Homer Simpson y los museos
Hay muchos motivos para cambiar la visi¨®n estereotipada sobre estas instituciones
¡°No me gustan mucho las palabras acabadas en ¡°-eum¡± como Museum, pero s¨ª las acabadas en ¡°¨Ceza¡± como cerveza¡± (Homer Simpson). Tomado de la ¡°Gu¨ªa completa de los Simpsons¡±, creada por Matt Groening y editada por R Richmond. Traducida al espa?ol en Ediciones BSA. (Barcelona 1998).
El c¨®mic o el cine nos pueden ayudar a imaginar c¨®mo va a funcionar en el futuro esa vieja instituci¨®n bimilenaria llamada Museo que naci¨® en la Grecia helen¨ªstica y que encara sin complejos el siglo XXI. Debemos hacerlo con humildad porque hay mucha gente como Homer que apenas han entrado a un Museo, pero si adem¨¢s de los Simpsons tomamos otras series como referencia desde Futurama a Familia Feliz, todos relatos bastante bordes e ir¨®nicos de la Am¨¦rica profunda, vemos lo poco y mal paradas que aparecen estas instituciones culturales en los guiones. Tampoco en el cine nos va mucho mejor, y si sirve como met¨¢fora ah¨ª est¨¢n desde American Beauty, una feliz comunidad urbana en la que no pisan un museo ni por equivocaci¨®n hasta las ucron¨ªas como Blade Runner, Mad Max, Matrix o Alien y ni Tarantino ni los hermanos Cohen filman sus aventuras en ninguno, siendo un cl¨¢sico, la de V¨¦rtigo una de las pocas excepciones en la que su protagonista pasea por un Museo de San Francisco. S¨ª que aparecen los museos en pel¨ªculas de acci¨®n, como lugares donde se cometen robos (Topkapi), aparecen fantasmas (Louvre), momias variadas o lugares para ligar en galer¨ªas de arte contempor¨¢neo (Woody Allen). Por ello desde esa humildad de reconocer que mucha gente nos conoce poco o nada e incluso a los que como Homer no nos visitan quisiera proporcionarles algunas peregrinas razones que quiz¨¢s les hagan cambiar de opini¨®n.
¡ªSer ¡°protagonista¡± de Juego de tronos: Ahora que desde Pablo Iglesias a Don Felipe, as¨ª como miles de seguidores est¨¢n interesados por esa serie de rapi?as, cr¨ªmenes, sexo y aventuras en espacios como Invernalia, Nido del ?guila, Roca Drag¨®n, o Desembarco del Rey y que son perfectamente intercambiables por otras utop¨ªas espacio-temporales como Mordor, Minas Tirit, Rohan o la Comarca, uno entiende mejor lo que es un museo, siendo Frodo, Gandalf, enano, orco, Rey o elfo. La definici¨®n que nos deja la muse¨®loga Mar¨ªa Bola?os nos acerca a un museo desde una perspectiva muy pr¨®xima a esas series:
¡°A pesar de parecer una categor¨ªa permanente y una instituci¨®n segura, el museo es un espacio inestable. En realidad llamamos museo a una pluralidad heterog¨¦nea de pr¨¢cticas que incluye sacrificios a los dioses, amasamiento de riquezas, objetos robados a pueblos vencidos, man¨ªas privadas, recintos al servicio de ideas como la naci¨®n o el progreso, centros de experimentaci¨®n para los artistas. Su historia tiene por tanto mucho de fortuito e irregular, de s¨²bitas muertes y resurrecciones, y ha mostrado una capacidad excepcional de adaptaci¨®n¡¡±.
¡ªAtravesar la ¡°puerta de las estrellas¡± y cruzar umbrales excepcionales, como los privilegiados de Stargate, esa serie de ciencia ficci¨®n que te permite viajar por otras civilizaciones en diferentes galaxias. Tom¨¤s Llorens, nos recordaba en un reciente art¨ªculo en EL PA?S (¡°Para quien y para qu¨¦ son los museos¡±) que ¨¦stos ¡°son como m¨¢quinas del tiempo que nos permiten acceder a unos dep¨®sitos de imaginaci¨®n, sabidur¨ªa, inteligencia y emoci¨®n, que su creador en primer lugar, y la historia a continuaci¨®n, han ido acumulando a lo largo de los siglos en las obras de arte. Trenes que suben y bajan constantemente a lo largo de un curso profundo que enlaza el pasado con el futuro y que es, en definitiva, la sustancia con la que hilamos nuestra sustancia de personas civilizadas¡±. En el umbral de la puerta de entrada del Museo Sefard¨ª de Toledo hab¨ªa una inscripci¨®n, borrada por la incuria y el tiempo que dec¨ªa¡± Esta es la puerta de Dios, s¨®lo Los Justos entrar¨¢n por ella¡±. Ahora esa puerta y las del resto de los museos est¨¢n abiertas de par en par para todos ustedes y a casi cualquier hora y d¨ªa.
¡ª¡°Asaltar el cielo¡± y participar en el 15-M de los Museos que se sustancia en la Declaraci¨®n de San Salvador de Bah¨ªa, de 2007, un documento excepcional, que despu¨¦s de la Mesa Redonda de Santiago de Chile en 1972, ha recuperado las ¡°Avenidas de la Libertad¡± para los que creemos en el uso social y comunitario de los museos, y que ha sido firmado por 22 pa¨ªses iberoamericanos, pretendiendo convertirse en la base inspiradora y motivadora del programa para la consolidaci¨®n y desarrollo de los museos en el siglo XXI , destacando su valor como herramienta de transformaci¨®n social y de desarrollo integral y sostenible de las riquezas culturales y naturales de los espacios que protegen. En el comienzo, se recoge y no por casualidad, una cita del Quijote que anima a que ¡°los museos sean como los caballeros andantes, que por los desiertos, por las soledades, por las encrucijadas, por las selvas y por los montes anden buscando peligrosas aventuras con intenci¨®n de darles dichosa y bien afortunada cima, solo por alcanzar la gloriosa y duradera fama¡± y que a semejanza del caballero andante, el museo ¡°busque los rincones del mundo, ¨¦ntrese en los m¨¢s intrincados laberintos, acometa a cada paso lo imposible, resista en los p¨¢ramos despoblados los ardientes rayos del sol en mitad del verano y en el invierno la dura inclemencia de los vientos y de los hielos¡¡±.
¡ªGuarecerse de la lluvia y enamorarse, el museo es tambi¨¦n un ¡°descanso del guerrero¡±, no todo son aventuras de acci¨®n, ni luchas contra los molinos de la burocracia. Tambi¨¦n los museos son escenarios de paz y amor, de conversaci¨®n, de pasi¨®n y de conocimiento. Se cuenta una an¨¦cdota de Cristino de Vera, el artista del silencio, que lloviendo en el Madrid de la posguerra y llevando el pintor un traje de alpaca como toda posesi¨®n, se vio literalmente ¡°obligado¡± a refugiarse de la lluvia en el Museo del Prado y fue ese d¨ªa y all¨ª mismo donde conoci¨® a la mujer de su vida, una sueca, un tesoro mayor que el del Delf¨ªn en la Espa?a de los cincuenta. Desde entonces un servidor pasea solo por el mismo museo en busca de una ¡°sueca perdida y hallada en el Templo¡± sin ¨¦xito hasta hoy. Pero los Dioses, compadecidos de mi perseverancia me enviaron al Pabell¨®n de Cristal del Retiro, en una exposici¨®n que recreaba el Hotel Splandide en el que Proust veraneaba, un ¡°¨¢ngel¡± que se sent¨® conmigo en las tumbonas imaginarias del Hotel. Todav¨ªa sigo all¨ª como Proust, varado en el tiempo, sin salir de mi asombro.
¡ªAprender, mirar, sentir, aprehender. Los semi¨®logos Umberto Eco e Isabella Pezzini reflexionan en un peque?o op¨²sculo sobre la capacidad pasada, presente y futura del museo como escenario del saber. Es lo que en filosof¨ªa Michel Focucault, bautiz¨® bajo el concepto de ¡°heterotop¨ªa¡±, pero al que los semi¨®logos antes citados dan un nuevo sentido ligado al museo. Para ellos, ¡°la heterotop¨ªa hoy se entender¨ªa como una alteridad, temporal, relacional en cuanto a dimensi¨®n, equipamiento y funciones, con el fin de crear una discontinuidad, un ambiente semi¨®tico distinto del habitual. Entrar a visitar un museo significa en ese sentido atravesar asimismo un umbral invisible, experimentar un espacio-no solo f¨ªsico sino tambi¨¦n de comunicaci¨®n- que tiene la capacidad de mediar e instaurar el contacto con otros espacios, otras temporalidades, otras culturas, otras percepciones de la realidad¡±. Nada m¨¢s y nada menos todo eso ofrece el museo.
Pero por si fuera poco y como conclusi¨®n el museo es un escenario de terapia y resistencia al mundo de injusticia global actual. Nadie mejor que el poeta Antonio Colinas para expresar que ¡°el museo nos ayuda a ver la vida de una forma m¨¢s equilibrada, porque neutraliza nuestro ego al decirnos que hubo antes otro tiempo que se llev¨® cualquier tiempo presente y as¨ª vemos las cosas de una manera m¨¢s reposada, distinta y el museo sana porque es un espacio para el ocio y el olvido de una realidad que queda fuera de sus muros, que no nos gusta¡Al acudir a un museo no solo vamos a informarnos mejor y saber m¨¢s, sino a transformarnos y que ese espacio nos haga diferentes y por diferentes mejores ¡°.
Y, por cierto, aunque Homer Simpson no es amante de los museos, s¨ª que visit¨® en la serie una vez un Museo, el de Edison, para destruir una tumbona que ¨¦l hab¨ªa reinventado y poder patentarla, pero esa es otra historia¡.
Santiago Palomero Plaza fue subdirector general de museos del Ministerio de Cultura entre 2007 y 2010 y en la actualidad es Director del Museo Sefard¨ª de Toledo.
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