T¨²nez todav¨ªa es la soluci¨®n
El pa¨ªs norteafricano queda como la excepci¨®n, solitaria democracia en un oc¨¦ano de autocracias y Estados fallidos
No era la excepci¨®n, sino la soluci¨®n. Supieron verlo muy claramente los manifestantes laicos de la plaza Tahrir de El Cairo en 2011. Frente al ¡°islam es la soluci¨®n¡± de los Hermanos Musulmanes, su eslogan era ¡°T¨²nez es la soluci¨®n¡±. Pero tambi¨¦n lo han sabido ver los islamistas violentos, que quieren imponer a sangre y fuego el islam como ¨²nica soluci¨®n.
La soluci¨®n de T¨²nez es bien clara: sustituir al tirano por un r¨¦gimen de democracia representativa en el que el pueblo sea el ¨²nico soberano; todos iguales, hombres y mujeres; nadie por encima de una Constituci¨®n, en la que caben todos los que respetan la regla de juego por la que se rigen.
Esa soluci¨®n tunecina no sirvi¨® en Egipto. All¨ª llegaron democr¨¢ticamente al Gobierno los islamistas, creyentes solo en la soberan¨ªa de Al¨¢, partidarios de la sumisi¨®n de las mujeres y arrogantes discriminadores de quienes profesan otras religiones o no profesan religi¨®n alguna. Dividieron el pa¨ªs, azuzaron la violencia sectaria y gobernaron con tanto partidismo como impericia econ¨®mica, allanando as¨ª el camino al regreso de la dictadura militar.
Menos sirvi¨® en Libia, Yemen y Siria, donde las revueltas civiles se trocaron en guerras inciviles y convirtieron a buena parte de los rebeldes en combatientes de un monstruo todav¨ªa m¨¢s temible que la dictadura, un califato que impone con el terrorismo un islam primitivo y demencial.
T¨²nez qued¨® como la excepci¨®n, solitaria democracia en un oc¨¦ano de autocracias y Estados fallidos. Pero era la soluci¨®n, el modelo que el Estado Isl¨¢mico combate, exactamente lo contrario del califato. Los partidarios de Al Bagdadi y quienes secretamente simpatizan con el califato o incluso lo financian o lo han financiado quieren que T¨²nez sea una dictadura militar como Egipto o un pa¨ªs incendiado por las guerras civiles sectarias como Libia, Siria o Yemen.
Eso explica el ataque a su Parlamento, instituci¨®n que hace la ley y donde tiene su residencia la soberan¨ªa popular, abominado por quienes solo quieren obedecer a la shar¨ªa y reconocer la soberan¨ªa de Al¨¢. Y eso explica tambi¨¦n la matanza de turistas europeos, que da?a a la econom¨ªa tunecina y ejemplifica el desprecio hacia la vida de quienes no profesan la religi¨®n isl¨¢mica en su versi¨®n salafista violenta.
El islam no es la soluci¨®n, pero solo del islam puede salir la soluci¨®n a la resonancia entre religi¨®n y violencia que se expande desde numerosas mezquitas y madrasas. El islamismo armado es el fruto, pero el ¨¢rbol de donde salen sus ideas rigoristas y la savia financiera echa sus ra¨ªces en buen n¨²mero de autocracias ¨¢rabes.
T¨²nez es la soluci¨®n, pero la soluci¨®n no puede llegar de T¨²nez solo. T¨²nez es tambi¨¦n el ¨²ltimo baluarte frente a la ominosa alternativa entre la dictadura y el caos que ha venido garantizando la estabilidad. ?Vamos a dejar solos ahora a los tunecinos?
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