Perra vida

Hay gente que nos importa un r¨¢bano, pero con la que, a fuerza de convivir, acabamos so?ando. Tal es el caso de esta pareja, cuya procedencia conocemos, aunque para lo que nos importa, lo mismo podr¨ªan ser los personajes de un c¨®mic o de una comedia de situaci¨®n australiana. Y lo malo no es que so?emos con ellos, sino que quiz¨¢ en el lecho de la muerte, por una de esas jugarretas del disco duro, podr¨ªan aparec¨¦rsenos tambi¨¦n, de forma que nos despidi¨¦ramos de este mundo con esa imagen mental completamente absurda. El caso es que la noche siguiente a tropezar con esta fotograf¨ªa en el peri¨®dico so?¨¦ con Carlos de Inglaterra y con su madre y me levant¨¦ cabreado, claro, porque una cuesti¨®n es que se metan en el telediario y otra que se metan en tu cabeza.

Pues ah¨ª estaban, como en la imagen, solo que en el sue?o eran un matrimonio que se dec¨ªan una cosa con la boca y otra con las antenas. Por antenas me refiero al mech¨®n de pelo de ¨¦l, que se agita en el aire como en busca de una se?al radioel¨¦ctrica, y al ricito que sale del sombrero de ella. El ricito le estaba preguntando al mech¨®n qu¨¦ llevaba Carlos en el bolsillo de la chaqueta, que parece un poco abultado. Una caja de Tampax, respond¨ªa el mech¨®n. Como es f¨¢cil de suponer, abr¨ª los ojos espantado, pregunt¨¢ndome por mis responsabilidades on¨ªricas. Luego busqu¨¦ el peri¨®dico y estuve un buen rato observando la foto, por si encontrara en ella alg¨²n detalle que me concerniera. Las flores, el bolso, el collar, los guantes, la corbata¡­ Nada: me segu¨ªan importando un r¨¢bano, pero se hab¨ªan metido en mi cama, perra vida.