Malawi: medio a?o achicando agua
Fueron las lluvias m¨¢s torrenciales vistas en el pa¨ªs. Y siete meses despu¨¦s, el sur contin¨²a afectado por grandes p¨¦rdidas y el desplazamiento de unas 230.000 personas
Han pasado seis meses de aquella fat¨ªdica noche. De correr con lo poco que tienes y lo poco que dan de s¨ª dos brazos en momentos como ese. De la noche m¨¢s larga. Del p¨¢nico que se adue?aba de la oscuridad. De no mirar atr¨¢s. De pensar en ese ¡°y si hubiera¡¡±. Del agua hasta la cintura. De naufragar en el desconsuelo. De no saber d¨®nde pisar cuando todo, all¨¢ abajo, en el barro, se tambalea.
El sur de Malawi se est¨¢ secando. Y lo hace lentamente al mismo tiempo que la poblaci¨®n que se vio afectada (unas 230.000 personas) por una de las inundaciones m¨¢s desastrosas de cuantas recuerdan los viejos de la zona. Las ¨²ltimas cifras aportadas por Unicef (mayo del 2015) provocan silencio: todav¨ªa hay un total de 15 distritos afectados; 145.000 personas siguen desplazadas temporalmente; 106 fallecidos; 64.000 hect¨¢reas de tierra anegada, inservible; 620 casos de c¨®lera de los que murieron 10 personas.
¡°Me acuerdo perfectamente. Fue la noche del 4 de enero. Llov¨ªa fuertemente desde hac¨ªa horas y el sonido de la lluvia se mezcl¨® con una especie de ola que avanzaba. ?Y qu¨¦ haces en ese momento? No puedes pensar. Tienes que actuar. Cog¨ª a mis dos hijos peque?os, cada uno con un brazo, y salimos corriendo mi mujer y yo. El agua estaba dentro de la casa a la altura de las ventanas¡±. Quien habla es Maxwell Miteying¨¢nga, uno de los afectados por las inundaciones que lo ha perdido todo. Ahora se encuentra como l¨ªder organizativo en uno de los campos de desplazados que el Gobierno con la ayuda de Cruz Roja, World Vision y Unicef, han instalado en esta regi¨®n.
Como es domingo, el campamento II permanece con poca actividad. La gran mayor¨ªa se encuentra en la Iglesia de Nsanje celebrando una semana m¨¢s de incertidumbre. Teresa y Benedetta se encargan de cocinar para sus vecinas en la tienda improvisada en la que conviven con otras ocho mujeres y 17 ni?as. Juliana descansa sobre el ¨²nico mango que se encuentra en el campamento tras recoger una hierba silvestre; normalmente no comer¨ªa esta planta, pero cualquier vegetal puede hacer las funciones de alimento, de paliativo del hambre. Albert esquiva el sol, bajo el toldo de su tienda. Es un lugar fresco, con una energ¨ªa particular: es el ¨²nico inquilino de todo el campamento (5.000 personas) que tiene una radio. Suena m¨²sica cl¨¢sica. Y ¨¦l sonr¨ªe mientras saluda con un gesto simp¨¢tico.
Pero la desolaci¨®n ha perdido la mitad de sus letras. Desde finales de diciembre hasta mediados de enero de 2015, las fuertes lluvias provocaron las peores inundaciones en la historia reciente de Malawi. Como era de esperar, las tierras bajas de las regiones del sur y del este fueron las m¨¢s afectadas. Algunos distritos, como Chikwawa y Nsanje, propensos a las inundaciones, se vieron desbordados por la magnitud de agua que cay¨® sin parar durante cuatro d¨ªas consecutivos.
La respuesta del gobierno fue r¨¢pida y el presidente del pa¨ªs, Peter Mutharika, declar¨® lo sucedido como un desastre nacional. La medida permiti¨® la movilizaci¨®n precoz de los recursos, con los equipos de rescate y suministros de socorro enviados a las zonas afectadas. La respuesta de las ONG tanto locales como internacionales tambi¨¦n, fue decisiva y r¨¢pida.
La frontera con Mozambique est¨¢ se?alada en un viejo cartel de color verde oxidado a tan solo 20 kil¨®metros. Llegar en transporte p¨²blico a una de las zonas m¨¢s afectadas por las inundaciones es una tragedia visual. Esta regi¨®n de Malawi queda lejos del eco del turismo de mochila que se ba?a en las aguas cristalinas de uno de los lagos de agua dulce m¨¢s espectaculares del continente, el lago Malawi. Aqu¨ª, la desaz¨®n campa en los m¨¢rgenes de las carreteras que contin¨²an con la basura acumulada. El agua no es bien recibida.
La situaci¨®n de desolaci¨®n y abandono de estas poblaciones resiste estoicamente mientras se aproxima otro problema: la inseguridad alimentaria por la p¨¦rdida de las cosechas
Pero la actividad tiene que seguir. Los m¨¢s peque?os corretean salpicando y sorteando lagunas llenas de verdina donde algunos patos han encontrado un nuevo ecosistema. Los sacos de arroz se apilan en columnas de a cuatro cortejando a una poblaci¨®n que despu¨¦s de estos meses comienza con un retorno a la nada. La ropa se seca colgada sobre las ramas de algunos arbustos al mismo tiempo que las paredes de las pocas construcciones que han quedado en pie. ¡°Lo ¨²nico que me queda es la familia. Tenemos que vivir de la caridad del gobierno, de las ONG. ?Sabes lo que es no tener nada? ?Cu¨¢nta desesperaci¨®n y cu¨¢nto abandono!¡±, se lamenta Georgina, mozambique?a de origen, aunque con 30 a?os en el pa¨ªs, sentada en una esterilla made in China.
Gideon Madera, que trabaja para la Organizaci¨®n Internacional para las Migraciones en Malawi (OIM) explica que a pesar de las dificultades a las que se enfrentan los desplazados en los campos provistos, "muchos est¨¢n optando por regresar a sus lugares de origen para comenzar a reconstruir sus vidas". "Desde el gobierno se est¨¢ tratando de garantizar que la integraci¨®n, el retorno, la reubicaci¨®n o el reasentamiento de los desplazados sea de forma respetuosa y protegiendo sus derechos¡±, asegura en una llamada telef¨®nica.
Los recursos econ¨®micos proporcionados por el gobierno no son suficientes, pero tampoco los humanos. ¡°Los especialistas que puedan tratar a la poblaci¨®n para resolver el colapso mental provocado por la p¨¦rdida de todos sus bienes y el empobrecimiento derivado son escasos. Yo estoy como voluntario este fin de semana y, ya ves. Despu¨¦s de tantos meses de sufrimiento, ?ves a alguno m¨¢s por la zona?¡±, explica indignado Joseph Ndiagara, m¨¦dico psic¨®logo que trabaja en Blantyre, la segunda ciudad m¨¢s importante del pa¨ªs, despu¨¦s de Lilong¨¹e, la capital de Malawi, y a un par de horas de distancia.
La misa ha llegado a su ecuador (llevan tres horas) y Mariama ha salido a tomar el aire. Los techos de lata de la iglesia improvisada elevan la temperatura. Se abanica con un trozo de cart¨®n en el que se puede leer ¡°coffee from Mzuzu¡±, la regi¨®n cafetalera por excelencia en el pa¨ªs. ¡°Dios nos proveer¨¢¡ Aunque est¨¢ vez nos ha puesto la situaci¨®n muy dif¨ªcil. Me qued¨¦ viuda en las inundaciones. Un cocodrilo mat¨® a mi marido y a mi ¨²nica ni?a. Pero todo saldr¨¢ bien a partir de ahora. Dios nos salvar¨¢¡±. La mirada la tiene perdida. No la esperanza. La crecida de los r¨ªos de la regi¨®n sur arrastr¨® con ella a decenas de cocodrilos que se llevaron por delante al menos a 10 personas en el distrito de Nsanje.
Seguridad alimentaria: el tal¨®n de Aquiles
Las inundaciones ocurridas en enero llamaron la atenci¨®n de los medios de comunicaci¨®n nacionales e internacionales. Era la noticia. Ya hace meses que los focos se han retirado. Pero el desastre de las inundaciones se dejar¨¢ sentir mucho despu¨¦s de que se haya secado todo.
Malawi se enfrentar¨¢ a una escasez de alimentos importante este a?o. Las inundaciones arrasaron aproximadamente 64.000 hect¨¢reas de cultivos por lo que el Programa Mundial de Alimentos ya ha alertado de la fr¨¢gil situaci¨®n econ¨®mica a la que se enfrenta el pa¨ªs, que depende de la agricultura y el tabaco para el 90% de sus ingresos por las exportaciones. El gobierno, junto con el Fondo Monetario Internacional (FMI), hab¨ªan proyectado un crecimiento del PIB del 6,2% para 2015 basados en c¨¢lculos aproximativos con la premisa de ¡°una buena temporada agr¨ªcola¡±. La realidad se ha desmarcado de esas proyecciones. Es m¨¢s, el 24 de marzo, el FMI aprobaba un cr¨¦dito de casi 16 millones de euros para hacer frente a la cat¨¢strofe.
La inseguridad alimentaria en las zonas afectadas y en los campamentos se sumar¨¢ a la de los refugiados que desde 1990, se siguen trasladando al campo de refugiados Dzaleka. Mientras, muy cerca del campamento II, algunos intentan reconstruir la vida a base de ladrillos, adobe y esperanza. La unidad es la esencia. ¡°Los vecinos nos intentamos ayudar. Comenzar de cero cuando la base es cero es parte del aprendizaje. Todos sabemos que vendr¨¢n tiempos mejores. Y as¨ª ser¨¢. Saldremos a flote¡±. Contundente, cigarrillo en mano, sentencia Berto mientras pone otra capa de argamasa en su futura casa.
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