Pasado, presente y futuro de la pasarela
Cinco grandes modelos espa?olas acompa?adas por cinco promesas presentan las propuestas para la primavera 2015. Vuelven los a?os setenta, se imponen los colores vibrantes materializados en estampados psicod¨¦licos, el vaquero sigue siendo protagonista y los vol¨²menes se disparan.
La nueva hornada de modelos ya est¨¢ lista. Llegan rompiendo moldes est¨¦ticos, los c¨¢nones de belleza comienzan a cambiar tambi¨¦n ah¨ª arriba, en el cielo de las maniqu¨ªes, y la variedad aflora t¨ªmidamente. En los nuevos rostros se busca actitud y facciones poco comunes. Virtudes que sus predecesoras, las modelos espa?olas m¨¢s laureadas, ya han m¨¢s que demostrado. Son iconos que siguen atrayendo todos los flases, alargando sus sombras quiz¨¢ m¨¢s de lo que ellas mismas hab¨ªan imaginado en una profesi¨®n que no perdona una arruga. Nuevas generaciones les vienen pisando los tacones, pero ellas reaparecen una y otra vez reinventadas. Reducir la lista a 10 representantes del pasado, presente y futuro de las modelos espa?olas es forzar el gusto por lo minimalista, pero todas forman parte de cualquier quiniela.
Las coincidencias entre las tops son las esperadas: piernas de v¨¦rtigo, cuerpos atl¨¦ticos, y medidas que rozan la perfecci¨®n. Lo que las diferencia es su toque de magia: la sonrisa de Judit Masc¨®, el gesto de Ver¨®nica Blume, la naturalidad de Vanesa Lorenzo, la espontaneidad de Martina Klein, la fuerza de Marta Espa?ol. Desde finales de los ochenta hasta principios de 2000, estas cinco rubias se han ido pasando el testigo para reinar en pasarelas y portadas de moda. Judit Masc¨® abri¨® de golpe las puertas internacionales para las espa?olas. Lo recuerda casi como ¡°si hubiera pasado en otra vida¡±. Tras ella aparecieron mujeres que han puesto rostro y cuerpo a la fantas¨ªa de las firmas m¨¢s prestigiosas. Han sobrevivido en una industria feroz y esquivado la cuchilla del tiempo como nadie. Se dice en los c¨ªrculos internacionales que las espa?olas son buenas compa?eras y hacen pi?a; quiz¨¢ eso las haya salvado.
Las m¨¢s veteranas no solo han aguantado la sacudida de los a?os, sino que sobrevivieron al hurac¨¢n Kate Moss. La antimodelo lleg¨® a principios de los noventa con su pose de pocos amigos y cambi¨® las reglas. Ten¨ªa 14 a?os, era demasiado bajita (1,64 metros) y demasiado delgada, pero con una fotogenia inigualable. Dice la leyenda que sus promotores esperaban que creciera en altura, pero nunca lo hizo. Daba igual su estatura o qu¨¦ llevara puesto, siempre despertaba admiraci¨®n. No se limit¨® a posar, sino que marc¨® el ritmo de las tendencias e impuso su est¨¦tica. Los dise?adores comenzaron a demandar entonces su estilo, el heroin chic, que nada ten¨ªa que ver con la imagen saludable, perfecta y sensual de las top models. Se encumbr¨® a una mujer excesivamente delgada, p¨¢lida y que parec¨ªa despreocuparse hasta por su propia vida. El escaparate que alejaba la moda del mundo real se vino abajo y con ¨¦l el aura de ensue?o que la envolv¨ªa. No aparecieron muchas con el poder de Kate Moss, pero ella sola oblig¨® a la moda a bajar un pelda?o y pisar la calle. No termin¨® con el imperio de la perfecci¨®n, sino que fij¨® unos l¨ªmites exigentes y peligrosos.
El siglo XXI se inaugur¨® bajo la alarma de la delgadez. Lucir esqueleto se convirti¨® en tendencia, hasta tal extremo que en 2006 la Pasarela Cibeles se vio obligada a fijar un peso m¨ªnimo tras las cr¨ªticas a la enjutez de sus maniqu¨ªes. El primer a?o rechazaron a 16 chicas. Espa?a se convirti¨® en pionera y otras pasarelas adoptaron medidas similares. Lo que estaba en boga entonces era el ¨ªndice de masa corporal. Esa sombra reaparece continuamente, pero durante el devenir de la d¨¦cada se recuperaron algunos kilos. Comenz¨® entonces otra lucha, la del Photoshop, pero esa es otra historia.
¡°Estamos ante una t¨ªmida apertura, a veces m¨¢s pol¨ªticamente correcta que real, hacia otros c¨¢nones¡±, reflexiona Masc¨®
La profesi¨®n de maniqu¨ª encumbra el f¨ªsico, pero no lo es todo. Delante de los focos hay que saber controlar desde la mirada hasta el movimiento de los dedos. La experiencia es un grado que gana a cualquier cara pueril, pero la proliferaci¨®n de desfiles reclama rostros nuevos continuamente. Cada vez son m¨¢s pasarelas, m¨¢s firmas y m¨¢s competencia. Hacerse un hueco en la moda en los noventa era convertirse en una diva. ¡°Hoy no sabemos el nombre ni de las chicas de Victoria¡¯s Secret¡±, bromea Martina Klein. Las reci¨¦n llegadas tienen el camino allanado por sus colegas y la ventaja de poder lanzarse al estrellato con un clic, pero entre tanta it girl y celebrity de Instagram es f¨¢cil perderse. La mayor¨ªa de aspirantes son ef¨ªmeras y se apagan tan r¨¢pido como brillaron devoradas por una industria ¨¢vida de im¨¢genes que solo salva a las m¨¢s profesionales.
Las modelos han salido de las dimensiones del papel, hoy es m¨¢s f¨¢cil acercarse a ellas y a la moda. Aprovechando la ventana abierta de Internet se han colado nuevos perfiles. Las marcas han aupado a fen¨®menos sociales como Conchita Wurst, a modelos tan genuinas como Winnie Harlow, a lo andr¨®gino, a los ojos rasgados¡ Mujeres cuya virtud es su divergencia del patr¨®n. Algunas firmas incluso han aceptado que una 40 no es una talla grande y han devuelto la elegancia a la arruga. Pero sin enga?os, en el imperio de la belleza las imperfecciones no son bienvenidas. ¡°Estamos ante una t¨ªmida apertura, a veces m¨¢s pol¨ªticamente correcta que real, hacia otros c¨¢nones¡±, reflexiona Masc¨®. Las propuestas rupturistas maquillan la cara de una industria que atrae miradas de aprobaci¨®n y rechazo a partes iguales, pero tambi¨¦n son una oportunidad para representar a una sociedad m¨¢s plural.
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