Admiraci¨®n

Vivimos tiempos hu¨¦rfanos de admiraci¨®n. Los l¨ªderes pol¨ªticos, que lo saben mejor que nadie, recurren a escenograf¨ªas ins¨®litas, como S¨¢nchez, o a viejos lemas admirables, como Rivera, para tratar de encender una chispa que alumbre siquiera un instante. La admiraci¨®n parece hoy reservada para simples ciudadanos que intentan aportar un poco de honestidad, de serenidad o de cordura al panorama nacional, present¨¢ndose o no a unas elecciones. Por eso, quiero reflejar aqu¨ª mi admiraci¨®n por el comunicado de Irene Villa acerca de los desdichados tuits difundidos por Guillermo Zapata. Nunca lo habr¨ªa cre¨ªdo de m¨ª misma pero as¨ª ha sido, y as¨ª lo reconozco. Irene Villa habr¨ªa tenido muy f¨¢cil cualquier otro camino, habr¨ªa encontrado cientos de voces que jalearan una declaraci¨®n de honor maltrecho, de ofensa irreparable, de venganza imprescindible, miles de personas la estaban esperando para levantarla como una bandera del sacrosanto combate entre la Espa?a inmortal y los luciferinos radicales, pero ella ha escogido el camino de la ecuanimidad, de la cordura y, me atrevo a suponer, de la sinceridad. Ha dicho, igual que ciertos an¨®nimos portavoces de la Audiencia Nacional que sin embargo no han dado la cara, que le parece una barbaridad que se juzgue a alguien por un chiste de una especie que ni la molesta ni la molestar¨¢. El problema, ha a?adido, no es m¨ªo, sino de la gente capaz de hacer esa clase de chistes. Hac¨ªa mucho tiempo que no me sorprend¨ªan tanto unas declaraciones de nadie. Y m¨¢s all¨¢ del esc¨¢ndalo, otro m¨¢s, que supone que algunos jueces desautoricen en secreto la actuaci¨®n de la fiscal¨ªa y de su propio tribunal en un caso cargado de repercusiones pol¨ªticas, su actitud me parece admirable. Y lo digo.