Los pescadores ignorados
En la costa oeste de India, la central t¨¦rmica Tata Mundra Ultra Mega Power, apoyada por el Banco Mundial, amenaza el sistema de vida de una comunidad entera
El grupo Tata, una de las mayores corporaciones de India, se comprometi¨® a ser un buen vecino cuando acept¨® la tarea de construir la primera central t¨¦rmica. El plan era instalarla junto al golfo de Kutch, un entrante del mar Ar¨¢bigo que proporciona el sustento a los clanes de pescadores que explotan la rica fauna marina de la costa. Tata asegur¨® al Grupo del Banco Mundial, que aportaba 450 millones para contribuir a financiar el proyecto, que no hab¨ªa motivos para preocuparse por el impacto de la gigantesca planta en la gente que vive y trabaja en sus proximidades.
"El potencial pesquero del golfo de Kutch es significativo", asegur¨® la empresa entonces, pero declar¨® que no hab¨ªa ¡°actividades locales de pesca en las aguas costeras situadas delante del proyecto¡±. ¡°La peque?a comunidad de pescadores m¨¢s cercana¡±, a?ad¨ª¨®, se encontraba ¡°fuera del ¨¢rea de la planta¡±.
Esta declaraci¨®n sorprendi¨® a Budha Ismail Jam.
Jam vive la mayor parte del a?o en una caba?a de una sola habitaci¨®n en Tragadi Bandar, un poblado de pescadores colindante con el Proyecto de Central El¨¦ctrica Tata Mundra Ultra Mega Power, en el Estado occidental de Guyarat, a 160 kil¨®metros al sur de la frontera india con Pakist¨¢n. Lo ¨²nico que separa al asentamiento de la planta de Tata, construida en en 2012, es un canal artificial que vierte el agua caliente residual de la instalaci¨®n, con una capacidad de 4.150 megavatios. El canal se excav¨® en la tierra en la que, hasta hac¨ªa poco, viv¨ªan las familias de pescadores. Detr¨¢s de ¨¦l se levantan las chimeneas gemelas con franjas rojas y blancas de la central, visibles a varios kil¨®metros desde toda la llanura.
Jam pertenece a un grupo musulm¨¢n minoritario llamado wagher, cuya historia en la costa se remonta a hace 200 a?os, seg¨²n su asociaci¨®n de pescadores. Cada verano, alrededor de 1.000 familias wagher ¡ªunos 10.000 hombres, mujeres y ni?os¡ª cargan sus pertenencias en camiones alquilados y emigran desde sus pueblos del interior a las arenosas zonas pesqueras de las riberas del golfo. Vuelven a construir sus asentamientos de la nada montando el armaz¨®n de las caba?as con ramas y recubri¨¦ndolo con paredes de arpillera, y viven all¨ª durante ocho meses sin conexi¨®n el¨¦ctrica ni agua corriente. Los hombres traen la captura diaria. Las mujeres clasifican el pescado y cuelgan el pato de Bombay, la especie de olor m¨¢s penetrante, en entramados de bamb¨² para que se seque. Gran parte de la producci¨®n se env¨ªa a todas partes de India, adem¨¢s de a Bangladesh, Sri Lanka y Nepal.
¡°Esa gente dice que aqu¨ª no hay pescadores¡±, afirma Jam, que tiene 50 a?os largos, viste la ropa suelta y el casquete de punto habitual entre los hombres wagher. ¡°Pero somos un mont¨®n¡±.
La llegada de la central de Tata y de otros proyectos industriales ha hecho m¨¢s dif¨ªcil que puedan ganarse la vida en la costa.
En una demanda interpuesta el 23 de abril ante un tribunal federal de Washington, D.C., los habitantes de Tragadi Bandar declararon que el agua caliente descargada por la planta de Tata ha alejado a los peces de la zona intermareal en la que los wagher acostumbraban a practicar el pagadiya, un m¨¦todo tradicional consistente en echar las redes y capturar los peces con la marea baja. El rendimiento de la pesca con barca, que se realiza mar adentro, tambi¨¦n ha descendido.
"?Ve la pesca que hay aqu¨ª?", pregunta Jam barriendo con el brazo la vista de su bandar, uno de los poblados pesqueros de las riberas del golfo. Sobre la arena reposan sacos de arpillera repletos de pato de Bombay seco esperando a que los lleven al mercado. ¡°Todo esto sol¨ªamos conseguirlo en un d¨ªa. Ahora hacen falta 15¡±.
Jam y sus vecinos forman parte de los ignorados, gente que el Grupo del Banco Mundial y sus prestatarios no ha tenido en cuenta en su af¨¢n por construir presas y centrales el¨¦ctricas, entre otros proyectos.
Seg¨²n averiguaciones del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigaci¨®n, las dos principales entidades crediticias de la instituci¨®n internacional ¡ªel Banco Mundial, que concede cr¨¦ditos a los Gobiernos, y la Corporaci¨®n Financiera Internacional (CFI), que los concede a grandes grupos empresariales, como Tata¡ª han sido reiteradamente incapaces de garantizar que se contabilice a los damnificados por las grandes obras.
Ambos prestamistas tienen pol¨ªticas detalladas que exigen que sus prestatarios determinen si hay personas que perder¨¢n sus hogares o sus tierras, o que sufrir¨¢n da?os en sus medios de vida a resultas de los proyectos financiados por ellos.
Cuando se establece la existencia de ¡°personas afectadas por el proyecto¡±, los perceptores del cr¨¦dito tienen la obligaci¨®n de reasentarlas en nuevos alojamientos o ayudarles a recuperar su manera de ganarse la vida. Pero si la gente no se registra, es poco probable que los prestamistas y sus prestatarios le ayuden a rehacer su vida.
En algunos casos, la CFI y el Banco Mundial han rehusado contabilizar poblaciones enteras que afirman que han sufrido perjuicios a causa de los proyectos respaldados por la entidad crediticia. En Kenia y en Etiop¨ªa diversos grupos ind¨ªgenas denuncian que el dinero del Banco Mundial ha financiado desalojos en masa en los que fueron v¨ªctimas de amenazas, violencia y detenciones arbitrarias. El organismo niega que sus fondos se hayan utilizado para esas expulsiones.
En otros casos, el banco ha reconocido la posibilidad de que un gran n¨²mero de personas resultasen damnificadas por iniciativas de desarrollo, pero ha tolerado que sus prestamistas subestimasen la cifra real.
En 2012, un examen interno de nueve proyectos respaldados por el Banco Mundial descubri¨® que el n¨²mero de personas afectadas resultaba ser, por t¨¦rmino medio, un 32% superior a la cantidad declarada por la entidad antes de aprobar las iniciativas, que infravaloraba en 77.500 personas la poblaci¨®n concernida por las iniciativas en conjunto. El examen reproduc¨ªa otro m¨¢s amplio realizado en 1994, que verific¨® 192 proyectos y revel¨® que el verdadero n¨²mero de damnificados superaba en un una media del 47% las cantidades calculadas previamente.
En marzo, un portavoz del Banco Mundial reconoci¨® que la presa Nam Theum 2 de Laos, financiada con fondos de la entidad, hab¨ªa desplazado f¨ªsicamente y afectado econ¨®micamente a m¨¢s de 75.000 aldeanos, es decir, un 50% m¨¢s que los 50.000 declarados por el banco antes de aprobar el proyecto en 2005.
Los investigadores independientes que han examinado la iniciativa calculan que el n¨²mero de perjudicados por la construcci¨®n de la presa supera incluso la cantidad actualizada por el banco, y que se eleva a entre 130.000 y 150.000 personas.
Bruce Shoemaker, un especialista en asuntos relacionados con los recursos naturales que trabaj¨® en el an¨¢lisis independiente informaba de que los campesinos que viven aguas abajo de la presa han sufrido una merma de la pesca, inundaciones de sus campos de arroz y otros impactos en sus medios de vida. Como el Banco Mundial y las autoridades de Laos no reconocieron en todo su alcance las consecuencias de la presa para los habitantes que viven aguas arriba y aguas abajo, las indemnizaciones ofrecidas a los agricultores y pescadores ¡°no han compensado sus p¨¦rdidas ni de lejos¡±, denuncia Shoemaker.
Los funcionarios del Banco Mundial manifiestan su desacuerdo con la cifra m¨¢s abultada a la que han llegado Shoemaker y sus compa?eros de investigaci¨®n. ¡°Estamos dispuestos en todo momento a tener en cuenta los estudios independientes centrados en nuestros proyectos¡±, manifestaba David Theis, uno de los portavoces del banco, en una declaraci¨®n escrita. ¡°En este caso, nuestra investigaci¨®n y nuestro an¨¢lisis, exhaustivos y detallados, ha arrojado evidencias diferentes a las cuales nos atenemos¡±.
El banco sostiene que la mayor¨ªa de las personas afectadas por Nam Theun 2 est¨¢n mejor ahora que antes, y que las encuestas muestran que muchas familias poseen m¨¢s bienes y tienen m¨¢s ahorros, y que hay menos ni?os desnutridos.
Asimismo, asegura que la raz¨®n de que el n¨²mero de personas reconocidas como damnificadas por la presa sea superior es que los directores del proyecto utilizaron el t¨¦rmino ¡°hogares afectados¡± en un sentido amplio. En otros casos, los funcionarios del organismo han atribuido los bailes de cifras a expansiones posteriores del tama?o de las instalaciones o al crecimiento de la poblaci¨®n cuando los periodos de funcionamiento son largos.
Theis insiste en que, a pesar de las complejas dificultades que presenta seguir la pista de las personas sobre las que recae el impacto del desarrollo, ¡°seremos extremadamente celosos en nuestra tarea en ese terreno. Si el trabajo implica realojamientos, haremos todo lo posible para mejorar o, como m¨ªnimo, conservar los ingresos y las condiciones de vida de la gente¡±.
Advertencia temprana
El problema de los recuentos a la baja repercute en el Estado indio de Guyarat, escenario de un fiasco descomunal que supuestamente tendr¨ªa que haber hecho cambiar la postura del banco en lo referente al desarrollo y los desplazamientos. En 1985, el organismo prometi¨® 450 millones para financiar la presa y el canal Sardar Sarovar, claves de una iniciativa para transformar el r¨ªo Narmada en una serie de embalses que dar¨ªan servicio a las zonas del estado m¨¢s propensas a padecer sequ¨ªas.
En 1987, el Banco calcul¨® que el proyecto afectar¨ªa a 60.000 personas. En 2000, la Comisi¨®n Mundial de Presas, un grupo de estudio copatrocinado por el Banco Mundial, estableci¨® la cifra en m¨¢s de 200.000. Los c¨¢lculos actuales de las ONG que hacen el seguimiento del proyecto indican que el n¨²mero de las v¨ªctimas del impacto de la presa, que en estos momentos se encuentra en las ¨²ltimas fases de construcci¨®n, superar¨¢ las 250.000. Muchos de los desplazados, al igual que las familias de pescadores wagher, no tienen t¨ªtulos de propiedad sobre las tierras que ocupaban. Las pol¨ªticas del Banco Mundial declaran expl¨ªcitamente que los habitantes sin t¨ªtulos siguen teniendo derecho a indemnizaciones y asistencia para su reasentamiento.
La planificaci¨®n de Sardar Sarovar comenz¨® con una ¡°elaborada farsa del Gobierno que fingi¨® estar llevando a cabo estudios para calcular los costes reales del proyecto y su impacto en la poblaci¨®n y el medio ambiente¡±, escrib¨ªa m¨¢s tarde la c¨¦lebre novelista y activista india Arundhati Roy. ¡°El Banco Mundial particip¨® de buen grado en la comedia. De vez en cuando frunc¨ªa el ce?o y formulaba d¨¦biles peticiones de m¨¢s informaci¨®n sobre cuestiones como el reasentamiento y la recuperaci¨®n de lo que ¨¦l llamaba las ¡°PAP¡±, o Personas Afectadas por el Proyecto. (Estos acr¨®nimos son muy ¨²tiles. Consiguen mutar los m¨²sculos y la sangre en fr¨ªas estad¨ªsticas. Los PAP dejan pronto de ser personas). El banco se dio por satisfecho con unas migajas m¨ªnimas y sigui¨® adelante con el proyecto¡±.
La resistencia fue feroz. Los manifestantes cortaron carreteras e impidieron el paso de los funcionarios del Gobierno a sus pueblos. Algunos juraron ahogarse antes que dejar sus tierras. La polic¨ªa respondi¨® a la no violencia en la tradici¨®n de Gandhi con palizas y detenciones. Despu¨¦s de que los activistas iniciasen una huelga de hambre, el Banco Mundial accedi¨® a que se realizase una revisi¨®n independiente por parte de un panel de expertos.
Los especialistas se encontraron ¡ªen palabras de uno de ellos¡ª con una ¡°ignorancia aterradora¡± por parte del banco de las repercusiones humanas de la presa. Nadie sab¨ªa cu¨¢ntas personas ser¨ªan expulsadas, y apenas hab¨ªa nada preparado, o ni siquiera tierra disponible, para reasentarlas. En 1993, despu¨¦s de que el grupo hiciese p¨²blicas las 363 p¨¢ginas de su informe, la entidad bancaria anunci¨® que se retiraba del proyecto y que cancelaba los 170 ¨²ltimos millones del cr¨¦dito. Para entonces hab¨ªa desembolsado 280 millones, y el Gobierno indio encontr¨® otros fondos con los que cubrir la diferencia. La obra sigui¨® su curso.
A ra¨ªz de las protestas, los funcionarios del Banco Mundial se comprometieron a prestar m¨¢s atenci¨®n a los aspectos sociales de los proyectos de obra civil. ¡°Despu¨¦s del proyecto Narmada qued¨® claro que es fundamental dar voz a las personas afectadas¡±, reconoc¨ªa m¨¢s adelante Patrick Coady, ex director ejecutivo estadounidense del Banco Mundial.
Ultra mega
En 2005, el Gobierno de India dio a conocer un audaz plan para llevar a sus ciudadanos m¨¢s pobres al siglo XXI. Pensaba encargar una serie de centrales t¨¦rmicas ¡ªcada una de ellas siete veces m¨¢s potente que su equivalente estadounidense¡ª que abastecer¨ªan de electricidad barata a un pa¨ªs en el que una tercera parte de la poblaci¨®n vive sin conexi¨®n a la red el¨¦ctrica.
El primero de estos ¡°Proyectos Ultra Mega de Generaci¨®n de Electricidad¡± de gesti¨®n privada se situar¨ªa junto al golfo de Kutch, cerca de la ciudad de Mundra, en Guyarat. Tata Power, miembro de un grupo empresarial valorado en 100.000 millones de d¨®lares que produce de todo, desde el t¨¦ Tetley hasta autom¨®viles deportivos Jaguar, gan¨® la concesi¨®n para construir y explotar la planta. Con el fin de reunir los 4.100 millones de d¨®lares necesarios para financiar la obra, Tata pidi¨® ayuda a la Corporaci¨®n Financiera Internacional del Banco Mundial.
Al Grupo del Banco Mundial el proyecto le acarreaba problemas de imagen p¨²blica. La entidad estaba recibiendo presiones para que dejase de financiar centrales t¨¦rmicas generadoras de emisiones de carbono, y antes hab¨ªa salido escaldada de India a causa de Narmada y de otros grandes proyectos que hab¨ªan provocado desalojos y protestas.
Tata y el Gobierno indio prometieron que la nueva central t¨¦rmica ser¨ªa diferente. Quemar¨ªa carb¨®n importado utilizando una tecnolog¨ªa de alta temperatura que emite menos gases de efecto invernadero. Adem¨¢s, la empresa insisti¨® en que se identificar¨ªa y se proteger¨ªa a las personas afectadas por la planta.
Los documentos de planificaci¨®n de la compa?¨ªa mencionaban que algunos lugare?os perder¨ªan tierras agr¨ªcolas, as¨ª como el acceso a los pastos comunales, y en contados casos, sus hogares. (Calificaba estas p¨¦rdidas de ¡°marginales¡±). Esos mismos documentos ¡ªjunto con otros estudios elaborados por la empresa y el Gobierno¡ª no hac¨ªan referencia, o alud¨ªan con desd¨¦n, a las comunidades de pescadores wagher. Seg¨²n un informe del Gobierno indio, el impacto sobre la pesca ser¨ªa ¡°menor y sin consecuencias¡±. Diez meses despu¨¦s, Tata detect¨® tres pueblos afectadas por la central el¨¦ctrica. Indic¨® que el total de poblaci¨®n dedicada a la pesca era cero.
Diversos grupos de presi¨®n declararon que el hecho de que no se haya contabilizado a los pescadores wagher demuestra que el Banco Mundial y la CFI no han aprendido de la terrible experiencia de Narmada as¨ª como de otras iniciativas que no reconocieron todo el alcance de sus repercusiones para la gente.
¡°Lo que han hecho en Mundra no es un caso ¨²nico¡±, advierte Joe Athialy, director en funciones para Asia del Centro de Informaci¨®n Bancaria, una ONG que presiona para lograr una mayor participaci¨®n local en las decisiones relacionadas con el desarrollo. ¡°Est¨¢ ocurriendo proyecto tras proyecto, en todos los sectores¡±.
Mejores pr¨¢cticas
El sol se pone en Kutadi Bandar. Unos j¨®venes lanzan las anclas y las boyas dentro de las barcas de madera que hay junto a la orilla. Desenvuelven gruesos rollos de red verde y de vez en cuando se ponen a cantar, prepar¨¢ndose para una noche de pesca de arrastre.
Cerca de all¨ª, sentados fuera de una caba?a ¡ªlos hombres a un lado y las mujeres al otro¡ª, varios vecinos escuchan a un anciano con barba blanca y turbante que recita poemas sobre la fraternidad y la locura de la codicia. Los burros rebuznan. Las mujeres preparan pan ¨¢cimo en las hogueras. Un rickshaw motorizado llega del mercado. Trae neveras de poliestireno vac¨ªas que, con un poco de suerte, se llenar¨¢n de pescado cuando vuelvan las barcas. A medida que cae la noche, los que tienen paneles solares port¨¢tiles encienden las luces de sus viviendas. A lo lejos, la central el¨¦ctrica de Tata Mundra titila como una galaxia.
El esp¨ªritu emprendedor de este bandar, situado inmediatamente al este de Tragadi Bandar, es palpable, como tambi¨¦n lo es la preocupaci¨®n. Sus pescadores recuerdan con nostalgia cuando practicaban el pagadiya, como llaman a la pesca a pie. Se levantaban a las cinco de la ma?ana, beb¨ªan t¨¦ juntos dentro de las caba?as y, a continuaci¨®n, caminaban por el agua en equipos de cuatro para recolectar los peces que hab¨ªan quedado atrapados en las redes.
Hoy en d¨ªa, los pescadores de Kutadi tienen que adentrarse m¨¢s en el golfo para traer una pesca cada vez m¨¢s escasa. Hay semanas en las que no ganan nada y tienen que pedir a los comerciantes locales de pescado que se hagan cargo de sus gastos. ¡°Les rogamos que nos hagan un pr¨¦stamo¡±, cuenta Jubedaben Manjaliya, matriarca de una familia con miembros de tres generaciones.
Cuando se pregunta a los hombres si tienen estr¨¦s, ense?an sus tratamientos para la tensi¨®n alta. Yunus Suleman Gadh, de 48 a?os, saca un recibo con lo que ha ganado con las capturas de 15 d¨ªas: 1.400 rupias, menos de 23 d¨®lares. ¡°A veces pensamos que tendr¨ªamos que dejar la pesca. Dejarla y ya est¨¢¡±, confiesa. ¡°?Y qu¨¦ har¨ªamos entonces? ?Transportar cargas sobre nuestras espaldas y hacer trabajos duros? Nadie nos iba a contratar para trabajar. Tendr¨ªamos que mendigar contando historias¡±.
Los problemas de Kutadi Bandar empezaron antes de la llegada de Tata.
Bharat Patel, secretario general de la organizaci¨®n de pescadores locales MASS (Machimar Adhikar Sangharsh Sangathan, o Asociaci¨®n para la Lucha por los Derechos de los Trabajadores de la Pesca), cuenta que algunos de sus pescadores han cambiado de residencia dos veces desde finales de la d¨¦cada de 1990. Primero fueron desplazados por la construcci¨®n del puerto privado m¨¢s grande de India. Luego vino un segundo traslado para dejar sitio al canal de toma construido en principio para la otra central t¨¦rmica de Mundra, propiedad del Grupo Adani, una corporaci¨®n con sede en Guyarat. Cuando la industria se adue?¨® de la costa, los estudios informaron de la completa destrucci¨®n de los mangles ¡°arrasados por las excavadoras o quemados sin dejar ni rastro¡±, declar¨® H.S. Singh, jefe de conservaci¨®n forestal de Guyarat, al peri¨®dico indio The Financial Express en 2007, y de c¨®mo los sedimentos de la excavaci¨®n llenaban los arroyos.
La planta de Tata, construida cerca de la de Adani, con la que comparte el mismo canal de toma, se supon¨ªa m¨¢s respetuosa desde el punto de vista social y medioambiental. Los funcionarios de la Corporaci¨®n Financiera Internacional del Banco Mundial destacaban que la empresa ten¨ªa antecedentes de colaboraci¨®n con la entidad y que su ciudadan¨ªa corporativa gozaba de una amplia consideraci¨®n positiva. En cuanto a la central, se construir¨ªa de acuerdo con las normas detalladas de la CFI dirigidas a proteger a la gente y el medio ambiente.
La CFI respondi¨® a las preguntas que se le hicieron para este art¨ªculo citando su propia p¨¢gina web, en la que afirm que su inversi¨®n en la central de Mundra avalaba ¡°las mejores pr¨¢cticas industriales internacionales¡±.
P¨¦rdida del equilibrio
En 2011, 10 meses antes de la inauguraci¨®n de la central t¨¦rmica de Tata, la organizaci¨®n de pescadores MASS present¨® una queja ante el Defensor del Pueblo y Asesor en Materia de Observancia, el comit¨¦ de vigilancia interno de la CFI. En la queja se alegaba que la corporaci¨®n hac¨ªa caso omiso de sus propias pol¨ªticas al permitir que Tata excluyese a las comunidades de pescadores de su lista de damnificados por el proyecto.
¡°Nos sentimos enga?ados y despreciados¡±, se lamenta Yunus Suleman Gadh, que dice haberse enterado por un peri¨®dico local de que ¨¦l y los dem¨¢s wagher no hab¨ªan sido tenidos en cuenta. ¡°?C¨®mo se atreven? Los funcionarios del Gobierno saben que estamos aqu¨ª porque ellos ten¨ªan que darnos los permisos de seguridad para pescar¡±.
La organizaci¨®n tambi¨¦n solicit¨® al Foro Nacional de Trabajadores de la Pesca que enviase a Mundra un equipo independiente para verificar los hechos. El equipo, del que formaban parte un juez jubilado y un ocean¨®grafo, acudi¨® poco despu¨¦s de la apertura de la planta y se reuni¨® con los pescadores y con los directivos de Tata. Su informe de 2012 describ¨ªa un proyecto que ¡°se ha visto empa?ado por graves repercusiones sociales y medioambientales¡±, al tiempo que los perjudicados hab¨ªan sido excluidos de las deliberaciones. Tata Power se?ala que se celebraron encuentros p¨²blicos para debatir el tema de la central, incluida una audiencia en Mundra que reuni¨® a 250 personas. El equipo de investigaci¨®n localiz¨® a algunos de los asistentes a esos encuentros, pero dijo que ninguno ¡°pod¨ªa recordar que se hubiese distribuido documentaci¨®n... en ning¨²n idioma comprensible para ellos¡±.
La asistencia a muchas de las reuniones fue escasa. ¡°Por aquel entonces no sab¨ªamos qu¨¦ quer¨ªa decir audiencia p¨²blica¡±, recuerda Manjalia Ibrahim Sale Mohamad, un anciano wagher. ¡°Por eso no ¨ªbamos¡±.
Durante su visita a las instalaciones de Tata, los encargados de dilucidar los hechos vieron maquinaria pesada ¡°que desmontaba y nivelaba las llanuras de marea de la costa¡± y examinaron las fotos hechas por MASS de la destrucci¨®n de mangles o de ¡°arroyos ricos en biodiversidad¡±.
Los ex¨¢menes del equipo de investigaci¨®n revelaron que el agua vertida por la central cerca de Tragadi Bandar conten¨ªa elevados niveles de contaminantes consumidores de ox¨ªgeno y que estaba m¨¢s caliente que las aguas del golfo de Kutch. Su temperatura, de entre 32 y 33 grados cent¨ªgrados, era muy superior a los 26,5 grados de media del mar en superficie. ¡°Los peces suelen marcharse o sufren considerablemente incluso con cambios de un grado¡±, detalla el informe. ¡°En consecuencia, no cabe duda de que la llegada al golfo de agua cuatro o cinco grados m¨¢s caliente a lo largo del a?o... Ahuyenta a la mayor parte de las especies de peces¡±.
Tata asegura que su descarga se enfr¨ªa a una temperatura inofensiva y que no contiene sustancias qu¨ªmicas, adem¨¢s de que sus controles del agua marina no muestra ¡°cambios adversos¡±.
Los investigadores discrepaban, y llegaron a la conclusi¨®n de que los cambios ecol¨®gicos causados por la central hab¨ªan menoscabado las posibilidades de los wagher de vivir del agua.
¡°Las barcas que usan los pescadores locales son... peque?as, lo que les impide aventurarse a salir a mar abierto ?¡ªalgo en lo que no son expertos o que no hab¨ªan necesitado¡ª dado que, hasta hace poco, el propio golfo era una rica fuente de pesca¡±, dec¨ªan los investigadores. ¡°Ahora el equilibrio centenario de la vida est¨¢ cambiando a peor, lo cual produce un impacto negativo en los pescadores, que no son responsables de la alteraci¨®n¡±.
Nuevas esperanzas
En agosto de 2013, la oficina del Defensor del Pueblo de la CFI hizo p¨²blico un informe de auditor¨ªa que confirmaba muchas de las quejas de los wagher y conclu¨ªa que la entidad crediticia hab¨ªa vulnerado sus propias normas al no identificar debidamente a las ¡°personas afectadas por el proyecto¡± y no haber consultado con ellas.
La auditor¨ªa pon¨ªa de manifiesto que Tata no hab¨ªa aportado datos sobre los habitantes de los bandar de Tragadi y Kutadi. Diversos documentos clave apenas los mencionaban, y la ¡°CFI no daba suficiente importancia¡± a esta omisi¨®n.
Las consultas con los pescadores no fueron ¡°eficaces u oportunas¡±, a pesar de las pruebas de que los habitantes de los poblados ser¨ªan desplazados ¡°f¨ªsica y econ¨®micamente¡±. Seg¨²n el informe, el asunto resultaba especialmente preocupante dado que los musulmanes wagher ¡ªsus vecinos hinduistas vegetarianos suelen mirar con desprecio a los pescadores¡ª est¨¢n ¡°reconocidos legalmente como desfavorecidos desde el punto de vista educativo y social, y la CFI admiti¨® su vulnerabilidad¡±.
La auditor¨ªa a?ad¨ªa que la CFI no hab¨ªa hecho lo suficiente para averiguar el impacto de la central el¨¦ctrica en el mar ni hab¨ªa considerado exhaustivamente las distintas maneras en las que la planta de Tata podr¨ªa contribuir a los efectos acumulativos de la industrializaci¨®n a lo largo de la costa.
El documento infundi¨® nuevas esperanza a los pescadores. ¡°Hab¨ªa una sensaci¨®n de confianza, de que un organismo que formaba parte del Banco Central se hab¨ªa pronunciado decididamente a nuestro favor¡±, cuenta Himanshu Damle, un investigador del Centro de Informaci¨®n Bancaria. ¡°Como consecuencia, las expectativas aumentaron, y se concibi¨® la idea de que el presidente del Banco Mundial intervendr¨ªa¡±.
En lugar de ello, los funcionarios de la Corporaci¨®n Financiera Internacional publicaron una respuesta de 11 p¨¢ginas negando que los pescadores hubiesen sido desplazados. Los bandar, dec¨ªan, son ¡°temporales por naturaleza¡±, e incluso aunque se hubiese cogido algo de tierra de los poblados, quedaba suficiente para que los pescadores volviesen a ella. La CFI declaraba que el agua y la vida marina estaban a salvo y que no se necesitaban m¨¢s estudios de impacto.
Jim Yong Kim, presidente del Grupo del Banco Mundial firm¨® la respuesta de la CFI sin m¨¢s comentarios.
Desde entonces, diversos grupos pro derechos humanos, as¨ª como otras ONG de todo el mundo, han bombardeado a Kim con cartas de protesta por desmentir lo que hab¨ªa descubierto su propia unidad de vigilancia. ¡°Su decisi¨®n significa que miles de familias de pescadores y trabajadores de la pesca seguir¨¢n sufriendo¡±, denunciaba una petici¨®n firmada por 68 organizaciones de Estados Unidos, Indonesia y Vietnam, entre otros.
El 23 de abril, algunos de los frustrados vecinos de la central llevaron su lucha a la ciudad donde se encuentra la sede del Banco Mundial y firmaron una demanda interpuesta por la ONG Earth Rights International contra la CFI ante un tribunal federal de distrito de Washington, D.C. La reclamaci¨®n acusa a la entidad crediticia de quebrantar su propio cometido de promover un desarrollo sostenible no perjudicial. La CFI no ¡°evit¨® ni mitig¨® los da?os contra la propiedad, la salud, los medios y la forma de vida de gran parte de las personas que residen cerca de la central Tata Mundra¡±, se afirma en la queja. ¡°Por lo tanto, la planta Tata Mundra supone un fracaso de su misi¨®n¡±.
Los demandantes, entre los que se encuentran Budha Ismail Jam y la organizaci¨®n de pescadores MASS, intentan que se les reconozca la categor¨ªa de demanda colectiva.
La CFI declin¨® hacer comentarios sobre las reclamaciones formuladas en la queja.
El precio
La pol¨¦mica acerca de la central t¨¦rmica del golfo de Kutch llega en mal momento para el Grupo del Banco Mundial, que ha intentado posicionarse como l¨ªder en la lucha contra el cambio clim¨¢tico. En 2013, el consejo de administraci¨®n del organismo se comprometi¨® a limitar su provisi¨®n de fondos a centrales t¨¦rmicas a ¡°circunstancias excepcionales¡±.
La decisi¨®n de la CFI de invertir en la central de Tata se ha vuelto m¨¢s dif¨ªcil de defender dado que la empresa no ha mantenido su promesa inicial de proporcionar electricidad a bajo coste a 16 millones de indios de los cinco estados del norte y el oeste.
Tata compra el carb¨®n para la planta de Mundra a Indonesia, que en 2011 aument¨® sus precios a la exportaci¨®n para equipararlos a los del mercado internacional. Dado que Tata logr¨® la adjudicaci¨®n con la promesa de que vender¨ªa la energ¨ªa a un determinado precio, ahora pierde dinero con cada kilovatio que produce en la central. En 2013, a petici¨®n de la empresa, una oficina federal aprob¨® un aumento de tarifas del 23%. La subida fue bloqueada el a?o pasado, al menos provisionalmente, por el Tribunal Supremo indio.
Justin Guay, experto en pr¨¦stamos al sector energ¨¦tico y exrepresentante en Washington del Sierra Club, afirma que el caso de Tata constituye una violaci¨®n del inc¨®modo contrato social que envuelve al carb¨®n en el mundo en desarrollo.
¡°El trato es que la sociedad recibir¨¢ abundante electricidad barata, pero a unos costes elevados¡±, puntualiza. ¡°Las empresas justifican estos costes diciendo que es lo ¨²nico que los pa¨ªses pobres pueden hacer para contribuir a librarse de la pobreza¡±. Con la solicitud de Tata de aumentar sus tarifas, ¡°el contrato social ¡ªsi es que alguna vez fue un contrato justificado¡ª se ha roto por completo¡±.
Tata rechaz¨® tres peticiones de entrevistas para este art¨ªculo. La compa?¨ªa las remiti¨® a la empresa de relaciones p¨²blicas Edelman, que solicit¨® que se le enviasen las preguntas por escrito y luego rehus¨® contestarlas.
En una extensa respuesta escrita centrada en las repercusiones locales de la central, Edelman declaraba que Tata es ¡°profundamente consciente de su impacto en su comunidad y en su entorno, y trabaja incansablemente para mitigarlo¡±. Puntualizaba que el grupo respeta todas las normas medioambientales y colabora con las ¡°comunidades vecinas afectadas¡± para mejorar ¡°su calidad de vida¡±.
El gran jefe
En sus publicaciones promocionales, Tata insiste en su inversi¨®n con fines sociales en la zona de Mundra. Dice que ha incrementado su atenci¨®n a los wagher, a los que ha donado l¨¢mparas solares para las barcas. Adem¨¢s, gestiona campamentos de asistencia ginecol¨®gica y contra la malaria en los bandar. Asimismo, abastece de agua potable a Tragadi Bandar, que ten¨ªa un pozo destruido durante la excavaci¨®n del canal para el agua residual de la central, seg¨²n informa Bharat Patel, de la asociaci¨®n MASS.
Los pescadores wagher reconocen que Tata ha prestado alguna ayuda a la comunidad, pero la califican de selectiva e inadecuada. Budha Ismail Jam y Yunus Suleman Gadh aclaran que las l¨¢mparas para los barcos no se distribuyeron gratuitamente, sino que se subvencionaron, y que no se pusieron al alcance de todo el mundo. Jam explica que Tata solo ha distribuido la mitad del agua prometida. La compa?¨ªa se neg¨® a hacer comentarios sobre este particular.
La CFI sostiene que Tata est¨¢ realizando un buen trabajo en sus tratos con las empresas locales. En enero, en respuesta a un informe de seguimiento de la oficina del Defensor del Pueblo, la direcci¨®n de la Corporaci¨®n Financiera Internacional hizo p¨²blica una declaraci¨®n en la que elogiaba a Tata por su ¡°compromiso activo con la comunidad de pescadores¡± y anunciaba que se prev¨¦ llevar a cabo estudios de evaluaci¨®n de los impactos ambientales y socioecon¨®micos ¡ª¡°tanto positivos como desfavorables¡±¡ª de la planta en la costa de Mundra.
El informe de seguimiento de la oficina del Defensor del Pueblo, publicado el 14 de enero, reconoc¨ªa esos esfuerzos, pero a?ad¨ªa que ni la CFI ni Tata hab¨ªan hecho todav¨ªa lo suficiente para corregir las transgresiones que dieron lugar en primer t¨¦rmino a la demanda de los pescadores. Denunciaba que, a esas alturas, ¡°concluir los estudios que se hab¨ªan solicitado antes de la construcci¨®n del proyecto¡± era insuficiente y llegaba tarde.
Por su parte, los pescadores wagher se quejan de que las reuniones y los donativos de la empresa no sirven para compensar los perjuicios causados al golfo y a sus vidas.
Manjalia Ibrahim Sale Mohamad recuerda dos visitas de los directivos de Tata, cuando la planta estaba en construcci¨®n, en busca del apoyo del viejo pescador.
¡°Me dijeron que intentar¨ªan darme cualquier cosa que les pidiese¡±, relata. ¡°Yo les dije que, si necesitaba algo, se lo ped¨ªa al mar, porque ¨¦l es el gran jefe. Cada vez que sales al mar te sacas al menos de 2.000 a 5.000 rupias diarias¡± (entre 32 y 81 d¨®lares). ¡°?Acaso nos van a dar ustedes esa cantidad cada d¨ªa? Seguro que no¡±.
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