Un tesoro en la rec¨¢mara del Arqueol¨®gico
Reabierto hace un a?o tras una dr¨¢stica remodelaci¨®n, el Museo Arqueol¨®gico Nacional ya no solo vive de la ¡®Dama de Elche¡¯ La nueva presentaci¨®n de sus fondos y la exposici¨®n de la ¡®Mercedes¡¯ ha disparado las visitas de 150.000 a cerca de un mill¨®n En su c¨¢mara acorazada se conserva una de las colecciones numism¨¢ticas m¨¢s sobresalientes de Europa: 300.000 monedas reunidas a lo largo de tres siglos
El dinero es m¨¢s viejo que la democracia. El est¨¢tero de Mileto procede de un mundo tan arcaico que la filosof¨ªa acababa de nacer, gracias a cuatro curiosos que buscaban el origen de todas las cosas, y los atenienses todav¨ªa no hab¨ªan inventado el gobierno del pueblo. Comenz¨® a circular entre el 600 y 575 antes de Cristo, con los griegos comerciando a todo trapo y estableciendo una suerte de franquicias de sus ciudades por el Mediterr¨¢neo. Es la pieza m¨¢s antigua de la colecci¨®n numism¨¢tica del Museo Arqueol¨®gico Nacional (MAN) y una de las m¨¢s primitivas de la historia. Hasta que los griegos de Asia Menor (actual Turqu¨ªa) comenzaron a adjudicarles un valor de pago a metales tallados, la humanidad b¨¢sicamente hac¨ªa trueques y pagos en especie.
En estos ¨²ltimos 2.600 a?os ha habido otros d¨®lares y otros euros. El denario romano, el d¨ªrham de Al Andalus, el ducado veneciano o el real de a ocho hispano circularon fuera de sus fronteras naturales como una muestra del poder¨ªo de los imperios a los que representaban. Para saber qui¨¦n mandaba, conven¨ªa echar un vistazo a las carteras de la ¨¦poca. Una moneda era algo m¨¢s que dinero. Era tambi¨¦n una eficaz arma de propaganda pol¨ªtica y un indicador cultural, capaz de anticipar que el Renacimiento estaba a la vuelta de la esquina.
¡°No hay nada anecd¨®tico en una moneda¡±, precisa Paula Gra?eda, t¨¦cnica del departamento de Numism¨¢tica del Arqueol¨®gico, que conserva, estudia y custodia una excepcional colecci¨®n formada por 300.000 piezas, una de las m¨¢s importantes junto a la del British Museum. Un tesoro apenas conocido, que hunde sus ra¨ªces en el siglo XVIII, cuando el primer Borb¨®n que rein¨® en Espa?a, Felipe V, orden¨® crear una Biblioteca Real abierta a un p¨²blico restringido ¨Cni mujeres ni menesterosos¨C que inclu¨ªa un gabinete de curiosidades al que iban a parar las monedas, medallas, esculturas y piezas arqueol¨®gicas. ¡°Las monedas hablan y ponen rostro a los personajes a los que se refieren las fuentes escritas, por eso las bibliotecas las incorporan a sus colecciones¡±, se?ala Carmen Marcos, subdirectora del museo, que supervis¨® el traslado a Espa?a de las 600.000 monedas que la empresa Odyssey hab¨ªa expoliado de la fragata Mercedes.
En 1715 la colecci¨®n contaba con unas 20.000 piezas. Desde entonces se ha multiplicado quince veces gracias a compras, donaciones y hallazgos arqueol¨®gicos. Del monetario de madera se ha pasado a la c¨¢mara acorazada, dise?ada como un guante a medida. Aprovechando la profunda transformaci¨®n del Arqueol¨®gico, convertido en el museo de moda desde su reapertura el 1 de abril de 2014 (ha pasado de 150.000 visitas en 2010, ¨²ltimo a?o antes del cierre, a rozar el mill¨®n), se construy¨® la c¨¢mara, que mantiene unas condiciones estables (23-25 grados de temperatura y 30%-35% de humedad), suspendida sobre vigas capaces de soportar las ocho toneladas de unos fondos que han conocido horas de euforia (expediciones cient¨ªficas del XIX) y horas de miedo (dos guerras civiles).
En dos d¨ªas de noviembre de 1936 se desbarataron a?os de coleccionismo. El Gobierno republicano se incaut¨® de las monedas de oro del museo que, junto al tesoro de los quimbayas colombianos, se embarcar¨ªan en el Vita hacia M¨¦xico por orden del presidente Juan Negr¨ªn para financiar necesidades de los exiliados espa?oles. El patrimonio de los quimbayas se recuper¨®, pero las 2.796 piezas de oro (griegas, romanas, bizantinas, visigodas, ¨¢rabes y medievales) no retornaron jam¨¢s.
De la requisa se salvaron tres joyas, escondidas por funcionarios en distintos despachos. Hoy siguen siendo el tr¨¦bol de honor del museo, visibles en su exposici¨®n permanente: el cuaterni¨®n de Augusto, la gran dobla de Pedro I el Cruel y el cent¨¦n de Felipe IV. Marketing en estado puro. El primer emperador de Roma agudiz¨® al m¨¢ximo su sentido de la propaganda. Despu¨¦s de humillar en el campo de batalla a Marco Antonio y Cleopatra en el 27 antes de Cristo se encarg¨® de airearlo para la posteridad en un cuaterni¨®n de oro: en el anverso refulge su juvenil perfil circundado por las palabras emperador y c¨¦sar; en el reverso se tall¨® un hipop¨®tamo, s¨ªmbolo del Nilo, junto a dos palabras telegr¨¢ficas. Y lapidarias: ¡®Egipto conquistado¡¯.
En 1360 Pedro I el Cruel tampoco se qued¨® corto. Para festejar su victoria en la batalla de N¨¢jera frente a su hermano orden¨® emitir la gran dobla de oro, que regal¨® a los nobles que le hab¨ªan secundado. Y en 1633 Felipe IV acu?¨® la pieza de mayor valor y m¨¢s peso de la historia monetaria espa?ola: el cent¨¦n de 338 gramos. Cuarto y mitad de oro. Eran los d¨ªas de vino y rosas del imperio de los Austrias.
¡°La moneda es un fuerte instrumento de propaganda pol¨ªtica al servicio del poder, da informaci¨®n sobre aquello que quiere transmitir¡±, sostiene Javier Santiago, catedr¨¢tico de Epigraf¨ªa y Numism¨¢tica de la Universidad Complutense. ¡°En el siglo XVIII¡±, a?ade, ¡°Felipe V sigue incluyendo en su escudo de armas los territorios europeos que ya hab¨ªa perdido en el norte de Europa, con lo que nos informa sobre sus reivindicaciones territoriales¡±. De Franco solo hay dos retratos. ¡°Uno de Benlliure, que dura hasta 1966, y luego otro que ya le muestra como un ancianito venerable¡±.
Por la expansi¨®n de una moneda se mide la potencia. La andalus¨ª, por ejemplo. ¡°Se ha encontrado plata acu?ada en el califato de C¨®rdoba en Polonia. Los cristianos castellanos empiezan a acu?ar en el siglo XII, mientras que los ¨¢rabes lo hac¨ªan desde 711 en cecas m¨®viles que mov¨ªan con el Ej¨¦rcito para pagar a los soldados¡±, cuenta Paula Gra?eda, especialista en la notable colecci¨®n andalus¨ª. Tiempos medievales m¨¢s avanzados de lo que se presume, con monedas biling¨¹es, en lat¨ªn y ¨¢rabe.
¡°Hablan y ponen rostro a los personajes a los que se refieren las fuentes escritas, por eso las bibliotecas las incorporan¡±, dice Carmen Marcos
La moneda ¨Cque hab¨ªa nacido, recuerda Marta Campo, presidenta de la Sociedad Iberoamericana de Estudios Numism¨¢ticos, porque ¡°el Estado necesitaba hacer pagos y crea un sistema pr¨¢ctico en el que da un valor determinado a un trozo de metal, al que se pesa y al que se le da la garant¨ªa oficial¡±¨C se transform¨® tras la Primera Guerra Mundial. Los metales valiosos se sustituyeron por materiales menos nobles y menos escasos (en la actualidad se usan aleaciones de cupron¨ªquel ¨Ccobre y n¨ªquel¨C, acmonital o el oro n¨®rdico de los 20 c¨¦ntimos de euro). Se esfuma entonces el valor intr¨ªnseco. En su lugar apareci¨® el acto de fe, ¡°el valor fiduciario¡±. Todos hacemos que creemos que un papel vale en verdad 50 euros.
Atentar contra el dinero garantizado por el Estado sigue persigui¨¦ndose, aunque ya no se paga con la vida. ¡°Era un delito de lesa majestad¡±, subraya Montserrat Cruz, t¨¦cnica de Numism¨¢tica del Arqueol¨®gico, ¡°era el pilar del sistema econ¨®mico. Cuando la falsificaci¨®n era muy frecuente, el sistema se ca¨ªa¡±. El gran maestro del trilerismo monetario fue el alem¨¢n Carl Wilhelm Becker. El grabador false¨® monedas tan concienzudamente que las coloc¨® en casi todos los museos de fuste, que se vieron obligados a elaborar un inventario de obras fraudulentas.
No solo las falsas se retiran de la circulaci¨®n. Los tipos, los dise?os y los materiales cambian. Aunque hay monedas con varias vidas. La blanca, usada en la Castilla del siglo XIV, fue desplazada por el maraved¨ª en tiempos de Felipe II. Se despreci¨® por antigua y poco valiosa. Pero ella resiste en el d¨ªa a d¨ªa: ¡°Estamos sin blanca¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.