El amor, a los catorce
De repente, las vacaciones no sab¨ªan a nada. Al darse cuenta se asust¨® mucho, se pregunt¨® por qu¨¦, y no hall¨® ninguna respuesta
De repente, las vacaciones no sab¨ªan a nada.
Al darse cuenta se asust¨® mucho, se pregunt¨® por qu¨¦, y no hall¨® ninguna respuesta. Hab¨ªa acabado el curso bien, o sea, las mates por los pelos y el ingl¨¦s para septiembre, como de costumbre, pero el verano anterior, el d¨ªa que le dieron las vacaciones hab¨ªa sentido una explosi¨®n de alegr¨ªa feroz, casi salvaje, que este a?o brillaba por su ausencia. Claro que el a?o pasado ten¨ªa trece y ahora¡ ?Estar¨¦ mayor?, se pregunt¨®.
Pero no debe ser eso, porque ayer, de repente, sinti¨® un hormigueo parecido a la emoci¨®n, la euforia que tanto hab¨ªa echado de menos. El caso es que sucedi¨® cuando menos lo esperaba. Su madre se hab¨ªa empe?ado en ir con ella a hacer las ¨²ltimas compras antes de preparar la mochila que va a llevarse al campamento, y a ella nunca le ha gustado ir de compras, y menos con su madre, que tiene la costumbre de preguntarle a voz en grito qu¨¦ tama?o de tampones prefiere. Y sin embargo fue justo all¨ª, en la droguer¨ªa, cuando la asalt¨® un misterioso placer al pensar en el viaje del d¨ªa siguiente, el autob¨²s, sus amigos, la granja escuela con sus animales, y su piscina, y su horno de pan¡ ?Qu¨¦ raro!, volvi¨® a pensar, porque eso, a los trece, no le pasaba.
Ella ya hab¨ªa ido muchas veces a una granja escuela. Se par¨® un momento a pensar y record¨® tres, que a los catorce a?os son un mont¨®n. Siempre se lo hab¨ªa pasado bien, porque le gustaba ir de excursi¨®n, andar por el monte, obedecer a adultos distintos de sus padres y, sobre todo, acostarse tarde, despu¨¦s del fuego de campamento. Pero antes, cuando las vacaciones la entusiasmaban, la granja le daba un poco de pereza, aunque supiera que al final se divertir¨ªa, y este a?o era todo al rev¨¦s. La granja escuela, el viaje, sus compa?eros le hac¨ªan ilusi¨®n. Le apetec¨ªan m¨¢s que las mismas vacaciones, y no entend¨ªa por qu¨¦. No lo ha entendido hasta esta misma ma?ana.
La granja escuela, el viaje, sus compa?eros le hac¨ªan ilusi¨®n. Le apetec¨ªan m¨¢s que las mismas vacaciones, y no entend¨ªa por qu¨¦
¨CQue no, pap¨¢, que te pares aqu¨ª, que no me lleves¡
Hasta el autob¨²s, iba a decir, pero en ese momento vio a Adri¨¢n apoyado en una farola, abismado en su mundo, con los cascos puestos y la mirada fija en el m¨®vil, y el coraz¨®n le bot¨® en el pecho.
¨CNo puede ser¡ ¨Cdijo para s¨ª misma, en voz muy baja.
¨CQue s¨ª, hija, que te acerco, aparco en doble fila ¨Csu padre no hab¨ªa entendido una palabra y ella entendi¨® todav¨ªa menos de su perorata mientras segu¨ªa dici¨¦ndose a s¨ª misma que no, que no, que no pod¨ªa ser¨C. ?Pero coge la mochila, Clara! ¨Cy cuando quiso darse cuenta estaba sola, hablando en el coche¨C. Vamos, corre, que est¨¢s atontada¡
Adri¨¢n y Clara hab¨ªan sido los mejores amigos del aula de Infantil. En casi todas las fotos que les hicieron a los tres, a los cuatro, a los cinco a?os, aparecen muy juntos, a veces cogidos de la mano, o tumbados en el suelo, o haciendo una sola torre con cubos de colores. Al empezar Primaria, se fueron separando poco a poco, porque las ni?as ten¨ªan que tener amigas, y los ni?os, amigos, y la clase acab¨® dividi¨¦ndose en dos bandos enfrentados en una guerra simb¨®lica, una perpetua representaci¨®n en la que los ni?os se re¨ªan de las ni?as porque eran unas cursis, y las ni?as escapaban de los ni?os porque eran unos brutos. En aquel proceso, Clara se integr¨® perfectamente, Adri¨¢n s¨®lo a medias. A los doce a?os, ya era el raro, el solitario, el friki de su clase.
Clara nunca hab¨ªa sido consciente de todo esto, pero al sacar su mochila del maletero, recuper¨® la secuencia completa de su vida y la comprendi¨® como nunca antes.
¨C?Pero te vas a ir sin darme un beso?
¨CClaro que no, pap¨¢¡
La verdad era que hab¨ªa estado todo el curso pendiente de Adri¨¢n. Para meterse con ¨¦l, eso s¨ª. Se sentaba justo detr¨¢s para tirarle bolitas de papel en el cogote, recortaba fotos de las cantantes adolescentes a las que ¨¦l odiaba para meterlas en su carpeta sin que se diera cuenta, triunfaba entre sus amigas ri¨¦ndose de su ropa negra, de sus sortijas con calaveras, de sus botas militares, de los raps que escrib¨ªa, y grababa, y colgaba en Internet. Eso era lo que ya hab¨ªa empezado a echar de menos, el sabor que le faltaba a sus vacaciones, el misterioso aliciente de la granja escuela.
Clara se dio cuenta de que todo, durante aquel curso, hab¨ªa girado alrededor de Adri¨¢n. Y volvi¨® a decirse que no, que no pod¨ªa ser, que era imposible. Pero mientras sus amigas la reclamaban, se acerc¨® a ¨¦l, comprob¨® que levantaba la vista de la pantalla durante un instante, y le salud¨®.
¨CHola.
?l no contest¨® con palabras. Se llev¨® la mano a la frente, hizo una especie de extra?o saludo militar, sonri¨®, y Clara sinti¨® que le faltaba el suelo debajo de los pies.
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