La estrategia del miedo
El Estado Isl¨¢mico ataca a la poblaci¨®n no combatiente mediante acciones planificadas sistem¨¢ticamente y sostenidas en el tiempo para conseguir objetivos pol¨ªticos
Los ataques directos contra la poblaci¨®n est¨¢n presentes en la pr¨¢ctica totalidad de las guerras civiles, convertidas en escenarios id¨®neos para los atentados terroristas indiscriminados y la limpieza ¨¦tnica. Tradicionalmente, estas agresiones se han justificado por la contribuci¨®n de la poblaci¨®n al esfuerzo b¨¦lico y por la utilizaci¨®n que los movimientos insurgentes hacen de los civiles para confundirse entre ellos y sobrevivir a su costa. Sin embargo, hoy el agresor busca principalmente condicionar la opini¨®n de los ciudadanos para que ejerzan una presi¨®n insuperable sobre sus dirigentes pol¨ªticos. Dicho de otro modo, en los conflictos armados actuales los civiles siguen siendo un objetivo preferente, m¨¢s por su capacidad de influencia pol¨ªtica que por su apoyo efectivo a las operaciones. As¨ª lo entendieron los serbios cuando emprendieron una limpieza ¨¦tnica generalizada en Kosovo y as¨ª lo entiende en la actualidad el Estado Isl¨¢mico (Daesh).
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El Estado Isl¨¢mico aplica una estrategia de victimizaci¨®n de civiles consistente en atacar a la poblaci¨®n no combatiente mediante acciones planificadas sistem¨¢ticamente y sostenidas en el tiempo para conseguir objetivos pol¨ªticos. Se trata, por lo tanto, de una decisi¨®n pol¨ªtica que nada tiene que ver con los llamados da?os colaterales o con ataques descoordinados y aleatorios realizados por fuerzas descontroladas. En este sentido, la victimizaci¨®n no es un impulso irracional, sino una decisi¨®n adoptada con la finalidad de conquistar y controlar un territorio. Una forma de violencia tan impopular y contraria al m¨¢s elemental sentido ¨¦tico s¨®lo es factible por la conjunci¨®n de tres condiciones b¨¢sicas: visi¨®n perversa del enemigo, despreocupaci¨®n por la legalidad internacional y beneficio estrat¨¦gico.
La percepci¨®n subjetiva de una insuperable brecha cultural convierte a los adversarios del Estado Isl¨¢mico en individuos infames a los que se debe castigar incluso con la muerte. La violencia en este caso tiene su origen en el desprecio, el resentimiento y la venganza, de ah¨ª que la acompa?en con sofisticadas formas de sufrimiento. En realidad se trata de un problema de identidad, puesto que la victimizaci¨®n es mucho m¨¢s aceptable cuando se identifica al enemigo con una sociedad imp¨ªa y cruel, demonizada por sus diferencias culturales y religiosas. Por eso el Estado Isl¨¢mico necesita crear un modelo social de identidades antag¨®nicas e incompatibles, distorsionando la realidad cuanto sea necesario.
Por otra parte, la descomposici¨®n instalada en Oriente Pr¨®ximo ha contagiado entre la sociedad musulmana la a?oranza por remotos tiempos de esplendor. En su versi¨®n m¨¢s radical, los islamistas interpretan que su actual deterioro es consecuencia del dominio ejercido por el mundo occidental, rico y avanzado, pero tambi¨¦n decadente y degenerado. Este razonamiento alimenta la pretensi¨®n de instaurar relaciones de poder, estructuras pol¨ªticas y sistemas jur¨ªdicos propios del pasado y, en ¨²ltima instancia, fundamenta el absoluto desprecio del Estado Isl¨¢mico por el derecho internacional humanitario.
La violencia en este caso tiene su origen en el desprecio, el resentimiento y la venganza, de ah¨ª que la acompa?en con sofisticadas formas de sufrimiento
La ¨²ltima condici¨®n es el supuesto beneficio estrat¨¦gico que permitir¨ªa al Estado Isl¨¢mico alcanzar sus objetivos pol¨ªticos a un coste asumible. Una de las ventajas estrat¨¦gicas consiste en doblegar la voluntad de la poblaci¨®n mediante el terror, tanto en el territorio ocupado, para evitar cualquier atisbo de contestaci¨®n social, como en el exterior, para anular el apoyo popular a sus enemigos y lograr la autocensura timorata de los medios de comunicaci¨®n. La otra ventaja estrat¨¦gica deriva del temor a enfrentarse a quienes no dudan en mutilar, esclavizar o asesinar. Un ej¨¦rcito atenazado por el miedo pierde su capacidad de combate y se convierte en un objetivo asequible, tal como se pudo comprobar en Mosul y Ramadi. Con estas conquistas aparentemente sencillas ¡ªson muchos los casos¡ª el Estado Isl¨¢mico quiere mostrar su pretendida superioridad sobre los infieles y sobre quienes no defienden sus postulados con su misma vehemencia. Sin embargo, para que el temor surja efecto en la poblaci¨®n es imprescindible difundir las acciones violentas de la forma m¨¢s descarnada posible, actividad en la que el Estado Isl¨¢mico se ha aplicado concienzudamente.
En definitiva, la estrategia del Estado Isl¨¢mico prev¨¦ el dominio de un ¨¢rea geogr¨¢fica (el Califato) y la posterior expansi¨®n territorial. En estas circunstancias, sus dirigentes consideran que el control interno pasa por la desactivaci¨®n ¡ªpara el Estado Isl¨¢mico , la limpieza¡ª de los grupos sociales contrarios. El Estado Isl¨¢mico pretende, adem¨¢s, crear un estado de ¨¢nimo de derrota por el miedo, de anulaci¨®n de la oposici¨®n interna, de neutralizaci¨®n de la capacidad de combate de las fuerzas enemigas y, muy importante, de captaci¨®n internacional de yihadistas. Piensan que los l¨ªderes occidentales son muy vulnerables a la opini¨®n p¨²blica y que esta ¡°debilidad¡±, bien explotada, les permitir¨¢ ganar su guerra. Por lo tanto, no pretenden s¨®lo castigar a los infieles; buscan principalmente acortar la duraci¨®n del conflicto y facilitar el control del territorio, reduciendo sus costes econ¨®micos y humanos, lo que en ¨²ltimo t¨¦rmino les ayuda a superar hipot¨¦ticos inhibidores morales ¡ªsi es que los tienen¡ª para matar y torturar civiles.
Por lo tanto, el terror implantado por el Estado Isl¨¢mico se asienta en dos l¨®gicas: la l¨®gica del castigo, para acabar con el apoyo de la poblaci¨®n al esfuerzo b¨¦lico, y la l¨®gica del miedo, para minar la capacidad de combate del enemigo. Sin embargo, el castigo y el miedo no suelen producir los efectos buscados. De hecho, y obviando importantes consideraciones ¨¦ticas, la victimizaci¨®n de los civiles se acabar¨¢ revelando como una torpeza estrat¨¦gica m¨¢s de Abubaker al Bagdadi, porque la violencia gratuita, m¨¢s que inefectiva, es contraproducente, fortalece la capacidad de resistencia de la poblaci¨®n y desactiva cualquier opci¨®n de alianza exterior.
Francisco Rubio Dami¨¢n es colaborador experto del Observatorio paz, Seguridad y Defensa de la Universidad de Zaragoza.
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