Escritoras a contracorriente
Si el mundo est¨¢ formado casi a partes iguales por hombres y mujeres, en el D¨ªa del Libro parece l¨ªcito preguntarse por qu¨¦ no lo est¨¢n en igual medida las librer¨ªas y mucho menos las historias de la literatura, donde casi siempre las escritoras parecen notas a pie de p¨¢gina, simples ap¨¦ndices de unas lecturas compuestas en clave exclusivamente masculina. No hay una sola respuesta a ello, sino tantas como palos en las ruedas sufri¨® su natural desarrollo como literatas.
?Qu¨¦ hubiera sido de todas aquellas mujeres de anta?o que no llegaron a ser escritoras y que, en cambio, s¨ª contaban historias al amor de una lumbre o acunaban con cuentos noche tras noche a sus reto?os? De hecho los c¨¦lebres cuentos de Perrault no son fruto exclusivamente de su imaginaci¨®n, sino cuentos populares recogidos por el autor en los caminos de la campi?a francesa. Y si, como dijo Virginia Woolf, an¨®nimo fue una mujer, es probable que sus art¨ªfices fueran mujeres, del mismo modo que jam¨¢s sabremos qui¨¦n pint¨® los cuadros sin firma que tanto abundan. Por no hablar de los casos de clara usurpaci¨®n, tanto pict¨®rica como literaria.
De haber podido convertirse en escritoras de oficio, de no haber visto condenada al terreno del amateurismo su natural inclinaci¨®n por narrar, todas esas an¨®nimas contadoras de historias invadir¨ªan hoy las bibliotecas p¨²blicas y privadas con millares de libros, al igual que millares de decididas estudiantes han copado las profesiones sanitarias en cuanto han tenido la oportunidad de estudiarlas siguiendo la llamada de su tendencia natural a cuidar, siendo evidente la feminizaci¨®n de la profesi¨®n m¨¦dica a pesar de la casi imposible conciliaci¨®n, pues seg¨²n el INE en dichas profesiones ya hay muchas m¨¢s mujeres colegiadas que hombres.
Volviendo a las letras, Clara Jan¨¦s se hace eco de esas dificultades en su ¨²ltimo libro, Guardar la casa y cerrar la boca (Siruela), que ya comentamos en este blog, y Laura Freixas titula El silencio de las madres. Y otras reflexiones sobre las mujeres en la cultura (Aresta) una selecci¨®n de sus art¨ªculos sobre esa impenitente tendencia a considerarnos, para la cultura en general y para la literatura en particular, seres peligrosos a los que conviene mantener arrinconadas. ?No vayamos a hacernos con el 90% de los premios y con la mayor parte de los sillones del prestigio cultural! Sillones a los que unos se?ores por lo general de edad ya venerable parecen estar pegados, tal como dice la canci¨®n de Aute: ¡°No me mueven de este trono que tengo abono¡¡±.
Algunos machos de pelo en pecho hay a¨²n por ah¨ª que jam¨¢s leen libros de mujeres por suponerlos demasiado ?o?os o inclinados hacia los peligrosos precipicios de la sensibilidad, de los cual se deduce que ignoran por completo la obra de Virginia Woolf o de Merc¨¨ Rodoreda; ellos se lo pierden. Estas dos autoras, junto a otras seis m¨¢s de diversas nacionalidades y registros literarios tambi¨¦n variados, son las protagonistas del ensayo que acabo de publicar, A contracorriente. Escritoras a la intemperie del siglo XX (Elba), un paseo por algunas de las voces que llenaron con su eco el llamado siglo de las mujeres, que fue adem¨¢s el siglo de dos crueles guerras mundiales.
Precisamente la Segunda Guerra Mundial le acarre¨® a una de ellas (la ucraniana Ir¨¨ne N¨¦mirovsky) la muerte en Auschwitz, mientras conden¨® al exilio a otras dos (Hannah Arendt y Rodoreda) y, en consecuencia, a enormes inconvenientes de los que tan s¨®lo pudieron salir airosas gracias a su tenacidad, rasgo de car¨¢cter com¨²n en algunas de ellas y que comparten tambi¨¦n con muchas otras grandes escritoras del XX, por no decir con casi todas. Exceptuando a aquellas que eligieron el suicidio, es decir que se dieron anticipadamente por vencidas, aunque resistieron lo suyo y que en mi libro son Woolf y la poeta argentina Alejandra Pizarnik. Mientras hay que admitir que demostraron un gran coraje las que arrastraron enfermedades durante buena parte de su vida, como es el caso de la danesa Isak Dinesen (memorable autora de Memorias de ?frica), aquejada de s¨ªfilis, o la excelente narradora que es la norteamericana Carson McCullers.
A su vez la italiana Elsa Morante, casada con Alberto Moravia y amiga de Pasolini, retrat¨® el drama de la Segunda Guerra Mundial en su gran novela La historia, de la que vendi¨® 600.000 tras invitar a su editor, Einaudi, a publicar una edici¨®n econ¨®mica, arguyendo que ella hab¨ªa escrito el libro para que lo leyera la gente humilde, entre la que por origen se contaba. Esa Roma desventrada por el odio, que tambi¨¦n Rossellini quiso fijar en la memoria con su pel¨ªcula Roma, ciudad abierta, queda como su gran aportaci¨®n a la literatura moderna y el personaje de Ida, la viuda violada por el joven soldado alem¨¢n, como la personificaci¨®n del dolor de muchas mujeres que se dejaron algo m¨¢s que la piel en aquellos a?os cruentos.
Y justamente pensar en el hijo fruto de esa violaci¨®n, que muere prematuramente, me lleva a constatar una realidad sobre la que habr¨ªa mucho que decir, y es que esas mujeres destinadas a alumbrar ni?os pero no libros, y que nadando contra viento y marea lograron construir valiosas trayectorias literarias, tuvieron en muchos casos que renunciar a los primeros para poder consagrarse a los segundos. As¨ª, de las ocho autoras de A contracorriente tal s¨®lo dos de ellas tuvieron hijos: Rodoreda tuvo uno al que abandon¨® cuando cruz¨® la frontera francesa camino del exilio, y N¨¦mirovsky por su parte tuvo dos hijas.
En este ¨²ltimo caso debemos admitir que fue una bendici¨®n, pues fue una de ellas la que al cabo de los a?os encontr¨® en el fondo de una maleta arrumbada en un desv¨¢n el manuscrito inacabado de Suite francesa, esa estremecedora novela tejida con mimbres autobiogr¨¢ficos que cuenta la salida de Par¨ªs de aquellos que vieron su vida amenazada por la ocupaci¨®n nazi. Esa misma hija escribi¨® un libro muy iluminador sobre su madre, al igual que Quentin Bell, sobrino de Virginia Woolf, sea tambi¨¦n acaso su mejor bi¨®grafo.
A estas escritoras del XX, las primeras tras una larga lucha en la que generaciones y generaciones de aspirantes a escritoras pugnaron por ganarse el derecho a escribir y a publicar, las primeras en gozar de un espacio literario compartido, les han salido sin embargo incontables hijos postizos, lectores y lectoras que hoy las leen y releen, es posible que sin tener demasiado en cuenta el esfuerzo tit¨¢nico que hicieron para ser quienes llegaron a ser. Su lucha ¡°a contracorriente¡± fue muy parecida a la de muchas mujeres que hoy, en pa¨ªses no tan lejanos, intentan hacer cosas tan aparentemente sencillas como conducir un veh¨ªculo o elegir marido. Lamentablemente hay quien piensa que no las merecen, como hubo tiempo atr¨¢s quien pens¨® que las mujeres no deb¨ªan de ning¨²n modo ponerse a escribir.
Descargable (PDF): Lee el pr¨®logo de A contracorriente
M? ?ngeles Cabr¨¦, escritora y cr¨ªtica literaria, dirige el Observatorio Cultural de G¨¦nero (OCG). Acaba de publicar A contracorriente. Escritoras a la intemperie del siglo XX (Editorial Elba).
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