El sapo de la identidad
Cog¨ª un disgusto de muerte cuando descubr¨ª que el juego no era peruano. No me extra?¨® destapar el origen brit¨¢nico del ¡°tiro al sapo¡±
Si el sapo fuera deporte ol¨ªmpico ser¨ªamos campeones mundiales¡±, sentenci¨® mi padre tras otro fracaso de la selecci¨®n peruana de f¨²tbol. Sin embargo, su reflexi¨®n no se me antoj¨® peregrina porque desde ni?o contemplaba fascinado los ardorosos campeonatos de sapo que disputaban los adultos despu¨¦s de las parrilladas. Me encantaba ver c¨®mo volaban las fichas hacia la boca del bicho, el ta?ido de los bronces cuando impactaban en la mariposa y aquel soniquete le?oso de los cajones, tan especial como el que producen las bolas de billar cuando caen en las buchacas. Y lo maravilloso es que el sapo pod¨ªa jugarse achispado, con m¨¢s de setenta a?os de buena punter¨ªa y aprovechando el peso de la barriga cervecera para adornarse lanzando al volapi¨¦. Por eso cog¨ª un disgusto de muerte cuando descubr¨ª que el sapo no era peruano.
Mis amigos argentinos proclamaban que el sapo era un invento de los criollos de R¨ªo de la Plata, pero luego descubr¨ª estupefacto que en Chile tambi¨¦n cre¨ªan que el juego de la rana era m¨¢s chileno que un mo¨¢i de la isla de Pascua. ?Y si el Libertador San Mart¨ªn llev¨® el sapo de Argentina a Per¨² pasando por Chile? Imposible, porque los colombianos tienen el juego de la rana, los mexicanos una mesa de sapo y los ecuatorianos el tablero del sapo. En el colmo de la confusi¨®n m¨ªtica, el sapo guatemalteco es el mismo de la iconograf¨ªa maya y en Bolivia es el Pukllay sapu, que traducido del quechua quiere decir ¡°tiro al sapo¡±. En cualquier caso, parec¨ªa claro que el juego ten¨ªa copyright latinoamericano y as¨ª la colonia latina de Vancouver celebra desde 2012 el Campeonato Mundial de Juego de Rana en las canchas de sapo del Collingwood Neighbourhood House. Pero no. Para que el horror sea perfecto, vascos y asturianos ri?en en Espa?a por el patrimonio del juego de la rana.
En efecto, el juego de la rana en Asturias est¨¢ documentado desde el siglo XIX ¨Cdonde era habitual en chigres y sidrer¨ªas¨C, aunque tambi¨¦n en el Pa¨ªs Vasco existen antiguos clubes raneros por Lemoa, Bedio, Erandio y Abadi?o. ?O sea que despu¨¦s de tanto chovinismo el sapo era un juego espa?ol? La decimoquinta edici¨®n del DRAE incorpor¨® en 1925 la siguiente acepci¨®n de rana: ¡°Juego que consiste en introducir desde cierta distancia una chapa o moneda por la boca abierta de una rana de metal puesta sobre una mesilla¡±. C¨®mo ser¨¢ de castiza la rana que en Espa?a las fichas son tejos, los casilleros troneras y las mariposas ruletas. No obstante, no me creo que la rana fuera ni vasca ni asturiana, porque tambi¨¦n es un esparcimiento tradicional de la comarca del Jiloca (Teruel) y en Azuqueca de Henares (Guadalajara). Por eso no me extra?¨® destapar el origen brit¨¢nico del sapo.
Al parecer, el sapo de toda la vida se viene jugando en las tabernas de Sussex desde el siglo XVIII bajo el nombre de Toad in the hole, de donde habr¨ªa salido para Francia (Jeu de la grenouille) y tambi¨¦n hacia Espa?a, antes de saltar el charco como en los haikus. Menos mal que los ingleses tampoco rascan bola en los mundiales, porque el f¨²tbol en Inglaterra viene a ser lo mismo que la democracia en Grecia: un invento maravilloso perfeccionado lejos de sus fronteras. Mismamente como el sapo, aquel juego que quiz¨¢ por ser tan humilde todos en Am¨¦rica Latina jur¨¢bamos que era propio, tel¨²rico y aut¨®ctono como nuestra identidad. Y ese sapo ¨Cel de la identidad¨C s¨ª que habr¨¢ que trag¨¢rselo.
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