Provocadores
Personajes como Thomas Bernhard son irritantes, pero lo que uno deber¨ªa preguntarse es: ?Qu¨¦ sociedad puede renunciar a esa irritaci¨®n?
El escritor austriaco Thomas Bern?hard sosten¨ªa que en la ciudad de Salzburgo s¨®lo viv¨ªan ¡°burgueses y burreros¡±, que el comunismo y el socialismo eran ¡°enso?aciones po¨¦ticas de esquizofr¨¦nicos¡±, que de la boca del escenario en los teatros p¨²blicos ¡°s¨®lo sal¨ªa el mal aliento de la burocracia¡± y que el Gobierno de su pa¨ªs, ¡°como todo Gobierno¡±, era ¡°el peor Gobierno que cabe imaginar¡±; tambi¨¦n afirmaba que el canciller austriaco era un ¡°payaso oficial, envejecido y autocomplaciente¡±, que los cr¨ªticos literarios eran ¡°s¨®lo payasos vulgares, primitivos y, adem¨¢s, sin gusto¡±, y los funcionarios, ¡°obstinados y horribles personajes de la burocracia¡±.
Algunas de sus afirmaciones parecen correctas y extrapolables al contexto espa?ol contempor¨¢neo; otras, en cambio, son dif¨ªciles de compartir. Muy posiblemente, al autor de Maestros antiguos esto le diese igual: su intenci¨®n no era agradar a sus oyentes, sino expresar una opini¨®n personal, por inc¨®moda que fuese.
No es f¨¢cil simpatizar con personajes como Bernhard: sus puntos de vista a menudo son extremos; su iron¨ªa es el resultado de un malestar que uno (inevitablemente) acaba compartiendo; la volatilidad de sus opiniones termina tarde o temprano llev¨¢ndolos a adoptar posiciones contradictorias y contraproducentes. A pesar de ello, son preferibles a los defensores de la ortodoxia y a los dispuestos a decir que s¨ª, a los ¡°Jasager¡± de los que hablaba Bertolt Brecht, otro provocador. Su existencia pone a prueba la tolerancia de nuestra sociedad y la solidez de nuestros puntos de vista. Personajes como Bernhard son irritantes, pero lo que uno deber¨ªa preguntarse es, como lo hizo el redactor de una revista austriaca, ¡°?qu¨¦ sociedad puede renunciar a esa irritaci¨®n?¡±. La respuesta, pienso, es que ninguna, si desea estar intelectual y pol¨ªticamente viva.
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