?Soy Charlie? S¨ª, pero hoy soy T¨²nez
Tras el atentado islamista, Occidente debe volcarse con el pa¨ªs
?Qui¨¦n ha golpeado en T¨²nez?
Otros art¨ªculos del autor
?El Estado Isl¨¢mico, que reivindica el atentado?
?Una c¨¦lula de Al Qaeda en el Magreb, infiltrada y en conexi¨®n con el centenar de combatientes de la brigada Okba Ibn Nafa, presente en la regi¨®n del monte Chaambi, al oeste del pa¨ªs, no lejos de la frontera argelina?
?Una emanaci¨®n de la muy salafista Ansar al Sharia, a la que el r¨¦gimen surgido de la revoluci¨®n anti Ben Ali le toler¨® durante demasiado tiempo las pr¨¦dicas, las ONG supuestamente caritativas, los militantes surgidos de las c¨¢rceles para fomentar, casi inmediatamente, la revoluci¨®n fascislamista?
Puede que la pregunta no tenga tanta importancia, al fin y al cabo.
Esos grupos, competidores pero emparentados y abocados, cuando no matan, a una s¨®rdida rivalidad mim¨¦tica cuyo objetivo es la apropiaci¨®n medi¨¢tica de ese bien raro pero valioso que son los ¡°grandes¡± ataques terroristas en la era de lo ¡°espectacular integrado¡±, no parecen ser, a fin de cuentas, sino distintas serpientes de la misma repugnante cabeza de Medusa.
En cambio, lo que es seguro es que los canallas han elegido el ¨²nico pa¨ªs de la regi¨®n que no ha traicionado las promesas de una primavera ¨¢rabe que, por lo dem¨¢s, hab¨ªa iniciado.
Lo que es seguro es que, como los talibanes de Tombuct¨², como los de Bamiy¨¢n, en Afganist¨¢n, como los destructores de ¨ªdolos de Irak y Siria, al escoger el Museo del Bardo, la han emprendido con la belleza del mundo y con su memoria.
Y lo que tambi¨¦n es seguro es que al atacar a los visitantes que hab¨ªan ido ese d¨ªa a admirar la m¨¢s c¨¦lebre colecci¨®n mundial de mosaicos romanos, al apuntar a los extranjeros que, desde hac¨ªa algunos meses, estaban volviendo a un pa¨ªs tradicionalmente cosmopolita que obten¨ªa parte de su riqueza de ese turismo de masas, al intentar aterrorizar a una ciudad que fue la de Abdelwahab Meddeb y su obra transfronteriza que mezclaba voces griegas y ¨¢rabes, la lengua de Dante y la de Ibn Arabi, han enviado un mensaje aterrador pero claro: ¡°Marchaos y no volv¨¢is; abandonad T¨²nez a su suerte y al sangriento destino que le reservamos; la umma es su sino; Occidente es su enemigo; y, entre una y otro, entre la comunidad de los creyentes y la comunidad de los que creen en el mestizaje de comunidades y pensamientos, hay una guerra declarada, una guerra de civilizaciones sin cuartel¡±.
Este acontecimiento, todos lo sabemos, no ha sido una sorpresa.
As¨ª lo ha afirmado el presidente Beji Ca?d Essebsi, que inmediatamente ha observado que las agencias de inteligencia esperaban una acci¨®n de esta clase desde hac¨ªa varias semanas.
Los tunecinos lo saben, pues no han olvidado el atentado suicida cometido hace trece a?os por un comando de franceses contra la sinagoga de Yerba que, extra?amente, caus¨® el mismo n¨²mero de v¨ªctimas que la matanza de hace unos d¨ªas.
Y, finalmente, ning¨²n amigo de T¨²nez puede ignorar que el pa¨ªs del jazm¨ªn, ese modelo de transici¨®n democr¨¢tica en v¨ªas de triunfar, esa tierra de libertad que estuvo, incluso antes de su revoluci¨®n, en la vanguardia de una emancipaci¨®n de las mujeres que es, all¨ª como en otros lugares, uno de los indicadores principales de la modernidad, tambi¨¦n proporcion¨® a la Yihad siria, iraqu¨ª o libia su m¨¢s fuerte contingente de fan¨¢ticos: cerca de 3.000 combatientes identificados a los que, aparentemente, habr¨ªa que a?adir varios centenares de ¡°candidatos¡± detenidos antes de que pudieran abandonar el pa¨ªs y varios centenares de ¡°arrepentidos¡± que entraron sin que la polic¨ªa, decapitada y desorganizada tras la ca¨ªda del r¨¦gimen anterior, haya sido capaz de vigilarlos. Sin duda una cosa explica la otra. Puede que el entusiasmo por la invenci¨®n democr¨¢tica siempre tenga como sombra proyectada y efecto indeseable una no menos entusiasta pasi¨®n por la servidumbre y la muerte; pero al fin y al cabo es mucha gente para una peque?a naci¨®n y para un gran pueblo de apenas once millones de almas...
Raz¨®n de m¨¢s para aportar a este T¨²nez de luto pero valiente el apoyo pol¨ªtico al que inmediatamente se refiri¨® el presidente Hollande.
Raz¨®n de m¨¢s para extender al pueblo de T¨²nez esa solidaridad de los afectados que es como una larga cadena que va desde los testigos del 11 de Septiembre a los del Hyper Cacher de Vincennes, pasando por los supervivientes de las masacres de Copenhague, Oslo o Nairobi.
Y raz¨®n de m¨¢s para apoyar los movimientos de solidaridad espont¨¢nea que se han producido inmediatamente en las redes sociales y en otros espacios bajo el tema: ¡°?Los terroristas pretenden que desistamos de nuestro amor por T¨²nez y de viajar all¨ª? ?Pretenden poner en cuarentena a uno de los pa¨ªses m¨¢s abiertos de la regi¨®n? ?Sue?an con convertirlo en no se sabe qu¨¦ caricatura estridente y posmoderna del Estado comercial cerrado de Fichte? Pues no. Al contrario, mantengamos el contacto. Multipliquemos nuestra presencia y nuestros v¨ªnculos. Y, confirmando nuestras vacaciones y nuestras estancias, oponi¨¦ndonos al viento de p¨¢nico que sopla entre los touroperadores europeos, acudiendo cada vez m¨¢s numerosos a las salas de exposici¨®n del Museo del Bardo y de los otros museos de Susa, Cartago o Raqqada, mostremos a los adoradores de la nueva secta de los asesinos que no tenemos miedo; record¨¦mosles una vez m¨¢s que ellos solo son fuertes cuando nosotros somos d¨¦biles¡±.
?Soy Charlie? S¨ª. Pero, por la misma raz¨®n, hoy soy T¨²nez.
Bernard-Henri L¨¦vy es fil¨®sofo.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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