La permanencia de la divisi¨®n izquierda/derecha
Las recientes elecciones muestran que los elementos m¨¢s estructurales del modelo democr¨¢tico espa?ol est¨¢n intactos
Despu¨¦s de las elecciones municipales y auton¨®micas, tenemos ya respuestas electorales a la devastadora crisis econ¨®mica. El descenso en votos de los dos grandes partidos es un hecho. Particularmente acusado en el Partido Popular, cuya propuesta parece estar agotada. Como movimientos emergentes sin pasado, han tomado cuerpo partidos que se corresponden con otros surgidos, tambi¨¦n s¨²bitamente, en diversos pa¨ªses de la Uni¨®n Europea. Son fuerzas pol¨ªticas sin similitudes ideol¨®gicas, pero con un punto en com¨²n; el ¡°populismo¡±, que es apelar al ¡°pueblo¡± o a ¡°la gente¡± desde posiciones minoritarias, denunciando que el sistema no les representa y con afanes redentores.
Las elecciones indican, sin embargo, que los elementos m¨¢s estructurales del modelo democr¨¢tico espa?ol est¨¢n intactos. Me refiero a su dimensi¨®n institucional ¨Cincluyendo a la nueva jefatura del Estado?, pero, especialmente, a la dimensi¨®n propiamente pol¨ªtica y partidaria.
En el 24-M se dilucidaba algo importante: la continuidad o no de la articulaci¨®n ideol¨®gica de los espa?oles a la hora de votar. El desaf¨ªo de Podemos en estas elecciones (aunque formalmente no se present¨® a nivel municipal) era may¨²sculo: trataba de probar que la dial¨¦ctica derecha/izquierda es cosa del pasado, y que ahora lo que prima es la contradicci¨®n entre ¡°casta¡± y gente. Podemos penetr¨® en la opini¨®n p¨²blica a base de descalificar a los partidos mayoritarios como ¡°la casta¡±, insertando ah¨ª al propio Partido Socialista
La operaci¨®n es de largo alcance, con la ayuda ¨Cuna vez m¨¢s? del retorno de la ¡°teor¨ªa de las dos orillas¡±. A un lado, los conocidos partidos constitucionales reformistas; enfrente, el partido rupturista constituyente, que se arroga la representaci¨®n de ¡°la gente¡±, es decir, de la sociedad civil. De toda. De cualquier clase social.
A nadie se le oculta que el blanco de ese disparo es el PSOE, al que Podemos ha pretendido confundir con el PP, al precio de desideologizar a la sociedad espa?ola, que es la mejor estrategia para perpetuar a la derecha en el poder, como se vio en la era de Aznar.
Ese envite, por otra parte inconsistente por carecer de un fundamento s¨®lido, ha sido derrotado de modo incontestable el 24-M. Los ciudadanos han vuelto a decidir electoralmente en un sentido ¡°cl¨¢sico¡±: la derecha, representada por el PP y por Ciudadanos; la izquierda, por el PSOE, m¨¢s una serie de plataformas c¨ªvicas y partidos, como Podemos, provenientes de la extrema izquierda y de los movimientos ¡°indignados¡±. El cambio se interpreta en el pensamiento de la gente de modo que el PP ¨Cdominador desde 2011 como nunca antes? sea desplazado del poder y, con ello, la corrupci¨®n asfixiante de cada d¨ªa. Ese cambio se ha dado el 24-M, pero no la pretendida abolici¨®n del s¨ªmbolo dicot¨®mico de la pol¨ªtica en Europa desde la Revoluci¨®n Francesa: la derecha conservadora, y la izquierda progresista.
Las alianzas post 24-M han terminado por ser tambi¨¦n cl¨¢sicas
Precisamente por esa raz¨®n, de una manera natural, las alianzas post 24-M han terminado por ser tambi¨¦n cl¨¢sicas: conservadores frente a progresistas. Las candidaturas de las plataformas populares han apoyado por lo general la investidura de alcaldes o presidentes auton¨®micos socialistas; y a la rec¨ªproca, en menos lugares aunque muy significativos.
Una conducta diferente hubiera sido un suicidio para los actores pol¨ªticos de la izquierda. Los que dec¨ªan ser partidos de ¡°la gente¡± han votado la investidura de los de ¡°la casta¡±, denominaci¨®n fugaz ¨Cpropia de invenciones oportunistas? que ya no est¨¢ en el vocabulario de los medios o de las redes sociales, ni, por supuesto, en el de Podemos. Esta formaci¨®n, que no ha conseguido ser alternativa, no ten¨ªa otra soluci¨®n que apoyar al PSOE. Hubiera sido inasumible e incomprensible que una derecha no mayoritaria continuase al frente de ayuntamientos y comunidades aut¨®nomas, a pesar de existir mayor¨ªas de izquierda votadas por los ciudadanos y ciudadanas. Afortunadamente, no fue as¨ª. El PSOE ha sido el principal beneficiario, con un poder electoral algo menor, pero un poder territorial visiblemente m¨¢s elevado, cualitativa y cuantitativamente.
A pesar de todo, el tradicional sistema espa?ol de partidos no ha quedado inc¨®lume. El PP y el PSOE ya no est¨¢n solos. Hay una evoluci¨®n desde un bipartidismo a un bipolarismo, estructurado en cualquier caso en torno a la derecha y la izquierda. La derecha con un partido dominante, el PP, condicionado por Ciudadanos; la izquierda, con el PSOE como partido hegem¨®nico al frente y mayores posibilidades de alianza (con Ciudadanos, Podemos, plataformas ciudadanas o una menguante IU); que han sido aliados necesarios en los procesos constitutivos iniciales de Ayuntamientos y Comunidades Aut¨®nomas, pero no en acuerdos de gobierno por el momento.
Las cercanas elecciones generales se celebrar¨¢n bajo la influencia de esta din¨¢mica pol¨ªtica. No obstante, los espa?oles suelen discriminar el tipo de elecci¨®n (local, regional, nacional, europea) y seleccionan su opci¨®n seg¨²n la capacidad de gobierno que observen en los partidos integrados en su campo pol¨ªtico, que sigue siendo bipolar: derecha o izquierda.
Diego L¨®pez Garrido es diputado y catedr¨¢tico de Derecho Constitucional.
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