Una ma?ana en las villas miseria de Phnom Penh
Cientos de menores recolectan a diario desechos en la capital de Camboya Luego malvenden la mercanc¨ªa para poder subsistir
Pheara ten¨ªa tres a?os la primera vez que recorri¨® las calles de Phnom Penh en busca de basura. Hoy, los rincones de Phsa Touch ¡ªuna de las barriadas m¨¢s pobres de la capital camboyana¡ª, no tienen secretos para ¨¦l. Pheara conoce cada acera, cada esquina. Son el decorado de su vida desde hace m¨¢s de una d¨¦cada. Lo que le da de comer. Con lo que mantiene a su abuela. ¡°Usamos el dinero que gano para comprar comida¡±. Para sobrevivir, Pheara no tiene m¨¢s que las sobras de Phnom Penh.
Son las 06:30. Es mi¨¦rcoles. Apenas ha amanecido y la calima envuelve las modernas torres de cristal que rodean en el horizonte el centro financiero de Phnom Penh. Pheara apura el paso. A esta hora es cuando se encuentran las piezas m¨¢s valiosas. Los tesoros de la noche pasada. Despu¨¦s habr¨¢ otra batida, tras los desayunos. Aunque esa ya no es tan rentable. En el c¨®digo de los ragpickers¡¯ todos saben que el sustento diario depende de lo que encuentren en el rastreo matutino.
Pheara lleva varias horas despierto. Desde las 04:00. "¡°Me levanto temprano, ayudo a mi abuela con las tareas de la casa y despu¨¦s vengo aqu¨ª. Luego, por la tarde, intento estudiar", explica mientras apura el plato de arroz con pollo con el que almuerza esta ma?ana. El reloj a¨²n no marca las diez de la ma?ana, pero el saco de arpillera blanca est¨¢ ya por la mitad: hay latas, trozos de pl¨¢stico y restos de alg¨²n material de obra. Con lo que encuentre en la segunda ronda habr¨¢ suficiente.
"Con lo que recojo suelo sacar un d¨®lar. A veces, un poco m¨¢s". Su jornada empieza al alba, algunos d¨ªas antes incluso de que amanezca. Pheara recorre durante horas los callejones de Phsa Touch husmeando en las bolsas que se acumulan en las aceras, rebuscando latas en los rincones. As¨ª hasta que tiene suficiente. O hasta que cae el sol. "Aqu¨ª no hay vacaciones, ni d¨ªas libres", bromea. Pheara tiene 16 a?os, aunque su baja estatura y su complexi¨®n delgada le hacen aparentar algunos menos. Sus padres murieron cuando era un cr¨ªo, as¨ª que desde peque?o vive con su abuela. Fue ella quien le ense?o el oficio. Quien le ense?¨® a sobrevivir. Ahora tiene 83 a?os y Pheara tiene que cuidar de ella. "Estamos solos".
Contando calor¨ªas
En el otro lado de la ciudad, en la comuna de Chak Angre, las trabajadoras de la factor¨ªa Compress Holding, en la que se confecciona ropa para las principales multinacionales del sector, Inditex, C&A, H&M, N Brown Group, Tchibo, Next, Primark o New Look, charlan animadamente en el peque?o comedor que cada d¨ªa instalan en la explanada polvorienta que da acceso a la f¨¢brica. Los restos del men¨² se apilan en una de las esquinas: jud¨ªas con arroz; sopa y algunas piezas de fruta. "Las cosas cada vez est¨¢n peor. Antes el plato costaba 1.500 rieles (0,3 euros), hoy vale 5.000 (1,1 euros)". A sus 46 a?os, Sun Samnang ha trabajado ya en seis empresas textiles de la periferia de Phnom Penh. El salario, de 128 d¨®lares tras el incremento de 2015, es insuficiente para sobrevivir. Estudios realizados por diferentes ONGs e instituciones internacionales establecieron entre 157 y 177 d¨®lares mensuales el sueldo m¨ªnimo que deber¨ªa percibir un trabajador del textil para cubrir sus costes b¨¢sicos de vida en la capital camboyana. El imprescindible para poder comer.
"Sin ese dinero las trabajadoras no pueden sobrevivir¡±, asegura Sokny Say, secretaria general del Free Trade Union of Workers of the Kingdom of Cambodia (FTUWKC), uno de los sindicatos m¨¢s activos en la defensa de los derechos laborales del sector. La falta de ingresos obliga a muchas mujeres a prescindir de la comida, lo que va minando su salud hasta que la extenuaci¨®n. Al d¨ªa, las trabajadoras del textil en Camboya ingieren apenas 1598 calor¨ªas, la mitad de la cantidad recomendada para su activad. Un dieta completa, de unas 3.000 calor¨ªas, absorber¨ªa m¨¢s de la mitad de su sueldo. "Trabajan hasta que enferman o caen desmayadas", asegura Say. El pasado a?o se registraron alrededor de 1.000 desmayos en las factor¨ªas de Phnom Penh, seg¨²n datos del Departamento de Salud Laboral del Gobierno recogidos por el diario Cambodia Daily. Por primera vez, tres trabajadores fallecieron.
Pheara sabe bien lo que es contar calor¨ªas. Es un juego recurrente en Phsa Touch. En las dos ¨²ltimas d¨¦cadas la capital camboyana ha experimento un crecimiento masivo propiciado por la llegada de miles de campesinos de las provincias rurales. S¨®lo entre 1998 y 2008, la poblaci¨®n de Phnom Penh se duplic¨®. Este veloz e incontrolado desarrollo urban¨ªstico se ha traducido en inmensas bolsas de pobreza que rodean la ciudad. 340 suburbios en los que viven m¨¢s de 33.000 familias. Las villas miseria de Phnom Penh.
La barriada de Phsa Touch no est¨¢ lejos de la mirada de los turistas que abarrotan el Riverside. Apenas un largo paseo o un peque?o trayecto en tuk-tuk hasta dejar tras s¨ª el puente Chroy Changvar II. De las tiendas cuelgan ba?adores en oferta y los puestos de comida ocupan todas las esquinas. S¨®lo algunos edificios, como el se?orial River Palace Hotel, rompen con la est¨¦tica decadente de construcciones bajas y desvencijadas. La autopista 5 divide Phsa Touch. Al otro lado, junto al r¨ªo, un masa de chabolas cuelga sobre el agua. Pheara camina con cuidado, sorteando el agua encharcada y los desperdicios que flotan en una suerte de acequia primitiva. S¨®lo la corriente del Tonle Sap alivia el olor putrefacto. Las marcas de la ¨²ltima inundaci¨®n a¨²n se distinguen en el mural que colorea la pared del antiguo centro de la ONG Riverkids en el barrio. Cuando llega el monz¨®n, el agua lo invade todo, explica vagamente uno de los j¨®venes que reside en el slum. Incluso los palafitos m¨¢s elevados, que conforman una peque?a aldea suspendida sobre el r¨ªo, quedan anegados. Durante unas semanas al a?o, la vida en este lado de la ciudad queda pospuesta.
Al caer el sol, el suburbio de Phsa Touch se convierte en un lugar peligroso. El desempleo, el alcohol y las drogas alimentan la violencia. Adem¨¢s, la tensi¨®n pol¨ªtica entre camboyanos y vietnamitas ha obligado a dividir el slum para evitar los enfrentamientos. Las mujeres han tomado sus propias medidas de precauci¨®n, organizando una secci¨®n propia en la zona elevada. La mayor¨ªa son trabajadoras del sexo del Riverside. Una de ellas, joven, no m¨¢s de 30 a?os, muestra su casa, de una ¨²nica estancia. Aunque no tiene ventanas, el reflejo del r¨ªo se cuela entre el tablado. Lleva un plato en la mano. Es su comida. Un pu?ado de arroz con pescado seco.
Aprendiendo a salir de Phsa Touch
M¨¢s de un cuarto de la poblaci¨®n de Phnom Penh, donde residen m¨¢s de mill¨®n y medio de personas, es pobre. La mayor¨ªa sobrevive con menos de dos d¨®lares al d¨ªa. La desnutrici¨®n es un mal end¨¦mico en un pa¨ªs en el que el 39,9% de los menores de cinco a?os sufre malnutrici¨®n cr¨®nica y el 55,1% anemia seg¨²n los datos del Programa Mundial de Alimentos. En Phsa Touch, el trabajo de las ONGs que trabajan en el barrio impiden que la desnutrici¨®n sea una epidemia. S¨®lo los cuatro centros de Riverkids atienden a 500 menores a los que proveen de tentempi¨¦s y almuerzos durante las clases. Es parte del programa educativo en el que llevan a?os trabajando y que ha permitido que cinco alumnos del barrio ¡°hayan llegado ya a la universidad¡±, subraya orgulloso Khun Seiha, coordinador de voluntariado de la organizaci¨®n.
Pheara so?aba con ser profesor. Despu¨¦s quiso ser Messi. "Ahora me gustar¨ªa trabajar instalando aire acondicionado". Desde hace unos meses, Pheara participa en el programa de formaci¨®n profesional de Riverkids. Cada d¨ªa, despu¨¦s de recoger lo que encuentra por las calles y venderlo a uno de los comerciantes de chatarra del slum, vuelve al barrio para seguir estudiando. Fue su abuela quien le anim¨® a ir a la escuela. Fue ella quien le ense?¨® el camino para dejar atr¨¢s Phsa Touch.
The White Building, entre los artistas y las drogas
Las paredes del White Building? est¨¢n desconchadas. Las grietas se adivinan entre las manchas de humedad que cubren la fachada y hay zonas en las que el moho se cuela por las ventanas. El hist¨®rico complejo residencial est¨¢, seg¨²n los t¨¦cnicos municipales, en estado ruinoso, lo que pone en peligro la vida de las 600 familias que todav¨ªa residen en ¨¦l.
En el bulevar Sothearos, una de las arterias principales de la capital, apenas a unos minutos del Riverside, los vecinos recelan de la versi¨®n oficial. Detr¨¢s del proyecto de demolici¨®n, aseguran, est¨¢ una gran constructora que posee ya terrenos en los alrededores y pretende erigir all¨ª una nueva zona residencial. Otro pelotazo urban¨ªstico en un pa¨ªs en el que el 6% de la poblaci¨®n ha sufrido expropiaciones masivas a los largo de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas.
Construido en 1963 por el prestigioso arquitecto camboyano Lu Ban Hap y el ingeniero franco-ucraniano Vladimir Bodiansky como un complejo de 468 apartamentos para familias de rentas bajas, el White Building es considerado una de las joyas de la denominada nueva arquitectura Jemer que floreci¨® en el pa¨ªs en los a?os 60. El edificio formaba parte del Bassac River Front, un proyecto residencial rodeado de jardines y espacios culturales inspirado en la Ville Radieuse de Le Corbusier. Muchos de sus habitantes perecieron en el genocidio de los Jemeres Rojos. En los ¨²ltimos a?os una nueva generaci¨®n de artistas volvi¨® a instalarse en ¨¦l. En el segundo piso, el colectivo Sa Sa Art Projects, ha creado un espacio para la experimentaci¨®n y la creatividad arquitect¨®nica.
Sin embargo, el estigma de las drogas y la prostituci¨®n sigue envolviendo el White Building. En el complejo muchos de sus residentes apenas tienen ingresos y malviven en condiciones precarias. Los planes del Ayuntamiento de Phnom Penh pasan por demoler el edificio este mismo a?o, aunque la movilizaci¨®n ciudadana ha conseguido paralizar el proyecto por el momento. Al menos, hasta septiembre.
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