Una cita con la Parca

He le¨ªdo el sabio y sensato art¨ªculo de mi querido Jes¨²s Moster¨ªn Una cita con la parca. Al punto han acudido a mi memoria las palabras que en el canto XXII de la Il¨ªada se entrecruzan H¨¦ctor y Aquiles en la refriega del desenlace fatal. H¨¦ctor exclama: ¡°Pero ahora la Parca en sus manos me tiene, mas no quiero morir de una forma cobarde y sin gloria, sino haciendo algo grande que admiren los hombres del futuro¡±; y Aquiles le responde: ¡°?Muere! Recibir¨¦ ya la Parca cuando lo dispongan los deseos de Zeus y otras deidades eternas¡±. Son dos h¨¦roes, aman la vida pero no les importa perderla atravesados por una lanza en el campo de batalla. Les compensa la b¨²squeda de la inmortalidad en las generaciones venideras. La estancia en el m¨¢s all¨¢ es un lugar sombr¨ªo habitado por las almas inanes de los muertos. As¨ª, Aquiles en el canto XI de la Odisea responde a Odiseo en su bajada a los infiernos: ¡°No intentes consolarme de la muerte, esclarecido Odiseo: preferir¨ªa ser labrador y servir a otro, a un hombre indigente que tuviera poco caudal, a reinar sobre los muertos¡±. Yo no soy una hero¨ªna y amo la vida, no esperar¨¦ paciente que caiga de la clepsidra el ¨²ltimo grano de arena en una situaci¨®n terminal. No le pedir¨¦ una cita a la Parca, pero s¨ª le pedir¨¦ que me env¨ªe a su hermano gemelo, el sue?o bondadoso, envolvente y eutan¨¢sico. Al fin y al cabo, nuestros nietos son cachitos ef¨ªmeros de nuestra ef¨ªmera inmortalidad.¡ª Margarita Ram¨ªrez-Montesinos Vizcayno.