Las huellas del ruise?or
Harper Lee public¨® en 1960 ¡®Matar a un ruise?or¡¯. Poco despu¨¦s se recluy¨® en Monroeville (Alabama), la localidad sure?a que inspir¨® su novela. Y nunca volvi¨® a editar nada. Con su nuevo libro a punto de ver la luz, viajamos tras la pista de la enigm¨¢tica escritora
Uno de los mayores misterios de las letras contempor¨¢neas se esconde tras las paredes de una residencia de ancianos en un pueblo de 6.500 habitantes en el sur de Estados Unidos. La residencia se llama The Meadows (las praderas), y es un edificio modesto de una planta en una calle pr¨®xima al centro de Monroeville (Alabama).
Un d¨ªa de principios de mayo, dos guardias de seguridad, uno blanco y otro negro, vigilaban la entrada de The Meadows. Su misi¨®n era impedir el paso de extra?os.
¨CNo puedo responder ninguna pregunta¨C dice uno de los guardias.
Hace tiempo que no se acerca ning¨²n periodista, pero est¨¢n preparados.
All¨ª, custodiada por los guardias de seguridad y protegida ante el asedio de desconocidos, vive Harper Lee, la autora de una novela casi perfecta, Matar a un ruise?or. La historia se ubica en Maycomb, un lugar ficticio inspirado en Monroeville, durante los a?os de la segregaci¨®n racial. Publicada en 1960 y premiada con el Pulitzer, la novela ha vendido m¨¢s de 30 millones de ejemplares y ha marcado a generaciones de lectores en todo el mundo. La versi¨®n cinematogr¨¢fica, con Gregory Peck de protagonista, gan¨® tres Oscar en 1963.
Harper Lee, que tiene 89 a?os y problemas de o¨ªdo y visi¨®n desde que sufri¨® un ictus en 2007, se prodiga poco en p¨²blico. Despu¨¦s de Matar a un ruise?or no volvi¨® a publicar. Harper Lee es, como dijo Churchill para describir Rusia, ¡°una adivinanza envuelta en un misterio y en el interior de un enigma¡±.
No concede entrevistas desde 1964, aunque en la d¨¦cada pasada trab¨® amistad con una periodista de Chicago, Marja Mills, que despu¨¦s public¨® un libro sobre ella y su hermana, Alice.
Sin el turismo ligado a ¡®Matar a un ruise?or¡¯, Monroeville ser¨ªa un pueblo m¨¢s del sur profundo
¨CHarper no permitir¨ªa que Barack Obama la entrevistase, aunque este se lo pidiese ¨Cavisa por tel¨¦fono el historiador Wayne Flynt, amigo de la escritora y profesor em¨¦rito de la Universidad de Alabama.
Por el empe?o en preservar su intimidad y por su silencio literario, Harper Lee pertenece a la misma estirpe que J. D. Salinger: escritores que en una ¨¦poca de sobreexposici¨®n medi¨¢tica rehuyeron los focos y dejaron de publicar.
A estos dos misterios ¨Cpor qu¨¦ Harper Lee solo public¨® una novela y por qu¨¦ se escondi¨® despu¨¦s¨C se a?ade uno nuevo.
En febrero, la editorial Harper Collins anunci¨® que el 14 de julio publicar¨¢ Go Set a Watchman (ve, coloca a un centinela), un t¨ªtulo sacado del Libro de Isa¨ªas en el Antiguo Testamento. La nueva novela se ha presentado como una secuela de Matar a un ruise?or. En realidad, fue escrita antes. Tonja Carter, la abogada de Harper Lee, descubri¨® en oto?o de 2014 el manuscrito y se lo mostr¨® a Lee, seg¨²n un comunicado de la editorial Harper Collins. ¡°No era consciente de que [el manuscrito original] hab¨ªa sobrevivido, as¨ª que fue una sorpresa y una alegr¨ªa cuando mi querida amiga y abogada Tonja Carter lo descubri¨®¡±, dice Lee, citada en el comunicado. ¡°Despu¨¦s de mucho pensar y dudas, lo compart¨ª con un pu?ado de personas en quienes conf¨ªo y me alegr¨® escuchar que lo consideraban digno de publicaci¨®n¡±.
Matar a un ruise?or narra tres a?os en la vida de Maycomb, entre 1932 y 1935, a trav¨¦s de la mirada de Scout, una ni?a de casi seis a?os que vive con su hermano, Jem, a punto de cumplir los diez, y su padre viudo, el abogado Atticus Finch. La novela entrelaza tres historias: la del descubrimiento del mundo por parte de tres ni?os, Scout, Jem y su amigo Dill; la de un vecino, Boo Radley, que vive recluido en su casa y da pie a todo tipo de fantas¨ªas por parte de los ni?os, y la del juicio a un negro del pueblo acusado falsamente de violar a una mujer blanca, cuya defensa asume Atticus.
Go Set a Watchman es la historia de Scout de mayor. En los a?os cincuenta vive en Nueva York, como Harper Lee en la misma ¨¦poca, y vuelve a Maycomb para ver a su padre. El regreso le obliga a afrontar y entender las actitudes de su padre ante una sociedad cambiante y su propio lugar en el pueblo de su infancia. Este es el punto de partida. Nadie, excepto los editores de Harper Collins y un pu?ado de personas, conoce m¨¢s detalles del contenido. Nadie ha aclarado tampoco por qu¨¦, despu¨¦s de medio siglo de silencio, Lee ha decidido publicar esta novela oculta, o perdida, cuando durante todo este tiempo la escritora dio a entender que su obra comenzaba y terminaba con Matar a un ruise?or. ¡°Primero, por todo el dinero del mundo no estoy dispuesta a someterme a toda la presi¨®n y la publicidad por las que pas¨¦ con Mockingbird (Ruise?or)¡±, dijo una vez Lee a un amigo, en una conversaci¨®n que la periodista Mills transcribi¨® en el libro The Mockingbird Next Door (el ruise?or en la puerta de al lado). ¡°Y segundo, he dicho lo que quer¨ªa decir y no volver¨¦ a decirlo¡±.
Este es el tercer misterio, el que divide a Monroeville y extiende una sombra sobre la noticia literaria del a?o, posiblemente de la d¨¦cada. ?Por qu¨¦ ahora? ?Decidi¨® Harper Lee por su propia voluntad publicar la novela o alguien la manipul¨®?
Si no fuese por la industria tur¨ªstica ligada a Matar a un ruise?or, Monroeville ser¨ªa hoy un pueblo m¨¢s en el deep south, el sur profundo de Estados Unidos. En la primera mitad del siglo XIX la explotaci¨®n de los esclavos negros en los campos de algod¨®n fue el motor econ¨®mico de estos Estados. En 1861 declararon la secesi¨®n y combatieron contra el norte en una guerra civil que perdieron. Abraham Lincoln aboli¨® la esclavitud, pero en Estados como Alabama la segregaci¨®n sigui¨® vigente hasta un siglo despu¨¦s.
¡°Existe de ordinario entre nosotros, tanto en el norte como en el sur, la convicci¨®n profunda de que el sur es otra tierra que se diferencia con claridad del resto de la naci¨®n americana y exhibe en su interior una homogeneidad destacable¡±, escribi¨® W. J. Cash en The Mind of the South (la mente del sur), el ensayo cl¨¢sico sobre esta regi¨®n, publicado en 1941, que Harper Lee sol¨ªa recomendar a sus conocidos. W. J. Cash citaba en su libro una frase del escritor Carl Carmer: ¡°El Congo no es m¨¢s diferente de Massachusetts o Kansas o California [que Alabama]¡±.
La carretera que conduce a Monroeville est¨¢ flanqueada por bosques, casas destartaladas, campos de algod¨®n e iglesias: baptistas, metodistas, pentecostales. Ir a la iglesia, dice la narradora de Matar a un ruise?or, ¡°era el principal recreo de Maycomb¡±. La South Alabama Avenue, que lleva al centro del pueblo, es como tantas calles de cuatro carriles en los pueblos y ciudades de este pa¨ªs: restaurantes de comida r¨¢pida, unos grandes almacenes Wal Mart, gasolineras, tiendas de empe?o y de armas, un taller de reparaciones, moteles, un concesionario de autom¨®viles, comercios abandonados. Al final de la avenida se eleva la c¨²pula de la Old Courthouse, ¡°todav¨ªa all¨ª, presidiendo el pueblo como un peque?o y m¨¢gico Taj Mahal¡±, en palabras del historiador Flynt. Es el viejo tribunal, sede del museo dedicado a Matar a un ruise?or y de la sala de audiencias, donde se desarrolla la escena central de la novela y de la pel¨ªcula.
Harper Lee, de 89 a?os, vive en una residencia de ancianos. Algunos dudan de su estado mental
¡°Maycomb era un pueblo antiguo, pero un pueblo antiguo y cansado cuando lo conoc¨ª¡±, se lee en Matar a un ruise?or. ¡°Por aquel entonces la gente se mov¨ªa despacio. Paseaban por la plaza, arrastraban los pies al entrar y salir de sus comercios y se tomaban su tiempo para hacer cualquier cosa¡±. Maycomb, 1932; Monroeville, 2015. Si algo permanece inalterado, es el ritmo de vida pausado y la sonrisa de los habitantes, lejos de la hiperactividad y el estr¨¦s de Washington o Nueva York.
¨CLenta, lenta¡ ¨Cdice Eric Hurst, un mec¨¢nico negro, para describir la vida en Monroeville¨C. Todo va para abajo.
En 2009 cerr¨® la f¨¢brica de la empresa textil Vanity Fair. Cuando se instal¨® en los a?os treinta, poco despu¨¦s de los hechos que narra Matar a un ruise?or, la f¨¢brica contribuy¨® a transformar Monroeville de una econom¨ªa agr¨ªcola a una econom¨ªa industrial. El paro es m¨¢s elevado que la media de Alabama. ¡°Es un pueblo en declive¡±, constata Wayne Flynt.
Woody Bullard, vendedor en el concesionario local, saluda a todos los vecinos que circulan en coche por South Alabama Avenue, la misma calle donde viv¨ªa Harper Lee y donde pasaba los veranos su amigo de infancia, el escritor Truman Capote.
¨CEra una mujer directa ¨Cdice Bullard¨C. Dec¨ªa lo que ten¨ªa en la cabeza.
Bullard lleva 16 a?os trabajando en el concesionario. Dice que Lee conduc¨ªa veh¨ªculos Buick. Como otros, habla de ella en pasado. Antes frecuentaba los restaurantes locales o tomaba el caf¨¦ en el McDonald¡¯s. En los ¨²ltimos a?os, pocos la han visto salir de la residencia de ancianos.
¨CHa tra¨ªdo fama y fortuna a nuestro peque?o pueblo ¨Cdice Pat Childs, camarera en Radley¡¯s Fountain Grille, restaurante que toma el nombre del enigm¨¢tico personaje de Matar a un ruise?or Boo Radley, el hombre que se oculta de sus vecinos, que se encierra en su casa y evita los focos; el hombre que, simplemente, quiere que le dejen en paz. Childs recuerda que a veces Harper Lee ven¨ªa a Radley¡¯s de noche, despu¨¦s de cenar, y ped¨ªa un postre. De esto hace a?os.
Matar a un ruise?or es m¨¢s que una novela: es un monumento nacional. Se lee en las escuelas y sigue reimprimi¨¦ndose. Atticus es un modelo de padre, de abogado, de ciudadano. El libro, lleno de consejos para la vida pr¨¢ctica (¡°Nunca entender¨¢s a una persona de verdad hasta que veas las cosas desde su punto de vista¡, hasta que te metas en su piel y camines dentro de ella¡±), es un manual ¨¦tico, una Biblia c¨ªvica.
Lee la escribi¨® en uno de los peores momentos del terrorismo blanco en Alabama, cuando las noticias de negros asesinados eran frecuentes. Monroeville est¨¢ a una hora y media en coche de la capital del Estado, Montgomery. All¨ª, el 1 de diciembre de 1955, una mujer negra, Rosa Parks, rechaz¨® ceder su asiento a un hombre blanco, un acto de desobe?diencia que impuls¨® el movimiento por los derechos civiles.
La relaci¨®n entre Harper Lee y Monroeville siempre fue inc¨®moda. Matar a un ruise?or, pese a la mirada ben¨¦vola de la ni?a sobre sus conciudadanos, es un retrato implacable de un pueblo racista y clasista. Lee abandon¨® Alabama en 1949. Nueva York le esperaba. En los a?os cincuenta trabaj¨® para la compa?¨ªa a¨¦rea Eastern Airlines. Sigui¨® viviendo all¨ª, en un peque?o apartamento en el Upper East Side, aunque cada a?o pasaba temporadas en Monroeville. Al contrario que su hermana, Alice, una figura apreciada y activa en la comunidad, la se?orita Nelle ¨Cas¨ª la llaman algunos en Monroeville: su nombre completo es Nelle Harper Lee¨C no se sent¨ªa a gusto en el pueblo: lo consideraba un lugar ¡°sofocante¡±, dice su amigo el historiador Flynt.
La tensi¨®n salt¨® en 2013, cuando Lee demand¨® al Museo del Condado de Monroe, alojado en la sede del viejo juzgado, por intentar ¡°capitalizar la fama¡± de la novela y vulnerar sus derechos de autor al vender merchandising inspirado en el libro. Ambas partes llegaron a un acuerdo en 2014.
¨CNo creo que yo pueda hablar de esto, pero le dir¨¦ que nos hemos puesto de acuerdo en todos los t¨¦rminos que ella requiri¨® y sentimos que estamos preparados para encarar el futuro juntos ¨Cdice la directora del museo, Stephanie Rogers¨C. Todo este tiempo quer¨ªamos que la gente tuviera claro que lo que aqu¨ª hacemos es honrar a la se?orita Lee. Y creo que esto es muy evidente en nuestras exposiciones y en la manera en la que presentamos su historia literaria y su contribuci¨®n a nuestra ciudad. Somos muy respetuosos.
Otro conflicto es por la obra de teatro basada en Matar a un ruise?or que se representa cada a?o en un escenario fuera del edificio del juzgado y dentro de la sala de audiencias original. Hace unos meses, Dramatic Publishing Co., la empresa que posee los derechos, amenaz¨® con quit¨¢rselos a la compa?¨ªa local. Harper Lee fund¨® en abril una empresa sin ¨¢nimo de lucro que se ha hecho con los derechos y permitir¨¢ seguir representando la obra en Monroeville. (¡°El museo no estar¨¢ a cargo de la producci¨®n despu¨¦s de 2015¡±, dijo unos d¨ªas despu¨¦s, en un correo electr¨®nico, Rogers. ¡°Me dicen que seguir¨¢ represent¨¢ndose en Monroeville¡±).
Sobre las acusaciones de que no fue Harper Lee quien decidi¨® publicar la nueva novela, Go Set a Watchman, Rogers es escueta: ¡°Mi opini¨®n no importa¡±.
¡°No es mi nuevo libro, es mi viejo libro¡±, le dijo hace poco la escritora a un amigo.
Tras el anuncio de la publicaci¨®n de la novela, la denuncia an¨®nima de un m¨¦dico que aparentemente conoc¨ªa a Harper Lee llev¨® a los servicios sociales del Estado de Alabama a abrir una investigaci¨®n por fraude a una persona vulnerable. Aunque el Estado de Alabama cerr¨® la investigaci¨®n, no se han acallado las sospechas en el pueblo.
¨CEsto es lo que anda diciendo la gente ¨Ccomenta otra camarera de Radley¡¯s Fountain Grille.
La mayor¨ªa de los rumores los dicen en privado personas que no conocen directamente a la se?orita Nelle; solo unas pocas lo hacen a cara descubierta.
A la entrada de un acto religioso de la jornada nacional de oraci¨®n, en la sala de audiencias del juzgado, una mujer dice haber visitado recientemente la residencia de ancianos donde vive Lee. Explica que aquel d¨ªa la salud¨® y que cinco minutos despu¨¦s no se acordaba de ella:
¨CSolo le dir¨¦ una cosa. No est¨¢ bien de salud.
Todas estas conjeturas ¨C¡°teor¨ªas conspirativas¡±, seg¨²n el historiador Flynt, ¡°t¨ªpicos cotilleos de un pueblo sure?o¡±¨C apuntan a Tonja Carter, la abogada del despacho Barnett, Bugg, Lee and Carter que descubri¨® el manuscrito de la nueva novela y negoci¨® su publicaci¨®n con Harper Collins. El bufete tiene historia. Fundado en 1901, tuvo entre sus socios a A. C. Lee, padre de Harper y Alice e inspirador de Atticus Finch. Alice trabaj¨® en la oficina desde 1944. A los 100 a?os segu¨ªa activa. Muri¨® en noviembre de 2014 a los 103. Tonja Carter, que llevaba tiempo en el despacho, pero no se gradu¨® en la Escuela de Derecho de la Universidad de Alabama hasta hace poco, ha tomado el relevo.
Barnett, Bugg, Lee and Carter se encuentra en una calle perpendicular a South Alabama Avenue. En la misma acera hay una joyer¨ªa (?Johnson¡¯s, desde 1946, ¡°compramos oro¡±, dice un cartel) y una librer¨ªa cristiana (My Time is in his Hands ¨Cmi tiempo est¨¢ en sus manos¨C).
Es jueves por la ma?ana y el paso al bufete est¨¢ libre. Detr¨¢s de la mesa de la recepci¨®n no hay nadie. Una puerta abierta conduce a unas oficinas. Pasan unos 20 segundos y, al final, una mujer responde a los saludos de los reci¨¦n llegados.
¨C?Podr¨ªamos hablar con Tonja Carter?
¨CHoy no est¨¢ ¨Cresponde.
Sobre un mueble de la recepci¨®n se exhiben viejos recuerdos. Un ejemplar antiguo del libro The Panorama of Modern Literature (el panorama de la literatura moderna). Un diploma al Tribunal Supremo de Alabama ¡°a Nelle Harper Lee¡±.
No habr¨¢ forma de hablar con Tonja Carter. Dos correos electr¨®nicos quedan sin respuesta.
Una manzana m¨¢s lejos del venerable bufete se encuentra el Courthouse Cafe, uno de los tres o cuatro restaurantes del centro de Monroeville. La propietaria, Janet Sawyer, se sienta en una mesa para exponer al visitante su opini¨®n sobre el caso Lee. Es una de las pocas personas que, con nombre y apellidos, acusa directamente a la abogada Tonja Carter de manipular a Harper Lee.
¨CNo creo que ella [Harper Lee] lo haya decidido ¨Cdice, en alusi¨®n a la publicaci¨®n de la nueva novela. Sugiere que Tonja Carter quiere sacar un beneficio, sin concretar cu¨¢l.
En el funeral de Alice, algunos amigos vieron a Harper ¡°divagando y hablando consigo misma¡±, dice Sawyer. Sospecha que la escritora ¡°no est¨¢ en sus cabales¡±.
¡°La mantienen como si estuviese prisionera¡±, dice. Sawyer destaca la anomal¨ªa de que una de las personas m¨¢s ricas del mundo literario viva en la residencia de ancianos del pueblo: ¡°Deber¨ªa estar viviendo en casa con una persona que la cuidase¡±.
¨C?Por qu¨¦ iba a decidir publicar un libro cuando tiene 89 a?os y vive en The Meadows? ¨Cse pregunta¨C. La codicia mueve muchas cosas.
A la pregunta sobre si, pese a todas las acusaciones que lanza, leer¨¢ Go Set a Watchman, responde: ¡°?Claro que s¨ª!¡±.
Kathy McCoy, primera directora del museo local y de la obra de teatro, no comparte los recelos: ¨CCreo que hay un peque?o grupo de personas que parecen querer difamarla. No lo entiendo muy bien. Les dio uno de los mayores libros del siglo XX. Y creo que hay gente que quiz¨¢ tenga miedo de que el nuevo libro reste m¨¦rito al antiguo.
La librer¨ªa Ol¡¯Curiosities & Book Shoppe ha encargado 5.000 ejemplares de la nueva novela. Tantos, que ha tenido que alquilar un local para almacenarlos cuando lleguen. Piensen lo que piensen sobre los motivos de Harper Lee o de su abogada para publicar Go Set a Watchman, todos los entrevistados en Monroeville esperan impacientes el 14 de julio.
Quiz¨¢ se lleven una decepci¨®n.
Wayne Flynt, el profesor em¨¦rito de la Universidad de Alabama, pronostica que el retrato de Monroeville ¨Cel Maycomb ficticio¨C no ser¨¢ nada amable en la nueva novela, menos incluso que el de Matar a un ruise?or, en la que la mirada era la de una ni?a; en Go Set a Watchman es la de una adulta que ha vivido en Nueva York, que se ha empapado de las noticias, d¨ªa s¨ª y d¨ªa tambi¨¦n, sobre la segregaci¨®n y la violencia antinegra en Alabama. Quiz¨¢, y esto es una especulaci¨®n, advierte Flynt, Atticus Finch ya no aparezca como el padre idealizado, sino como un hombre que busca justicia, pero sin cuestionar el sistema de segregaci¨®n legal en los Estados del sur. El padre de Harper Lee, el hombre que inspir¨® a Atticus Finch, ¡°era un segregacionista suave¡±, como la gran mayor¨ªa de blancos de su tiempo en Alabama. Solo las generaciones m¨¢s j¨®venes, como Harper o el mismo Flynt, que tambi¨¦n es de Alabama, empezaron a distanciarse a partir de los a?os cincuenta del siglo pasado de estas posiciones que representaban el statu quo.
¨CNo ser¨¢ tan amable con ¨¦l ¨Cpredice Flynt.
Pocas personas han tratado tanto, en los meses recientes, a Harper Lee como Wayne Flynt. ?l y su esposa la han visitado una docena de veces desde principios de a?o. Incluso se han visto fuera de la residencia The Meadows. Acudieron juntos a ver una representaci¨®n de El rey Lear en el Festival Shakespeare de Alabama, en Montgomery. Flynt le dijo a Lee:
¨CNelle, ser¨ªas una gran rey Lear. Y podr¨ªas ser una rey Lear mermada, puesto que todo el mundo en Monroeville cree que est¨¢s loca.
¨CY t¨² ser¨ªas mi buf¨®n ¨Crespondi¨® ella.
¡°La demencia hace imposible esta agudeza tan r¨¢pida¡±, dice Flynt. El historiador cuenta que, en sus conversaciones, la escritora recuerda historias de sus antepasados que participaron en la guerra civil. Que le cuesta o¨ªr y sus amigos tienen que escribirle lo que quieren decirle. Pero que no ha perdido la lucidez mental ni el sentido del humor.
Cuando, en uno de sus encuentros con Lee, Flynt le habl¨® de la nueva novela, ella replic¨®:
¨C?Qu¨¦ nueva novela?
¨CLa que se ha encontrado y se va a publicar.
Por un momento, Flynt pens¨® que s¨ª, que la memoria de Lee flaqueaba y le fallaban las capacidades mentales.
¨CNo s¨¦ nada de una nueva novela ¨Crespondi¨® Lee.
¨CGo Set a Watchman.
En efecto, Harper Lee escribi¨® Go Set a Watchman antes de Matar a un ruise?or.
¨CNo es mi nuevo libro. Es mi viejo libro.
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