Nueva luz para iluminar a los grandes maestros
El Prado empieza a cambiar las l¨¢mparas hal¨®genas por leds y los cuadros ganan expresividad
?Qu¨¦ puede hacer un museo en estos tiempos, en los que el bombardeo de novedades es permanente e implacable, para llamar la atenci¨®n sobre los viejos tesoros que acumula en sus salas? Pues cambiar la iluminaci¨®n.
La idea parece salida de un director de campa?a publicitaria, pero tiene mayor enjundia. El Prado present¨® la pasada semana el ambicioso proyecto, que concluir¨¢ en 2017, de ir sustituyendo las luces hal¨®genas que iluminan sus cuadros por l¨¢mparas led. Se han cambiado ya en las 15 salas dedicadas al siglo XIX y en una parte de las obras de Goya, amen de utilizarse en la exposici¨®n temporal dedicada a Rogier van der Weyden.
Por una directiva de la Uni¨®n Europea las l¨¢mparas hal¨®genas se dejar¨¢n de fabricar en 2016, pero resulta que la llegada de los ledes supone ventajas no solo t¨¦cnicas ¡ªahorro energ¨¦tico, reducci¨®n de emisiones contaminantes, menor da?o a las obras¡ª sino tambi¨¦n art¨ªsticas. Miguel Falomir, el nuevo director adjunto de Conservaci¨®n e Investigaci¨®n del Prado, lo resumi¨® as¨ª: ¡°Con la nueva iluminaci¨®n los colores son m¨¢s potentes, m¨¢s n¨ªtidos y m¨¢s di¨¢fanos¡±. Quiz¨¢ se trata para algunos de una noticia menor, pero merece subrayarse. Forma parte de esas iniciativas que pone en marcha Bruselas y que tienen un aroma meramente burocr¨¢tico: se comprueba que existen unas l¨¢mparas, las hal¨®genas, que derrochan energ¨ªa y se ordena que dejen de producirse. Punto. Pero resulta que, al final del proceso, el que gana es el que visita el Museo del Prado. No est¨¢ mal. Quiz¨¢ haya cosas que deben hacerse como las hace la aburrida Europa.
Como todos los oficios que se proponen conquistar metas inalcanzables, el artista en su af¨¢n de perseguir la belleza tiene algo de ?caro, aquel personaje de la mitolog¨ªa griega que, en cuanto supo que pod¨ªa volar, quiso alcanzar el sol. Pero su padre, D¨¦dalo, ya le hab¨ªa advertido que no lo hiciera, que la cera de sus alas pod¨ªa derretirse con el calor. No le hizo caso, y termin¨® cayendo sobre las aguas del mar.
Uno de los artistas que pint¨® la historia de ?caro fue Pieter Brueghel el Viejo y su cuadro est¨¢ en el Museo de Bellas Artes de Bruselas. Aparece ah¨ª un labrador con su arado y un pastor cuidando a sus ovejas, hay tambi¨¦n un hombre que entra en el agua y, m¨¢s all¨¢, un barco. Es primavera y el mundo irradia vitalidad. ¡°En el ?caro de Brueghel, por ejemplo: todo le vuelve / La espalda a la tragedia sin inmutarse¡±, escribi¨® Auden en el poema en el que alude a ese cuadro. Nadie parece enterarse de que alguien ha ca¨ªdo desde las alturas: solo hay unas piernas que aparentan patalear al hundirse en las aguas. Y Auden dice que seguramente la nave vio que un ni?o se precipitaba desde los cielos pero ¡°ten¨ªa ad¨®nde ir y prosigui¨® su viaje imperturbable¡±.
Algo de eso ocurre con las obras de arte: que la gente tiene ad¨®nde ir y las ignora, imperturbable. Por eso ayer se celebr¨® el d¨ªa de los museos. Y por eso hay que felicitarse de que los cuadros del Prado ganen, con las luces led, mayor expresividad: invita a volver a verlos.
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