Mi capitana
El ministro Moren¨¦s rectific¨®, esa es una noticia. Pedir perd¨®n es ins¨®lito en la sociedad de la arrogancia. Pero el hombre pidi¨® perd¨®n. Lo hizo a su modo, pues todas las personas tienen su forma de pedir perd¨®n; nadie se arrepiente mejor que otro. ?Se arrepinti¨® tarde? Claro: cuando se ofende a alguien, este tiene derecho a sentir que ya el primer minuto es tard¨ªsimo.
Los ofendidos (la capitana Zaida Cantera, la parlamentaria Irene Lozano) tienen derecho a sentir que el modo del ministro fue autosuficiente en el hemiciclo y luego, al pedir perd¨®n, insuficiente, pero esos son matices que conocen m¨¢s los implicados que los que hemos asistido (con estupor) al grave incidente parlamentario.
Parec¨ªa raro en Moren¨¦s lo cercano que estuvo del insulto; estos d¨ªas circula una sentencia de la que se deduce que el lenguaje militar (el lenguaje cuartelero) tiene que ser desconsiderado, e incluso soez, para lograr su objetivo. Esa es una mamarrachada, dicho sea en el mismo lenguaje cuartelero que queremos derruir. En los cuarteles, en los seminarios y en la calle hay que hablar considerando al otro con el respeto debido. Entre las ofensas (pues fueron ofensas) que proclam¨® el ministro hubo desconsideraciones graves a sus oponentes, como cuando mand¨® callar a la diputada. Imagino que fueron estas desconsideraciones las que le llevaron al se?or Moren¨¦s, luego, a bajarse del caballo y decirle a ?ngels Barcel¨® en la SER que lamentaba much¨ªsimo ¡°lo de¡± la se?ora Cantero, a la que, adem¨¢s, ante el micr¨®fono elev¨® a la categor¨ªa de comandante...
En los cuarteles, en los seminarios y en la calle hay que hablar considerando al otro con el respeto debido
Pero el hombre se arrepinti¨® y abri¨® espacios en las leyes para acabar con esa ofensa que el estamento militar ha hecho a la capitana. Esa no es una ofensa cualquiera, y los tribunales lo dictaminaron as¨ª, encarcelando al teniente coronel que la acos¨®. Hizo bien ella en denunciarlo, e hicieron muy mal sus superiores en no atenderla cuando se quej¨® de esos comportamientos. En el programa Salvados, ?vole le dio la posibilidad a Moren¨¦s y a sus subalternos de intervenir y explicar; pero ni el ministro ni sus subalternos se dignaron responder al periodista, que es como no responder a la ofendida, a la que el estamento militar sigui¨® zahiriendo despu¨¦s del juicio y de su correspondiente resoluci¨®n.
Hizo bien Zaida Cantera en acudir de nuevo en busca del amparo del Ministerio de Defensa y, como este la desoy¨® de facto, en buscar en el Parlamento o¨ªdos que la tuvieran en cuenta. De ese contacto con la diputada (y escritora) Irene Lozano sali¨® un libro, No, mi general (Plaza y Jan¨¦s), que firman Lozano y Cantera; es leg¨ªtimo que llegue a la imprenta una historia as¨ª, y no tiene sentido que el ministro declare en el Parlamento que el esc¨¢ndalo est¨¢ montado para vender m¨¢s ejemplares; de eso no se ha arrepentido expl¨ªcitamente el ministro Moren¨¦s, pero conviene que lo haga, porque se deduce de ello que es f¨¢cil promover un libro en este pa¨ªs donde se lee tan poco. Y promover un libro aqu¨ª es tan dif¨ªcil ahora como pedir perd¨®n.
Publicar un libro es llorar; este No, mi general es el producto de un llanto, como fue consecuencia de la alegr¨ªa Los versos del capit¨¢n de Neruda. Seguro que el ministro, que ya habr¨¢ le¨ªdo el de Neruda, se pone a leer ahora el de Irene y Zaida, la capitana. jcruz@elpais.es
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