?Por qu¨¦ no iba a ir en bicicleta un mensajero?
¡°No vais a durar ni dos d¨ªas¡±, les dec¨ªan. Pero los fundadores de Tr¨¦bol llevan casi dos d¨¦cadas repartiendo paquetes sobre pedales
Eran seis veintea?eros con poco dinero, ninguna experiencia empresarial y una idea disparatada que, para colmo, aunaba ecolog¨ªa, autogesti¨®n y econom¨ªa horizontal. ¡°Incluso t¨² llegas a pensar que est¨¢s loco¡±, confiesa Alberto Luengo (Madrid, 1971) en la oficina de Tr¨¦bol. Hace 19 a?os que ¨¦l y sus socios recorren las calles de la ciudad entregando paquetes en bicicleta. Luengo cuenta su historia entre llamadas de tel¨¦fono y ante una larga lista de pedidos en la pantalla del viejo ordenador. No se han hecho ricos, pero no les falta trabajo.
Los pedales llevan aliment¨¢ndoles casi dos d¨¦cadas. No son salarios altos (no superan los mil euros), pero nunca han tenido que enfrentarse con el jefe
Era 1996 y los seis fundadores andaban entre los 24 y los 27 a?os. ¡°Utiliz¨¢bamos la bici para ir a la universidad y para hacer cicloturismo. Nos pill¨® terminando la carrera y nos gust¨® la idea de tener una cooperativa propia, no depender de nadie¡±, recuerda el madrile?o. Entonces, desplazarse en bicicleta era ya una rareza (¡°si ve¨ªas a alguien en bici, le conoc¨ªas seguro¡±), tanto m¨¢s tomarla como base de un negocio. Su apuesta de hacerse mensajeros a dos ruedas result¨® tan ex¨®tica que no tardaron en aparecer en peri¨®dicos y radios. En un recorte que han conservado y colgado en su web, se habla de alternativa a la ¡°atosigante precariedad laboral¡±. Por entonces, Luengo intentaba terminar Filolog¨ªa Hisp¨¢nica. Miguel Domingo, uno de los tres pioneros que contin¨²an en la empresa desde el principio, se quejaba de que sus padres ¡°no le daban credibilidad a esto¡±. ¡°Alg¨²n mensajero en moto te paraba y te dec¨ªa: ¡®Est¨¢s loco, no vas a durar ni dos d¨ªas¡¯. Y f¨ªjate, lo mismo hemos durado m¨¢s que ellos¡±, bromea.
Alg¨²n mensajero en moto te paraba y te dec¨ªa: ¡®Est¨¢s loco, no vas a durar ni dos d¨ªas¡¯. Y f¨ªjate, lo mismo hemos durado m¨¢s que ellos
Los pedales llevan aliment¨¢ndoles casi dos d¨¦cadas. No son salarios altos (no superan los mil euros, y en los ¨²ltimos a?os han sufrido alg¨²n ajuste m¨¢s por culpa de la crisis), pero nunca han tenido que enfrentarse con el jefe. Siguen siendo seis, aunque no los mismos: cuatro sobre las bicis, uno (Luengo) al tel¨¦fono y el papeleo, y otro a cargo de la furgoneta que han tenido que incorporar para paquetes m¨¢s pesados o trayectos demasiado largos. La ¨¦poca dorada, para ellos, tambi¨¦n lleg¨® a principios de los 2000, cuando el dinero parec¨ªa fluir sin l¨ªmites e Internet, ahora su principal competidor, era a¨²n un extra?o para la mayor¨ªa de los hogares. Llegaron a ser 23 empleados. ¡°Imagina, trabaj¨¢bamos para estudios fotogr¨¢ficos, que nos mandaban a por carretes, revelados... O de dise?o, que enviaban las pruebas al cliente. Ahora, los ¨²nicos documentos que transportamos son los oficiales¡±. Predominan los objetos y los clientes j¨®venes.
Desde sus bicicletas de paseo o carrera, enfundados en maillots verdes y resistiendo ante el casco (que confiesan no usar) y las mascarillas, han visto cambiar la percepci¨®n de la ciudad ante los pedales. ¡°En el tr¨¢fico, se nos ignoraba completamente, y hab¨ªa gente que dec¨ªa que no ten¨ªamos derecho a estar ah¨ª¡±, cuenta Luengo. Entonces, ni siquiera Par¨ªs ten¨ªa carril bici. Hoy, incluso Madrid ¨Cnombrada la peor ciudad espa?ola para ir en bici por la Organizaci¨®n de Consumidores y Usuarios en 2014¨C disfruta de 400 kil¨®metros de este tipo de v¨ªas. En 2013, el uso de la bici en el interior de la M-30 creci¨® en 16%. Luengo lo achaca a una concienciaci¨®n por parte de los usuarios, y no a una correcta actuaci¨®n de las autoridades. Se resiste a alabar el sistema p¨²blico de alquiler de bicicletas BiciMad, que contaba con m¨¢s de 30.000 abonados al pase anual el pasado febrero: ¡°Ha llegado en un momento en que ya hab¨ªa una base de gente interesada. No creo que est¨¦n incentiv¨¢ndolo especialmente, ni he observado un gran cambio¡±.
En los ¨²ltimos a?os incluso ha rescatado la vieja idea de organizar una red nacional de mensajer¨ªa en bici
Ya no son los ¨²nicos repartidores libres de CO2 en la ciudad. Luengo celebra la competencia, aunque lamente que reduzca a la mitad los 6,10 euros que cuesta la entrega de un paquete de menos de cinco kilos en menos de una hora. ¡°Es lo m¨ªnimo para pagar gastos y sueldos. Lo bajan por necesidad, pero no nos hacemos ning¨²n favor¡±, explica. En los ¨²ltimos a?os han aparecido nuevos proyectos de este tipo, que ya existen en ciudades como Barcelona (pionera con la empresa hermanada Tr¨¨vol), Sevilla o Zaragoza. Incluso se ha rescatado la vieja idea de organizar una red nacional de mensajer¨ªa en bici, para que un paquete pueda ser entregado a pedales al menos en cualquier capital de provincia del pa¨ªs.
Siguen siendo seis, aunque no los mismos: cuatro sobre las bicis, uno al tel¨¦fono y el papeleo, y otro a cargo de una furgoneta
Otras cosas no cambian. Las cuestas de Lavapi¨¦s (donde comparten oficina desde hace tras a?os con una cooperativa de venta y reparaci¨®n de bicis) siguen ah¨ª. Las jornadas a¨²n consisten en hacerse unos 60 kil¨®metros en seis horas, prometiendo llevar cualquier paquete antes de una hora a cualquier punto dentro de la M-30. Y los fr¨ªos d¨ªas de lluvia contin¨²an encabezando la lista de los peores enemigos de los repartidores. Sobre un panel de corcho, un mapa de Madrid es testigo del paso de los a?os. Los primeros cooperativistas de Tr¨¦bol empezaron a usarlo para situar a sus mensajeros, por consejo de sus mentores catalanes. Ahora los imanes sobre ¨¦l son testimoniales: ¡°Calculamos distancias y tiempos de cabeza. Somos pocos, y son ya muchos a?os¡±.
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