Una peque?a revoluci¨®n
Con la crisis ha crecido la solidaridad de los mayores con los j¨®venes, pero tambi¨¦n debe mejorar el trato a los ancianos
Las dos historias son sencillas. Un padre que deshereda a dos hijos que no quer¨ªan saber nada de ¨¦l; y una madre a quien le faltaron recursos cuando m¨¢s los necesitaba, porque un hijo le hab¨ªa enga?ado para que le donara sus inmuebles. Pese a una legislaci¨®n civil muy proteccionista de la herencia, el Supremo ha confirmado en ambos casos que los hijos desheredados lo fueron conforme a derecho.
La justicia ha sido capaz de sentar el criterio de que para desheredar no es preciso haber agredido ni maltratado f¨ªsicamente: basta con el maltrato psicol¨®gico. Es verdad que hizo falta tiempo. La primera de esas sentencias se sustanci¨® nueve a?os despu¨¦s de la demanda; la segunda ha necesitado seis.
El contexto es conocido. Muchos no saben qu¨¦ hacer con los viejos/viejas, con los ancianos/ancianas. Ni siquiera se aceptan con normalidad tales denominaciones, prefiri¨¦ndose eufemismos del tipo ¡°mayores¡± o ¡°tercera edad¡±, como si la ancianidad conllevara estigma o humillaci¨®n.
A la vejez le temen las autoridades, que no saben bien c¨®mo atender las obligadas dependencias de la gente mayor, en t¨¦rminos econ¨®micos y de salud. Otra cosa son las redes familiares, un mundo en el que resulta delicado penetrar. Es dif¨ªcil saber cu¨¢nta raz¨®n tiene el anciano o anciana que deja a un hijo sin herencia. Sin embargo, puede aceptarse sin discusi¨®n que las familias han cambiado mucho desde finales del siglo XIX, cuando se implant¨® en Espa?a la legislaci¨®n que protege el derecho a heredar, salvo excepciones fundadas en la tradici¨®n (Navarra) o en normativas espec¨ªficas, como en Catalu?a.
El blindaje de ¡°la leg¨ªtima¡± ten¨ªa sentido cuando la esperanza de vida no llegaba a los 40 a?os. Lo tiene mucho menos en una ¨¦poca en que la mayor¨ªa de las muertes se producen entre septuagenarios u octogenarios, con hijos que deben ser capaces de valerse por s¨ª mismos, pese al paro o la precariedad.
La crisis ha mostrado lo solidarios que son los mayores con los j¨®venes, pero hay que atender las denuncias por maltrato hacia los mayores. Mejorar la solidaridad entre generaciones es una peque?a revoluci¨®n.
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