Cada uno a su manera
"Soy feliz cuando un toro hiere a un torero", dijo Morrisey, entre otras tonter¨ªas Para el ego no hay puertas, y puede hacerte parecer m¨¢s imb¨¦cil de lo que ya eres
?Encontrar¨ªa a la Maga? Tantas veces me hab¨ªa bastado asomarme, viniendo por la Rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti¡¡±. Hay principios de novelas que se nos quedan grabados por su fuerza evocadora, por la extra?eza que producen, porque te apelan como una bofetada, o por el motivo que sea. ¡°Cuando Gregor Samsa despert¨® una ma?ana de un sue?o inquietante se encontr¨® en la cama convertido en un monstruoso insecto¡±. ¡°Hoy ha muerto mam¨¢. O quiz¨¢ ayer. No lo s¨¦. Recib¨ª un telegrama del asilo: ¡®Falleci¨® su madre. Entierro ma?ana. Sentidas condolencias¡¯. Pero no quiere decir nada. Quiz¨¢ haya sido ayer¡±.
Qu¨¦ poderoso inicio es el de Moby Dick: ¡°Llamadme Ismael¡±. Bastan dos palabras ¨Ctres en ingl¨¦s¨C para que desees sumergirte en esa historia, como si hubieras escuchado un conjuro. ¡°Todas las familias dichosas se parecen, y las desgraciadas lo son cada una a su manera¡±. As¨ª arranca Anna Karenina, con esa afirmaci¨®n tan discutible y tan citada.
Pens¨¦ en las palabras de Tolst¨®i, y luego, en otros principios c¨¦lebres de novelas, al leer una entrevista de Morrissey, excantante de los Smiths, de gira por Espa?a. En una de sus canciones ¨Cno todas son as¨ª de tontas¨C dice que nadie llora cuando el torero muere, pues todo el mundo quiere que sobreviva el toro. ¡°Los toreros son alima?as: se deber¨ªan matar entre ellos¡±, dec¨ªa el de Manchester. ¡°Soy feliz cuando un toro hiere a un torero. Y si lo mata, pienso para mis adentros: ¡®Bien, justicia al fin¡±. Afirmaba que las corridas son ¡°la verg¨¹enza de Espa?a¡±. ¡°?No cree que hay problemas m¨¢s graves?¡±, preguntaba el periodista. ¡°No hay problemas m¨¢s importantes en Espa?a si resulta que eres un toro¡±, respond¨ªa el or¨¢culo.
Ah¨ª estuvo acertado. Si todos fu¨¦ramos toros, otro gallo nos cantar¨ªa. Pero el caso es que no lo somos, por muy burros que se pongan algunos, y que hay problemas mucho m¨¢s importantes que las corridas. Es una pena, pues, en caso contrario, Catalu?a ser¨ªa el para¨ªso, y resultar¨ªa muy f¨¢cil alcanzarlo por imitaci¨®n o yendo en tren.
Continuaba el cantante a?adiendo que Inglaterra era una de las peores dictaduras del mundo, y soltaba otras estupideces que alargar¨ªan este art¨ªculo m¨¢s all¨¢ de lo requerido. Entre la risa y la indignaci¨®n, eleg¨ª la risa. ?Que no resulte tan f¨¢cil provocarnos!
Leyendo aquella sarta de memeces, pens¨¦, influido por Tolst¨®i: ¡°Todos los hombres sensatos se parecen, pero los imb¨¦ciles lo son cada uno a su manera¡±. Cada semana nos proporciona muchos ejemplos, y no siempre se puede escoger la risa frente a la indignaci¨®n. Algunos dicen sandeces porque, simplemente, son sandios. Otros, sin serlo, lo parecen al querer llamar la atenci¨®n al precio que sea. Son legi¨®n aquellos a los que el ego no les deja ver el bosque, y no son conscientes del rid¨ªculo que hacen, ya sea por sus declaraciones al recoger un premio, al proponer una medida pol¨ªtica, al adjudicarse un logro ajeno o al hablar de su tarea, sea ¨¦sta la que sea. Al ego no hay quien le ponga puertas. Se cuela en gente de toda condici¨®n, no s¨®lo en artistas. Y como sucede con Morrissey, puede hacerte parecer mucho m¨¢s imb¨¦cil de lo que ya eres. Cada uno a su manera, eso s¨ª.
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