?Qu¨¦ es lo importante?
Brian Sokol fotograf¨ªa a refugiados con aquellos objetos o personas que consideran imprescindibles La exposici¨®n 'The most important thing' se exhibe en CaixaForum de Madrid hasta el 31 de mayo
La familia. "En cualquier parte del mundo, mayoritariamente, la gente te dice que la familia es lo m¨¢s importante". Brian Sokol, fot¨®grafo, ha escuchado esa respuesta muchas veces al preguntar a quienes retrata qu¨¦ es lo m¨¢s importante para ellos. Los protagonistas de esas instant¨¢neas son refugiados en Sud¨¢n del Sur, Siria, Turqu¨ªa, Irak, Jordania, Burkina Faso, Congo o Angola. Son algunos de los rostros de los 51 millones de personas ¡ªla cifra m¨¢s alta desde la II Guerra Mundial¡ª que viven desplazadas lejos de su hogar, su pa¨ªs, para huir de la guerra, la violencia, el horror, seg¨²n datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) de diciembre de 2013.
La muestra The most important thing. Retratos de una huida que recoge este trabajo del Sokol para ACNUR se exhibe en CaixaForum Madrid hasta el 31 de mayo. En fotograf¨ªas de gran formato, el visitante se encontrar¨¢ con Alia, Benjam¨ªn, Mar¨ªa o May. Conocer¨¢ sus historias, de d¨®nde son y c¨®mo han acabado en campos de refugiados. Y, sobre todo, qu¨¦ es lo m¨¢s importante para ellos. "Nada material". Eso fue lo que contesto la joven Alia, de 24 a?os, a la que Sokol conoci¨® en el campo de refugiados de Domiz, en el Kurdist¨¢n iraqu¨ª, en noviembre de 2012. "?Y tu silla de ruedas?", le pregunt¨® el fot¨®grafo. "Mi silla no es algo material, es una extensi¨®n de mi cuerpo", arguy¨® ella. Sokol recuerda con gesto de sorpresa aquella conversaci¨®n que reproduce palabra por palabra.
Como la de Alia, evoca muchas historias sobre los refugiados que ha conocido en a?os recorriendo el mundo, desde Irak hasta Rep¨²blica Centroafricana. "Todas las fotograf¨ªas tienen mucho trabajo detr¨¢s, de entrevistas y conversaciones para entender a las personas", aclara. Esa parte, dice, es fundamental. El relato de vida es clave para que dejen de ser n¨²mero, para que las cifras y las estad¨ªsticas no deshumanicen la realidad. Y eso lo hace notar en sus instant¨¢neas. "La gente que fotograf¨ªo tiene dignidad. Tienen padres, hijos. Se peinan para salir bien en las fotos. Como cualquiera", apunta.
Sokol quiere que quienes vean sus im¨¢genes empaticen con los retratados. "Mucha gente ni siquiera sabe sobre el problema de los refugiados", lamenta. Por eso, busca que los visitantes se metan en su pellejo y se pregunten qu¨¦ es para ellos mismos lo importante, qu¨¦ conservar¨ªan si de repente tuvieran que dejar su casa, como les ha pasado a m¨¢s de 14 millones de personas en los ¨²ltimos tres a?os por los conflictos en Siria, Sud¨¢n del Sur, Rep¨²blica Centroafricana y Mal¨ª.
Cualquiera puede convertirse en un refugiado Brian Sokol, fot¨®grafo
Los objetos (o las personas) merecedores de ser considerados como "lo m¨¢s importante" son, en definitiva, una excusa para conocer la historia de quienes los atesoran. Una prenda de vestir, un cacharro de cocina, una m¨¢quina de coser, una red de pesca o una llave de un apartamento en Siria, que posiblemente ya no sea ni el fantasma del hogar que fue, alcanzan la categor¨ªa de s¨ªmbolos. Recuerdos de una vida pasada, una esperanza para el futuro o simplemente un medio de vida presente.
"Hay mucha gente que guarda un objeto para llevarlo de vuelta a su pa¨ªs", afirma Sokol. "La mayor¨ªa desea volver alg¨²n d¨ªa", asegura. Sin embargo, los hay que no. "Algunos ven tanto horror que no quieren regresar", apostilla. Ni siquiera con el pensamiento. Recuerda Sokol a un refugiado centroafricano que conoci¨® en Congo. "El chico siempre estaba contento, haciendo bromas y pidiendo que le sacara fotos. Pero no pod¨ªa prestarle mucha atenci¨®n porque yo estaba haciendo una historia de la reubicaci¨®n de una familia desde la frontera a un lugar m¨¢s seguro en el interior del pa¨ªs. Hasta que un d¨ªa, que estaba bromeando como siempre, le pregunt¨¦ su historia. Le cambi¨® la cara. Resulta que la Seleka entr¨® en su casa y le cort¨® la garganta a su madre. ?l, que estaba escondido bajo la cama, durmi¨® esa noche sobre la sangre de su progenitora. Mientras me lo contaba, lloraba. Le ca¨ªan grandes l¨¢grimas por las mejillas. De repente, se hab¨ªa convertido en un ser humano diferente. Cuando termin¨® de contar su historia, pas¨® unos minutos serio y callado y, de repente, volvi¨® a hacer bromas otra vez. Era un hombre asombroso".
Con este relato, Sokol aprovecha para subrayar que en sus idas y venidas al epicentro de las crisis humanitarias se ha encontrado con muchas clases de refugiados. Los que, como aquel chico, se aferran a la felicidad. "En los campos de refugiados he escuchado m¨¢s risas que en cualquier parque de Nueva York", asegura. Tambi¨¦n ha conocido a los que no abandonan la idea de regresar y los que no quieren volver. Los hay que ya no saben d¨®nde est¨¢ su hogar y cu¨¢l ser¨¢ su destino. "Algunos en Sud¨¢n del Sur o Congo me dec¨ªan: 'es la tercera vez que somos refugiados".
Y otros, que Sokol califica como "nuevos refugiados", no han asimilado su nueva situaci¨®n. "Lo he visto en los sirios. Algunos ten¨ªan su propia casa y un Mercedes, y de repente se ven en un campo", relata el fot¨®grafo. "Yo sol¨ªa dar dinero a Unicef y nunca pens¨¦ que ser¨ªa un refugiado viviendo en Turqu¨ªa en una tienda", parafrasea Sokol a un hombre que entrevist¨® en aquel pa¨ªs que hoy acoge a un mill¨®n de refugiados sirios de los tres millones que han huido fuera de sus fronteras desde que comenz¨® el conflicto, seg¨²n datos de ACNUR. "Le puede pasar a cualquiera. Cualquiera puede convertirse en un refugiado", reflexiona ensimismado en medio del bullicio de un bar en el centro de Madrid, donde vino a presentar la muestra.
?l, que se dedica a documentar violaciones de derechos humanos y crisis humanitarias, y deber¨ªa estar curado de espanto, se indigna al hablar de las injusticias, las individuales y las globales. "No estoy hecho de la misma pasta que esos a los que no les afectan las cosas. Me afectan y eso se nota en mis fotos. Hay quienes encuentran en la c¨¢mara un escudo protector. No es mi caso, a m¨ª me hace sentir m¨¢s cercano", reconoce. "No duermo tan bien como antes". Confiesa que, a veces, cuando regresa de los campos de refugiados a Nueva York y queda con amigos y hablan de cosas superfluas, le dan ganas de tirar su copa de vino a alguno de ellos.
Pese a la indignaci¨®n que muestra ante la desigualdad y la injusticia, es optimista. "El mundo es susceptible de un sitio mejor cada d¨ªa", asegura. "En la segunda mitad del siglo XX est¨¢bamos logrando construirlo, pero en los ¨²ltimos 15 a?os se ha vuelto m¨¢s violento y cada vez hay m¨¢s refugiados. Y si la cifra sigue aumentando, ?qu¨¦ vamos a hacer? ?Les dejamos morir?", apostilla. No vacila en responderse a s¨ª mismo que espera que su trabajo "toque la fibra de las personas que normalmente no se interesan por estos asuntos". Y que, con presi¨®n popular y medi¨¢tica, aumenten los fondos para asistir a los refugiados, a?ade. "Como se hizo para ayudar a los blancos desplazados durante la II Guerra Mundial", argumenta para los esc¨¦pticos de los mecanismos de asistencia humanitaria internacional que ahora atienden crisis provocadas por conflictos en ?frica y Oriente Medio principalmente.
En solo tres a?os de conflicto en Siria, hay tres millones de personas desplazadas, seg¨²n ACNUR
Este estadounidense que, despu¨¦s de media vida fuera de las fronteras de su pa¨ªs natal, dice no sentirse americano ¡ª"all¨ª me siento fuera de lugar"¡ª ?ad¨®nde vuelve? Su c¨¢mara le ha llevado a m¨¢s de 70 pa¨ªses para realizar trabajos para agencias de la ONU, ONG y prensa. En algunos, se ha establecido de manera m¨¢s permanente. En Sud¨¢n del Sur residi¨® entre 2011 y 2012. Dos a?os en los que el pa¨ªs africano estaba construyendo la paz. "No ten¨ªan los problemas de hambre que hay ahora", anota. Pero es en Nepal donde considera que esta su "base". All¨ª, donde vivi¨® 10 a?os entre 1997 y 2007, tiene un apartamento propio. Es donde volver¨¢ despu¨¦s de la promoci¨®n de la exposici¨®n. Aunque regresar¨¢ a Espa?a pronto, anuncia. Planea mudarse a Barcelona el pr¨®ximo abril. "No es una ciudad tan grande y agobiante como Londres o Par¨ªs, pero est¨¢ cerca de los pa¨ªses a los que quiero ir. Siria, Turqu¨ªa, Egipto... Y me gusta", explica. Adem¨¢s, quiere aprender espa?ol. De momento, sabe pedirse su propia copa de vino. "Tinto, por favor".
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