Disculpen las molestias, nos est¨¢n matando
#Ni una menos, la protesta contra la violencia que sufren las mujeres en Argentina
Ese d¨ªa me acerqu¨¦ al mar a ver qu¨¦ hab¨ªa en la l¨ªnea del horizonte. A veces hay suerte, y pasan recuerdos, vi?etas, hologramas y aves emigrantes. El pasado 3 de junio eran todas mujeres haciendo equilibrio, caminando en la punta de los pies como eternas aprendices de ballet, y con los brazos en cruz, para no precipitarse a lo invisible. M¨¢s o menos lejanas en el tiempo, hist¨®ricas o imaginadas, pero cada vez m¨¢s reales. Por la misma l¨ªnea de horizonte, desde Sherezade hasta la sufragista Emmeline, desde Ant¨ªgona hasta Concepci¨®n Arenal, vestida de hombre para poder asistir a la Facultad de Derecho. Pero, por alguna raz¨®n, la imagen que me qued¨® grabada fue la de la Abuela, el personaje de un cuento de Flannery O¡¯Connor, el titulado Un hombre bueno es dif¨ªcil de encontrar.
La escritora sure?a Flannery O¡¯Connor (1925-1964), afectada por una enfermedad que la obligaba a andar en muletas, pas¨® gran parte de su vida en la granja familiar de Milledgeville, dedicada a escribir y a criar pavos reales. Cat¨®lica y dem¨®crata, a la hora de escribir salt¨® con sus muletas todas las castidades, setos y vallas del Sur, incluidos los l¨ªmites del condado de Faulkner. Es pura perturbaci¨®n.
Si hay alguien que no deber¨ªa morir de esa manera, asesinada por ser mujer, es la abuela del relato de O¡¯Connor. Pero la matan de tres disparos.
Dice el asesino: ¡°Habr¨ªa sido una buena mujer si hubiera tenido a alguien cerca que le disparara cada minuto de su vida¡±.
Esto, el disparar cada minuto, es un promedio que est¨¢ ocurriendo con la mujeres en el mundo.
Reconocer la realidad es imprescindible. La agresividad destructiva es, en muy gran parte, un asunto de hombres
¡°Disculpen las molestias, pero nos est¨¢n matando¡±. Esa era la leyenda que llevaba estampada en una remera en una manifestaci¨®n que quedar¨¢ en el calendario de la memoria de los rescates de la humanidad. La que se convoc¨® en Argentina y otros pa¨ªses latinoamericanos contra el femicidio con el lema #Ni una menos. La chica de la remera estaba en Buenos Aires, el 3 de junio, con cientos de miles de manifestantes. ?Disculpen las molestias? Y lo explicaba as¨ª al cronista de P¨¢gina 12: ¡°Ya estoy podrida de que reclamen en cada corte (de tr¨¢fico) que hacemos por una que nos matan, nos violan o nos pegan. Y despu¨¦s un energ¨²meno corta la calle por un partido de f¨²tbol y todo est¨¢ bien¡±.
La unanimidad informativa puede ser inquietante, tanto como el silencio un¨¢nime. En este caso es casi un milagro. Medios tan diferentes como Clar¨ªn, La Naci¨®n y P¨¢gina 12 destacaron en primera plana una movilizaci¨®n que s¨ª puede significar un giro copernicano, cansados como estamos de giros copernicanos que no giran nada. El #Ni una menos tiene que abrir paso a otra cultura, a otro sentido com¨²n. Hay juristas, pol¨ªticos o periodistas que cuestionan el t¨¦rmino femicidio (o feminicidio) para definir este estado de terror contra las mujeres. Se dice: ¡°Nadie sale a matar una mujer por ser mujer¡¡±. En realidad, hay lugares, esos ¡°malditos sitios tristes¡± del Infierno de Dante, donde la mujer ya no puede salir. Y muchas veces est¨¢ en peligro en la calle y en casa. Cada 30 horas se produce un feminicidio en Argentina. En Espa?a, en el ¨²ltimo a?o, y seg¨²n cifras oficiales, fueron condenados en firme 16.207 hombres por delitos de maltrato a mujeres.
Hay muchas cosas que cambiar, pero reconocer la realidad es imprescindible. La agresividad destructiva es, en muy gran parte, un asunto de hombres. Esa es la conclusi¨®n a la que se llega en Una historia de la violencia, de Robert Muchembled, una monograf¨ªa rigurosa que abarca desde la Edad Media hasta nuestros d¨ªas (edici¨®n en castellano de Paid¨®s, 2010).
Las explicaciones relacionadas con las hormonas masculinas particularmente activadas por el calor no resultan muy convincentes, como tampoco la apelaci¨®n a la gen¨¦tica del cazador macho. ¡°Ser¨ªa tentador¡±, escribe Robert Muchembled, ¡°relacionar estos hechos con invariantes de la naturaleza humana¡±. Pero ¨¦l mismo da una respuesta a este enga?o establecido como convenci¨®n general: ¡°Para el historiador, lo esencial se halla en la construcci¨®n del ser humano por su cultura. El lazo primordial no se establece entre la violencia y la mascu?linidad, pues esta es un dato biol¨®gico¡±. ?Cu¨¢l es, entonces, el lazo primordial de esta violencia? ¡°Se establece con la virilidad¡±.
Esa virilidad t¨®xica va asociada a un poder chulo, huev¨®n, que s¨®lo sabe dominar. No se le espera en la l¨ªnea del horizonte. Algo m¨¢s que el silencio se acaba de mover en Buenos Aires.
elpaissemanal@elpais.es
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