El largo camino hacia la igualdad real
A¨²n estamos muy lejos del objetivo final: conseguir que en el espacio p¨²blico ser homosexual, transexual o bisexual no signifique nada diferente a ser heterosexual
Todo presente tiene su pasado. Tal d¨ªa como hoy, hace 46 a?os, en la madrugada del 28 de junio de 1969, en un bar llamado Stonewall Inn, sito en la neoyorquina Chistopher Street, un grupo de lesbianas, g¨¢is, bisexuales y, sobre todo, transexuales y travestis, cansados de las redadas y abusos policiales que ten¨ªan lugar peri¨®dicamente, ofrece resistencia. Los disturbios se prolongan durante varios d¨ªas. Es el comienzo, si es que hay que poner una fecha ic¨®nica, del llamado movimiento de liberaci¨®n LGTB (acr¨®nimo de Lesbianas, G¨¢is, Transexuales y Bisexuales), cuya culminaci¨®n, hasta el momento, tuvo lugar antes de ayer, 26 de junio de 2015, fecha en que el Tribunal Supremo de Estados Unidos declar¨® inconstitucionales todas aquellas leyes estatales que a¨²n proh¨ªben el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Otros art¨ªculos del autor
Desde aquel primer momento, que, l¨®gicamente, vino precedido de otros que permitieron llegar a este, hasta la actualidad, hemos recorrido un largo camino, repleto de hitos (despatologizaci¨®n de la homosexualidad por parte de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud en 1990; reconocimiento del matrimonio igualitario en m¨¢s de veinte pa¨ªses de todo el mundo a partir de los primeros a?os del presente siglo; etc.) que nos ayudan a construir un relato, tan necesario para explicar una historia: la de la progresiva conquista de la igualdad de las personas LGTB y el paulatino fin de la discriminaci¨®n que ven¨ªamos padeciendo. Pero aunque ha habido importantes avances, a¨²n estamos muy lejos del objetivo final: conseguir que en el espacio p¨²blico ser homosexual, transexual o bisexual no signifique nada diferente a ser heterosexual.
Si fijamos la mirada en Espa?a, y tomamos cierta distancia como observadores, apreciaremos la velocidad con que hemos recorrido ese camino de la igualdad. Lo que no quiere decir, ni mucho menos, que haya sido f¨¢cil ni que, como dec¨ªamos, est¨¦ ya todo conseguido. El pasado reciente, la ¨¦poca para siempre oscura del franquismo y su ideolog¨ªa cerril, no permit¨ªa augurar, en efecto, que en tan poco tiempo tuvi¨¦semos este presente. Ni siquiera a?os m¨¢s tarde, en plena democracia ya, en 2003, nadie en su sano juicio hubiese dicho que dos a?os m¨¢s tarde dos mujeres o dos hombres podr¨ªan casarse entre s¨ª. Solo algunos locos, como aquellos de los sesenta, creyeron que hab¨ªa que ser realistas y, por tanto, pedir lo imposible. Fue as¨ª, vicisitudes y escaramuzas al margen, c¨®mo un junio como este de hace 10 a?os, gracias, entre otras cosas, al formidable empuje de los colectivos LGTB y al arrojo de un presidente del Gobierno valiente y decente, se aprobaba la ley de reforma del C¨®digo civil que permit¨ªa el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y as¨ª fue c¨®mo, junto a sus amigos, un ya reconocido activista del movimiento LGTB que empezaba a dar sus primeros y firmes pasos en la pol¨ªtica institucional, el a?orado Pedro Zerolo, uno de los m¨¢s locos entre todas aquellas ¡°locas¡±, dio una lecci¨®n de cordura a los que se cre¨ªan los m¨¢s cuerdos, pues fue ¨¦l, de la mano de todos los dem¨¢s que pensaban como ¨¦l, uno de los grandes protagonistas de esta historia, al se?alar y transitar el sendero de baldosas amarillas que conduc¨ªa hacia la igualdad. Y as¨ª lleg¨® el matrimonio y con ¨¦l la fiesta.
Lo que pas¨® despu¨¦s lo sabemos bien: el desgraciado recurso de inconstitucionalidad contra esta ley igualitaria que pendi¨®, cual espada amenazante de Damocles, durante varios a?os sobre la cabeza de la igualdad; y la sentencia feliz de 2011 del Tribunal Constitucional, por la que tanto peleamos y que tanto celebramos tambi¨¦n.
El a?orado Pedro Zerolo, uno de los m¨¢s locos entre todas aquellas ¡°locas¡±, dio una lecci¨®n de cordura a los que se cre¨ªan los m¨¢s cuerdos
Esta es parte de la historia que conviene no olvidar. No por rencor, no, sino para saber de d¨®nde venimos, en qu¨¦ momento estamos y a d¨®nde queremos ir. Porque venimos, en efecto, de ah¨ª: del insulto, del escarnio, de la verg¨¹enza y del horror que es toda muerte, herida o privaci¨®n de libertad que te inflige el otro, sea ser humano o Estado. Y porque, por mucho que creamos haber avanzado, todav¨ªa seguimos ah¨ª, porque se nos sigue insultando, vejando, horrorizando, e, incluso, en algunos, que siempre son demasiados, lugares de este cada vez m¨¢s peque?o mundo, se nos sigue matando o privando de libertad, porque la ley o el d¨¦spota as¨ª lo dispone.
As¨ª que la fiesta, al igual que el espect¨¢culo, debe de continuar, s¨ª (Show must go on!), siempre y cuando no olvidemos, como no lo hacemos, que esta es una fiesta que celebra con orgullo la igualdad conseguida, pero que, sobre todo, reivindica la que nos queda por conseguir, que es casi toda. Ya lo hemos dicho en otras ocasiones: seguimos en la prehistoria de la igualdad. Y es que no podemos permanecer indiferentes, por mucho que hayamos avanzado, a las asesinatos de Estado que se cometen contra las personas LGTB en Uganda, o al retroceso preocupante que en este terreno se est¨¢ produciendo en una Rusia cada vez menos democr¨¢tica, o a las agresiones verbales y tambi¨¦n f¨ªsicas que todav¨ªa padecen muchas personas LGTB en nuestro pa¨ªs, sobre todo, las m¨¢s j¨®venes, por poner solo tres ejemplos, entre otros muchos que tambi¨¦n se podr¨ªan mencionar.
En esta fiesta del Orgullo, que se prolonga durante varios d¨ªas, y que tendr¨¢ su culminaci¨®n el s¨¢bado pr¨®ximo, con la celebraci¨®n de la gran manifestaci¨®n estatal convocada por el Colectivo de Lesbianas, G¨¢is, Trasexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM) y por la Federaci¨®n Estatal (FELGTB), recorreremos los muy madrile?os y, por tanto, universales, Paseos del Prado y Recoletos, y volveremos a reivindicar igualdad, m¨¢s igualdad. Una voz que se alzar¨¢ potente, porque ser¨¢ la de cientos de miles de personas de toda edad y condici¨®n, que, como cada a?o desde hace ya varios a?os, acudir¨¢n a esta cita, esta vez bajo el lema ¡°Leyes por la Igualdad Real, ?Ya!¡±.
Nos acompa?ar¨¢, que nadie lo dude, Pedro Zerolo, porque en nuestras cabezas estar¨¢ muy presente su recuerdo, y porque de ¨¦l hemos aprendido muchas cosas. Tal vez, una de las principales sea que la visibilidad es la mejor herramienta para luchar contra quienes pretenden invisibilizarnos, esto es, aniquilarnos.
Venimos del insulto, del escarnio, de la verg¨¹enza y del horror que es toda muerte, herida o privaci¨®n de libertad? que te inflige el otro
Pero Pedro Zerolo, que tanto defendi¨® la necesidad del laicismo, no hubiese querido que lo convirti¨¦ramos en un dios. Los dioses, para quienes creen en ellos, son solo luz. Los que solo creemos en la capacidad del ser humano para luchar por aquellas causas que considera justas, asumimos que hay hombres y mujeres que iluminan los caminos a seguir para alcanzar el objetivo so?ado, pero que, al mismo tiempo, tambi¨¦n tienen sus sombras. Si somos capaces de diferenciar las luces, por muy luminosas que sean, de las sombras, por muy ocultas que est¨¦n, tendremos la seguridad de saber que no estamos ciegos o cegados.
La luz que Pedro Zerolo arroja es muy intensa, porque nos hace ver que la b¨²squeda de la igualdad solo tiene sentido si primero se reconoce la legitimidad de la diversidad de los homosexuales, bisexuales y transexuales, pero tambi¨¦n de los gitanos, los inmigrantes, los discapacitados, etc. ?l tambi¨¦n estuvo all¨ª.
?Y hacia d¨®nde queremos ir? En materia de diversidad afectivo-sexual nos queda casi todo por conseguir. Tambi¨¦n en nuestro pa¨ªs. Y el pr¨®ximo paso a dar, por muy dif¨ªcil que sea para algunos de comprender o asumir, me parece que es este: Extraer de la lucha partidista la defensa de los derechos y, en definitiva, de la dignidad de las personas LGTB. No s¨¦ si Pedro Zerolo estar¨ªa de acuerdo con esto, lo que s¨ª creo saber, y por eso lo digo, aun a riesgo de equivocarme estrepitosamente, es que ese es el mejor regalo que le podemos hacer, pues a la postre servir¨¢ para dar un paso de gigante en la consecuci¨®n de ese sue?o que ¨¦l tan bien encarn¨®: el de la igualdad real.
Antonio Arroyo Gil es profesor de Derecho constitucional de la Universidad Aut¨®noma de Madrid. Premio Pedro Zerolo a la Trayectoria 2015, concedido por COGAM.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.