Una sociedad sin desigualdades
Es necesario potenciar los componentes redistributivos de nuestro gasto social
Dec¨ªa Anthony Crosland que el socialismo es un proyecto que define el tipo de sociedad en el que queremos vivir. Para Crosland, un socialista defiende una sociedad caracterizada por la igualdad. En estos momentos, Espa?a est¨¢ muy lejos de este modelo de sociedad, especialmente tras la crisis. Lo que debemos clarificar es a qu¨¦ nos referimos por desigualdad y c¨®mo podemos combatirla.
La desigualdad econ¨®mica adopta tres dimensiones: la exclusi¨®n social, las diferencias de renta y de riqueza y la igualdad de oportunidades. Cada una de estas desigualdades responde a problemas distintos y exigen medidas diferenciadas: ?qu¨¦ ha pasado en Espa?a durante estos a?os?
En primer lugar, todos los datos de exclusi¨®n social han aumentado. En 2013, m¨¢s del 27% de los hogares estaba en riesgo de pobreza, una cifra que se elevaba al 48% en los hogares monoparentales con un ni?o o m¨¢s dependientes. En los menores de 25 a?os, este porcentaje era superior al 35%. Solo nos superaban en riesgo de pobreza juvenil pa¨ªses como Bulgaria, Rumania o Hungr¨ªa. Y entre los parados, el riesgo de exclusi¨®n social estaba cerca del 70%.
Esta situaci¨®n se refleja en el n¨²mero de beneficiarios del programa del Gobierno de ayuda alimentaria a los m¨¢s desfavorecidos. En 2014, 2.230.000 personas se acogieron, cuando en 2008 no llegaban a 930.000.
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El combate de la exclusi¨®n social tiene dos instrumentos importantes. El primero es una red de protecci¨®n que impida a las personas perder lo m¨¢s valioso que tienen: la dignidad. Para ello necesitamos fortalecer los programas de rentas m¨ªnimas. ?stas llegan a un tercio de los hogares sin ingresos y var¨ªan entre los 662 euros del Pa¨ªs Vasco y los 300 euros de Murcia y Ceuta. Necesitamos un programa federal que coordine estas rentas m¨ªnimas para que desaparezcan unas diferencias tan abismales entre territorios.
El segundo de los instrumentos es la creaci¨®n de empleo. O por lo menos eso suced¨ªa hasta antes de la reforma laboral. En estos momentos, dada la precariedad y la desprotecci¨®n que sufren los trabajadores, tener un empleo no garantiza salir del riesgo de pobreza. No es cierto que ¡°la mejor pol¨ªtica social es la creaci¨®n de empleo¡±. As¨ª, todos los cambios que establezcan mejores condiciones laborales permitir¨¢n reducir la exclusi¨®n social.
La segunda de las desigualdades es la diferencia de renta y de riqueza. Los indicadores muestran que esta desigualdad tambi¨¦n ha aumentado y los grandes perdedores han sido aquellos que ocupan las posiciones m¨¢s bajas en la escala social. En 2013, el 20% m¨¢s rico ten¨ªa 6,3 veces m¨¢s renta que el 20% m¨¢s pobre, cuando esa cifra era del 5,5 en 2007. Solo Bulgaria, Rumania y Grecia tienen mayores diferencias entre ricos y pobres.
Para corregir estas diferencias necesitamos potenciar los componentes redistributivos de nuestro gasto social. Las partidas presupuestarias que tienen mayor capacidad redistributiva son el gasto farmac¨¦utico, la atenci¨®n sanitaria primaria y las etapas infantil, primaria y secundaria del sistema educativo. Se tratar¨ªa de mejorar estos servicios p¨²blicos.
Y la tercera de las desigualdades es la movilidad social. El trabajo de Ildefonso Marqu¨¦s Perales (La movilidad social en Espa?a, Catarata) demuestra que en los ¨²ltimos a?os la posibilidad de ascender socialmente se ha reducido. Si a principios de los noventa el porcentaje de personas que ascend¨ªan de clase era del 52%, en los ¨²ltimos a?os esta cifra ha pasado al 44%, una movilidad social ascendente similar a la de los setenta. Esta reducci¨®n se debe al paso de una sociedad industrial a una posindustrial. Pero no es el ¨²nico factor. El sistema educativo, tal y como est¨¢ dise?ado, ha perdido mucha de su capacidad para promover la igualdad de oportunidades.
Finalmente, en estas desigualdades las mujeres son las m¨¢s afectadas, especialmente en la exclusi¨®n social. Y si nos detenemos en la igualdad de oportunidades, aparece una de las desigualdades m¨¢s invisibles: la territorial.
En definitiva, lo que est¨¢ en juego es el rostro de la sociedad en la que queremos vivir. Para la izquierda, la desigualdad es el principal caballo de batalla. La aspiraci¨®n es construir una sociedad en la que los individuos no pierdan la dignidad cuando caen en la pobreza, donde los m¨¢s ricos no tengan tanta ventaja sobre los m¨¢s pobres como para abusar de su posici¨®n privilegiada y donde cada persona pueda desarrollar el proyecto de vida que desea.
Ignacio Urquizu es diputado del PSOE en las Cortes de Arag¨®n.
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