¡®Politics & policy¡¯
Uno de los problemas de la pol¨ªtica en espa?a consiste en la absoluta confusi¨®n entre las ganas de llegar al poder y el saber utilizarlo
Cenando en un bistrot de Washington, Marc Bassets, corresponsal de este peri¨®dico en la capital norteamericana, menciona la diferencia que hacen los gringos entre politics y policy: la politics vendr¨ªa a ser el arte de llegar al poder y permanecer en ¨¦l; la policy, el arte de usarlo. La distinci¨®n me parece al instante iluminadora, de entrada (o sobre todo) para nosotros: uno de los problemas de la pol¨ªtica en nuestro pa¨ªs consiste en la absoluta confusi¨®n entre politics y policy; o, si se prefiere, en el predominio absoluto de la politics sobre la policy. Esto es muy visible, me parece, en los medios de comunicaci¨®n. En ellos, cuando se entrevista a un pol¨ªtico, de lo que se habla es de c¨®mo piensa llegar al poder, de los resultados que le auguran las encuestas, de qu¨¦ alianzas establecer¨¢ y con qui¨¦n, de los intr¨ªngulis de partido (es decir, de la politics); en cambio, apenas se habla de qu¨¦ va a hacer con el poder cuando llegue a ¨¦l, o de qu¨¦ est¨¢ haciendo ya, de c¨®mo va a mejorar la educaci¨®n, la sanidad o la econom¨ªa, o de c¨®mo va a conseguir que no s¨®lo los tontos paguemos impuestos (es decir, de la policy). Yo tambi¨¦n procuro no chuparme el dedo, as¨ª que ya s¨¦ que sin politics no hay policy: al fin y al cabo, no hay forma de administrar el poder sin tenerlo; pero la politics sin policy es despreciable, porque es despreciable querer el poder sin saber para qu¨¦ se quiere, por simple y salvaje voluntad de poder: eso no es pol¨ªtica sino arribismo. La politics sin policy es el triunfo de Maquiavelo, el triunfo del polit¨®logo, el fracaso total. Mucho me temo que a bastantes pol¨ªticos y polit¨®logos lo anterior les parecer¨¢ una ingenuidad pueril; no s¨¦ si llevan raz¨®n, pero en cualquier caso es mil veces preferible ser un ingenuo que ser un corrupto.
De joven detestaba la pol¨ªtica, pero en cuanto tuve un hijo sent¨ª que o haces la pol¨ªtica o te la hacen
Al d¨ªa siguiente de cenar con Bassets me encuentro con C¨¦sar Aira en Union Station, la estaci¨®n de ferrocarril de Washington. Como se sabe, Aira es quiz¨¢ el primer narrador argentino actual y sin duda uno de los primeros de nuestra lengua, responsable de decenas de novelas delirantemente l¨²cidas y divertidas, y durante las casi tres horas posteriores, mientras viajamos juntos hacia Nueva York, hablamos de todo o de casi todo, pero sobre todo de Borges. En determinado momento, Aira evoca a cierto escritor malogrado, dice, por la pol¨ªtica. ¡°Si hay algo que detesto es la pol¨ªtica y el f¨²tbol¡±, dice. ¡°De hecho, si te fij¨¢s bien, las cr¨®nicas de f¨²tbol y de pol¨ªtica se parecen much¨ªsimo; a veces son casi intercambiables. Por lo dem¨¢s, lo peor es que, cada vez que triunfa la pol¨ªtica, se detiene la historia¡±. Le pregunto qu¨¦ quiere decir. ¡°Mira lo que pas¨® en la Uni¨®n Sovi¨¦tica¡±, me contesta. ¡°Mira lo que pasa en Cuba¡±. Le pregunto si alguna vez le interes¨® la pol¨ªtica y me contesta que s¨ª, que de joven, cuando tuvo un acceso de fiebre revolucionaria y fue detenido y encarcelado durante una breve temporada. En ese momento me acuerdo de una frase de Eugenio d¡¯Ors (¡°En Madrid, a las siete de la tarde, o das una conferencia o te la dan¡±) y le digo a Aira que a m¨ª me pas¨® lo contrario que a ¨¦l, que de joven detestaba la pol¨ªtica, o poco menos, pero en cuanto tuve un hijo sent¨ª, no s¨¦ si con raz¨®n, que o haces la pol¨ªtica o te la hacen; luego le hablo de la diferencia entre politics y policy, le digo que, contra lo que yo cre¨ªa de chico, Borges es un escritor seriamente pol¨ªtico, pero no le digo que algunos de sus relatos tambi¨¦n son pol¨ªticos y que Borges tal vez despreciaba la politics, pero no la policy; tampoco le digo que, a m¨ª, algunas de sus propias novelas me parecen muy pol¨ªticas, y que quiz¨¢ lo que ¨¦l detesta no es la policy, sino la politics.
A la ma?ana siguiente un coche me lleva desde Nueva York hasta Boston. El ch¨®fer es un tipo medio ruso y medio ucranio que considera un traidor a Gorbachov y un h¨¦roe a Putin y que acaba de descubrir el pasodoble espa?ol en las playas mexicanas de Canc¨²n; escuchando a todo volumen Paquito el chocolatero, mientras el ch¨®fer me ilustra sobre pol¨ªtica rusa y desfilan al otro lado de las ventanillas los restos de la mayor nevada de la historia de Massachusetts, me siento exactamente igual que si hubiera ingresado de repente en una novela de Aira y me pregunto si aquello es m¨¢s bien politics o policy. Me respondo que ni idea.
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