¡®Megamix¡¯, una historia de DJ, matones y negocios discogr¨¢ficos
Fue un sonido que marc¨® una ¨¦poca. Un c¨®ctel de ritmos bailables, mezclas caseras y chistes baratos que surgi¨® como un fogonazo en los ochenta Con t¨ªtulos como ¡®Max Mix¡¯, ¡®M¨¢quina Total¡¯ y ¡®Lo + Duro¡¯, batieron r¨¦cords de ventas y cambiaron para siempre la industria musical del pa¨ªs Sus creadores tocaron el cielo. Y el infierno. Uno de ellos intent¨® asesinar a su exsocio
Cuando introdujo la llave en el contacto de su Mercedes SL color antracita, que hab¨ªa permanecido aparcado en el aeropuerto del Prat mientras pasaba unos d¨ªas en Miami, no sab¨ªa que ese d¨ªa intentar¨ªan matarlo.
Decidi¨® invertir el resto de la jornada en las oficinas de la empresa donde trabajaba. A las 20.30 de ese 3 de septiembre de 1998 baj¨® al parking del edificio de la barcelonesa calle de Numancia. Cuando se dispon¨ªa a abrir la puerta del auto, not¨® el fr¨ªo de una pistola en su cabeza. ¡°No te gires, cabr¨®n¡±, le grit¨® quien la enca?onaba. Pens¨® que era una broma de sus compa?eros: el suyo era un trabajo creativo a menudo espoleado por las chanzas. Unos cuantos golpes despu¨¦s, estaba ovillado en la caja frigor¨ªfica de una furgoneta. Con las manos atadas y la boca amordazada, escuch¨® c¨®mo sus captores le repet¨ªan una y otra vez que no saldr¨ªa de all¨ª. No los pod¨ªa ver, porque la furgoneta estaba a oscuras (intu¨ªa bolas iridiscentes de pitillos), pero notaba por el acento que eran mexicanos. Dec¨ªan: ¡°Te vamos a matar, Campoy, a ti y a toda tu familia¡±. ?l no se llamaba as¨ª, pero la mordaza le negaba la r¨¦plica. Los tres sicarios le quitaron la documentaci¨®n y descubrieron que algo raro pasaba. Detuvieron la furgoneta al lado del pantano de la Baells, en Berga, y salieron para hablar con su jefe. En ese momento, nuestro protagonista se las arregl¨® para liberarse de las ataduras, abri¨® la puerta de un patad¨®n y descubri¨® una pistola en el suelo. Enarbolando el arma, ech¨® a correr mientras sus captores lo persegu¨ªan por el campo que deslindaba el pantano y la carretera. All¨ª par¨® a punta de pistola a unos veintea?eros que lo condujeron hasta el cuartel de la Guardia Civil.
Los guardias vieron c¨®mo se acercaba un tipo con un arma, la cara magullada y la ropa arruinada por la paliza. Le dieron el alto:
¨C?Qui¨¦n eres?
Podr¨ªa haberse presentado de muchas formas. Al fin y al cabo, fue uno de los inventores del megamix, uno de los fen¨®menos sociol¨®gicos m¨¢s curiosos de la historia de la industria musical espa?ola. Tambi¨¦n podr¨ªa haber dicho que una de sus creaciones, el Max Mix 4, despach¨® en dos semanas 180.000 copias, arrebat¨¢ndole el r¨¦cord Guinness de ¨¢lbum m¨¢s vendido en la primera quincena a Julio Iglesias.
'Ibiza Mix', editado en 1994. / Youtube
Aquel tipo baldado hab¨ªa sido uno de los tres art¨ªfices de los conocidos discos de mezclas. Collages sonoros con canciones (funk y disco en su origen) engarzadas por delirantes arreglos de factura casera que coparon durante lustros las listas de ventas. Primero editados por la discogr¨¢fica barcelonesa Max Music, gestionada por Ricardo Campoy y Miguel Deg¨¤. Despu¨¦s, por Vale Music, que naci¨® cuando el primero se divorci¨® empresarialmente del segundo y cuyo ¨¦xito desat¨® una envidia que se traducir¨ªa en este rapto fallido. Qui¨¦n iba a decir que, a?os m¨¢s tarde, la v¨ªctima de este secuestro se convertir¨ªa en la mente detr¨¢s del fen¨®meno millonario de Operaci¨®n Triunfo y de docenas de ¨¦xitos del verano como Follow the Leader, El tibur¨®n o La bomba.
Esta historia abarca desde la euforia pos-Transici¨®n a la reciente crisis, pasando por el boom del ladrillo y de las televisiones privadas. Aunque parece un guion de Martin Scorsese, quien encarg¨® el asesinato era en realidad fan de Francis Ford Coppola. ¡°No era una cuesti¨®n de drogas o de alcohol. Sino de vanidad. Y, bueno, Miguel Deg¨¤ ve¨ªa demasiadas veces El padrino¡±, explica Josep Maria Castells, la v¨ªctima, tras dar un sorbo a su cortado en una cafeter¨ªa de un centro comercial de Matar¨®.
Los incios del ¡®megamix¡¯
Cuando Mike Platinas, el segundo de los tres protagonistas de esta historia, paseaba por Palafrugell, su pueblo gerundense, sol¨ªa cargar con una bolsa llena de cintas v¨ªrgenes. Los vecinos lo paraban y le ped¨ªan que demostrara una vez m¨¢s su don. ¡°Sacaba una cinta, la desprecintaba y, con los ojos cerrados, la ol¨ªa¡±, explica Pletinas. ¡°Por el olor distingu¨ªa la marca y el modelo de casete¡±.
Han pasado 30 a?os desde entonces, y el tipo, que en realidad se llama Miquel Fabrellas, conserva el aire alborotado de cient¨ªfico loco que lo llev¨® a inventar un subg¨¦nero musical genuinamente ib¨¦rico. En¨®logo de cintas, experto en artes marciales y conocedor de cinco idiomas, fue finalista en concursos de cubo de Rubik y en el programa televisivo Aplauso, y particip¨® en dos campeonatos mundiales de disc jockeys.
¡°Con las primeras 60.000 pesetas que ahorr¨¦ me compr¨¦ un Revox de segunda mano. Empec¨¦ a trabajar mis ideas gracias a ese aparato y a los discos de mezclas que me llegaban de Disco Mix Club, un programa de Radio Luxemburgo que descubr¨ª escuchando una radio de onda corta para practicar ingl¨¦s con los mensajes que se cruzaban los barcos¡±, recuerda. Ese es el mito fundacional de ¡°los fuegos artificiales¡±. As¨ª denomina, en su argot, las travesuras s¨®nicas caracter¨ªsticas del megamix, que nuestro segundo protagonista invent¨® midiendo beats por mil¨ªmetros, cortando cinta y volvi¨¦ndola a empalmar, aflautando voces y tartamudeando s¨ªlabas al ritmo de cada tema.
Platinas grab¨® una primera maqueta para poderse presentar en el concurso de disc jo?ckeys que convoc¨® en 1984 la discogr¨¢fica Max Music. ¡°Yo gan¨¦ y Josep Maria Castells qued¨® segundo. Ah¨ª empieza la historia¡±, recuerda en una cafeter¨ªa de la capital catalana. El premio era grabar el Max Mix 1, el primer disco elaborado con las t¨¦cnicas y efectos del megamix. Corr¨ªa el a?o 1985 y en las radios sonaban Hombres G y Dire Straits. Espa?a firmaba su adhesi¨®n a la Comunidad Econ¨®mica Europea y la democracia mostraba la ilusi¨®n y los movimientos torpes de un beb¨¦. Ese era el caldo de cultivo ideal para intentar atrapar la modernidad tomando atajos y recetas milagrosas.
La secuela, Max Mix 2, fij¨® las bases del nuevo sonido, de los arranques divertidos a los di¨¢logos locos entre motivos musicales a varias velocidades. Triunf¨® a¨²n m¨¢s que el primero, pero se discuti¨® con Max Music por cuestiones financieras: ¡°Puedes trabajar por pasi¨®n, pero no estaba dispuesto a que se aprovecharan de mi creatividad. Me ten¨ªan que dar 53,8 pesetas por disco, unos 11,5 millones de pesetas, que no pagaron¡±.
Platinas rompi¨® con la discogr¨¢fica. Y Max Mix, con un tal Ricardo Campoy y un tal Miguel Deg¨¤ a la cabeza, ten¨ªan claro con qui¨¦n seguir¨ªan explotando el fil¨®n.
El fen¨®meno social
Te critican cuando dices que eres uno de los creadores del ¡®Megamix¡¯, pero yo siempre intent¨¦ innovar¡±
Si Mike Platinas era el creador iluminado en su casa y Josep Maria Castells vivi¨® su adolescencia en las discotecas de la costa, Toni Peret, el tercer protagonista, creci¨® en las cabinas de la radio. Max Music decidi¨® que este chaval con buena voz podr¨ªa formar pareja art¨ªstica con Castells. Cuando lo reclutaron, ya hab¨ªa hecho sus pinitos. ¡°La gente te critica cuando dices que eres uno de los creadores del megamix, pero yo siempre intent¨¦ innovar. Que yo sepa, en 1981 en Espa?a no hab¨ªa karaoke. Pues yo me empe?aba en separar las bases instrumentales y cantar por encima cambiando la letra¡±, explica Peret arrellanado en el sof¨¢ de su piso de Valldaura, uno de esos barrios obreros que recibieron una capa de chapa y pintura con los Juegos Ol¨ªmpicos de 1992.
Peret, que ya hab¨ªa entrevistado a Platinas en la radio en la que trabajaba cuando sali¨® el Max Mix 1, recibi¨® una llamada de Campoy. El ¨¦xito del Max Mix 3, firmado por Castells y Peret, ser¨ªa la antesala del estallido de r¨¦cord que supuso el Max Mix 4. ¡°Hice esos discos mientras estaba en la mili. Iba al estudio, trabajaba toda la noche y por la ma?ana me pon¨ªa el uniforme y volv¨ªa al cuartel¡±, recuerda Castells. ¡°A¨²n guardo el teletipo de las agencias donde dec¨ªan que hab¨ªamos entrado en el Guinness. Me lo regal¨® firmado el jefe de informativos de mi radio¡±, a?ade Peret. La clave, entre otras cosas, fue que el lanzamiento conten¨ªa un pack de gadgets para fabricar tu megamix en casa. La fiebre era ya dom¨¦stica. Los megamixes eran m¨¢s baratos que los discos de los grupos de m¨²sica pop de la movida. El fen¨®meno cambi¨® el modelo de la industria.
Con los ingresos, Castells se compr¨® su primer capricho: un Mercedes 190 blanco: ¡°Soy un loco de los coches, ahora tengo seis¡±. Peret se decantar¨ªa por un Alfa Romeo 33 de color verde. Con esos y con otros autos, a veces, hac¨ªan carreras. Era Castells quien apretaba m¨¢s el acelerador. Les pagaban cientos de miles de pesetas por mezcla y se encerraban durante semanas para hacer cada disco. Peret se?ala: ¡°Eran condiciones de esclavismo¡ Com¨ªamos y dorm¨ªamos en el estudio¡±.
En el mejor momento del megamix pod¨ªan recibir broncas por vender 300.000 copias. Peret se empez¨® a construir una gran casa en Lli?¨¤ de Vall, donde instalaron el estudio. Con cada disco lanzado, hac¨ªa una reforma m¨¢s: la piscina, el jard¨ªn¡ El megamix copaba los primeros n¨²meros de las listas y sus creadores eran cada vez m¨¢s conocidos. ¡°Recuerdo una vez en una playa de Castell¨®n: teloneamos a Mecano ante 100.000 personas¡±, explica Castells.
Cuando Campoy decidi¨® fundar su discogr¨¢fica (Vale Music) y abandonar a su socio (Deg¨¤), llev¨¢ndose a Peret y Castells, nadie intuy¨® las consecuencias, aunque Peret asegura que Deg¨¤ ya le ¡°hab¨ªa ense?ado¡± a?os antes una pistola para que no fichara por la eterna competencia: la discogr¨¢fica Blanco y Negro.
El secuestro de Castells ser¨ªa, en realidad, un error. ¡°Campoy ten¨ªa el mismo coche que yo y m¨¢s o menos mi constituci¨®n¡ Nos confundieron¡±. Todos sab¨ªan que Deg¨¤, despechado, hab¨ªa encargado la operaci¨®n. Cuando se enteraron de que volv¨ªa a Barcelona desde Miami, Castells dio el chivatazo a la polic¨ªa. Esa noche, Deg¨¤ comparti¨® mantel con los sicarios en un restaurante de Barcelona. Los pillaron. Uno de ellos llevaba el Rolex de Castells. Al d¨ªa siguiente, la noticia apareci¨® en los informativos y la v¨ªctima concedi¨® una entrevista en Cr¨®nicas marcianas, donde se debat¨ªan cotilleos, sucesos escabrosos y las m¨¢s altas (y esperp¨¦nticas) razones de Estado. ¡°Necesit¨¦ escolta mucho tiempo. A¨²n hoy me amenazan¡±, revela. Deg¨¤ acab¨® en la c¨¢rcel, pero en el primer permiso se fug¨®. No ha vuelto a aparecer.
La cultura del megamix, que hab¨ªa continuado con su relato triunfal durante los primeros noventa, empez¨® a decaer en el ocaso del siglo. Con el tiempo, la idea inicial del Max Mix 1 se fue popularizando y ci?¨¦ndose a la actualidad. Un recorrido por las portadas y mensajes de los discos es un viaje por el contexto sociocultural espa?ol de la ¨¦poca. Entre estribillo y redoble se escuchaban gritos de Sadam Husein, Terminator 2, deslices de Carmen Sevilla en el Telecup¨®n e imitaciones de Ruiz Mateos. Modas del momento para apuntalar canciones en todos los estilos. Encapsuladas en series de ¨¦xito masivo como M¨¢quina Total o Lo + Duro. Hay megamixes con Chiquito de la Calzada en la car¨¢tula, y con un actor disfrazado del Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar del ¡°V¨¢yase, se?or Gonz¨¢lez¡± .
Castells supo hacerse con algunas acciones de Vale Music, auspici¨® decenas de ¨¦xitos del verano y ayud¨® a idear el formato televisivo de Operaci¨®n Triunfo, que cambi¨® de nuevo el modelo industrial de la m¨²sica espa?ola, popularizando en un concurso a caras desconocidas. Compr¨® adem¨¢s varias discotecas y ahora viaja con frecuencia a Miami, donde tiene negocios. Peret, su inseparable socio art¨ªstico, tan popular como ¨¦l, no corri¨® la misma suerte porque solo era un trabajador del sello. ¡°Me divorci¨¦ en 2007 y tuve que abandonar la casa que hab¨ªa construido con todo ese ¨¦xito. Al a?o siguiente hubo un ERE en la discogr¨¢fica y me fui a la calle¡±. A¨²n conserva muchos seguidores y sigue vinculado al mundo de la m¨²sica y de la radio, pero sufre los rigores de la crisis econ¨®mica, que tambi¨¦n sobrevuela el final de esta historia. Platinas, adem¨¢s de alguna sesi¨®n de DJ, da clases de ingl¨¦s en un colegio y traduce manuales de tecnolog¨ªa. Sus destinos son dispares, pero mantienen una amistad libre de recelos. Se tienen cari?o. Y ahora colaborar¨¢n en diversos proyectos al calor del 30? aniversario del primer Max Mix. Hay un documental en marcha sobre ellos. Y los tres protagonistas compartir¨¢n actos conmemorativos. Incluso Peret y Platinas firmar¨¢n sendos megamixes que editar¨¢ la eterna competencia de Max Music: Blanco y Negro.
Fue un fen¨®meno masivo, y hoy olvidado, pero sin el que no se podr¨ªa entender la evoluci¨®n de la m¨²sica de baile en Espa?a. Una met¨¢fora de su alocada historia reciente. Peret se pregunta, con cierta sorna, si cuando la serie Cu¨¦ntame se acerque a los a?os noventa, sus protagonistas comprar¨¢n alg¨²n megamix.
Escucha nuestra lista de SPOTIFY de 'megamix', recomendada por Toni Peret.
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