El tesoro de Jacques Henri Lartigue
El franc¨¦s descubri¨® el color a los 17 a?os. Los azules, verdes o rosas que capturaba le acercaban a la vida. A la felicidad Una exposici¨®n reivindica ahora la paleta crom¨¢tica de este pionero de la fotograf¨ªa
Todo lo que rodea a Jacques Henri Lartigue (Courbevoie, Par¨ªs, 1894-Niza, 1986) trasciende la historia de la fotograf¨ªa. Gracias a su tit¨¢nico archivo ¨Cm¨¢s de cien ¨¢lbumes de fotos donados poco antes de su muerte al Estado franc¨¦s¨C sabemos que eso que llaman la joie de vivre no es un simple lugar com¨²n, sino una religi¨®n a la que este pionero de la imagen entreg¨® cuerpo y alma. Pintor frustrado del que nadie recuerda hoy un solo cuadro, Lartigue quiso hacer inmortal su memoria con una c¨¢mara de fotos. Dej¨® miles de huellas, obras maestras llenas de vida, pero atravesadas por algo m¨¢s: la inexorable melancol¨ªa que encierra el in¨²til esfuerzo de atrapar lo que proclaman.
Su obra en blanco y negro es c¨¦lebre, pero una exposici¨®n en la Maison Europ¨¦enne de la Photographie de Par¨ªs pretende poner ahora el foco en una faceta menos conocida, el color, al que nunca se hab¨ªa dedicado una retrospectiva y que solo se ha mostrado al p¨²blico con cuentagotas, como anecd¨®tica guinda a su monumental corpus fotogr¨¢fico. Un libro, Lartigue, la vie en couleurs (editorial Seuil), ahonda a su vez en esta vertiente menos explorada de su legado.
La ¡®joie de vivre¡¯ no es un lugar com¨²n, sino una religi¨®n a la que este pionero de la imagen se entreg¨® en cuerpo y alma
Se sabe que Lartigue descubri¨® el color en 1911, cuando ten¨ªa 17 a?os. Lo anot¨®, euf¨®rico, en su diario. Los hermanos Lumi¨¨re hab¨ªan comercializado un nuevo invento y un amigo de la familia se lo llev¨® al joven aficionado. El autocromo estereosc¨®pico consist¨ªa en unas placas de vidrio que reproduc¨ªan en color despu¨¦s de un lento proceso y gracias a una mezcla de almid¨®n sobre una pel¨ªcula de blanco y negro. Lartigue escribi¨®: ¡°Antes, cuando ve¨ªa un d¨ªa maravilloso, sent¨ªa una especie de fiebre: una mezcla de ansiedad y desesperaci¨®n. Pero esta ma?ana tengo placas de autocromo. ?He instalado mi tr¨ªpode y mi c¨¢mara frente a unos ¨¢rboles rodeados de la azul neblina y me siento feliz! Siento la calma¡¡±.
En plena adolescencia ya era un fot¨®grafo dotado. Hab¨ªa empezado a los seis a?os, cuando una cadena de enfermedades lo postraron en la cama y para distraerle le regalaron su primera c¨¢mara. Fue la fragilidad f¨ªsica (constante en su infancia) lo que le acerc¨® a la fotograf¨ªa, en sus manos dej¨® de ser un juego para convertirse en un arma obsesiva para atrapar una vida que tem¨ªa perder. Sin pretensiones art¨ªsticas, pero s¨ª existenciales, Lartigue estableci¨® de forma natural e inconsciente una relaci¨®n moderna con su objetivo. Como recuerda la especialista Anne Morin, colaboradora de la exposici¨®n, sus fotos son famosas por la ¨¦poca que documenta, por su ligereza, por su manera de captar la velocidad y el vuelo, por sus saltos, sus risas y la belleza de sus mujeres, ¡°pero ante todo lo son porque descubrieron la capacidad revolucionaria de la fotograf¨ªa moderna¡±. ¡°Lartigue hablaba de la trampa del ojo¡±, recuerda Morin. ¡°Se refer¨ªa a cuando de ni?o pasaba largas horas en la cama abriendo y cerrando los ojos, exagerando el gesto. Lo hac¨ªa para potenciar sus recuerdos. Jugaba a disparar con los ojos como con un diafragma natural¡±.
Durante 10 a?os, el fot¨®grafo experiment¨® con el autocromo, del que se conservan 97 placas, asombrosas piezas primitivas de color en las que resulta chocante para cualquier admirador del trabajo de Lartigue su car¨¢cter est¨¢tico. El hombre que captur¨® una vida casi flotante se peleaba con la inmovilidad que impon¨ªa el pesado proceso de revelado. Desesperado, aparc¨® el invent¨® casi 20 a?os. Cuando la t¨¦cnica empez¨® a evolucionar, volvi¨® a la carga. A partir de los a?os cincuenta, con su Rolleiflex 6¡Á6 autom¨¢tica y su Leica 24¡Á36, vuelve de forma intensa a los pigmentos. ¡°No sabr¨ªa decir si prefiero la fotograf¨ªa en color o la de blanco y negro¡±, explic¨® en una ocasi¨®n. ¡°Ambas t¨¦cnicas responden a intereses distintos. A su manera, cada una es ¨²nica y se complementan. La composici¨®n en blanco y negro, los contrastes de los tonos claros y oscuros, tiene m¨¢s fuerza. Pero me pregunto si podemos ser insensibles a la armon¨ªa crom¨¢tica que nos ofrece la naturaleza. Es por ello que la fotograf¨ªa en color me parece m¨¢s apta a¨²n para expresar la poes¨ªa¡±.
Lartigue escribi¨®: ¡°?He instalado mi tr¨ªpode y mi c¨¢mara frente a unos ¨¢rboles rodeados de la azul neblina y me siento feliz! Siento la calma...¡±
Se acerc¨® a la novedad con la misma libertad que al blanco y negro. Su condici¨®n de eterno amateur le permit¨ªa librarse de prejuicios. Mientras los grandes fot¨®grafos de su tiempo miraban por encima del hombro el uso de una paleta crom¨¢tica, denost¨¢ndolo porque lo asociaban con las revistas y los trabajos alimenticios, Lartigue, siempre a su aire, lo asociaba a la felicidad. La exposici¨®n, dividida en los autocromos de la adolescencia y el resto de su producci¨®n, retomada cuando ya era un hombre mayor de 60 a?os, muestra c¨®mo va puliendo su t¨¦cnica a lo largo de estaciones, viajes y retratos. En sus im¨¢genes de los a?os cincuenta, espectaculares en su mayor¨ªa, vemos otra vez esa cualidad ¨²nica de su obra: los espectadores del presente no somos meros observadores, somos part¨ªcipes de aquella vida, aquella gran vida. En una piscina en Cap d¡¯Antibes, en una plaza de toros en Vallauris con Picasso y Cocteau, en unos incre¨ªbles jardines de cactus en M¨®naco, en Lourdes o en el Pa¨ªs Vasco. El verde y el rosa, el rojo y blanco, todos los azules. Los sombreros de paja del primer sol y las flores amarillas de la primavera, los colores c¨¢lidos del verano y los bermell¨®n del invierno, disfrutando en el agua y en la nieve. ¡°Amaba las estaciones¡±, recuerda Martine d¡¯Astier, directora de la Donation Jacques Henri Lartigue y una de las comisarias de la exposici¨®n de Par¨ªs. ¡°La naturaleza es important¨ªsima en su vida, est¨¢ presente todo el rato¡±. Para D¡¯Astier, las 110 fotograf¨ªas de esta muestra van a ser toda una sorpresa para los aficionados y tambi¨¦n para los profesionales y cr¨ªticos de fotograf¨ªa. ¡°El color de los grandes maestros ha estado durante mucho tiempo oculto, hasta hace poco era pol¨ªticamente incorrecto sacarlo a la luz, pero el trabajo de recuperaci¨®n de muchos archivos nos ofrece muchas claves muy importantes, y en el caso de Lartigue, con especial intensidad, porque ¨¦l quer¨ªa parar el tiempo con su c¨¢mara y el color, que le fascinaba, le acercaba especialmente a la vida¡±.
D¡¯Astier, que trat¨® al longevo fot¨®grafo, dice que para ella conocerlo fue una eterna lecci¨®n de vida. ¡°Le contar¨¦ por qu¨¦. Un d¨ªa estaba yo muy triste y ¨¦l, con su habitual encanto, lo detect¨® y me pregunt¨®: ¡®?Qu¨¦ te ocurre, querida Martine?¡¯. Yo le dije que simplemente no era un buen d¨ªa y ¨¦l, sentado a mi lado, comparti¨® su secreto. Me explic¨® que le hab¨ªa llevado mucho tiempo aprender a ser feliz, pero que hab¨ªa sido disciplinado con la felicidad como no lo hab¨ªa sido con nada. Ese esfuerzo, me dijo, era algo que merec¨ªa la pena poner en valor y nunca, ni en los peores d¨ªas, descuidarlo¡±. Ese esfuerzo, cabr¨ªa a?adir, sigue siendo su mayor legado.
La exposici¨®n Lartigue, la vie en couleurs se exhibe del 24 de junio al 23 de agosto en la Maison Europ¨¦enne de la Photographie de Par¨ªs.
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