R¨ªos de sangre
La construcci¨®n de una hidroel¨¦ctrica en una zona pobre y rural de Guatemala enfrenta a muerte a los campesinos con la empresa
El d¨ªa que supo que en el r¨ªo de su infancia iban a instalar una hidrol¨¦ctrica, a do?a Rosa se le sec¨® la garganta.
Esa noche no peg¨® ojo.
David Chen, el mec¨¢nico dentista, tampoco pudo conciliar el sue?o.
En el fulgor de su oficio, hab¨ªa colocado coronas met¨¢licas en los dientes picados de toda la regi¨®n de Alta Verapaz, pero ni en esos agujeros con caries hab¨ªa encontrado algo tan negro como lo que se avecinaba.
Cuando vio llegar, en el horizonte, a la maquinar¨ªa que iba a drenar el r¨ªo, este hombre de pelo a taz¨®n, como el de los frailes que llegaron a Guatemala hace 500 a?os, levant¨® una barricada. En ese momento pas¨® de ser un prot¨¦sico dental respetado a un insurgente, de hombre de bien y pac¨ªfico a bandolero escondido en la sierra.
Su cu?ado, Victoriano, en plena agitaci¨®n, se asom¨® a la puerta y dijo que no le parec¨ªa mal que construyeran una presa en el r¨ªo si eso ayudaba a que dejaran de ser pobres.
Al fin y al cabo ¡ªexplic¨® con la oratoria expansiva que le caracteriza¡ª la obra ven¨ªa acompa?ada de empelo y progreso. Recordaba que algo as¨ª hab¨ªa dicho el presidente de la Rep¨²blica, Otto P¨¦rez Molina.
Una marabunta enloquecida se sinti¨® traicionada por sus palabras y quem¨® su casa. A la ma?ana siguiente, Victoriano agarr¨® lo que poco que le quedaba entre las cenizas, un gallo y una becerra a la que alimentaba con pan duro, y se fue para no volver.
Cerca de donde los obreros de la hidroel¨¦ctrica comenzaron a trabajar, el joven Carlos Isa¨ªas ten¨ªa una huerta en la que cultivaba pi?as. Una tarde quiso comprobar el estado de las frutas y se intern¨® en los terrenos privados que hab¨ªa comprado la empresa.
Alguien, no se sabe qui¨¦n, le dispar¨® desde lejos. La bala an¨®nima le alcanz¨® una v¨¦rtebra. El muchacho pasa d¨ªa y noche tratando de recuperarse en un hospital ortop¨¦dico de la Ciudad de Guatemala.
No se rinda, le dicen las enfermeras, sea fuerte, luche, quiz¨¢ alg¨²n d¨ªa vuelva a caminar.
En el lugar donde se pretende levantar una obra de ingenier¨ªa que retrata un salto en la historia, del molino a la energ¨ªa gravitatoria de las hidroel¨¦ctricas, las familias todav¨ªa cocinan y se gu¨ªan en la noche con fuego, como en la Edad de Piedra. "Y as¨ª vamos a seguir. Aunque se acabe de construir, no vamos a tener luz", cuenta David Chen, el antiguo mec¨¢nico dentista, en Monte Olivo, una comunidad ind¨ªgena situada en Cob¨¢n, a m¨¢s de 200 kil¨®metros de curvas de Ciudad de Guatemala.
Esta es tierra de grandes maratonianos en alpargatas. En la carretera que lleva hasta all¨ª se suceden corredores en el arc¨¦n al l¨ªmite de sus fuerzas, encogiendo los gemelos para superar empinadas cuestas. "?Fuerza, cabrones!", les anima un camionero con el pulgar en alto, como un c¨¦sar compasivo. El coche bordea una monta?a y accede a una vereda arenosa, cortada en seco por un puesto de control que los lugare?os de Monte Olivo han levantado en mitad del camino. Chen y los suyos controlan el paso de cualquier veh¨ªculo, d¨ªa y noche, aunque su cometido principal es que la maquinaria de la empresa no pase y prosiga la construcci¨®n de la presa de Santa Rita. ?
Los veh¨ªculos que logran cruzar esta especie de frontera rural ("Se proh¨ªbe el paso desde las 18:00 por seguridad", se lee en un cartel), en su mayor¨ªa microbuses que conectan el campo y la ciudad, dejan tras de s¨ª un reguero de polvo que acaba alojado en la garganta. La sensaci¨®n de ahogo en Monteolivo es constante y contagiosa desde que aqu¨ª se erigiera el n¨²cleo de mayor resistencia a la construcci¨®n de la hidroel¨¦ctrica, un proyecto financiado por el Banco Mundial.
La historia que ha acabado fracturando el pueblo comenz¨® en 2009. Por esas fechas, Ceder, una ONG para el desarrollo rural, lleg¨® con una propuesta de la empresa Santa Rita. A cambio de permitir el paso de los ?ingenieros y obreros que iba a drenar el r¨ªo Dolores, la compa?¨ªa destinar¨ªa dinero a la compra de fertilizantes y la tramitaci¨®n del Bono Seguro, un programa gubernamental de becas en salud y educaci¨®n. En un sitio donde viven 10.000 personas sin hospitales, agua potable, energ¨ªa y escuelas m¨¢s que insuficientes, un lugar abandonado por el Gobierno, una cara terrible de la pobreza rural, el asunto se discuti¨® largamente.
Unos estuvieron a favor de aceptar estas condiciones ¡ªel 71.7% vive en pobreza general y el 31.4 en pobreza extrema¡ª y otros, los que todav¨ªa resisten y han paralizado la obra, dijeron que era una propuesta insuficiente.
El asunto dividi¨® a hermanos, primos, padres e hijos que no se han vuelto a dirigir la palabra.
Federico Ponce Vaides es uno de los presidentes m¨¢s breves ¡ªy olvidados¡ª de la historia de Guatemala. Su Gobierno dur¨® apenas 108 d¨ªas, de julio a octubre de 1944. Derrocado por un golpe militar, se exili¨® en M¨¦xico. Su familia lo acompa?¨® pero dej¨® atr¨¢s una hermosa finca, llamada Santa Rita, en la que confluyen dos caudalosos r¨ªos. En ese tiempo la finca todav¨ªa no ten¨ªa trazados los caminos y hab¨ªa que abrirse paso a machetazos. Ponce Vaides, lejos de su tierra, siempre a?or¨® los d¨ªas en los que sal¨ªa a cazar pavas acompa?ado de dos ind¨ªgenas con los que se comunicaba en quekch¨ª, una lengua maya.
El expresidente, deprimido y arruinado, hipotec¨® la finca. Su hijo David Leonel zanj¨® el cr¨¦dito una d¨¦cada despu¨¦s tras regresar a Guatemala y tom¨® el decreto de posesi¨®n de la tierra. Durante la larga guerra civil del pa¨ªs, decenas de familias de campesinos que hu¨ªan del conflicto se refugiaron all¨ª, donde acabaron estableci¨¦ndose. La convivencia del finquero con los pobladores apenas existi¨®. En un territorio tan vasto como este no ten¨ªan que cruzarse, a caso una vez cada par de a?os. Con la llegada de la hidroel¨¦ctrica, estas familias fueron expulsadas y el conflicto no hizo m¨¢s que agrandarse.?
La pista en Cob¨¢n de David Leonel Ponce, el hijo que salv¨® la honra de un expresidente venido a menos, es difusa. Hay que preguntar aqu¨ª y all¨¢ un d¨ªa entero hasta llegar a los bajos de un edificio del cual es propietario. En los relatos de las comunidades ind¨ªgenas aparece caracterizado como un terrateniente poderoso que comanda un ej¨¦rcito de leales dispuesto a morir por el respeto a los l¨ªmites de su finca.
Sin embargo, se materializa en el asiento del acompa?ante de una vieja camioneta que conduce su esposa, una mujer 25 a?os m¨¢s joven. Ponce, de 71 a?os, asoma la mano por la ventanilla y se presenta de esta forma: ?"Hola, yo soy Leonel. No se asuste por el movimiento de mi brazo, tengo Parkinson".
Desde que alquil¨® a la empresa el¨¦ctrica unas hect¨¢reas que colindan con el r¨ªo, Ponce mantiene un conflicto abierto con las poblaciones vecinas. Los moradores del interior de la finca, para evitar su expulsi¨®n, se agruparon en una comunidad a la que llamaron 9 de febrero, por ser la fecha en la que se instalaron. El nuevo pueblito se construy¨®, estrat¨¦gicamente, en una zona de paso de la maquinar¨ªa. Junto a los vecinos de Monte Olivo, comandaron la posici¨®n rebelde al proyecto. La polic¨ªa procedi¨® al desalojo con un mandato judicial ¡ªtodav¨ªa hay rastros de incendios y destrucci¨®n de casas¡ª y la veintena de familias que viv¨ªan all¨ª acab¨® desperdigada en las monta?as.
El terrateniente dice que "los intrusos" le han robado 100 cabezas de ganado y saquearon un cortijo
"La confrontaci¨®n es dolorosa para los dos lados pero no me voy a retirar", dice Ponce en su casa de las afueras de Cob¨¢n, donde ha ense?ado las escrituras de las tierras y una carpeta llena de documentaci¨®n con las que quiere acreditar que tiene pleno derecho a hacer con esa propiedad lo que le venga en gana. Dice que "los intrusos" le han robado 100 cabezas de ganado y saquearon un cortijo. En la chapa de su vieja camioneta se aprecian seis disparos de bala de una escaramuza que tuvo con los vecinos.
Sandino, un hijo de 23 a?os al que llam¨® as¨ª por el revolucionario nicarag¨¹ense, es quien est¨¢ al cuidado de la finca. El muchacho intenta retomar el control del territorio para que vuelva a iniciar el proyecto. En un juzgado, los vecinos presentaron una denuncia en su contra por el asesinato sin esclarecer de un hombre en un tiroteo y le culpan de estar detr¨¢s de esa bala sin nombre que se incrust¨® en la espalda de Carlos Isa¨ªas, el joven que no ha vuelto a caminar. Sandino y su cuadrilla se enfrentan constantemente a los que pisan sus dominios. Los agricultores de Monte Olivo que tienen all¨ª sembrad¨ªos incursionan de vez en cuando sabi¨¦ndose que se juegan la vida. La muerte, en ese caso, no es m¨¢s que un encuentro fortuito entre unos y otros.
Ponce padre sostiene un arma del calibre 22 en unas manos que nunca se est¨¢n quietas: "Ser¨ªa duro perder un hijo, pero ni ¨¦l ni yo nos vamos a echar atr¨¢s. Esa tierra nos pertenece".
No es d¨ªa de visita en la c¨¢rcel de Cob¨¢n pero la abogada le ruega al guardi¨¢n: "No sea malito, d¨¦jenos entrar". Salvado el escollo, estamos en el patio de la prisi¨®n. Los presos est¨¢n tumbados en el suelo, como iguanas al sol. Un recluso, por unas monedas, busca a Timoteo Chen, el ¨²nico encarcelado por la resistencia a la hidroel¨¦ctrica. Diversas organizaciones sociales lo consideran un preso pol¨ªtico.
Pero la justicia guatemalteca, al menos el fiscal de la zona, lo tienen por un asesino. Chen fue detenido por el crimen de Guillermo Bol, un empleado de la empresa. El trabajador, en agosto de 2013, cruz¨® el puesto de control de Monte Olivo a bordo de una camioneta de transporte p¨²blico. Iba a cobrar un cheque.
Bol fue bajado a la fuerza. En un momento dado dispar¨® con una pistola que llevaba encima y el tiro fue a parar al patio del colegio. Es factible que Bol temiera ser linchado e intentara disuadir a la multitud. La bala perdida, la ¨²nica que percuti¨®, mat¨® a dos ni?os, de 9 y 13 a?os, que estaban jugando a las canicas. Cruz¨® la cabeza de uno, el m¨¢s bajo, y perfor¨® la garganta del otro, el m¨¢s alto. Una carambola inaudita, hasta dif¨ªcil de creer si no hubiera un informe forense y dos tumbas de ni?os en lo alto de una colina. Los padres los sepultaron juntos en un cobertizo de madera con placas de m¨¢rmol: "Porque para m¨ª vivir es Cristo y el morir es ganancia. Fil 1:21".
El doble asesinato se convirti¨® en triple al anochecer. La polic¨ªa intent¨® negociar con los l¨ªderes de la comunidad para que les entregaran al autor de los disparos pero no hubo acuerdo. Bol muri¨® linchado, atado de pies y manos.?
Ese mismo d¨ªa hab¨ªa viajado hasta Cob¨¢n Dinah Shelton, una relatora de la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para investigar el conflicto. Paz no encontr¨®. Timoteo dice que estaba con ella y que puede demostrarlo con fotograf¨ªas y testimonios pero a¨²n as¨ª las autoridades creen que fue el principal instigador del linchamiento. Los que sostienen que est¨¢ siendo v¨ªctima de una conspiraci¨®n, argumentan que ¨¦l ten¨ªa una huerta en los terrenos donde se va a construir la hidroel¨¦ctrica y se hab¨ªa convertido en un personaje inc¨®modo.
Enfrenta en escasos d¨ªas el juicio por el que le piden 20 a?os de c¨¢rcel. Sin embargo, Timoteo sonr¨ªe, como despreocupado. La abogada Carmen Cotiji le dice que hay que prepararse para la vista oral, que la empresa va a presentar un par de testigos que aseguran haberlo visto estrellando una piedra contra la cabeza de aquel hombre. Pero no puede ser, dice la abogada, el se?or muri¨® ahogado. ?C¨®mo puede ser eso, si hay una autopsia que demuestra que fue golpeado por un gent¨ªo? "Bueno... yo he o¨ªdo que ese d¨ªa llovi¨® mucho, tanto que, como estaba atado, no pude subirse a un lugar m¨¢s alto y se ahog¨®". La abogada parece estar tirando de ese humor patibulario que utilizan los inspectores de homicidios m¨¢s veteranos. "No, hablo en serio".
Timoteo escucha la conversaci¨®n sin ninguna mueca de asombro. Voy a salir pronto, todo va a salir bien, dice a continuaci¨®n. "Claro, claro. No tenga pena", insiste la abogada. Este hombre tras las rejas, a un cent¨ªmetro de un precipicio, est¨¢ mostrando una agradable sonrisa.
Jorge Manrique es el gerente de la Hidroel¨¦ctrica Santa Rita S.A. Est¨¢ sentado en una mesa de la cafeter¨ªa del aeropuerto internacional de la Aurora, en Ciudad de Guatemala. A su espalda, a trav¨¦s de un ventanal, se ve el final de la pista de despegue, el lugar exacto en el que los aviones echan a volar.
¡ª?Cu¨¢les son las caracter¨ªsticas de la hidroel¨¦ctrica?
¡ªEs una peque?a hidro de 23 megas. La presa tiene entre 10 y 13 metros. Es un proyecto menor comparado con otros que se desarrollan en Europa o Estados Unidos. No va a embalsar el agua, usa la que le llega ese d¨ªa.
¡ª?C¨®mo afecta a las comunidades la construcci¨®n de la hidroel¨¦ctrica?
¡ªYo solo veo beneficios. Ustedes han visto las condiciones de vida de la gente. Una pobreza extrema, no tienen agua potable, no tienen desag¨¹e, trabajo, una hambruna enorme. El proyecto proviene empleo. Nosotros hemos firmado un convenio social de apoyo mutuo con las comunidades. Con donaciones de fondo a largo plazo. Los l¨ªderes decidir¨¢n en que obras se invierte dinero: salud, colegios...
¡ª?Qui¨¦n manejar¨¢ esos fondos?
¡ªEn vez de que la empresa maneje esos fondos, invitamos a ONG a que participen de esas decisiones y el manejo del dinero y que tambi¨¦n aporten. Por eso jalamos a la municipalidad. Todo eso est¨¢ hecho, todo eso va a funcionar.
¡ª?C¨®mo est¨¢ la obra ahora mismo?
¡ªEst¨¢ parada. Se inici¨® la construcci¨®n pero estos grupos de oposici¨®n tienen su estrategia. Dejaron que se arreglara el camino de acceso y una vez que comenz¨® la construcci¨®n propia quemaron la maquinaria. Ahora tenemos una situaci¨®n d¨®nde un peque?o grupo ilegal en Monteolivo tiene controlado el acceso al ¨¢rea desde hace un a?o. Y el Gobierno no tiene la capacidad de decir la ley es esta, este es un camino p¨²blico y hay que respetarlo. ?En Espa?a el Gobierno permitir¨ªa que alguien bloquee un camino p¨²blico un grupo armado? Aqu¨ª con toda la mala publicidad que le han hecho al Estado, es incapaz de ir y sacar a esa gente porque le acusar¨ªan de violar derechos humanos. Nosotros no vamos a entrar para provocar una espiral de violencia.
¡ª?Cu¨¢nto empleo va a generar el proyecto?
¡ªDurante el periodo de construcci¨®n se emplear¨¢ a 250 personas. La gente de las comunidades no tiene la preparaci¨®n t¨¦cnica en obras y vamos a establecer un programa de capacitaci¨®n.
¡ªEs ir¨®nico que no vaya a llegar luz a las comunidades.
¡ªLas distribuidoras son las que llevan la electricidad. Por ley, nosotros como generadores no podemos proveer energ¨ªa a los consumidores finales.
David Chen es uno de esos tipos a los que no se les puede llamar consumidor final porque no tiene luz ni nada que se le parezca. La justicia le persigue por la quema de la maquinar¨ªa y anda a salto de mata, pero se ha dejado caer por la comunidad para explicar a los visitantes el conflicto ("el mundo tiene que saber lo que nos est¨¢ pasando").
El hombre que ya no planea volver a colocar implantes dentales trepa por agilidad por una pendiente hasta llegar a una colina, desde donde divisa la gran hoya gigantesca, monta?osa, selv¨¢tica, que nos rodea. A ras de suelo, unos peque?os mont¨ªculos, coronados cada uno por una flor.
Son tumbas.
El conflicto est¨¢ tan enconado que Chen no ve otra salida: "Si alg¨²n d¨ªa usted vuelve y ve la hidroel¨¦ctrica funcionando, es que yo estoy en uno de estos hoyos. O ellos o yo".
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