El Tercer Reich en Madrid
Una cosa es homenajear a los muertos y otra, a una unidad del Ej¨¦rcito de Adolf Hitler
En v¨ªsperas de las elecciones municipales, y ahora que se conmemoran los setenta a?os del final de la Segunda Guerra Mundial, quiz¨¢s sea llegado el momento de que Madrid deje atr¨¢s una de las varias anomal¨ªas que la separan de otras capitales de Europa occidental. Puede que no sea la m¨¢s esencial, pero tiene su importancia en el plano simb¨®lico. ?Podr¨ªa alguien imaginar que Par¨ªs o Londres dedicaran una calle a una divisi¨®n de la Wehrmacht que actu¨® en el frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial? Parece inconcebible ?no?
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Madrid s¨ª homenajea en su callejero a un grupo de integrantes del ej¨¦rcito nacionalsocialista: el distrito de Chamart¨ªn alberga la calle de los Ca¨ªdos de la Divisi¨®n Azul, unidad de voluntarios espa?oles organizada por la Falange que aunque gozaba de un margen relativo de autonom¨ªa se integr¨® en el ej¨¦rcito alem¨¢n, dependi¨® de los mandos militares alemanes y combati¨® junto a otros batallones del ej¨¦rcito alem¨¢n en el frente ruso. Aquella unidad que nosotros conocemos como Divisi¨®n Azul, para los alemanes era la 250 Spanische Freiwilligendivision, que como cualquier otra unidad de la Wehrmacht ¨Ctal y como ha recordado Jorge Mart¨ªnez Reverte en su libro La divisi¨®n azul- jur¨® ¡°absoluta obediencia al jefe del ej¨¦rcito alem¨¢n Adolf Hitler¡±.
Que el Tercer Reich sobreviva en el callejero de Madrid tiene que ver con un modo de pensar la historia de Espa?a en clave exclusivamente nacional, descontextualizada del resto del mundo. Tenemos excelentes investigaciones hist¨®ricas recientes sobre la Divisi¨®n Azul y su engarce en la maquinaria de guerra nazi, como la citada de Jorge Reverte, o las de N¨²?ez Seixas, Moreno Juli¨¢ o Rodr¨ªguez Jim¨¦nez. No obstante, en la mente de muchos espa?oles sigue prevaleciendo una imagen localista. Imagen que reproduce la epopeya rom¨¢ntica de unos espa?oles j¨®venes ¨Cy no tan j¨®venes- que, ya fuera por huir del hambre, por defender unos ideales o por otros motivos, partieron a luchar en condiciones extremas a una tierra extra?a donde algunos perdieron la vida.
Pero si miramos desde una perspectiva m¨¢s amplia hacia el conjunto de Europa en aquel momento, el cuadro cambia de significado. Acabada la Guerra Civil, aun cuando las relaciones entre Franco y Hitler no siempre fueran buenas, Espa?a se integr¨® en el nuevo orden dise?ado por el Tercer Reich, aquello que el falangista Juan Beneyto denomin¨® en 1939 la ¡°organizaci¨®n contempor¨¢nea del nuevo estilo europeo¡±, que inclu¨ªa a Italia, a Alemania, a los pa¨ªses sat¨¦lites de ambos y a los territorios que ocuparon durante la guerra, pero tambi¨¦n, alegaba Beneyto, a estados neutrales proclives al Reich como Espa?a, Portugal o Turqu¨ªa.
Un Nuevo Orden Europeo por entonces flamante, que a la altura de 1940 parec¨ªa destinado a imperar mucho tiempo, hasta el punto de que en ese a?o Espa?a cambi¨® su status de pa¨ªs neutral por el de no-beligerante, la condici¨®n de quien ha tomado partido por uno de los contendientes en liza sin por ello participar abiertamente en la guerra. Un Nuevo Orden que con el inicio en 1941 de la Operaci¨®n Barbarroja, la ofensiva alemana contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica, adquiri¨® una mayor consistencia gracias a la presencia en el frente ruso de unidades militares pertenecientes a los pa¨ªses aliados o afines al Reich, ya se tratara de fuerzas regulares del ej¨¦rcito o de voluntarios. Soldados italianos, rumanos, finlandeses, h¨²ngaros o eslovacos, por citar algunos ejemplos, participaron junto a los espa?oles de la Divisi¨®n Azul en la "cruzada europea contra el bolchevismo" comandada por el Tercer Reich.
Cerca de 50.000 espa?oles lucharon en el frente ruso entre 1941 y 1944. Pero la Divisi¨®n Azul fue solo una de las diversas contribuciones franquistas al esfuerzo de guerra nazi
Cerca de 50.000 espa?oles lucharon en el frente ruso entre 1941 y 1944. Pero la Divisi¨®n Azul fue solo una de las diversas contribuciones franquistas al esfuerzo de guerra nazi, contrapartida del respaldo prestado por el Tercer Reich a Franco entre 1936 y 1939, sin el cual, probablemente, no hubiera ganado la guerra civil. Espa?a, adem¨¢s de soldados, envi¨® a Alemania miles de trabajadores voluntarios que suplieron en las f¨¢bricas de armas de la retaguardia a los trabajadores alemanes movilizados hacia el frente. Tambi¨¦n surti¨® de materias primas a la industria alemana, sobre todo de minerales necesarios para la fabricaci¨®n de armamento, como el wolframio. Los puertos y las aguas espa?olas abastecieron a submarinos alemanes.
Asimismo, Franco colabor¨® activamente con el espionaje alem¨¢n: desde su condici¨®n de no beligerante, Espa?a mantuvo relaciones diplom¨¢ticas plenas con los aliados y gracias a ello pudo suministrar informaci¨®n relevante al Tercer Reich; esta fue uno de los motivos por los que nuestro pa¨ªs acogi¨® una de las mayores concentraciones de esp¨ªas alemanes durante la guerra. Por otra parte, a punto de acabar la contienda y en la inmediata posguerra, Espa?a fue un refugio o una escala de paso en la huida de jerarcas nazis ¨Cy sus bienes- hacia Am¨¦rica.
La sombra de la Guerra Civil es alargada y tiende a condicionar nuestra visi¨®n del siglo XX. Desde un punto de vista psicol¨®gico, la guerra marca una suerte de cesura en la relaci¨®n de Espa?a con Europa, con el resto del mundo. Pareciera como si la larga etapa de aislamiento espa?ol durante el franquismo comenzara en 1939, asentada la dictadura. Pero no fue as¨ª. Entre 1939 y 1944 el franquismo estuvo plenamente integrado en el orden pol¨ªtico imperante en Europa, dise?ado por el Tercer Reich. La ruptura lleg¨® en 1945, cuando la Alemania nazi perdi¨® la guerra y entonces s¨ª, la dictadura franquista ¨Co ser¨ªa m¨¢s correcto decir las dictaduras ib¨¦ricas, pues lo mismo sucede con el Portugal de Salazar- qued¨® aislada, rodeada de democracias. Es entonces, y no antes, cuando los caminos de Espa?a y el resto de Europa se bifurcan.
Podr¨ªamos discutir sobre la importancia cualitativa o cuantitativa del respaldo espa?ol al esfuerzo de guerra nazi. Pero m¨¢s all¨¢ de su relevancia, lo importante es que la Espa?a franquista estuvo all¨ª, desempe?¨® un papel, peque?o o grande, en la maquinaria de guerra del Tercer Reich. Si los soldados, los trabajadores voluntarios, las materias primas o la informaci¨®n prestada por Franco permitieron que el Tercer Reich sobreviviera un mes m¨¢s, una semana m¨¢s, un d¨ªa m¨¢s o una hora m¨¢s, durante ese mes, esa semana, ese d¨ªa o esa hora estuvo funcionando la m¨¢quina de matar m¨¢s brutal, sanguinaria y mort¨ªfera del siglo XX. No creo que sea un motivo de vindicaci¨®n, un m¨¦rito para estar presente en el callejero de Madrid o de otras ciudades espa?olas.
Alguien podr¨ªa alegar, no obstante, que la calle madrile?a no conmemora a la Divisi¨®n Azul en s¨ª, sino a sus ca¨ªdos. Pero si pervive el inter¨¦s por homenajear a los muertos c¨¢mbiese el nombre por el de Ca¨ªdos espa?oles en la Segunda Guerra Mundial. No es que sea especialmente bonito, pero al menos reflejar¨¢ una realidad m¨¢s compleja, pues no solo comprender¨¢ a los espa?oles que murieron en el frente ruso: tambi¨¦n a los que sucumbieron en los campos de concentraci¨®n nazis, en la resistencia o en las filas del ej¨¦rcito aliado.
Lo importante, en cualquier caso, es que el Tercer Reich desaparezca del callejero de Madrid. Ahora que se celebra el setenta aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial quiz¨¢s haya llegado el momento de acabar con esta anomal¨ªa que nos separa de otras grandes capitales europeas. Esperemos que as¨ª sea tras las elecciones municipales.
Miguel Martorell Linares es profesor de historia pol¨ªtica y social de Espa?a en la UNED.
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