8 de 27 en el caso ecuatoriano); Venezuela, 25% (7 de 28); Argentina, 24% (4 de 17) . Las dos econom¨ªas m¨¢s poderosas de la regi¨®n, poseen ¨ªndices de representaci¨®n pol¨ªtica femenina francamente lamentables. En M¨¦xico, que tambi¨¦n posee uno de los m¨¢s altos ¨ªndices de violencia de g¨¦nero, s¨®lo el 15% del gabinete nacional est¨¢ constituido por mujeres (3 de 20 ministros). Brasil dispone de un inmenso gabinete nacional compuesto por 39 ministerios, de los cuales s¨®lo 5 (el 13%) est¨¢ ocupado por mujeres.
La representaci¨®n femenina en los gabinetes ministeriales latinoamericanos y caribe?os no permite establecer diferencias en virtud de la orientaci¨®n pol¨ªtica del gobierno que dirige cada uno de los estados. La discriminaci¨®n de g¨¦nero es un atributo que comparten la izquierda y la derecha en el continente.
Tampoco hay una relaci¨®n en la composici¨®n g¨¦nero de los gabinetes nacionales, entre gobiernos liderados por mujeres y liderados por hombres. Adem¨¢s del ya mencionado caso brasile?o, Jamaica y Trinidad Tobago son dos elocuentes ejemplos de gobiernos liderados por mujeres con gabinetes casi exclusivamente masculinos. S¨®lo 3 de los 16 ministros de Jamaica son mujeres (16%) y s¨®lo 3 (9%) de la inmensa lista de 32 ministerios del gobierno de Trinidad y Tobago est¨¢n ocupados por mujeres. El caso de Trinidad y Tobago es llamativo porque, en todos los pa¨ªses de la regi¨®n, cuando existe un ministerio o una secretaria dedicados a cuestiones de g¨¦nero, el mismo es ocupado por una mujer. De hecho, si elimin¨¢ramos de la lista de ministerios a los referidos a asuntos de la mujer, la presencia de ministras en los gabinetes nacionales latinoamericanos y caribe?os se reducir¨ªa dr¨¢sticamente. El Ministerio de G¨¦nero, Juventud y Desarrollo Infantil de Trinidad y Tobago, cuya primera ministra es una mujer, est¨¢ ocupado por un hombre. Su Ministerio de Econom¨ªa, tambi¨¦n, como en el resto de los pa¨ªses de la regi¨®n. Se sabe que, aunque no haya sido el desempe?o democr¨¢tico y la promoci¨®n de la igualdad, uno de los rasgos m¨¢s sobresalientes de las econom¨ªas latinoamericanas durante el ¨²ltimo siglo, la gesti¨®n econ¨®mica es un asunto de hombres. Nos alcanzar¨ªan los dedos de la mano para contar las mujeres que han ocupado los ministerios de econom¨ªa y finanzas en Am¨¦rica Latina durante los ¨²ltimos cien a?os.
Aunque hay un expandido consenso en que las mujeres que intervienen en la gesti¨®n pol¨ªtica se deben ocupar de ¡°asuntos de mujeres¡±, en Am¨¦rica Latina, no siempre las actividades predominantemente femeninas, cuya gesti¨®n depende de esferas de direcci¨®n y decisi¨®n pol¨ªticas, son administradas por mujeres. Es el caso de los sistemas de salud y, especialmente, de los sistemas educativos.
En Latinoam¨¦rica, como en el resto del mundo, las mujeres son las inmensa mayor¨ªa de los agentes de prestaci¨®n de servicios y de atenci¨®n en el sistema educativo, tanto en las funciones docentes, como en las administrativas y directivas. Sin embargo, y poniendo en evidencia el desprecio que el sistema pol¨ªtico le concede a las cuestiones de genero, la mayor¨ªa de los pa¨ªses latinoamericanos y caribe?os, tienen ministros de educaci¨®n del sexo masculino.
Por un lado, en los cinco pa¨ªses de la regi¨®n cuyos primeras mandatarias son mujeres, los ministerios de educaci¨®n est¨¢n ocupados por hombres (Argentina, Brasil, Chile, Jamaica y Trinidad y Tobago). S¨®lo 7 de 22 pa¨ªses poseen ministras de educaci¨®n mujeres (Colombia, Costa Rica, Cuba, Guatemala, Nicaragua, Panam¨¢ y Paraguay).
Peor a¨²n est¨¢ el gobierno de las ciudades. No llegan a 12% las ciudades latinoamericanas administradas por alcaldesas. Los m¨¢ximos tribunales de justicia del continente s¨®lo poseen un 24% de juezas mujeres. El servicio exterior de casi todos los pa¨ªses de la regi¨®n es uno de los reductos machistas mejor preservados: los hombres ocupan las principales embajadas y los principales cargos de gesti¨®n en las canciller¨ªas (Brasil y Argentina han avanzado significativamente al tratar de revertir esta tendencia, aunque a¨²n contin¨²a siendo preponderante). Los parlamentos suelen no superar un 25% de representaci¨®n femenina y esto ha sido logrado gracias a las leyes de cuotas de g¨¦nero que existen en pa¨ªses como Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Honduras, M¨¦xico, Panam¨¢, Paraguay, Per¨², Rep¨²blica Dominicana, Uruguay y Venezuela. Si no fuera por la existencia de una legislaci¨®n que favorece la presencia y la representaci¨®n de las mujeres en la pol¨ªtica, los parlamentos latinoamericanos ser¨ªan a¨²n mucho m¨¢s sexistas. Vale destacar, as¨ª mismo, que aunque existe una legislaci¨®n que promueve la igualdad de g¨¦nero en algunos de los pa¨ªses de la regi¨®n, no siempre se respeta y los mecanismos de control y punici¨®n suelen ser tan d¨¦biles como el inter¨¦s por hacer respetar las leyes.
El caso brasile?o muestra la complejidad de la situaci¨®n y el enorme y persistente desaf¨ªo democr¨¢tico que enfrenta la naci¨®n m¨¢s poderosa del continente latinoamericano. En las elecciones de octubre del a?o pasado, tres candidatas a la presidencia ocuparon los cuatro primeros lugares en la voluntad del electorado. M¨¢s all¨¢ del apoyo y de las alianzas conservadoras realizadas por Marina Silva (tercera colocada), no cabe duda que las tres candidatas tuvieron su vida asociada a movimientos de lucha por los derechos humanos, el fortalecimiento de la democracia, adem¨¢s de una larga militancia en el campo de la izquierda. Que las tres sumadas, Dilma Rousseff, Luciana Genro y la citada Marina Silva, hayan concitado el apoyo de casi el 65% del electorado brasile?o, es casi una haza?a de la lucha por la igualdad de g¨¦nero en la pol¨ªtica latinoamericana que no puede ser soslayada. En las elecciones de 2010, Dilma Rousseff y Marina Silva, ya hab¨ªan sumado el 67% de los votos para la presidencia de la rep¨²blica.
Sin embargo, este importante avance no tiene su correlato en la voluntad del electorado para confiar en las mujeres como sus representantes legislativas o ejecutivas (en los gobiernos de las ciudades o de los estados). Tampoco los partidos parecen estar dispuestos a respetar la ley que los obliga a un tercio de representaci¨®n femenina en las listas de candidatos. Menos de 30% de mujeres fueron candidatas a cargos p¨²blicos en las elecciones de octubre del 2014. Del total de representantes elegidos, s¨®lo el 10% fueron mujeres. Actualmente, menos del 10% de los 513 diputados nacionales son mujeres. De los 81 senadores, 11 son mujeres (13,6%). De los 27 gobernadores, s¨®lo una es mujer, Suely Campos, gobernadora del Estado de Roraima. Hay s¨®lo 7 vicegobernadoras y, tal como hemos indicado, no puede establecerse una correlaci¨®n entre gobiernos progresistas y mayor representaci¨®n de g¨¦nero: la falta de representaci¨®n femenina en los gobiernos y parlamentos es un atributo que comparten la izquierda y la derecha brasile?a.
Si algo puede poner en evidencia el impresionante sexismo de los gobiernos regionales brasile?os, es el hecho que la ¨²nica mujer gobernadora del pa¨ªs haya sido nominada a ¨²ltimo momento, en substituci¨®n a su marido quien no pudo ser candidato por tener demasiadas cuentas pendientes con la justicia. La imposibilidad de una nueva candidatura del ex gobernador Neudo Campos, llev¨® a que, de buenas a primera, su mujer Suely fuera candidata y resultara finalmente vencedora. La primera acci¨®n de gobierno de la gobernadora Campos, fue nombrar a 12 parientes (dos hijas, hermanos, primos y sobrinos) como responsables de las principales secretar¨ªas de su gabinete. Aunque anunci¨® que nombrar¨ªa a su marido como jefe de gabinete, un pat¨¦tico gesto de prudencia la llev¨® a nombrar en el cargo a su propia hija, Danielle.
Finalmente, aunque el sentido com¨²n indicar¨ªa que las regiones m¨¢s ricas de Brasil ser¨ªan aquellas m¨¢s democr¨¢ticas en t¨¦rminos de representaci¨®n de g¨¦nero, el mayor n¨²mero de candidatas mujeres electas para el parlamento brasile?o provienen de algunos de los estados m¨¢s pobres. El Sur y Sudeste, donde se sit¨²an las ciudades econ¨®micamente m¨¢s poderosas (San Pablo, R¨ªo de Janeiro, Curitiba, Porto Alegre y Belo Horizonte), donde adem¨¢s existe una mayor presencia de clase media y donde las mujeres han conquistado mejores posiciones en el sistema escolar, tienen baj¨ªsimos niveles de representaci¨®n legislativa femenina (6% en el Sur, el m¨¢s bajo del pa¨ªs; 9% en el Sudeste).
Las mujeres latinoamericanas avanzan un paso y retroceden dos. Conquistan su lugar en el sistema escolar, mientras el mercado y la pol¨ªtica parecen despreciar la virtud democr¨¢tica de una representaci¨®n equitativa y justa en la distribuci¨®n de la riqueza y de los espacios de poder.
La lucha contra la discriminaci¨®n de g¨¦nero contin¨²a siendo un desaf¨ªo del cual depende el futuro de nuestras democracias.
1? nota de la serie La persistencia de las desigualdades en Am¨¦rica Latina. que publicar¨¢ Contrapuntos con aportes de diversos/as intelectuales latinoamericanos/as sobre los procesos de producci¨®n y reproducci¨®n de las desigualdades en Latinoam¨¦rica.
La subrepresentaci¨®n de mujeres, negros e ind¨ªgenas en el parlamento brasile?o luego de las elecciones de octubre de 2014.
Fundamentales:
Observatorio de Igualdad de G¨¦nero de Am¨¦rica Latina y el Caribe - CEPAL
Feminismo y cambio social en Am¨¦rica Latina - Alba Carosio (org.) - CLACSO
Feminismos para un cambio civilizatorio - Alba Carosio (org.) - CLACSO
G¨¦nero y globalizaci¨®n - Alicia Gir¨®n (org.) - CLACSO
Crisis econ¨®mica: una perspectiva feminista desde Am¨¦rica Latina - Alicia Gir¨®n (org.) - CLACSO
Population and changes in Gender Inequalities in Latin America - Jos¨¦ Eust¨¢quio Alves, Suzana Cavenaghi y George Martine
A revers?o do hiato de g¨ºnero na educa??o brasileira no s¨¦culo XX - Jos¨¦ Eust¨¢quio Alves y Kaiz? Beltr?o
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