Superabogados. La ley del mercado
Fusiones. Adquisiciones. Opas. Salidas a bolsa. Entramos en los bufetes que est¨¢n detr¨¢s de las grandes operaciones financieras
Son las 15.30 de un jueves de marzo cuando la comitiva de japoneses remonta la calle de Fortuny, cruza delante del caf¨¦ Whitby, cuyo interior suele ser un hervidero de abogados, y atraviesa el paso de cebra de la calle de Almagro. Uno consulta su m¨®vil, otro va con el tel¨¦fono al o¨ªdo, todos con sus mochilas al hombro, las carteras en la mano y ese caminar apresurado y ausente de los ejecutivos. Tras los pasos de uno de los socios del bufete Freshfields, el mismo que asesor¨® en la refinanciaci¨®n de Colonial, enfilan hacia un edificio de cristales ahumados. En el umbral hay un letrero. Cuatrecasas, Gon?alves Pereira. Las recepcionistas, vestidas de oscuro, siempre se ponen en pie para dar la bienvenida. Al otro lado de los tornos, una escalinata serpentea en espiral a la primera planta, formando un tubo de vidrio, alrededor del cual se disponen el resto de los pisos. En el sexto, se encuentran los abogados de corporate. Negocios. Finanzas. Los veteranos eligen despacho en funci¨®n de sus galones. ¡°Seniority¡±, lo llaman. En uno de ellos, la chaqueta reposa en el perchero como la armadura de un guerrero. Al lado, un diploma en la pared distingue al inquilino como un destacado ¡°all-nighter¡±. Un premio al ¡°noct¨¢mbulo¡± que solo se puede entender si eres del gremio. El a?o pasado cerr¨® acuerdos por valor de 3.215 millones de euros, seg¨²n la consultora TTR. ?l se encuentra en el centro del despacho. Con el porte de un atleta, las gafas en las manos y un documento de la Comisi¨®n del Mercado Nacional de Valores sobre la mesa. Va en mangas de camisa. Las iniciales bordadas en el coraz¨®n. Los gemelos brillantes y lisos como gotas de mercurio. Tiene 53 a?os. Y una larga colecci¨®n de ¡°tombstones¡± en la estanter¨ªa. L¨¢pidas. Literalmente. ¡°Un peque?o recuerdo de cada operaci¨®n. Es el trofeo¡±, dice Fernando Torrente. Un souvenir de viejas batallas. ¡°En operaciones de estas hay un trabajo muy bestia¡±.
Somos el m¨¦dico de las empresas. De urgencias y de emergencias¡±
Quienes han logrado atravesar una con ¨¦xito, hablan de c¨®mo los sobrecoge una ¡°exaltaci¨®n de la amistad¡± al minuto siguiente de la firma. Hay selfies. Champ¨¢n. Abrazos. A menudo sucede a partir de medianoche. Despu¨¦s de 24 o 48 horas sin dormir. Se recuerda alguna de 72 horas. Una persona que ha pasado por ello recomienda llevar ¡°cuchillas de afeitar¡± por si acaso. Otro, almorzar o cenar cuando tengas oportunidad. ¡°No sabes cu¨¢ndo volver¨¢s a hacerlo¡±. Quiz¨¢ ni pises tu casa. Hay quien lo compara con una obra de teatro en la que se van puliendo l¨ªneas y palabras. A?adiendo garant¨ªas. Excepciones. Ajustando el precio. Previendo lo imprevisible. Una cat¨¢strofe. La salida de un pa¨ªs del euro. Se suceden carreras con papeles en la mano por los pasillos de las oficinas. Los tel¨¦fonos echan humo. Las impresoras no pueden fallar. El ¨²ltimo cambio de la ¨²ltima versi¨®n tras meses discutiendo. En secreto. A cara de perro. Y entre colegas. A menudo, tambi¨¦n amigos. Pero de bufetes rivales. Prima el inter¨¦s del cliente. Hay que mostrarse firme, no inflexible. Soltar lastre cuando toca. ¡°Un buen abogado es el que negocia y redacta el contrato¡±, dice otro profesional con experiencia. ¡°Pero sobre todo el que cierra. Con la llave inglesa¡±. La firma equivale a una transacci¨®n suculenta. Un baile de accionistas. La financiaci¨®n de una opa. La fusi¨®n de dos gigantes. Y eso exige aguantar la presi¨®n. Trabajar duro. Y dormir poco. Muy poco. ¡°Sobrevivir a esto requiere vocaci¨®n¡±, asegura Torrente. ¡°Somos como el m¨¦dico de las empresas. Y no solo de urgencias, sino de emergencias¡±. Entre las l¨¢pidas que colecciona, se encuentran las salidas a Bolsa de Telecinco, Iberia y Prisa, grupo editor de EL PA?S. ¡°La de Enel y Endesa¡±, a?ade, ¡°ese ha sido el toro m¨¢s bravo que me ha tocado lidiar¡±. Junto al ordenador, se yerguen dos tel¨¦fonos de sobremesa id¨¦nticos. ¡°Fue por una operaci¨®n de estricta confidencialidad. Por riesgo de escuchas¡±. En Cuatrecasas no hay papeleras. Todo documento ha de introducirse en un contenedor de metal ubicado en una sala aparte y en cuya panza se lee: ¡°Destruimos datos, generamos confianza¡±. Los asuntos los conocen solo quienes deben hacerlo. Los salvaguardan con nombres en clave, tipo ¡°Proyecto Colombo¡±. Entre c¨ªrculos de seguridad que llaman ¡°chinese walls¡±.
No es f¨¢cil atravesar esas murallas. La abogac¨ªa de los negocios es un sector opaco. Un b¨²nker cuyas salas de reuniones se ubican en ¨¢ticos exclusivos. Con vistas privilegiadas. Como puestos de vig¨ªa. No hay pudor en mostrar la fachada. Los cuadros caros en las paredes. Las cuidadas bibliotecas. Es m¨¢s dif¨ªcil penetrar en ¡°la cocina¡±. ¡°La base de nuestro trabajo es la confianza del cliente¡±, se excusan. ¡°Y esa confianza depende de la confidencialidad¡±.
Sobre el despacho de Torrente se encuentran las estancias destinadas a reuniones. De una de ellas, surge su compa?ero Federico Roig, de 48 a?os. Su rostro tiene el tono p¨¢lido del que acostumbra a trabajar entre cuatro paredes. Y la sonrisa del que se sabe en el bando correcto. Explica el estado de las cosas. Habla de la comitiva nipona: ¡°Esto ya no se va a alargar m¨¢s de cuatro horas. Es una de las cl¨¢sicas operaciones. Una joint venture entre una compa?¨ªa industrial espa?ola y una multinacional japonesa. El objetivo es la fabricaci¨®n de todos los componentes de las turbinas para energ¨ªas renovables. Se firma esa exclusividad para todo el mundo. Se ha de fijar qu¨¦ aporta cada uno. Y qu¨¦ excluye. Los pactos de no competencia. ?Hasta d¨®nde llegan? ?Hasta qu¨¦ filial? Los abogados no ponemos problemas, hacemos las preguntas¡±. A Roig le gusta tenerlo todo bajo control. El d¨ªa que vio estrellarse el segundo avi¨®n contra las Torres Gemelas le dijo a su mujer: ¡°Me tengo que poner a revisar contratos¡±. El que termina de negociar suma unas 200 hojas. Y mantiene a 15 personas atareadas en una sala. No es com¨²n adentrarse en ese otro lado. Se abre la puerta. Hay una mesa larga. La preside David Franco, el socio de Freshfields. Los tirantes rojos le cruzan la espalda. Los abogados se encuentran en ese extremo. Cada uno tiene delante una mara?a de documentos y bebidas con cafe¨ªna. Siguen la negociaci¨®n con una pantalla que surge del interior de la mesa. Uno tiene acceso a los cambios. El resto los va leyendo. Mientras permanecen los intrusos, apenas hablan. Murmuran cosas al o¨ªdo. A?ade Roig: ¡°Este ejercicio conjunto hasta el punto y la coma se hace siempre en la recta final¡±. Y la rendija se cierra. Hab¨ªan previsto un acto de celebraci¨®n a las siete en la sede de la compa?¨ªa. No llegar¨¢n. Seguir¨¢n negociando. La r¨²brica tendr¨¢ lugar a la una de la madrugada, en casa del presidente del grupo espa?ol. Ya con un whisky entre las manos.
Estamos notando m¨¢s alegr¨ªa¡±, dice Antonio Garrigues Walker
¡°Estamos notando m¨¢s alegr¨ªa¡±, dice Antonio Garrigues Walker, como un profeta. Cuando nos recibe en su amplio despacho, acaba de ceder la presidencia del bufete a Fernando Vives. El primer no Garrigues al frente de Garrigues. Pero un hombre de la casa. Y de ICADE, la gran cantera de la ¨¦lite de la abogac¨ªa de negocios. Garrigues Walker es parte de la memoria viva del sector. Hijo de un reputado mercantilista espa?ol y de una estadounidense, dice que, cuando ¨¦l empez¨®, ¡°en Estados Unidos hab¨ªa firmas de 300 socios. En Espa?a, lo normal era el abogado m¨¢s el pasante¡±. Su padre y su t¨ªo hab¨ªan formado uno de los bufetes m¨¢s destacados del pa¨ªs: una decena de juristas asalariados. ?l se hizo cargo de la presidencia antes de los 30. Y en 1965 lo asimil¨® a las firmas de Nueva York. Import¨® la figura del partnership. Se repartieron las cuotas entre 14. Hoy, en Garrigues, el mayor despacho de Espa?a, suman 291 socios, todos de cuota; y son cerca de 1.500 abogados. Los grandes bufetes del pa¨ªs han replicado el modelo. Altamente estratificado: uno entra en la firma, se desvirga como junior; trabaja el m¨²sculo como asociado; y, finalmente, a los 10 a?os, se le considera para formar parte de la ¨¦lite. Cuando son elegidos se transforman en socios accionistas. Muchos se endeudan para comprar su cuota. No cobran un sueldo. Y a final de a?o se reparten los beneficios. Cada uno en funci¨®n de sus trofeos. De su veteran¨ªa. De los clientes que haya aportado. Ning¨²n bufete espa?ol hace p¨²blico este dato. Una persona del sector lo sit¨²a en una horquilla que puede ir de los 200.000 a los 800.000 euros. En algunos casos quiz¨¢ ronde el mill¨®n de euros. En Garrigues, los socios tienen entre un 1% y un 2% de las acciones. Un voto cada uno en las decisiones de la junta. La compa?¨ªa ingres¨® en 2014 casi 336 millones; es la de mayor facturaci¨®n de Europa continental (excluyendo las firmas del Magic Circle de Londres), seg¨²n la lista de The Lawyer. Hay otros 2 espa?oles entre los 10 primeros: Cuatrecasas y Ur¨ªa Men¨¦ndez. Son los tres gigantes de la abogac¨ªa. ¡°La sant¨ªsima trinidad¡±, los llama un periodista. No es muy frecuente. No sucede en otros pa¨ªses. Garrigues lo atribuye a esa ¡°temprana labor de modernizaci¨®n¡±. Y, en parte, a los contactos con EE UU. A su padre lo nombraron en los sesenta embajador en Washington. En 1974, su despacho asesor¨® en una de las inversiones extranjeras m¨¢s potentes hasta la fecha: la f¨¢brica de Ford en Almusafes (Valencia). Espa?a se estaba abriendo al mundo. Y a las grandes corporaciones. Seg¨²n Garrigues: ¡°La abogac¨ªa sigue al desarrollo econ¨®mico¡±.
Los bufetes son un term¨®metro preciso de la actividad empresarial. Nebulosos por fuera, por dentro la informaci¨®n circula a la velocidad del rayo. Conocen la regulaci¨®n antes de ser publicada. Anticipan movimientos. Investigan rumores. Llaman, organizan comidas, presentaciones. Se dejan ver. Y, al final, se sientan ¡°en las grandes operaciones que todo el mundo conoce como grandes operaciones¡±, tal y como lo definen ?lvaro L¨®pez Jorr¨ªn (42 a?os) y M¨®nica Mart¨ªn de Vidales (51), directores del departamento de mercantil en Garrigues. En una de las salas sin ventanas de la firma, cuentan batallas y recuerdan, por ejemplo, contratos que les llegaban ¡°por encima de la cabeza¡±. ¡°Las biblias¡±, se las llama una vez cerrada la operaci¨®n. Cada esquina, cada mesa en estas oficinas se encuentran llenas de carpetas apiladas. ¡°Google Street View¡±, se le¨ªa en una, sobre un mueble cualquiera. Al lado, en una sala, Renata Menda?a, la socia del bufete que cerr¨® acuerdos de mayor volumen en 2014 (7.614 millones de euros), gu¨ªa una conference call. Hablan de Nestl¨¦ y Findus. La voz del tel¨¦fono pregunta: ¡°?C¨®mo lo cubrir¨ªamos?¡±. Y Menda?a corre al interfono: ¡°?Hay una serie de franquicias¡!¡±.
Esto no tiene ning¨²n ¡®glamour¡¯. Es duro. Hay que aguantar la presi¨®n¡±
Estos abogados no pisan tribunales. Pero son asiduos a las reuniones. ¡°Puede haber 25 o 30 por un mismo contrato¡±, contin¨²an L¨®pez Jorr¨ªn y Mart¨ªn de Vidales. Los juniors, cuentan, se curten en las due diligence, con las que arranca cualquier compraventa. Y se enganchan a la profesi¨®n el d¨ªa en que asoman la cabeza en un cierre, ¡°dejan el anexo en la mesa, y ven por primera vez a alguien importante¡±. Si todo va bien, har¨¢n carrera en el hogar. El sector no ve con buenos ojos un cambio a la competencia. Al menos entre bufetes espa?oles. ¡°Es raro que se pase de Garrigues a Ur¨ªa, por ejemplo¡±. Pero suelen llevarse bien: ¡°Tienes que hacerlo. Puedes discutir ardorosamente en el fragor de la batalla. Pero cuando empiezas a ver que algo se tuerce, paras y llamas¡±. Los socios directores comienzan a consultar el m¨®vil. En una hora de entrevista, han recibido m¨¢s de 60 correos, ¡°y sin ning¨²n cierre en marcha¡±. Antes de abandonar la sala, dejan sobre la mesa un esbozo de la situaci¨®n actual: ¡°Hay un repunte de operaciones de M&A [fusiones y adquisiciones]; inversi¨®n en compra de activos en Espa?a; ya no tanto esa compra de fondos buitre, buscando gangas y rentabilidad en el corto plazo, sino m¨¢s a largo plazo. Activo con recorrido. De invertir dinero y tambi¨¦n tiempo. De gente con intenci¨®n de quedarse¡±. Todos los entrevistados reconocen ese cosquilleo. En Espa?a, las fusiones y adquisiciones crecieron un 8% en 2014, seg¨²n KPMG. Pero su valor aument¨® un 54%. Solo en el ¨²ltimo trimestre de 2014, las operaciones sumaron 50.000 millones de euros, aporta TTR. Casi un 300% m¨¢s que en el ¨²ltimo trimestre de 2013. La compra de Repsol en Canad¨¢: 10.400 millones. La venta de Enel de activos de Endesa: 8.253 millones. La compra de Ono por parte de Vodafone: 7.200 millones¡
En todas ellas, tuvieron lugar escenas similares a esta, ocurrida en Cuatrecasas: siete personas se encuentran sentadas en torno a la mesa; la superficie est¨¢ plagada de folios, caf¨¦s y botellas de agua. El de rostro m¨¢s agitado levanta la cabeza del port¨¢til: ¡°Estamos un poco estresadillos¡±. Prosiguen: ¡°Nos han confirmado que no han suscrito las cl¨¢usulas suspensivas¡±. Mencionan a un inversor mexicano. Hablan del ¡°waiver de los bancos¡±. De una reuni¨®n pendiente con Garrigues. De los votos en el consejo. De si llegan o no los fondos. Del poder para la firma. Y de alguien ¡°muy especialito con los restaurantes¡±. Eso tambi¨¦n conviene preverlo. Todo forma parte de la gran obra. ¡°Cuando entramos en modo cierre, ya no podemos parar¡±, dice el socio Miguel ?ngel Melero. ¡°Es una inversi¨®n en un grupo espa?ol muy grande y con muchas filiales¡±, a?ade Mariana Norton, al frente del equipo. Y no cuenta m¨¢s. Este fin de semana les tocar¨¢ pasarlo en la oficina. El lunes, si todo va bien, sellar¨¢n el acuerdo ante notario. Es lo que llaman el ¡°closing¡±. Un proceso m¨¢s bien mec¨¢nico. La firma tuvo lugar hace un tiempo. Han estado esperando la aprobaci¨®n del regulador. Toca la r¨²brica definitiva. Y la transacci¨®n: los consejeros salientes dimiten; se entregan las acciones; y todos esperan unas horas reunidos mientras se materializa la transferencia. ¡°A veces hay momentos de p¨¢nico¡±, explica Norton. Esta socia, de 40 a?os, origen portugu¨¦s y con un m¨¢ster en la Universidad de Columbia, tiene pintarrajeada la pizarra de su despacho de la ¨²ltima vez que le toc¨® traer a uno de sus hijos al trabajo. Hay compa?eros que guardan mu?equitos en las estanter¨ªas. Melero, que ha decorado con muebles propios su cub¨ªculo, dispone de un chaise longue de dise?o. Quiz¨¢ para esa cabezada al despuntar el alba. Y no es raro abandonar los bufetes a ¨²ltima hora y cruzarte con gente trajeada que sube al ascensor con la cena en una bolsa de pl¨¢stico.
He visto gente yendo a cerrar un acuerdo despu¨¦s de ser operada¡±
¡°Esto no tiene ning¨²n glamour. Es duro. Lo que pasa es que al final lo juzgas por el hecho ¨²ltimo¡±. Una transacci¨®n millonaria. La noticia en primera p¨¢gina. Javier Amantegui, de 49 a?os, es el ¨²nico abogado de este reportaje sin gemelos. Tiene una rojez en torno a los ojos. Una reacci¨®n. Como si el estr¨¦s hubiera empezado a com¨¦rselo. Pero se le ve en forma. Con rostro de tipo duro, alto y ancho de hombros, en 2014 cerr¨® 13 operaciones. Unos 6.225 millones de euros. Es el hombre m¨¢s activo de entre los grandes bufetes. El que mencionaba la ¡°llave inglesa¡± como herramienta de trabajo. Un mec¨¢nico de alto nivel, partner de Clifford Chance, la primera firma de la City que lleg¨® a Espa?a. En ella, el beneficio medio por socio alcanz¨® los 1,2 millones de euros en 2013. ¡°La profesi¨®n es intensa¡±, contin¨²a. ¡°Atrae intelectualmente. Conoces gente sofisticada. Pero hay premura, prisas, necesidades acuciantes. A veces, llegan estudiantes brillantes¡ El estr¨¦s puede con algunos. Hay que aguantar la presi¨®n. Va con el paquete¡±. Habla desde una cumbre en el paseo de la Castellana, el espacio reservado para el ritual del cierre, bajo una pir¨¢mide de cristal que corona el edificio. Como un templo de nuestra era. Su colega Javier Garc¨ªa de Enterr¨ªa, responsable de Corporate, y el ejecutivo espa?ol m¨¢s r¨¢pido del ¨²ltimo marat¨®n de Nueva York, recuerda otra vez la pir¨¢mide cuando se refiere a la plantilla de los bufetes: ¡°Hay mucha gente abajo y poca arriba¡±.
Quienes abandonan, a menudo, son mujeres. No es dif¨ªcil imaginar los motivos. En Garrigues las abogadas son mayor¨ªa entre juniors y asociados; pero suponen un 15% de los socios. En Cuatrecasas, rondan el 13%. Sobre la presi¨®n del d¨ªa a d¨ªa, a?ade Jaime Vel¨¢zquez, al frente de Clifford Chance: ¡°He visto gente yendo a cerrar cinco d¨ªas despu¨¦s de ser operada, en silla de ruedas; ninguno se va a quedar con cuarenta de fiebre en la cama¡±. Concluye Amantegui: ¡°No pretendemos dar una imagen de superhombres. Sucede en toda profesi¨®n vocacional: no quieres perd¨¦rtelo¡±.
Un socio veterano habla del ego dominante en el sector. La competencia es dura. A las pujas por hacerse con una operaci¨®n las llaman ¡°beauty contest¡± (concurso de belleza). Compiten por el cliente entre bufetes. Nunca saben qu¨¦ otros despachos hay en juego. No se pregunta. Nunca se confiesa. Ni entre ¨ªntimos. Tambi¨¦n toca llamar a la puerta. ¡°Los clientes a veces te vienen, pero normalmente tienes que ir a buscarlos¡±, dice Christian Hoedl, un hispanoalem¨¢n de 50 a?os. Nos recibe en una sala sobria en la planta 11? de un refugio de hormig¨®n en la parte alta de Chamart¨ªn. En unas horas, Hoedl saldr¨¢ en avi¨®n hacia la City. Ya estuvo all¨ª la semana pasada, ¡°visitando puro private equity¡±. A?ade: ¡°Nosotros seguimos a los negocios; y hay una tendencia hacia Londres¡±. Es media tarde y el socio al frente de M&A y private equity en Ur¨ªa contin¨²a describiendo c¨®mo captar clientes: ¡°No vamos a la llamada fr¨ªa. Conoces, o conoces a alguien que conoce. Este es un oficio con un componente claro de labor comercial¡±. Es la ¨²ltima piedra antes de abrazar el estatus de socio. Hoedl resume la evoluci¨®n de un abogado: ¡°Los primeros a?os son muy intensos en formaci¨®n t¨¦cnica y de negociaci¨®n. Luego empiezas a tener m¨¢s protagonismo, a llevar operaciones, tus peque?os clientes. Y hay una fase justo previa a cuando presentas tu candidatura a socio en la que se te pide que captes clientes y gestiones equipos. El maestro, Rodrigo Ur¨ªa, dec¨ªa que esto es algo gremial: ¡®Un oficio en el que pasas de aprendiz a oficial y, en ¨²ltima instancia, acabas siendo maestro¡±. El a?o pasado, Hoedl fue el segundo socio de la casa que m¨¢s operaciones cerr¨®: nueve. El mundo ha cambiado, sugiere. ¡°Se ha acelerado el ciclo¡±. A menudo sus hijos le preguntan por qu¨¦ han de estar negociando a las cuatro de la madrugada. ¡°Bueno¡±, responde, ¡°ese ¨²ltimo arre¨®n es el que consigue que se llegue a un acuerdo¡±.
Hay que estar en las dos partes: en el ¨¦xito del cliente y cuando sufre¡±
Dice ?ngel Varela, al frente de la divisi¨®n de banca del cuarto bufete espa?ol, G¨®mez-Acebo y Pombo, que lo que te mantiene en pie es la adrenalina. ¡°El plazo perentorio. Un cliente detr¨¢s. El hecho de que montasun pollo si no llegas¡±. Eso, ¡°y el tabaco¡±. Hace poco, a las cinco de la madrugada del lunes 23 de marzo, descansaba y echaba un pitillo en la sede de Banco Madrid, filial espa?ola de Banca Privada de Andorra, investigada por blanqueo de capitales. Llevaba casi 24 horas revisando papeles para presentar el concurso de acreedores, cuando se le acerc¨® uno de los directivos: ¡°Me dice: ¡®Tengo todos mis ahorros aqu¨ª. Es mi banco. ?Qu¨¦ crees que va a pasar? ?El Fondo de Garant¨ªa de Dep¨®sitos me va a pagar los 100.000 euros?¡¯. Y el ejecutivo, que conoce un poco, sabe que el fondo no cubre a los directivos. F¨ªjate en la historia. Es la hostia. No le cubre nada. El ambiente all¨ª es de entierro colectivo¡±. Esa ma?ana se fue a dormir a las siete. Y el concurso lleg¨® a tiempo. Ninguna novedad. Varela hace memoria y recuerda un 2 de noviembre de 2006. A medianoche venc¨ªa el plazo para presentar la opa de Martinsa sobre Fadesa en la CNMV. ¡°Llev¨¢bamos dos noches sin dormir. Negociando con los bancos. Una persona de la CNMV me estaba esperando para que le llevara f¨ªsicamente el aval. Est¨¢bamos en Freshfields y recuerdo bajar por Fortuny con un aval de 4.000 millones en la mano; 15 minutos nos sobraron. Luego estuve dos d¨ªas arrastr¨¢ndome. Duermes doce horas, se te viene todo encima, te levantas y vas dando tumbos¡¡±.
Varela es un tipo elegante y flaco. Algo consumido. Con una melena breve peinada a un lado. Guarda un colirio junto a la pantalla, y mientras habla en su despacho juguetea con unas pastillas que podr¨ªan ser para la tos o el ardor de est¨®mago. Fernando Mart¨ªn fue a buscarlo para aquella opa que despu¨¦s se convirti¨® en la mayor quiebra de la historia de Europa. Sigue a su servicio. ¡°Una vida bonita de pronto se trunca. Y empiezas a tener que trabajar con tu cliente de ¨¦xito en el momento m¨¢s delicado. Hay que estar en las dos partes. Cuando sufre, te consulta y tienes que estar a cosas¡ en las que se traspasa lo profesional. Todo el mundo te hablar¨¢ de transacciones de ¨¦xito. Pero la crisis empresarial y personal de tu cliente hay que vivirla¡±. Con aquella operaci¨®n lo ha cruzado todo. El nacimiento de un gigante. Su ca¨ªda. El concurso. El convenio con los acreedores. Su incumplimiento. Y finalmente la liquidaci¨®n, decretada en marzo por el juez. La vida y la muerte. ¡°Es el final de una ¨¦poca¡±, concede. A lo largo de su carrera, y tiene 53 a?os, nunca hab¨ªa visto nada parecido.
En su despacho guarda un benjam¨ªn de Codorn¨ªu. Lo compr¨® con un compa?ero cuando eran a¨²n ¡°putos juniors¡± para celebrar uno de sus primeros cierres, la entrada del Grupo Zeta en Antena 3. Antes de abrirla, tuvo un momento de lucidez y decidi¨® conservarla. Al dejar su oficina, de noche, dos socios repasan folios con p¨¢rrafos en rojo. Mientras baja en ascensor, Varela cuenta alg¨²n detalle de la puja entre los magnates Slim y Soros para hacerse con Realia. El r¨®tulo de la inmobiliaria corona una de las Torres Kio, justo la que acabamos de abandonar. En la operaci¨®n, de la que todo el mundo habla, hay un pu?ado de bufetes implicados. La conversaci¨®n da pie a hablar de los conflictos de inter¨¦s. Y de c¨®mo siempre hay una contraparte en la que colocarse. ¡°Somos como titiriteros¡±, dice en un momento dado. A veces parece que tiene la mirada del que ha visto el otro lado. Los hilos. La ley del mercado. ¡°Los veteranos no somos m¨¢s listos¡±, dice antes de despedirse. ¡°Es que tenemos m¨¢s tiros en el culo¡± .
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