Volver a Bu?uel
Fue un hombre absoluta y admirablemente libre. Un perfecto anarquista baturro. Basta con mirar a Hollywood para constatar que es hoy uno de los motores esenciales del vigoroso cine latinoamericano
En un cuento de Maupassant hay una frase que a Ford Madox Ford y a Joseph Conrad les encantaba: ¡°Era un caballero con patillas rojas que siempre pasaba el primero por una puerta¡±. Ford dec¨ªa: ¡°Ese caballero est¨¢ tan bien conseguido que no necesitamos saber nada m¨¢s de ¨¦l para comprender c¨®mo act¨²a. Ya est¨¢ hechoy podemos ponerlo a trabajar de inmediato¡±.
Hay quien dice que en una novela o en un relato se necesitan muy pocas pinceladas para hacer que un retrato cobre vida. ¡°Era una de esas mujeres que no acaban de cerrar nunca del todo los grifos¡±. He aqu¨ª una greguer¨ªa de G¨®mez de la Serna que seguramente podr¨ªa poner a un personaje en marcha. Hay narradores que realizan un profundo y completo estudio psicol¨®gico de alguien, pero a veces s¨®lo consiguen que su h¨¦roe, perfectamente bien construido, est¨¦ tan vivo y sea tan memorable como otro que en un cuento de segunda fila tiene una aparici¨®n fugac¨ªsima, pero est¨¢ igual de bien construido y queda tambi¨¦n en nuestra memoria.
Sin duda lo m¨¢s memorable y m¨¢s citado de Mi ¨²ltimo suspiro ¡ªlibro de conversaciones de Carri¨¨re con Bu?uel, libro prodigioso que a muchos nos intriga que a lo largo del tiempo no haya sido le¨ªdo y celebrado mucho m¨¢s¡ª es aquella declaraci¨®n ¨²ltima del cineasta en la que dice que, pese a su odio a la informaci¨®n, le gustar¨ªa poder levantarse de entre los muertos cada diez a?os, llegarse hasta un quiosco y comprar la prensa: ¡°No pedir¨ªa nada m¨¢s. Con mis peri¨®dicos bajo el brazo, p¨¢lido, rozando las paredes, regresar¨ªa al cementerio y leer¨ªa los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba¡±.
Este pasaje es el m¨¢s citado, pero del libro tambi¨¦n es memorable, por ejemplo, la aparici¨®n fugaz de ese poeta extra?o y magn¨ªfico que fue Pedro Garfias; un hombre que, despu¨¦s de nuestra Guerra Civil, tuvo que exiliarse a M¨¦xico y que, seg¨²n Bu?uel, era capaz de pasarse 15 d¨ªas buscando un adjetivo. Cuando lo ve¨ªa, Bu?uel le preguntaba si hab¨ªa encontrado ya el adjetivo.
¡ªNo; sigo buscando¡ª contestaba, alej¨¢ndose pensativo.
Con cuatro palabras, bas¨¢ndose en la angustia de esa b¨²squeda metaf¨ªsica, Bu?uel lograba que en Garfias la tragedia del exilio cobrara vida.
Juan Mars¨¦ logra algo parecido ¡ªen cuanto a s¨ªntesis descriptiva¡ª en su breve relato del ¨²nico d¨ªa en que vio y salud¨® a Bu?uel. El episodio lo recoge Mientras llega la felicidad, </CF>la biograf¨ªa de Mars¨¦ que ha escrito Josep Mar¨ªa Cuenca: en el Par¨ªs de 1973, d¨ªas antes de continuar viaje hacia a M¨¦xico donde acababan de editar Si te dicen que ca¨ª, Mars¨¦, que ten¨ªa una gran admiraci¨®n por Bu?uel, fue a un cine del Quartier Latin a ver El discreto encanto de la burgues¨ªa. Unos d¨ªas despu¨¦s, ya en M¨¦xico, le llevaron al pase de un documental a la mayor gloria del pintor mexicano Alberto Gironella. Y all¨ª estaba Bu?uel, al que Mars¨¦, antes de la proyecci¨®n del filme, le dijo que en Par¨ªs acababa de ver El discreto encanto¡ Bu?uel se mostr¨® vivamente interesado por el asunto, pero especialmente interesado en saber si hab¨ªa mucha gente viendo la pel¨ªcula. ¡°S¨ª, pero ya sabe c¨®mo son esos cines peque?os del Quartier Latin¡±, le dijo Mars¨¦. Y Bu?uel insisti¨®: ¡°S¨ª, s¨ª, ?pero estaba lleno?¡±. Poco despu¨¦s, ya en la salita de proyecci¨®n, mientras pasaban el insufrible documental, cuenta Mars¨¦ que Bu?uel estaba sentado delante de ¨¦l y que a los pocos minutos de empezar la pel¨ªcula se levant¨® y dijo: ¡°?Pero c¨®mo me duele la barriga! Me duele mucho la barriga¡±. Y se fue. Como el rayo. Y Mars¨¦ pens¨®: ¡°Este t¨ªo es un sabio. Fant¨¢stico¡±. Nunca m¨¢s lo volvi¨® a ver.
¡°S¨ª, s¨ª, ?pero estaba lleno?¡±. De algo aparentemente lateral, Bu?uel pod¨ªa sacar oro. Porque para m¨ª no hay ah¨ª en esa pregunta s¨®lo un saludable af¨¢n de llenar una sala (al fin y al cabo, el cine ha de atraer la atenci¨®n del m¨¢ximo p¨²blico posible; la sala vac¨ªa, el camino contrario, tendr¨¢ su prestigio, pero es rid¨ªculo y frustrante), sino tambi¨¦n la idea de quebrar la monoton¨ªa que puede haber en un saludo y sus convenciones y, sobre todo la idea de tirar de un inesperado hilo, del primero que uno encuentra, y con esa obsesi¨®n, que puede empezar pareciendo fuera de lugar y lateral, acabar llegando muy lejos, incluso a llenar las salas del mundo entero.
En Mi ¨²ltimo suspiro esa forma de tirar del hilo menos pensado es continua. Una gran fiesta. Y ahora una pregunta: ?se nota que, imitando a la Orden de Toledo que fundara Bu?uel, he creado recientemente una orden, cuyo m¨¢ximo objetivo en la Tierra es lograr que, aun no siendo una novedad, se llenen de nuevo las librer¨ªas de todo el mundo con ejemplares de Mi ¨²ltimo suspiro?
Bueno, respiro, y sigo. En el libro no hay lugar para el tedio porque un fin¨ªsimo hilo lo est¨¢ quebrando siempre. Habla Bu?uel, por ejemplo, del pedantismo de las jergas literarias, fen¨®meno t¨ªpicamente parisiense que causa estragos, cuando se acuerda del joven intelectual mexicano que conoci¨® en una escuela de cine de D. F. y de quien, al preguntarle qu¨¦ ense?aba, recibi¨® esta respuesta:
¡ªLa semiolog¨ªa de la imagen cl¨®nica.
Lo hubiera matado, dice Bu?uel.
Y a continuaci¨®n ¡ªtirando del hilo del crimen¡ª da otro salto en la conversaci¨®n y a?ade a bote pronto lo siguiente: detesta a muerte a Steinbeck. Le habr¨ªa matado, dice, a causa de un art¨ªculo en el que contaba ¡ªseriamente¡ª que hab¨ªa visto a un ni?o franc¨¦s pasar ante el palacio del El¨ªseo con una barra de pan en la mano y presentar armas con ella a los centinelas: ¡°Steinbeck encontraba este gesto conmovedor. Pero, ?c¨®mo se puede tener tan poca verg¨¹enza? Steinbeck no ser¨ªa nada sin los ca?ones americanos. Y meto en el mismo saco a Dos Passos y Hemingway. ?Qui¨¦n les leer¨ªa si hubiesen nacido en Paraguay o en Turqu¨ªa? Es el poder¨ªo de un pa¨ªs lo que decide sobre los grandes escritores¡¡±.
Ah¨ª est¨¢ ya el Bu?uel de la segunda parte del retrato de Mars¨¦, el hombre absoluta y admirablemente libre. El mismo que huye con dolor de barriga de una salita de cine. Un perfecto anarquista baturro. El mismo hombre libre que nos narra en Mi ¨²ltimo suspiro su ¨²ltima aventura en Hollywood: habiendo sido nominado para los Oscar, le visitaron cuatro periodistas mexicanos amigos y le preguntaron si cre¨ªa que ganar¨ªa. Estoy convencido, les dijo, ya he pagado los veinticinco mil d¨®lares que me han pedido, y los norteamericanos tienen sus defectos, pero son hombres de palabra.
Cuatro d¨ªas despu¨¦s, los peri¨®dicos mexicanos anunciaban que hab¨ªa comprado el Oscar por veinticinco mil d¨®lares. Esc¨¢ndalo en Los ?ngeles. El productor Silberman no pod¨ªa estar m¨¢s molesto con Bu?uel. Pero tres semanas despu¨¦s la pel¨ªcula obten¨ªa el Oscar, lo que le permiti¨® insistir en su idea:
¡ªLos americanos tienen sus defectos, pero son hombres de palabra.
Lean o simplemente regresen a Mi ¨²ltimo suspiro ahora que lo he comprado por veinticinco mil d¨®lares, ahora que es evidente la incidencia cada vez m¨¢s acusada de Bu?uel en el cine actual, pues basta con mirar a Hollywood y hacia el oscarizado Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu, su disc¨ªpulo aventajado, o bien constatar c¨®mo Bu?uel es hoy uno de los motores esenciales del vigoroso cine latinoamericano de este siglo, o bien recordar su influencia en el curioso Magical Girl, </CF>de Carlos Vermut, o escucharle decir al coreano Bong Joon-ho a la entrada de un cementerio: ¡°Bu?uel, por favor, no hay otro como ¨¦l¡±.
De ese cementerio debe de estar escap¨¢ndose ahora Bu?uel para llegarse hasta un quiosco y comprar la prensa y leer que el relanzamiento de Mi ¨²ltimo suspiro llena salas enteras del Quartier Latin de Par¨ªs.
Enrique Vila-Matas es escritor. Su ¨²ltimo libro es Kassel no invita a la l¨®gica (Seix Barral).
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